Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Saratai
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Los ojos del patriarca Messner se quedaron en blanco: Apenas podia creer lo que estaba penetrando en sus oidos.

Manfred Messner


Sin poder evitarlo, Manfred cerró el libro de cuentas de un golpe, y se levantó furioso.

-¿Por qué? ¿Por qué ahora que todo estaba bien, que llevabamos tantos años tranquilos, tiene que ocurrir ésto? Maldita sea, ya hemos hecho las cosas lo suficientemente bien como para aguantar problemas de esta indole... ¿Esto es porque te has hecho un nombre en el Consejo, o algún enemigo quiere a otra persona en la Fiscalia?

El padre de Heinrich dió vueltas sin cesar por la habitación, mientras en su cabeza tomaban forma las palabras de su hijo.

-No. Me niego hijo, no voy a permitir que hagas eso, y menos ahora. Ese Migolver, si es cierto lo que dice, podria estar engañandote o usando una trampa para hacer mejor su trabajo. Y esa secta de la que hablas, de ser cierto que fueran sectarios, habrian acabado con tu vida y con la de toda la familia hace mucho, pero en lugar de ello nos han dado riqueza y poder ¡No tiene sentido alguno!

Padre e hijo se miraron, argumentando sus posiciones. Esta vez no se trataba unicamente de Heinrich, sino de toda su familia.

-Además hijo, tenemos dinero para contratar más personal y mejorar la seguridad. No dejaremos entrar ni salir nadie ajeno, doblaremos las guardias y asignaremos guardaespaldas a todos los miembros... Pero fingir la extinción de nuestra casa y estirpe... No, no puedo permitirlo. Hay mucho trabajo que hacer, muchos negocios que requieren mi presencia, y muchos archivos en la casa que no puedo trasladar asi como asi.


-Por si fuera poco, tengo un envio de ganado muy importante, y no puedo faltar a la firma del contrato. Los Messner nunca faltamos a nuestra palabra, y en eso se basa nuestra fama y nuestro orgullo. Todos relacionan el pegaso con el fiel cumplimiento de precios y citas, hijo. No voy a romper eso si puedo evitarlo. Si ves que es necesario, fingiremos tu muerte mientras creas necesario (cosa que no apruebo), pero no puedo poner toda la casa patas arriba mas cuando se que puedo protegernos, a ti y a todos los que formamos parte de este hogar.

La situación era tensa, y Heinrich encontró una oposición mucho más fuerte de lo que imagino. Estaba claro de que su padre no claudicaria en su opinión, al menos por un argumento como el que el fiscal esgrimia. La idea de Heinrich era muy buena, pero no contaba con que arrastraba a muchisimas personas, y lo dificil que suponia tamaña labor.

-Tal vez tengas razón, hijo. Pero un Messner no deberia retirarse ante nada, debe luchar hasta el fin. Me da igual quien quiera vernos muertos, plantaré cara contra ellos.


FDI: El viejo Manfred es un hombre de convicciónes, aunque has sacado un 41 en Carisma. Tendrás que desistir o enfocar el problema desde otra perspectiva.
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Weiss
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Mannfred Messner había sido siempre un ejemplo a seguir para Heinrich. Era un hombre práctico, inteligente, de firmes convicciones, casi cercano a la testarudez enana en ese aspecto. Tenía un olfato envidiable para los negocios, y una capacidad de adelantarse a los acontecimientos cercana a la clarividencia. Sin embargo, no dejaba de su un hombre sencillo y trabajador. Todo lo que poseía se lo había ganado con esfuerzo. Al igual que su hijo, no era amigo de la ostentación, de las joyas o las ropas caras. Sentía una devoción infinita por su familia, y su mayor aspiración en la vida era que sus hijos tuviesen una vida mejor que la que había tenido él.

Durante la infancia y buena parte de la juventud de Mannfred, las cosas no habían ido bien del todo para los Messner. El abuelo de Heinrich, Siegfried Messner, había sido un buen hombre, pero no demasiado hábil en los negocios. Bajo su liderazgo, la familia había sufrido grandes reveses comerciales, quea punto estuvieron de costarle todo lo que tenía, incluso la casa en la que los Messner habían vivido por seis generaciones. Era un hombre confiado, que fácilmente se embacaba en empresas con muy pocas posibilidades de éxito, o prestaba dinero a personas que claramente no estaban en situación de devolverlo. Adoraba a su familia, y soñaba con llevar la Casa Messner a lo más alto, pero nunca fue capaz de llevar a cabo sus sueños. Su hijo mayor, Mannfred, se vio obligado a trabajar con los caballos, junto a los demás mozos de cuadras. Habían llegado a pasar necesidad, pero aquella situación no iba a prolongarse mucho tiempo. Tras un accidente montando, Siegfried abandonó la dirección de la empresa, legándole tal responsabilidad a su hijo. Mannfred era poco más que un muchacho, pero se las arregló para resucitar a la maltrecha familia. Cuando murió, Siegfried lo hizo sabiendo que su hijo sería capaz de llevar a la familia al lugar que él había soñado.

