Las Crónicas de Gustav

Para los que leéis todas la novelas, y las devoráis aunque la cera de las velas se agote.

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Van Hoffman
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Las Crónicas de Gustav

Mensaje por Van Hoffman »

Buenas.

Pues tras pensarmelo un poco, al final he decidido mostraros un pequeño relato que tenía desde hacía tiempo pero que había abandonado. La idea era hacer algo en primera persona y basado en el juego de rol. No está hecho a partir de una aventura, ni es la narración de otra (a pesar de que me hubiese gustado). Pero me animé y cree este montruo.

De momento os pongo lo que tengo (que es parte de la primera parte) y si veo que os gusta, continuaré.

Que lo disfruteis.
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Van Hoffman
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Mensaje por Van Hoffman »

Recuerdo perfectamente aquel día, como si hubiese sucedido ayer. Aunque sería difícil de olvidar, pues los acontecimientos de aquella noche nos marcarían a todos durante el resto de nuestras vidas.


Todo empezó con mi ronda habitual. Yo me encontraba en la soleada y apacible ciudad de Herburg. Allí me había criado, pero fue una infancia terrible. Mi madre murió al nacer yo, lo que hizo que mi padre no volviera a ser el mismo. Cuando yo apenas tenía ocho años, una terrible horda de guerreros de negras armaduras invadió el Imperio desde el norte, y los ejércitos de Wisseland se reunieron para defender nuestras tierras. Mi padre, que ya había combatido en el ejército de la Condesa, preparó rápidamente a la compañía de la ciudad. Decenas de soldados vestidos con el uniforme wisselandés y armados con largas lanzas y robustos escudos partieron hacia el norte. Mis dos hermanos mayores fueron llamados a filas, y se unieron al regimiento. Por aquel entonces, yo era un niño que se había criado en la dura vida del campesino. Pero, cuando mi padre y mis hermanos marcharon a la guerra, hube de quedarme con mi abuelo hasta el regreso de mi padre. Más tarde, nos llegaron noticias de que la invasión había sido rechazada gracias a los esfuerzos de nuestro amado Emperador y el sacrificio de Sigmar reencarnado, y que los ejércitos del Imperio perseguían a los enemigos en retirada. Aquello llenó de júbilo nuestros corazones, pues yo deseaba volver a ver a mis hermanos y a mi padre. Pero, desgraciadamente, el destino nos jugó una mala pasada. Al parecer, durante la batalla final, el ejército wisselandés fue el que recibió la peor parte de la ofensiva enemiga, y una gran cantidad de soldados imperiales perdieron la vida. Ningún ciudadano de Herburg regresó jamás de aquella funesta marcha al norte. Huérfano, sin hermanos y con el corazón destrozado, fui incapaz de recuperarme del duro golpe. Mi abuelo, a pesar de haber sufrido tanto o más que yo, fue capaz de seguir adelante a pesar de haber perdido a su único hijo y a sus dos nietos mayores. Aceptando una gran responsabilidad, me adoptó, y desde aquel momento, viví con mi abuelo, en la zona más oriental de la ciudad, a la sombra de las Montañas Negras.


