¿Y si?...
Publicado: 22 Sep 2014, 02:07
Era enero, fijaos si ha llovido desde entonces. Y aquella pregunta era algo que aún se comentaba en los pasillos de la central de GW en Nottingham.
La octava edición había agotado prácticamente su andadura mucho antes de lo esperado, y no se había vendiendo todo lo bien que los directivos hubiesen querido en navidad. Una nueva edición, con poco margen para cambios que justificasen su compra, y atada de pies y manos a un pensamiento tradicional de wargamers, que no admiten que ningún diseñador les discuta las reglas de su juego hasta hacerlo irreconocible, exigía cambios. Cambios drásticos. De estos que te obligan a ejercitar un poquitín el pensamiento lateral. De lo contrario el negocio se acabaría hundiendo.
El Fin de los Tiempos comenzaba a gestarse en más de un sentido. Era el Fin de los Tiempos de verdad, el bueno; nada de zarandajas al estilo Tormenta de Caos. El epílogo perfecto. Para el trasfondo o para el juego. Un todo o nada dónde no cabía el más mínimo error o segundas oportunidades. Ya le habían tomado el pelo a la afición con este tema en ocasiones anteriores y sabían que su público no volvería a perdonarles.
Todo había comenzado semanas atrás, en una densa reunión a puerta cerrada, dónde de pronto, alguien se atrevió a comentar en alto algo que nadie más había tenido las pelotas decir hasta ese momento:
- ¿Y si no hubiese una nueva edición de Warhammer Fantasy?-.
…
Se hizo el silencio.
-¿Y luego qué?-, increpó un directivo a quien se escondía tras la planta de interior.
El titubeante becario de GW comenzaron a relatar con voz entrecortada cómo imaginar a Warhammer como un juego de batallas perfecto...Bueno, vale, perfecto no hay nada, dejémoslo en un juego de batallas bastante apañado. Un juego, dónde no necesitaran venderte más libros de ejército, dónde todas las facciones estuviesen compensadas y fuesen inamovibles, aunque con margen para que cada cual practique su propio estilo de juego casero.
A primera vista, no faltaba nada en término de marketing, por lo que esta no era una situación demasiado deseable, sin embargo, el diablo estaría en todo los demás detalles: ¿Batallas navales?, ¿batallas subterráneas?, ¿asedios?, ¿escaramuzas?, ¿roleo?, ¿y una campaña inspirada en la Época de los Tres Emperadores?, ¿escenarios en situaciones temporales paralelas?. ¿Y Lustria?, ¿es que nadie va a pensar en Lustria? Todo eso amigos míos, sería lo que vendría después...
Si el público se tragaba todo eso del Fin de los Tiempos, claro. ¡Qué genial truco publicitario!, ¿verdad? Todo dios pensando en cómo acabaría esa historia; si matarían a Karl Franz, si caería el Imperio, si habría Warhammer después...¡Y vaya si los matarían a todos! y con ello, a una forma de hacer las cosas que hasta la fecha había mantenido a los diseñadores ocupándose de ridiculeces edición tras edición, sin aportar nada más que un simple +2 a esa unidad o una nueva interpretación sobre esa o aquella regla escrita a principios de los ochenta. El momento de comenzar desde cero a jugar la historia jamás contada de warhammer, la Guerra de la Barba, Magnus el Piadoso, Sigmar reuniendo a las tribus, Slann contra los portales del Caos, ¡y minis!, ¡nuevas minis por doquier! con diseñadores dedicados a ello en cuerpo y alma, a lo que realmente les gusta de su trabajo.
-¿Y si no hubiese una nueva edición de Warhammer Fantasy?-, dijo el becario sin demasiada reflexión. Poco faltó para que aquel día lo sacaran a hombros.
La octava edición había agotado prácticamente su andadura mucho antes de lo esperado, y no se había vendiendo todo lo bien que los directivos hubiesen querido en navidad. Una nueva edición, con poco margen para cambios que justificasen su compra, y atada de pies y manos a un pensamiento tradicional de wargamers, que no admiten que ningún diseñador les discuta las reglas de su juego hasta hacerlo irreconocible, exigía cambios. Cambios drásticos. De estos que te obligan a ejercitar un poquitín el pensamiento lateral. De lo contrario el negocio se acabaría hundiendo.
El Fin de los Tiempos comenzaba a gestarse en más de un sentido. Era el Fin de los Tiempos de verdad, el bueno; nada de zarandajas al estilo Tormenta de Caos. El epílogo perfecto. Para el trasfondo o para el juego. Un todo o nada dónde no cabía el más mínimo error o segundas oportunidades. Ya le habían tomado el pelo a la afición con este tema en ocasiones anteriores y sabían que su público no volvería a perdonarles.
Todo había comenzado semanas atrás, en una densa reunión a puerta cerrada, dónde de pronto, alguien se atrevió a comentar en alto algo que nadie más había tenido las pelotas decir hasta ese momento:
- ¿Y si no hubiese una nueva edición de Warhammer Fantasy?-.
…
Se hizo el silencio.
-¿Y luego qué?-, increpó un directivo a quien se escondía tras la planta de interior.
El titubeante becario de GW comenzaron a relatar con voz entrecortada cómo imaginar a Warhammer como un juego de batallas perfecto...Bueno, vale, perfecto no hay nada, dejémoslo en un juego de batallas bastante apañado. Un juego, dónde no necesitaran venderte más libros de ejército, dónde todas las facciones estuviesen compensadas y fuesen inamovibles, aunque con margen para que cada cual practique su propio estilo de juego casero.
A primera vista, no faltaba nada en término de marketing, por lo que esta no era una situación demasiado deseable, sin embargo, el diablo estaría en todo los demás detalles: ¿Batallas navales?, ¿batallas subterráneas?, ¿asedios?, ¿escaramuzas?, ¿roleo?, ¿y una campaña inspirada en la Época de los Tres Emperadores?, ¿escenarios en situaciones temporales paralelas?. ¿Y Lustria?, ¿es que nadie va a pensar en Lustria? Todo eso amigos míos, sería lo que vendría después...
Si el público se tragaba todo eso del Fin de los Tiempos, claro. ¡Qué genial truco publicitario!, ¿verdad? Todo dios pensando en cómo acabaría esa historia; si matarían a Karl Franz, si caería el Imperio, si habría Warhammer después...¡Y vaya si los matarían a todos! y con ello, a una forma de hacer las cosas que hasta la fecha había mantenido a los diseñadores ocupándose de ridiculeces edición tras edición, sin aportar nada más que un simple +2 a esa unidad o una nueva interpretación sobre esa o aquella regla escrita a principios de los ochenta. El momento de comenzar desde cero a jugar la historia jamás contada de warhammer, la Guerra de la Barba, Magnus el Piadoso, Sigmar reuniendo a las tribus, Slann contra los portales del Caos, ¡y minis!, ¡nuevas minis por doquier! con diseñadores dedicados a ello en cuerpo y alma, a lo que realmente les gusta de su trabajo.
-¿Y si no hubiese una nueva edición de Warhammer Fantasy?-, dijo el becario sin demasiada reflexión. Poco faltó para que aquel día lo sacaran a hombros.