Delante de Heinrich, Mannfred estaba haciendo gala de la fuerte personalidad que le había caracterizado siempre. El líder de los Messner estaba furioso, más con las circunstancias que con su hijo. Habían llegado a donde estaban gracias asu trabajo, y ya estaba cansado de que el destino se empeñase en frustrar sus planes. Hacía cinco años, un fatídico hado había llevado a su hijo hasta los campos de Sorghof, donde perfectamente podría haber perdido la vida. Ahora se enteraba de que alguien planeaba asesinar a su estirpe.

Messner escuchó en pie todos los argumentos de su padre, silencioso y siguiéndole con la mirada. La verdad es que razón no le faltaba. Messner no había pensado en todos los inconvenientes de su idea. Había cosas en la casa que no habría tiempo de trasladar, y además al implicar a tanta gente sería mucho más difícil de encubrir. ¿Qué harían con los sirvientes y trabajadores de la casa, también les harían fingir su muerte?. No, definitivamente planteaba bastantes problemas, en los que no había reparado debido a las prisas y la urgencia del momento. Si alguien debía fingir su muerte, sería sólo él. Y aún así, varias dudas le asaltaban ahora. Quizás no fuese totalmente necesario morir...

Ahora que sabía que su familia no se embarcaría en tan alocada empresa, tenía unos días para decidir qué hacer realmente, pues fingir su muerte no precisaba de tanta preparación. Si no fingía su muerte y continuaba actuando al descubierto contaría con el poder que le conferían su puesto y su nombre, dinero, aliados... Pero su vida se vería amenazada a cada paso. Si decidía desaparecer su vida dejaría de peligrar, pero tendría que confiar en el subterfugio y actuar desde las sombras. La decisión a tomar no era fácil...

Cuando Mannfred terminó de hablar y miró a su hijo, éste, sorprendentemente, sonrió. Luego se dirigió a su padre, que le miraba con una mezcla de asombro y enfado.

-Nunca seré un digno heredero vuestro, Padre... Nunca tendré vuestros arrestos. Las razones que exponéis son poderosas, Padre, y al igual que vos ignoro el motivo que les ha llevado a actuar así, a darnos poder y riqueza. Sin embargo, estoy totalmente seguro de lo que cuento. -Messner bajó el tono, como si la gente a la que iba a nombrar pudiese escucharle incluso allí- Me lo han confiado los vereneanos, Padre. Ni os imaginaríais todo lo que sabe esa gente...

Messner guardó silencio unos segundos, ordenando mentalmente lo que iba a decir. Debía decir las cosas de una forma clara y concisa, como a su padre le gustaba.

-Hay gente que pretende matarme por lo que hice hace cinco años, no tiene nada que ver con mi puesto. Pero soy consciente de que no puedo hacer desaparecer a toda la familia... Si alguien tiene que fingir su muerte, seré yo, pero aún así debéis tomar precauciones. Mi predecesor en el Consejo fue asesinado, así que creo que es motivo suficiente como para que nos protejamos. Debemos contratar hombres, controlar quién entra y quién sale, vigilar los alrededores... Vos tenéis contactos, Padre, quizás podáis ocuparos de ese tema. Yo tengo cosas que hacer, así que debo partir. Os comentaré más detalles por la noche.

Messner miró orgulloso a su padre, esperando su respuesta. Luego partiría raudo a por Erwin, y cabalgaría hacia la Fiscalía. Allí tendría trabajo para su equipo.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Manfred Messner

El pater familias escuchó atento a su hijo, y las palabras que tuvo en respuestas a las suyas. Relajó su gesto, y contestó de manera directa.

-Hijo mio, no solo podrás igualarme sino ser mejor que yo. Esa es mi ambición en la vida, que me superes, y que mi nieto haga lo mismo contigo.

La expresión de ambos se suavizó, y Manfred continuó hablando, mientras el resto de la casa hervia en ebullición por la ingente cantidad de tareas a las que se veian motivados los sirvientes, ignorantes de que ésta aumentaria incluso más en los próximos dias.

-Si crees que es lo que tienes que hacer, hazlo. Empezaré a ponerme en contacto con una buena casa de soldados y guardaespaldas, y en breve doblaremos o triplicaremos si es necesario la seguridad de la familia y del personal. Espero que tomes una decisión en breve, para saber si hemos de correr el riesgo de fingir tu muerte o administrarte un par de guardaespaldas, cosa que según mi punto de vista, mereces.


El padre se acercó a su hijo, y posó su mano en el hombro de éste, cansado pero fuerte, como un barco viejo que muchos mares hubiera visto ya.