Pero permitidme que vuelva a la historia. Aquella noche daba mi ronda habitual cuando oí una fuerte discusión. Las voces provenían de un callejón a mi izquierda.
- Ya has hablado demasiado -decía una voz grave-. Nuestro jefe está harto de ti.
- Si. Sabes demasiado -decía otra voz-. Nos pagarían mucho dinero por tu cabeza.
Parecía obvio que no era una conversación normal y corriente. En silencio, me escabullí hasta la esquina, procurando que no les alertara la luz de mi linterna. Cuando me asomé, escuche otra voz que me dio el valor necesario para enfrentarme a los matones.
- El pueblo está harto de vuestros chantajes, extorsiones y palizas -la voz era de una mujer. Una chica joven, más bien-. No tenéis derecho.
- Ugh, que miedo. ¿Que vas a hacer? ¿Nos vas a pegar?
Los matones estallaron en carcajadas. Iban arrinconando contra la pared cada vez más a la mujer, como depredadores acechando a su presa. Decidido a no permitir aquella injusticia, me llené de valor y de fuerza. Desenvainé mi fiel daga y respiré hondo. Con una fuerte exhalación, entré en el callejón, daga en mano.
- ¡Eh vosotros, dejadla en paz!
- Pero que tenemos aquí. Un bravito con un alfiler.
- Quedáis detenidos en nombre de la ley.
- ¿La ley? ¿Tú y cuantos más?
Mientras yo me esforzaba por no ponerme a temblar y luchaba por no salir corriendo, la chica había cogido una piedra y la estampó contra la cabeza de uno de los matones. Éste cayó al suelo, aturdido, y el otro matón se giró para encararse a la nueva amenaza. Yo escogí aquel momento para lanzarme sobre la espalda del matón, que era bastante más ancha que la mía. El criminal, que oyó el grito que proferí, se agachó justo a tiempo para esquivarme y caí de bruces contra el suelo. Mientras me encontraba tumbado boca abajo en el suelo, el matón me dio una patada en el costado. El dolor fue atroz. Después de lo que me pareció mucho tiempo, una segunda patada me golpeó, y una tercera. Pero, cuando el matón se preparaba para patearme por cuarta vez, su pie frenó a escasos dedos de mi costado dolorido. El matón se tambaleo, gimió, y cayó de bruces a mi lado, con las manos sujetándose la ingle. De pie junto a él se encontraba la mujer, con aire de heroína. Pero mi mirada se encontraba fija en algo tras ella. El segundo matón se ponía en pie, agarrándose la cabeza. Yo por mi parte también conseguí levantarme, pese a los dolores insoportables. Decididamente, esgrimí mi daga y protegí con mi cuerpo a la chica, interponiéndome entre ella y el matón. Éste, al ver a su compañero en el suelo, agonizante, no se lo pensó dos veces y salió corriendo, callejón adentro.


- Gracias –me dijo ella cuando salimos del callejón a oscuras-. Te debo la vida. Mi nombre es Erika, Erika Ruthenford.
- De nada –dije yo, estrechándole la mano-. Gustav Richter a su servicio –dije, a continuación, con una reverencia.
En aquel momento, fuera de peligro, y a la luz de mi linterna, pude ver como era. Era una mujer tremendamente bella, de ojos azules y una hermosa cabellera castaña. Su figura era perfecta. Esbelta y de miembros fuertes. Durante unos segundos creí encontrarme frente a una de aquellas damas élficas de las que hablaban las leyendas. Pero después reparé en su vestimenta. Si hubiese sido una dama élfica, no hubiese vestido pantalones, ni una chaqueta de cuero, ni botas de piel. De hecho, podría haberla confundido con un hombre de no ser por su cabellera y sus hermosas facciones. Fue entonces cuando mi corazón fue robado. Era tan hermosa.
Pero, ¡ay!, pobre de mí. Como iba yo a saber como aquella mujer podía llevarlo a uno por los senderos más difíciles de la existencia.
- ¿Por qué os acosaban aquellos hombres?
- Soy esclava de mis ideales. Mi propósito es acabar con los políticos corruptos y los nobles apoltronados. El pueblo ha de ser libre.
- Estoy de acuerdo, pero creo que deberíamos salir del callejón.
- Tienes razón.


