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Memorias de un guardia imperial

Publicado: 17 Mar 2010, 01:03
por Van Hoffman
Como breve introducción, me satisface presentar las memorias del que fue mi personaje de Dark Heresy en una campaña que duró más de un año de jugar una sesión semanal. Espero que la disfruteis y que pueda ir posteando con frecuencia.

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De cómo nos convertimos en siervos de la Inquisición

Todo empezó en el viaje de traslado a Clove. Yo era un humilde pastor de grox, allá en Dreah, viviendo felizmente y practicando el tiro con el viejo rifle de mi abuelo. Todo era sencillez y tranquilidad, rutina, vamos. Todo hasta que llegaron las naves... En qué momento se me ocurriría a mi alistarme... El caso es, que sin saber porqué, me alisté en el Regimiento Auxiliar de Dreah, Pelotón de demoliciones. Durante unos meses, nos entrenaron, a los de mi pelotón y a mi, en el uso de explosivos y lanzagranadas, además de enseñarnos los fundamentos de la infantería ligera: la infiltración y el sigilo. Así pues, durante más de diez años, me pasearon por todo el sector y me tuvieron pegando tiros y volando cosas. Pues resulta que a los de arriba les impresioné con mi puntería, y sin pedirlo ni desearlo, me asignaron a la unidad de francotiradores y exploradores, así por las buenas. Tan bueno sería yo disparando, que me ascendieron a sargento, pese a que mis dotes de mando eran bastante deficientes.

Pero como iba diciendo, todo empezó cuando nos llevaron a Clove. Aquel mundo colmena estaba siendo atacado por unos xenos llamados Orkos o algo así, y nos enviaron a nosotros a asegurar Ciudad Minoris. El caso es que antes de llegar al dichoso planeta, algo atacó a nuestra nave y la abordó. En aquel momento, yo me encontraba de paseo por uno de los sectores, admirando las vistas (admitamoslo, siempre me impresionaron esos mastodontes metálicos), cuando sonó la alarma de abordaje. Instintivamente, corrí hacia adelante, dándome de bruces con un equipo de defensa que estaba preparado para detener el abordaje. Un estruendo sonó adelante, y la puerta estalló en mil pedazos. En ese momento, unos cinco o seis Orkos enormes, mucho más altos que yo, irrumpieron sonoramente en la sala. Disparé instintivamente a uno de ellos, pero la descarga láser a penas chamuscó un poco el hombro de uno de ellos. Los xenos se estrellaron contra la línea de escudos de los defensores, enzarzandose en un mortal combate cuerpo a cuerpo, mientras yo me apresuraba por cargar los sobrealimentados. De pronto, una ráfaga de proyectiles bólter apareció de un pasillo lateral y destripó a uno de los orkos. Alguien había aparecido para ayudarnos, y maldito el día que conocí a ese alguien... El caso es que seguimos defendiéndonos como pudimos, yo disparando baterías sobrecargadas desde la distancia y apuntando cuidadosamente, los guardias de la nave aguantando el envite y el extraño acribillando con sus bólters. Al cabo de un buen rato, los orkos habían muerto, pero a costa de varias bajas en el equipo de guardias.

Mientras avanzamos a la carrera, pude ver al misterioso hombre que había acribillado a los orkos. Se trataba de un tipo alto y ancho vestido con una túnica roja, con una mochila llena de artilugios raros, cables y antenas y dos bólters, uno en cada mano. Por lo que supe después, era un tecnosacerdote visionosequé del Adeptus Mechanicus. Un tipo raro, muy raro, y verlo daba miedo, pero no adelantemos acontecimientos.

Corrimos siguiendo el pasillo, sabedores de que habrían más orkos en la nave, cuando topamos con otro equipo, con una Comisario al frente. ¡Y menuda Comisario! Iba ladrando ordenes a grito pelado, y cuando me miró, me encogí como una sabandija. La llamaban “La Dama de Hielo”, y con razón. No muy dispuestos a contradecir a la poderosa mujer, la seguimos corriendo tan rápido como nuestras piernas nos lo permitían. Tras un buen rato corriendo, llegamos finalmente a lo que parecía una sala de máquinas. Un gran aparato lleno de cables se alzaba en mitad de la sala. Tomamos posiciones en una pasarela elevada justo a tiempo de que los Orkos entrasen en tromba desde el otro lado. La batalla fue brutal y encarnizada, y no daré muchos detalles. Pero allí me gané mi primer trofeo. Cuando vi entrar la horda de pieles verdes, me fijé en uno más grande, más fuerte y más feo, uno que iba ladrando lo que serían órdenes. No lo dudé un solo momento. Cargué una freidora (así llamaba yo a las baterías sobrealimentadas) en el rifle, apunté cuidadosamente, y apreté el gatillo. El cráneo del Orko estalló en llamas, y el potente disparo arrojó a la bestia muchos metros atrás, regándolo todo de sangre y sesos. Fue memorable.

Así pues, finalmente logramos rechazarlos. Al parecer, querían sabotear el generador y por poco lo consiguieron, de no ser por Atlas. Si, así se llamaba el tecnosacerdote. Resulta que en medio de la refriega, tuvo los arrestos de plantarse ahí y evitar la catástrofe. Y bueno, al final, nos cargamos a los orkos y la nave fue segura. Unas horas después de la batalla del generador, el Almirante Wollsy nos llamó al Puente de mando. Allí, el Almirante condecoró a Atlas por su aplomo y su valor en la batalla. A mi también me felicitaron pero ay... me hicieron lo peor que se le puede hacer a un soldado a miles de años luz de su hogar... licenciarlo. Si, me licenciaron. Me relevaron del servicio. Me pusieron de patitas en la calle. Creo que me entendeis.

Me fui consternado y entristecido del Puente, a despedirme de mis compañeros de regimiento en los barracones, cuando un hombre alto y de rostro severo, que rezumaba poderío, me abordó en un pasillo solitario. Me miró y me dijo con voz grave y profunda: “Chico, desde hoy estas al servicio del Ordo Xenos y de la Inquisición.”

Re: Memorias de un guardia imperial

Publicado: 18 Mar 2010, 01:29
por igest
Me ha gustado mucho... espero nuevas entregas!!