-Si dices que los hijos de Verena te han hablado de tales peligros, a buen seguro no mienten ni hablan por hablar. Parece ser que nos enfrentamos a algo serio, tal vez el peligro más fuerte que haya enfrentado nuestra sangre. Ahora ve, y prosigue con tus obligaciones, pero procura no ir solo. Nunca.


Ambos familiares se abrazaron, y Heinrich bajó a las caballerizas para recoger a su fiel montura, Erwin. El animal, descansado y alimentado, no tardó ni media hora en llegar al Palacio de Justicia, donde el Fiscal Messner llevaba a cabo su trabajo. En el lugar, cinco hombres aguardaban ordenes, como de costumbre. Pero las de aquel dia no serian las simples ordenes de buscar a algún ladrón, rebuscar papeles o escribir actas. Las tareas que alli tendrian lugar serian sin lugar a dudas de caracter complejo e intrincado, tareas que solo el Fiscal sabia.

Tobias el letrado, importante abogado de la casa Grünwald, se encontraba en su mesa escribiendo las actas de los proximos juicios que Messner deberia juzgar, con sus debiles y ancianos dedos sujetando con fuerza la pluma. Por los pasillos Lias Trier cargaba con el papeleo y tareas que Tobias no podia hacer dada su edad, aprendiendo de lo que el viejo estudioso de la ley tenia por enseñarle, aunque su mente estuviera en otro lugar.

Abajo, en la puerta del edificio, Camdar Hümm y los alguaciles Kurt y Redwing charlaban acerca del partido de Snotbol del dia anterior. Camdar llevaba un ojo morado, puede que de alguna pelea o de la detención de alguien. Desde luego, de los tres, Camdar era el tipo más duro y temerario. Kurt en cambio era todo lo opuesto, y no gustaba de meterse en lios. El más extraño de todos era Redwing, un hidalgo venido a recaudador de impuestos, y el hombre que menos tiempo llevaba trabajando para el Fiscal.

Ese era el equipo con el que el Fiscal contaba, y a pesar de que ellos no lo sabian, sus acciones podian cambiar por completo el rumbo de la provincia.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Heinrich Messner escuchó con atención a su padre, que ya bastante más relajado exponía la que según él era la mejor opción. Por nada del mundo querría Mannfred que su hijo tuviese que fingir su muerte, y preferiría dejarse un dineral en guardias que tener que recurrir a algo como aquello. Messner incluso llegó a pensar que su progenitor podría tener razón. Después de todo, ¿qué podrían hacer los sectarios contra un grado de protección tan alto?. Su padre estaba hablando de contratar una cantidad ingente de guardias, y bien sabía Heinrich que a su padre le gustaba hacer las cosas bien. Si tenía que confiar las vidas de los suyos a alguien, lo haría con pleno conocimiento de causa.

-Intentaré tomar una decisión lo antes posible, padre. Agradezco vuestro consejo, y lo tendré en cuenta antes de decidir nada. Hasta luego, padre.

Después de abrazar a Mannfred, Messner salió de su despacho, y se dirigió directamente a los establos, dejando a su padre absorto en las cuentas otra vez. Como Heinrich había ordenado, un criado tenía ya las riendas de Erwin en la mano, y otro terminaba de guardar un paquete en las alforjas del noble animal. Sin duda era la ropa que Messner había ordenado empaquetar. Dio las gracias a los dos sirvientes y, espoleando a su equino compañero, partió hacia el portón de los jardines como una exhalación. Hacía mucho que no montaba simplemente por divertirse, por disfrutar del galope. Últimamente Erwin y él apenas hacían más que el camino de casa al palacio, y del palacio a casa. El fiscal se prometió a sí mismo que en cuanto pudiese haría una larga cabalgata, para que tanto jinete como montura volviesen a estar en forma. Sin embargo, mucho se temía que tendría que esperar bastante para poder hacerlo...

Cabalgó a través de las pobladas calles de la capital, mientras la gente se apartaba a su paso. Algunos le saludaban, otros ponían malas caras y algunos simplemente ni se inmutaban. Hacía unos años le habría sido imposible hacer ese recorrido sin ser objetivo de vítores como "Viva el héroe de Sorghof", o "Larga vida al azote de los páramos". Cuánto habían cambiado las cosas desde entonces... Messner había pasado de ser un héroe del pueblo a convertirse en un gris funcionario, una pieza más de la maquinaria que servía al gobierno provincial.

Me gustaría saber a quién sirvo realmente...

A Messner le costaba pensar que el gobierno que había traído el orden a Averland fuese en realidad un montaje de sectarios del caos, pero todo parecía indicar lo contrario... ¿A qué nivel llegaría la corrupción?, ¿Sería Saford un hereje, lo sería Bukter Alptraum?. El fiscal sabía que necesitaba conocer las respuestas, pero de lo que no estaba tan seguro era de si le gustaría la verdad que descubriría...