Mientras Erika y yo salíamos del callejón a la luz de mi linterna, no podía dejar de mirarla. Su presencia irradiaba un aura de confianza y de convicción que, combinado con la pasión con la que hablaba hacía que escucharla fuese un espectáculo. Y es que no solo tenía carisma, además era muy hermosa. Su belleza era tal que me tenía hechizado, y no podía quitarle ojo.
A medida que avanzábamos, ella me iba explicando los motivos por los que se dedicaba a predicar por las calles. Consideraba que las organizaciones criminales y los gobiernos iban de la mano, y que la corrupción era un mal que se estaba propagando con rapidez. Soñaba con el día en que un gobierno justo y democrático se estableciese y se crease una nación digna.
- No se como darte las gracias por ayudarme. Es difícil encontrar gente dispuesta a ayudar a los demás -me dijo de repente. En aquel momento mi corazón se llenó de orgullo, y enrojecí ligeramente.
- No ha sido nada. Simplemente cumplía con mi deber. Además, no iba a abandonar a una dama.
- Gracias -nunca olvidaré la sonrisa que me dedicó en aquel momento-. Pero no me gustaría ser una damisela en apuros. Odio ese tipo de mujeres.
Finalmente, llegamos a la puerta de una posada, en la que ella tenía una habitación reservada. Ella se quedó frente a la entrada, mirándome, y cuando se iba a dar la vuelta, una voz desagradable nos despertó de nuestro ensoñamiento.
- ¡Son ellos!
La voz procedía de la calle por la que habíamos venido, y en un principio me resultó familiar. Al fondo de la calle había cuatro hombres, armados con porras y garrotes. Uno de ellos, al que le reconocí la voz, era uno de los dos que derrotamos en el callejón.
Mientras nosotros asimilábamos lo que pasaba, ellos avanzaban rápidamente hacia nosotros. Cuando nos dimos cuenta de nuestra situación, nos miramos.
- Mejor será poner pies en polvorosa -dije yo.
- Completamente de acuerdo -me contestó ella.
Y echamos a correr en dirección contraria. Y ellos corrieron tras nosotros. Creo que en toda mi vida no había corrido tanto como lo hice aquella noche. Parecíamos dos animales perseguidos por depredadores. Aún estando fatigados, conseguimos sacarles ventaja, y les íbamos dejando atrás. Cuando llegamos a la salida del pueblo creíamos que les perdíamos la pista para siempre y conseguiríamos escapar. Cuán equivocados estábamos. De repente, de una esquina, y como apareciendo de la nada, una figura se interpuso entre nosotros y nuestra libertad. En una fracción de segundo, los tres estábamos en el suelo. Maldigo el día en que se me ocurrió pedirle ayuda y no seguir corriendo. Ese hombre no nos trajo más que problemas. Se trataba de Hans Grubber, un sacerdote guerrero de Sigmar. Iba vestido con una túnica de un color rojo muy oscuro y que parecía vieja. Una cota de mallas le cubría la túnica por el torso y las mangas. Su cabello había sido completamente rapado, y recuerdo que su nariz estaba ligeramente torcida. En el suelo, junto a él, había un martillo de considerables dimensiones. Por lo que me contó en mis viajes con él, era uno de los miembros más fanáticos del culto a Sigmar, y había sido expulsado de muchos templos por esa razón. Una vez me contó que no le permitieron armar un ejército de fieles y atacar el templo de Ulric, en Middenheim, al cual odiaba. Pero permitidme que vuelva a la historia.


Estando pues tendidos en el suelo se me ocurrió la brillante idea de pedirle ayuda contra los matones.
- ¡Por favor hermano-sacerdote, necesitamos la ayuda de un hermano de Sigmar! Aquellos matones intentan matarnos sin razón alguna.
- ¡Arg! -gruñó mientras se ponía en pie- Viles rastreros. No sabéis con quien os vais a enfrentar. ¡Vais a saber lo que es la ira de Sigmar!
Al oír pronunciar el nombre de un dios y ver aparecer a un hombre con un martillo enorme, los matones frenaron. Se miraron, y cuando vieron que Hans, al que habían confundido con el mismísimo Sigmar, corría hacia ellos, se dieron la vuelta y huyeron como alma que lleva el diablo.
Viendo que sus oponentes huían, Hans les hizo un gesto obsceno y despreciativo con la mano y volvió donde estábamos Erika y yo, que ya nos habíamos levantado.
- ¿Por que os querían matar? -preguntó, echándose el martillo al hombro.
- Se podría decir que no me tienen mucho aprecio -contestó Erika guiñándome un ojo.
- Lo más sabio sería marcharnos lejos de este pueblo, por mal que me sepa -apunté yo, con los nervios a flor de piel.
- ¿A donde os dirigís? -quiso saber Hans.
- Deberíamos ir a Nuln. Tengo unos amigos allí que podrían ayudarnos -explicó Erika.
Todos estuvimos de acuerdo. Hans había sido expulsado de un templo de Sigmar cercano y quería empezar una vida de aventuras que le llevara a purgar al mundo de los infieles. Yo mismo ya no estaría a salvo allí, así que decidí marcharme también. A pesar de que me sentía mal por abandonar de aquella manera a mi querido abuelo, que estaba muy mayor y necesitaba ayuda.
Última edición por Van Hoffman el 07 Ene 2009, 14:50, editado 3 veces en total.
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igest
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Mensaje por igest »

Bueno tiene muy buena pinta y quedan ganas de leer más, así que por mi adelante y si te animas y lo maquetasa en pdf lo podíamos subir en la zona de relatos de la web ¿te parece?
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Y.O.P.
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Mensaje por Y.O.P. »

No sería una mala idea. Yo lo leeré mañana, y ya dejaré mi opinión por aquí, que ahora me voy de cumpleaños, yujuuuu.
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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

No esta nada mal camarada.

