Publicado: 20 Feb 2009, 13:51
Lentamente, Blok y Skorpio bajaron las escaleras que llevaban al interior de la casa. Los rehenes estaban tirados en el suelo, con las mordazas puestas. Cuando Skorpio avisó a los dos mutantes, ambos cogieron a los prisioneros para llevarlos fuera. Los pobres, asustados, lloraban presos del miedo. Sin embargo, antes de que cruzaran la puerta, Urchaven retrocedió. Las sorpresas que aquella mujer daba cada poco tiempo eran habituales para todos, pero Skorpio aun no estaba acostumbrado. Esta vez no fueron brazos lo que salieron de su cuerpo, sino saliva verde desde el cerrado yelmo.
No tardo la mujer en quitarse el casco, dejando ver un rostro más hermoso que el que Wolfrin habria podido imaginar. Su piel tenia una tonalidad pálida, casi morada, y sus bellos y siniestros labios negros rezumaban un olor embriagador. Por no hablar de los ojos, de un color carmesí y una forma tan antinatural que resultaba perfecta, al menos para los ojos de un perdido. En su cuello podian apreciarse tatuajes y marcas paganas, las mismas que seguian aquellos que en esos instantes, cientos de kilómetros más lejos, arrasaban las tierras de los padres y abuelos de Wolfrin. Aun colgaba hilos de saliva desde su boca mientras apretabas sus sienes con fuerza. Al parecer estaba teniendo una visión.
Innes Urchaven
-Mi cabeza... Otra vez estoy viendo mi muerte... Los estoy viendo a ellos, a mis asesinos... ¿Diez, veinte, treinta?... Oigo el relinchar de caballos... No se si son soldados o no. Barret, da la alarma, tenemos que estar preparados para otro ataque.
Barret no dudó ni un segundo. Innes ya habia tenido muchisimas premoniciones de su propia muerte. Sin duda estaba bendecida con visiones por algún ente sobrenatural, aunque ella no lo demostrase abiertamente. Fuera como fuera, ése era el secreto de Muerte en los Caminos. Gracias a las visiones de Urchaven habian predecido el ataque de varios cazadores de brujas, y con el de esa misma tarde ya eran ocho con los que el grupo habia acabado. Si a eso se le añadia la malsana brujeria que Innes practicaba, ella era, indudablemente, uno de los miembros más utiles de aquellas parodias de vida llamadas mutantes.
Blok y Skorpio ayudaron a Urchaven a salir, llevando a los rehenes fuera. Para cuando salieron al exterior de la casa, Barret ya habia avisado a los demás y todos estaban con las armas listas, preparados para planear una táctica. Lo malo de las visiones de Urchaven eran que, aunque ciertas, nunca eran muy exactas, y eran incapaces de predecir cosas como el número de los asaltantes, la dirección o el momento exacto del ataque. Mientras Sylen y Muerte en los Caminos pensaban una manera de defenderse, Blok le quito a los rehenes las cuerdas y empezó a explicarles que iban a atacarles, que ellos ahora eran monstruos y que tenian dos opciones, o morir o ayudar. Ante un ataque inminente, cualquier aliado era bueno.
Ahora, bajo la luz de las lunas, los efectos de la piedra en los rehenes era patente. El hombre al que le faltaba la lengua habia desarrollado unas piernas largas y sin rodillas. La pobre muchacha tenia ahora el cuerpo repleto de ojos. Y en cuanto al tercer tipejo, el mellado, su piel estaba llena de manchas azules, que recordaban a la de una serpiente venenosa. Ahora ellos también compartian la desgracia y el horror de la tranformación, aunque su débil estado de saludo tampoco les permitia comprobarlo.
Pero no solo ellos habian cambiado. Tras un buen rato en esa zona, las piedras estaban creando ciertos efectos secundarios en las plantas y matojos cercanos. Skorpio pudo percibir como algunas ramas del suelo empezaban a moverse, como si de pronto hubieran cobrado movilidad. Al tiempo de todos estos cambios, cada mutante iba colocandose en posiciónes distintas, discutiendo frenéticamente acerca de que estrategia seguir ante el ataque que seguramente, pronto tendria lugar...
No tardo la mujer en quitarse el casco, dejando ver un rostro más hermoso que el que Wolfrin habria podido imaginar. Su piel tenia una tonalidad pálida, casi morada, y sus bellos y siniestros labios negros rezumaban un olor embriagador. Por no hablar de los ojos, de un color carmesí y una forma tan antinatural que resultaba perfecta, al menos para los ojos de un perdido. En su cuello podian apreciarse tatuajes y marcas paganas, las mismas que seguian aquellos que en esos instantes, cientos de kilómetros más lejos, arrasaban las tierras de los padres y abuelos de Wolfrin. Aun colgaba hilos de saliva desde su boca mientras apretabas sus sienes con fuerza. Al parecer estaba teniendo una visión.
Innes Urchaven
-Mi cabeza... Otra vez estoy viendo mi muerte... Los estoy viendo a ellos, a mis asesinos... ¿Diez, veinte, treinta?... Oigo el relinchar de caballos... No se si son soldados o no. Barret, da la alarma, tenemos que estar preparados para otro ataque.
Barret no dudó ni un segundo. Innes ya habia tenido muchisimas premoniciones de su propia muerte. Sin duda estaba bendecida con visiones por algún ente sobrenatural, aunque ella no lo demostrase abiertamente. Fuera como fuera, ése era el secreto de Muerte en los Caminos. Gracias a las visiones de Urchaven habian predecido el ataque de varios cazadores de brujas, y con el de esa misma tarde ya eran ocho con los que el grupo habia acabado. Si a eso se le añadia la malsana brujeria que Innes practicaba, ella era, indudablemente, uno de los miembros más utiles de aquellas parodias de vida llamadas mutantes.
Blok y Skorpio ayudaron a Urchaven a salir, llevando a los rehenes fuera. Para cuando salieron al exterior de la casa, Barret ya habia avisado a los demás y todos estaban con las armas listas, preparados para planear una táctica. Lo malo de las visiones de Urchaven eran que, aunque ciertas, nunca eran muy exactas, y eran incapaces de predecir cosas como el número de los asaltantes, la dirección o el momento exacto del ataque. Mientras Sylen y Muerte en los Caminos pensaban una manera de defenderse, Blok le quito a los rehenes las cuerdas y empezó a explicarles que iban a atacarles, que ellos ahora eran monstruos y que tenian dos opciones, o morir o ayudar. Ante un ataque inminente, cualquier aliado era bueno.
Ahora, bajo la luz de las lunas, los efectos de la piedra en los rehenes era patente. El hombre al que le faltaba la lengua habia desarrollado unas piernas largas y sin rodillas. La pobre muchacha tenia ahora el cuerpo repleto de ojos. Y en cuanto al tercer tipejo, el mellado, su piel estaba llena de manchas azules, que recordaban a la de una serpiente venenosa. Ahora ellos también compartian la desgracia y el horror de la tranformación, aunque su débil estado de saludo tampoco les permitia comprobarlo.
Pero no solo ellos habian cambiado. Tras un buen rato en esa zona, las piedras estaban creando ciertos efectos secundarios en las plantas y matojos cercanos. Skorpio pudo percibir como algunas ramas del suelo empezaban a moverse, como si de pronto hubieran cobrado movilidad. Al tiempo de todos estos cambios, cada mutante iba colocandose en posiciónes distintas, discutiendo frenéticamente acerca de que estrategia seguir ante el ataque que seguramente, pronto tendria lugar...