Inmerso en sus pensamientos, Heinrich llegó al Palacio de Justicia, aquella vieja y sombría fortaleza que con los años se había convertido en casi un hogar para él. Junto a la puerta principal estaban tres de sus hombres, hablando animadamente, seguramente sobre el snotbol... Era prácticamente el único tema de conversación los días posteriores a los partidos (algo así como comentar el final de Lost para nosotros...). Messner se acercó a ellos, que le saludaron con más o menos efusividad.

-Quiero veros arriba en menos de lo que tardan en encajar un gol los Lobos del Sur. Pésimo partido el que jugaron, tengo entendido...

Por qué no admitirlo, el snotbol era una de las aficiones de Messner. Lástima que Altdorf estuviese tan lejos, pues Heinrich daría bastantes cosas por tener la oportunidad de ver a los Segadores de Reikland en acción. Eran sin lugar a dudas el mejor equipo que existía.

Los tres funcionarios siguieron con su cháchara mientras Messner se encaminaba a los establos. Uno de ellos, el alguacil Kurt, era uno de los hombres más nobles que el fiscal había conocido. Era humilde, bueno y trabajador. Su familia vivía totalmente de su sueldo, que les servía para sobrevivir a duras penas. Los sueldos de los funcionarios estatales no eran precisamente elevados, y eran aún más bajos que de costumbre debido al esfuerzo bélico que se estaba llevando a cabo. Muchas veces Messner sentía la tentación de invitar a Kurt y a su familia a comer, a cenar, pero sabía que el alguacil no aceptaría; no quería la caridad de nadie, pues aunque pobre, era todo un caballero.

Camdar Hümm era la antítesis de Kurt. Un viejo perro pendenciero, curtido en combate, que vivía cada día como si fuese el último y que dedicaba hasta su último penique a alcohol y putas. Tenía miles de defectos, pero no podía negarse que era uno de los hombres con más arrestos que Messner había conocido. En más de una ocasión su intervención había sido clave en alguna de las investigaciones del fiscal. El único problema era que su lealtad estaba dividida entre Messner y Tropkter, y en aquellos momentos aquello era algo a tener en cuenta...

El tercero de los subordinados de Messner era el alguacil Redwing. Al contrario que los otros dos, éste no llevaba con Heinrich desde el principio, sino unos tres años. Al parecer tenía sangre noble, y era concienzudo en lo que hacía, más era un hombre reservado, y todavía bastante misterioso después del tiempo que llevaban trabajando juntos. Aún así, hacía muy bien su trabajo, y Messner no tenía ningún tipo de queja sobre él.

El fiscal dejó a Erwin a uno de los sirvientes de la Fiscalía, que le saludó con el respeto que se le profesa a uno de los señores del castillo. Por mucho que a Messner le pesase, Kirdan era sin embargo el verdadero señor, y tenía bastante más influencia en el palacio que el fiscal. Había subido al cargo a la vez que Treitt, lo que significaba que ya llevaba una buena cantidad de años allí.

Messner se dirigió hacia su despacho subiendo las impresionantes escaleras del castillo. Llegó a una enorme sala, desde donde se tenía acceso a los diferentes despachos y departamentos que conformaban la fiscalía. En una robusta mesa, cerca de la puerta del despacho de Messner, Tobias Grünwald estudiaba un vetusto tomo. Aquel anciano era posiblemente el hombre vivo con mayor conocimiento de la Ley. El decrépito Tobias había dedicado la mayoría de su vida al estudio del derecho, y si no había llegado a juez supremo o fiscal jefe era simplemente porque no había querido. Para él el estudio era un fin por sí mismo, no un medio para alcanzar rangos altos. El venerable letrado estaba ya muy mayor, pero se agarraba la vida como una lapa. Ya hacía quince años, los médicos habían dicho que no duraría tres más. Desde entonces se había empeñado en llevarles la contraria una y otra vez.

-Saludos, Herr Grünwald, buenas tardes. Por favor, pasad al despacho cuando lleguen Hümm, Redwing y Kurt. Y que también venga Trier. Tengo cosas muy importantes que comentaros.

Lias Trier era el más joven de los ayudantes de Messner. Llevaba con él poco menos que Grünwald, Hümm y Kurt, habría llegado sobre un año después. Estaba convencido de que sería el próximo fiscal jefe, y la verdad era que aptitudes no le faltaban. Era un discípulo más que avezado, y Heinrich le tenía en alta estima. Su dinamismo e ideales le recordaban un poco a él hacía un tiempo. Sin embargo, era bastante inconstante, y se distraía con facilidad. Además, se las daba de músico y poeta, y pasaba el día recitando ante los balcones de las mansiones del Barrio Viejo.