Y ahí empezó la saga de tres valientes! Que les aguarda tras la siguiente esquina...? CHAN CHAAN CHAAAAAAAAAAN!!!!
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Van Hoffman
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Mensaje por Van Hoffman »

Bueno, ante todo, agradecer vuestro esfuerzo por leeros este toston :oops:

La verdad, camarada Jacques, es que todavía les quedan compañeros por conocer, aunque no desvelaré nada hasta que lo tenga escrito :wink:

Pues nada, ahora ya se lo que toca, sentarme frente al ordenador, mirarle a los ojos y decirle: "Ahora voy a escribir una buena historia"
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kurgan
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Mensaje por kurgan »

Que conste que me parece una perrada dejar al pobre viejo abandonado... Pero la historia está bien.
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Drakenhof
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Mensaje por Drakenhof »

Ehm, una cosilla.

¿Cuando sigue la historia? XD

Está muy interesante, a ver si para cuando hayas terminado exámenes puedes dedicarle un ratillo ^^
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Mensaje por Van Hoffman »

Muchas gracias por leerlo Oster.

La verdad es que la segunda parte está ya a la mitad, pero la tengo en tareas pendientes, junto con un monton mas de relatos, trasfondo de mi ejercito de Catay, etc. Vamos, que tengo mucho curro :lol:

No te preocupes, cuando tenga la segunda parte, la postearé aqui y luego postearé las 2 partes en la Era del Caos :wink:
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igest
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Mensaje por igest »

Van Hoffman escribió:Muchas gracias por leerlo Oster.

La verdad es que la segunda parte está ya a la mitad, pero la tengo en tareas pendientes, junto con un monton mas de relatos, trasfondo de mi ejercito de Catay, etc. Vamos, que tengo mucho curro :lol:

No te preocupes, cuando tenga la segunda parte, la postearé aqui y luego postearé las 2 partes en la Era del Caos :wink:
Bueno, tu no dudes en comentarnos si necesitas que mandemos a un par de matones para ayudarte con eso de los examenes, seguro que los matones no saben mucho pues creo que no saben leer ni escribir, pero seguro que son capaces de ayudarte a que salgas airoso :P y bueno, pues nada, estamos aquí esperando saber como continúa esta historia.
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Mensaje por Van Hoffman »

Bueno, finalmente, os pongo un fragmento más que queda un poco colgando, pero esque no estoy inspirao y he pensado que mejor poco que nada :lol:

Que lo disfruteis


-------------------


Nos pusimos pues de camino a Nuln, que quedaba a tres días de marcha. Al amanecer del día de nuestra partida, llegamos a una posada de camino, el Cerdo Risueño creo recordar. Todos compartimos la opinión de tomarnos un descanso. Estábamos cansados después de correr huyendo de los matones y de caminar sin descanso desde Herburg. Decidimos pasar el día en la taberna y descansar.

Cuando entramos, la posada estaba prácticamente vacía, y teniendo en cuenta que era primera hora de la mañana, no era de extrañar. Los únicos parroquianos presentes eran una pareja bastante peculiar. Uno de ellos era un enano. Su barba era de color marrón, y su cabello se veía interrumpido por una pequeña calva. Junto a él, apoyada en la pared, se recostaba una ballesta, y de su cinto pendía un hacha. El otro presente era un humano. Éste también intimidaba a primera vista. Tenía una barba descuidada, como si hubiese pasado mucho tiempo sin afeitarse, y su mirada delataba fortaleza y orgullo. Junto a la ballesta del enano, había un viejo arcabuz, que daba la sensación de que había luchado en muchísimas batallas. He de reconocer, que a pesar de su aspecto, aquel viejo arcabuz nos sacó de un apuro en más de una ocasión.

Tras un primer vistazo a los presentes, los tres nos sentamos en una de las mesas y esperamos a que nos atendiesen. Mientras la camarera nos atendía, no podía evitar escuchar embobado la conversación que mantenían el enano y el arcabucero.