El fiscal entró en su despacho, y abrió las cortinas para dejar entrar la luz. Se sentó en su sillón, apoyó los codos sobre la mesa y entrecruzó los dedos. Suspiró. Tenía que poner en orden sus ideas si quería explicárselas de forma clara a sus ayudante. Pensativo, Messner esperó a que llegasen.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

Poco a poco, los cinco hombres de confianza del Fiscal fueron entrando en la estancia. Camdar, Kurt y Redwing entraron al unisono. Camdar, de porte fuerte estaba el primero. Kurt, pensando en que su turno acababa en una hora, pensaba en la comida que le estaria esperando en casa, y en lo mucho que tardaba en cobrar la paga de aquel mes. Por último, Redwing entró en el despacho, motivado y listo para lo que su jefe tuviera para él.

Unos instantes más tarde, Trier ayudaba al anciano Tobias a subir las escaleras del despacho, mientras aguantaba la respiración para no morir axfisiado por el olor del moribundo anciano. La cabeza del joven Trier bullia con pensamientos incoherentes y nerviosos, pues aquel dia le habian increpado en la Universidad ser un titere de un gobierno corrupto y tiránico. Las cosas se estaban poniendo tensas, y a estas alturas no consideraba absurdo la idea de dejar aquel cargo. Tobias en cambio tenia la mente en otra parte, una parte mullida y suave que sólo el anciano conocía.

Cuando estuvieron todos listos, el Fiscal se preparó para hablarles acerca de sus quehaceres, nada sencillos. Mientras tanto, en otras parte de la provincia, las fuerzas de Anna Alptraum eran abatidas en una sencilla trampa, un campesino de nombre Mannricht trotaba junto a un halfling cerca de Wuppertal, un viejo a caballo cabalgaba en las inmediaciones de Agbeiten, un reo se preparaba para su ultima noche en la prisión, y un minero manco tejia un intrincado plan junto a otros tres hombres. Todo ello eran acontecimientos sin importancia para la ajetreada agenda del Fiscal, pero en unos dias se convertirian en la base de su existencia.
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Weiss
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Sentado en su escritorio, el fiscal meditaba con los ojos cerrados. En apenas un día, su mundo había cambiado por completo, y todavía no había acabado de asimilarlo. Su cabeza estaba llena de dudas, pero también de ideas. Obviamente, sentía miedo por él, por los suyos, pero a la vez tenía ganas de adentrarse en la trama, de averiguar de una vez por todas qué estaba pasando en la provincia.

Recapitulemos...

Un hombre enmascarado en Heideck dirige una secta que lleva años adentrándose más y más en la provincia. La secta provocó los incidentes de hace cinco años, con el fin de llevar a Bacher al poder, poder que luego fue transferido a Oliver Saford. Por razones que todavía desconozco, la secta también se dedicaba a raptar niños, tarea de la que se encargaban los Quober, Vergamont y Migolver. Además, alguien ajeno a la secta fue el causante de le desaparición de Eva Fahen... Los culpables del caos en el campo fueron Muerte en los Caminos y su banda, que trabajaban a cambio de piedra bruja. Parece que tenían ciertas diferencias con la secta, pues capturaron a los Quober...

Tras el ascenso de Saford al poder, las cosas empeoran progresivamente con los revolucionarios, llegando al límite de estar a punto de desencadenarse una guerra civil. Semejante estado justifica que Saford reclute a los veteranos de Carroburgo, tropas enviadas por el hombre misterioso. Con semejante ejército, Saford tiene casi asegurado el control de la provincia, y la guerra en ciernes es la ocasión perfecta para hacer una demostración de poder... Y sin embargo, ¿será la revolución parte de la trama o no estará manejada por sus hilos?. Por último, sé que Vergamont, Jaran y posiblemente Saford están metidos en la conspiración... Si la corrupción ha llegado hasta tan arriba, cualquier podría ser un hereje...


Messner estaba bastante satisfecho con el resumen que había hecho, y tras analizar los hechos llegó a la conclusión de que la aparición de Rudiger o del noble que había contratado a Migolver podrían aclarar bastantes más cosas. En aquel momento, la puerta del despacho se abrió, y sus ayudantes empezaron a entrar.

El primero fue Hümm, con sus andares chulescos. Detrás de él, Kurt no parecía tan resuelto como su compañero, y parecía más interesado en irse a su casa que en recibir cualquier tipo de instrucción. Unos instantes depués, el enigmático Redwing hacía su entrada, con paso elegante y enérgico, dispuesto a enfrentarse a lo que el fiscal ordenase.

-Tomad asiento, por favor. Ya sabéis, coged las sillas de las mesas de por ahí. Evitad la que está junto a la ventana, está un poco coja... Kurt, traed una para Herr Grünwald.

En aquel momento, el mentado entraba por la puerta, ayudado por Lias Trier. Lentamente, el joven letrado guió al venerable anciano hasta el asiento que Kurt le ofrecía. Una vez que todos estuvieron sentados, la reunión dio comienzo.

-Siento el poco tiempo con el que os he avisado, caballeros, pero la situación lo requería. Como sabréis, ayer tuve el inmenso honor de participar en la sesión del Consejo, donde tratamos los temas que afligen a la provincia. Como os imaginaréis, hablamos sobre la revolución de ese bastardo de Markus Leitdorf, sobre las amenazas del Conde Feuerbach y sobre los apoyos con los que contaríamos en una hipotética contienda. Como consejero, se me asignaron varias tareas en las que os pido vuestra colaboración, pues aunque no son los temas con los que tratamos diariamente, no dudo de que seréis capaces de resolver satisfactoriamente...

Messner echó un vistazo rápido a sus hombres, examinando su expresión. Tomó aire, miró a Trier y continuó.

-Herr Trier, tengo para vos un trabajo de vital importancia. Por medio de informadores, sabemos que la Mansión Leitdorf del Barrio Viejo es un punto de encuentro de alborotadores y malhechores. Su misión consistirá en averiguar qué está pasando allí. Quién entra, quién sale, qué se comenta entre esos malnacidos... Estoy seguro que con vuestra juventud y conocimientos, no os será difícil mezclaros entre esa gente. Obviamente, podréis actuar como gustéis. Fingid vuestra dimisión, gritad a los cuatro vientos que sois un partidario convencido de ese usurpador... Confío en vos, Herr Trier, estoy seguro de que no nos defraudaréis. Si durante vuestra tarea necesitáseis algo, recordad que mi casa está cerca, así que no dudéis en acudir allí.

Messner esperó algún tipo de reacción en el joven Trier antes de continuar. Esta vez se dirigiría a Camdar Hümm.

-Herr Hümm, estoy seguro de que sabréis que vuestro jefe, el sargento Tropkter, ha partido al amanecer junto a Anna Alptraum, en dirección a los Campos Leitdorf. No sé nada de cómo han ido las cosas allí, así que enteráos si podéis. Además, me interesaría saber si el sargento va a estar disponible esta noche, pues tengo varios temas que tratar con él. Si averiguais algo, no dudéis en comunicármelo. Por último, quiero ser informado de cualquier detención relacionada con la revolución, pues podríamos obtener información interesante. Estoy seguro de que haréis un gran trabajo, Herr Hümm.

Una vez más, el fiscal esperó a ver una respuesta por parte del veterano vigilante.

-Herr Grünwald, una vez más vuestros conocimientos nos son vitales. Me gustaría que investigáseis sobre un tema un tanto controvertido... Quiero saber quién tiene más derechos al Colmillo Rúnico, si los Leitdorf o los Alptraum. En caso de que la justicia imperial se inmiscuya en el asunto será un dato más que relevante. Además, y como favor personal, me gustaría que desde vuestra posición contactáseis con el resto de nobles del campo que aún no son afines a la causa, pues me gustaría charlar con ellos. Doy por hecho que cumpliréis con vuestro cometido de forma sobresaliente, Herr Grünwald.

-Kurt, para vos también tengo un encargo. Me gustaría que os reuniéseis con los Norfendeger y Refger, y que evaluáseis su predisposición a unirse a nuestra alianza. Yo haré lo propio con los Hannodeck. Kurt, contáis con los emblemas de la provincia, por lo que os será fácil ser recibido. Tantead el terreno, pues su ayuda es importante, y quiero saber a qué me enfrento antes de reunirme personalmente con ellos. Sin duda estaréis a la altura, Kurt.

-Por último, Herr Redwing, para vos tengo una última tarea. Ayer, el consejero Fahen me ofreció su ayuda, y me estoy percatando de que me podría ser útil. Intentad localizar al consejero, y hacedle saber mi intención de reunirme con él cuando disponga. Si no dais con él directamente intentad enteráos de dónde está, pues quizás pueda encontrarme con él más tarde. Si termináis pronto, ayudad a Kurt, pues estoy seguro de que vuestra experiencia en ambientes nobiliarios será una ayuda más que eficaz. Eso es todo, Herr Redwing. Sé de vuestra valía, y confío plenamente en vuestro éxito.

Messner creía que ya lo había dicho todo... Esperó por si sus ayudantes albergaban algún tipo de duda que necesitase ser resuelta inmediatamente.

-No queda nada que decir, caballeros. Buena suerte a todos con vuestras tareas. Yo estaré por aquí mañana, así que no dudéis en pasar a informarme en cuanto podáis. Si lo preferís, podemos organizar una comida aquí, y así lo comentaremos todos juntos, como queráis...