- ... entonces el mutante se me abalanzó, con los ojos inyectados en sangre y con la saeta todavía clavada en el abdomen. El muy estúpido creyó que se me habían acabado los recursos, y justo antes de que me atravesase con su espada, ¡BUM!, le volé la cabeza de un disparo de mi querida pistola. Varias horas después, regresé al pueblo para cobrar mi recompensa. Fue una tarde provechosa, aquella.

- ¿Me quieres hacer creer que tú sólo mataste a más de una docena de mutantes, sin sufrir ni un solo rasguño? Vamos Dwalgrim, he oído a profetas callejeros con historias más creíbles que la tuya.

- ¡Como te atreves a dudar de mis hazañas! -el tal Dwalgrim se levantó de golpe de su silla arrojándola al suelo. De repente, desenfundó una pistola y apuntó a la cabeza del arcabucero- ¡Discúlpate ahora mismo, gusano, o no lo cuentas!

En ese momento, toda la taberna, es decir, nosotros tres, nos giramos y miramos horrorizados la tensa escena. El enano sostenía la pistola con firmeza apuntando entre los dos ojos del arcabucero, y éste a su vez, se mantenía de pie, impasible y orgulloso, ante la amenaza del enano. La tensión de la escena se podía cortar con un cuchillo. Por un momento, pensé que aquel pobre hombre tenía sus días contados. Me equivoqué. A penas un suspiro después, ambos estallaron en carcajadas. El enano guardó su pistola y los dos se volvieron a sentar.

- ¡Ja, ja, ja, ja! ¡Así que Halman es demasiado listo como para creerse mi historia! ¡Pues tenías razón! Pero a pesar de todo, la historia es cierta, al menos en parte. Puede que exagerase un poco con el número de mutantes... y mi número de heridas, ¡ja, ja, ja!

- ¡Si! Seguro que tan solo fue un mutante que te dejó medio mutilado -le dijo Halman con un guiño al enano-. ¡Posadero, más cerveza para mi y para mi amigo Dwalgrim, el Matamutantes!

Los dos estallaron en carcajadas de nuevo. Confieso que en aquel momento suspiré, aliviado. La verdad es que si el enano hubiese disparado, no me habría gustado ver la reacción de Hans. Sin embargo, éste sonrió; sin dudarlo un solo momento, cogió su jarra de cerveza, se levantó, y se sentó con los dos aventureros, iniciando una animada conversación. Yo por mi parte, recordé que había dejado a mi anciano abuelo sólo en el pueblo, y decidí escribirle, excusándome y explicándole lo sucedido. Sin embargo, por aquel entonces, yo no sabía escribir, y ese hecho me entristeció mucho.

- ¿Que te ocurre Gustav? -me preguntó Erika al verme cabizbajo. Su voz era un murmuro, y enseguida volvió a hechizarme.

- Tan solo desearía escribirle una carta a mi pobre abuelo, al que he abandonado en Herburg, pero no se escribir -dije yo sin dirigirle la mirada.

- Yo podría ayudarte escribiéndola -entonces la miré. Me dedicó una sonrisa que no olvidaré jamás. Su mirada era tierna, se notaba que sentía algo de lástima por mi y mi situación- Se escribir, no muy bien, pero pude aprender de pequeña. Tú solo dime lo que quieres que escriba.

- Muchas gracias por molestarte, Erika -esperé sentado en la mesa hasta que Erika trajo un pedazo de papel, una pluma y algo de tinta-. Bien, a ver... Ejem... -me aclaré la voz mientras pensaba que quería decirle a mi abuelo-. Ya está. A ver... “Querido abuelo, siento haberte dejado solo tan repentinamente, pero es por una necesidad muy importante. La Condesa ha solicitado voluntarios para una misión en Nuln y yo me he presentado” -Erika me miró, extrañada-. Sigue escribiendo, es para no preocupar a mi abuelo. “No puedo contarte nada, ya que la misión es secreta. De todas formas, no permitiré que te quedes solo. Cuando recibas esta carta, por favor, pídeles a herr y frau Eshemann que se encarguen de cuidarte. No creo que pongan negativas, puesto que, siendo yo más joven, trabajé para ellos como jardinero y nos tienen mucho cariño. Espero que no me odies por haberte abandonado. Mis mas sinceras disculpas, Gustav.” -cuando acabé de dictarle a Erika la carta, suspiré.