Heinrich esperó la respuesta de sus hombres. Una vez terminada la conversación tendría que partir otra vez, ésta hacia el Gobierno Condal. Konrad Trademann le esperaba allí.
Última edición por Weiss el 02 Jul 2010, 16:03, editado 1 vez en total.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

No habian dudas, no habian preguntas. Los hombres del fiscal podian tener sus fallos, pero eran bastante agiles mentalmente, y cargaban a sus espaldas con ingentes trabajos realizados con gran exito. Por tanto, cuando el el fiscal Messner terminó sus ordenes, todo lo que se oyó en la sala fue un generalizado:

-¡Si, señor!


Fue acordado por todos quedar a la hora de comer, para que tuvieran toda la mañana para trabajar y terminar adecuadamente las tareas demandadas. Acto seguido, el fiscal se dirigió a su cita con el señor Trademann, cita a la que llegaba con notable retraso. Sin embargo, al llegar al Palacio de Gobierno Condal, Konrad Trademann seguia alli, finiquitando los presupuestos para el ejército provincial de Jobb Alptraum. Sin embargo, cuando el fiscal llegó al lugar, su sorpresa fue mayor al ver huevos podridos lanzados en el Palacio. Al parecer, aquella misma tarde, algunos paletos y chusma revolucionaria se habian encargado de manchar la fachada. Ahora, veinte guardias armados custodiaban la entrada, mientras un chaval se encargaba de limpiar el estropicio. Aun a lo lejos se oian gritos y consignas, dejando bien claro que se estaba perdiendo poco a poco el control de la población.

Cuando el fiscal llegó al despacho de Konrad, éste no tardó en transmitirle su gran preocupación.

Konrad Trademann

-Oh Heinrich, veo que ya has llegado. Temia que te hubiera ocurrido algo, no deberias andar sin escolta por la calle, pues es especialmente peligroso. Mucho me temo que en la proxima reunión deberemos tomar de urgencia una medida para rebajar los impuestos, o estos altercados se volverán más fieros...


El estudioso no paraba de sudar, pues parecia que los altercados de aquella tarde le habian afectado notablemente.

-Como no paremos esto de raiz, Markus Leitdorf será el menor de nuestros problemas.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Para sorpresa de Messner, no hubo ningún tipo de pregunta. De repente, sintió una especie de orgullo por sus hombres. Les había encargado tareas que no eran ni de lejos competencia suya, pero ellos habían cargado con la responsabilidad sin ningún tipo de queja, protesta o duda. Eran hombres más que capaces, y Messner estaba completamente seguro de que podía confiar en ellos. Después de todo, si no podía confiar en ellos, ¿en quién podía hacerlo en aquella ciudad?. Si el fiscal no podía fiarse ni de sus propios ayudantes, es que las cosas ya no tenían solución alguna.

Tras acordar que se reunirían para comer al día siguiente, los cuatro fueron abandonando el despacho, dejando solo otras vez al fiscal. Éste recogió sus cosas antes de marcharse también. Una vez más, se encaminó hacia los establos donde Erwin aguardaba, comiendo tranquilamente. Mientras montaba, el fiscal se dio cuenta de lo tarde que era ya... Esperaba que Konrad siguiese en el Palacio Condal.

Un poco más rápido de lo que debería haber ido, Messner se dirigió a la sede del gobierno de Averheim. Tuvo la suerte de que nadie apareció de improviso en su camino, pues no estaba seguro de si podría haberlo esquivado. La verdad era que había muy poca gente en la calle, menos de lo normal a aquella hora. También era más que evidente la ausencia casi total de guardias. Heinrich atribuyó este hecho a la partida de Jaran de la ciudad, pues muchos guardias habrían acompañado a su jefe. Precisamente por ese hecho, le sorprendió tanto lo que presenció al llegar al palacio.

Veinte hombres montaban guardia delante de las puertas, luciendo los colores provinciales. La mayoría estaban armados con grandes alabardas, pero algunos portaban arcabuces. A Messner le bastó echar una ojeada al palacio para conocer el porqué de su presencia. La fachada estaba manchada de huevos podridos y otros tipos de porquerías que Heinrich no alcanzó a identificar, y que un chico se afanaba en limpiar. Además, a lo lejos, aún era capaz de oir a una muchedumbre enfurecida, gritando consignas. Sin duda aquello había sido obra de los anarquistas... De repente, Messner se preocupó. Hasta aquel momento, los insurrectos nunca se habían atrevido con un ataque tan frontal. Las cosas estaban avanzando más rápido de lo que el consejo preveía.