- Debe ser muy duro para ti, Gustav, dejar a tu abuelo solo -me dijo ella. Sus ojos miraban a los míos, y yo no era capaz de apartarle la mirada-. Por lo menos, tu tienes familia -cuando dijo esto, se me rompió el corazón. Ella me apartó la mirada, y de reojo, atisbé lo que pareció una lágrima. No podía dejarla así.

- No llores Erika, por favor. Sea lo que fuera que les pasase, ya es cosa del pasado. Yo también perdí a casi toda mi familia hace varios años, y ahora acabo de dejar atrás a todo lo que me quedaba en este mundo. Pero ahora... ...ahora nos tenemos el uno al otro Erika. Siempre que estemos juntos, seremos una familia.

Entonces, ella me miró. Era una mirada diferente, mucho mas profunda. Yo estaba fuera de mi, no sabía lo que decía. Por un momento, pensé que íbamos a besarnos, pues nuestros rostros se iban acercando lenta e inexorablemente. Sin embargo, y como nos volvería a pasar tantas otras veces, Hans llegó en el momento más inoportuno.

- Gustav, Erika, me gustaría presentaros a mis dos nuevos amigos -junto al sacerdote estaban el enano y el arcabucero, con amplias sonrisas en sus rostros-. Éste es Dwalgrim, del clan Barbahierro. Es un cazarecompensas -me dijo Hans casi al oído-. Y éste buen hombre es Halman Delfgruber, de los arcabuceros de Reikland, pero ahora está retirado.

En aquel momento, mi ensoñación se disipó y mis pensamientos se volvieron al arcabucero.

- ¿Estuvo... Luchó usted en la Guerra?

- Pues si, y voto a Sigmar que tuve suerte de salir con vida.

Y durante el resto del día, escuche atentamente las historias de Halman acerca de la guerra, olvidándome, por aquel momento, de mi querida Erika.
Última edición por Van Hoffman el 19 Jun 2008, 02:02, editado 1 vez en total.
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Mensaje por William Tender »

Creo que me estoy enamorando de Erika... Es genial, en serio, sigue con la historia.
Sólo un pqueño desliz geográfico, wissenland no linda con las montañas del fin del mundo, sino con las montañas grises y las montañas negras. Averlan limita al sur con las montañas negras y al este con las del Fin del mundo, y Stirland con las del fin del mundo, en su extremo oriental (que en la práctica lo constituyen los territorios de Sylvania.
La otra provincia, al norte de Sylvania, que linda con la cordillera, es Ostenmark.
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Mensaje por Van Hoffman »

William Tender escribió: Sólo un pqueño desliz geográfico, wissenland no linda con las montañas del fin del mundo, sino con las montañas grises y las montañas negras. Averlan limita al sur con las montañas negras y al este con las del Fin del mundo, y Stirland con las del fin del mundo, en su extremo oriental (que en la práctica lo constituyen los territorios de Sylvania.
La otra provincia, al norte de Sylvania, que linda con la cordillera, es Ostenmark.
Cierto.

Arreglado queda.
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Mensaje por igest »

Cuantas veces nos olvidamos de que muchos mercenarios y hombres o mujeres no saben ni escribir... sniff, como me gustan esos detallitos cuando aparecen en estas historias,.... venga ahora queremos saber que le quiere contar a su abuelo, seguro que alguna aventura, o que ha sido un mal nieto y dejo embarazada a la hija del molinero :P
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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Camarada Van Hoffman! QUe buena pinta!!

En cuanto a ese Dwalgrim... jejeje Tipico enano fantasmón!!! :D que bueno.

En cuanto a eso de leer y escribir es muy cierto lo dicho por el camarada Igest. Muchas veces pasamos de eso, pero puede ser vital para un grupo de pjs saber o no leer algo a tiempo. Se me ocurren un buen par de ejemplo, pero no voy a machacaros con mis batallitas jejeje...

Recordad que en nuestra edad media el analfabetismo era la norma, y todas las tiendas, comercios o gremios reducían sus carteles anunciadores a dibujos de lo que se podía encontr en su interior. Carteles repletos de letras no eran mas que jeroglíficos para la inmensa mayoría, del mismo modo, en el Viejo mundo.
Jacques. Sargento mayor del gremio de arcabuceros de Kislev
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