Mientras franqueaba las puertas del gigantesco complejo, Messner saludó al sargento al mando de los guardias. Éste le devolvió el saludo antes de ordenar a uno de sus hombres que abriese el portón. En cuanto éste se abrió, Messner cruzó hasta el patio del palacio, y ató a Erwin a uno de los postes en los que más caballos aguardaban. Entró en el majestuoso edificio, en busca de Konrad Trademann. No le costó mucho dar con él, pues el contable se movía poco de su oficina. Allí estaba, enfrascado en sus cuentas, inclinado sobre una mesa llena de papeles, ábacos, plumas y tinteros. Cuando el fiscal entró, levantó la cabeza para dirigirse a él. Parecía nervioso, agitado, y estaba más pálido de lo normal. Asimismo, su tono de voz delataba la intranquilidad del consejero.

-Oh Heinrich, veo que ya has llegado. Temia que te hubiera ocurrido algo, no deberias andar sin escolta por la calle, pues es especialmente peligroso. Mucho me temo que en la proxima reunión deberemos tomar de urgencia una medida para rebajar los impuestos, o estos altercados se volverán más fieros...

Trademann se levantó de su silla, se secó la frente con un pañuelo y se acercó al fiscal. Tras estrecharle la mano, volvió a hablar, un poco más tranquilo.

-Como no paremos esto de raiz, Markus Leitdorf será el menor de nuestros problemas.

Konrad tenía razón, y Messner se dio cuenta de ello. Tendían a pensar que el enemigo se encontraba lejos, en los Campos Leitdorf, cuando un enemigo mucho más peligroso y numeroso campaba a sus anchas por la ciudad. Si no hacían algo con los anarquistas pronto, a Markus Leitdorf le quedaría muy poco trabajo por hacer.

-Gracias por tu preocupación, amigo, pero no, no me ha pasado nada. Aún así, pediremos una escolta luego si te sientes más tranquilo. Tienes razón, Konrad, nos preocupamos de la guerra con Talabecland cuando no podemos controlar eficientemente ni la propia capital... No sé cómo acabará todo esto... Como dices, tenemos que bajar los impuestos, pero no podremos sin el apoyo económico de los Refger, Nordenfeger y Hannodeck. En cuanto estés listo, partiremos a ver a Treitt. He encargado a mis ayudantes que vayan tanteando el terreno con los Refger, Nordenfeger, Adler y Hindenburg, mañana me informarán de su predisposición a aliarse.

Messner se sentó en una de las sillas que rodeaba el escritorio de Trademann. Miró al agitado contable, que seguía sudando profusamente, aún no habiendo soltado su pañuelo. Éste le miró, esperando a que Heinrich terminase de hablar.

-Las cosas están mucho peor de lo que creemos, Konrad, muchísimo peor. Debemos hacer algo ya.

En cuanto Trademann estuviese preparado, partirían hacia la Mansión Hannodeck, donde Messner se encontraría con su antiguo jefe después de tanto tiempo. Además, Messner no estaba seguro de cómo reaccionaría Treitt...
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

19 von Brauzeit, 2527. Averheim.

Tres soldados ajustaron vainas y correas, prepararon los caballos y colocaron sus cascos, listos para una misión de escolta. Los tres soldados eran de la guarnición del ejercito, pues gran parte de la guardia de la ciudad habia partido con Jaran Tropkter a pedirle explicaciones a Markus Leitdorf, con la ayuda de los salvajes soldados de Carroburgo y de Anna Alptraum. El pobre incosciente de Jaran, que sin saberlo, con su estupidez habia mandado al garete lo que debia ser una misión pacífica de escolta para dialogar con el aspirante a Conde Elector.

Los tres soldados de uniformes negriamarillos esperaron ordenes de Konrad Trademann, el cual, minutos antes, habia asentido a la propuesta del Fiscal Superior de la Capital averlandesa. Fiscal y Ministro se dirigian a la Manzana de Plata, la zona más lujosa del barrio más caro de la ciudad de Averheim. Alli, deberian incorporar a la casa Hannodeck a la causa Alptraum, y negociar con el que ahora era su máximo señor, Treitt Hannodeck.

Treitt habia ascendido a pater familias de la vieja casa Hannodeck al morir su padre, dos años antes. El que fuera Fiscal y ostentara el cargo de Fiscal no era para nada amigo de Markus (el cual le habia llamado gordo inutil en más de una ocasión, y habia favorecido a sus enemigos en más de una ocasión). Por todo ello, lo más normal seria que Hannodeck fuera fiel aliado de los enemigos de Leitdorf, pero nada más lejos de la realidad. La casa Hannodeck estaba tambien enojada por haber rechazado a su señor del cargo de Fiscal para darselo a un Messner, una casa sin dorado renombre ni historia que pudiera remontarse siquiera doce generaciones. Por tanto, la casa Hannodeck era un duro hueso de roer tanto para la faccion revolucionaria del Conde Elector Markus Leitdorf, como del legitimo gobierno del Consejo Provincial de Oliver Saford.

Fiscal, Ministro y escolta no tardaron en llegar, atravesando las calles de la Zona Comercial al galope, por los posibles peligros que alli pudieran encontrar, hasta la zona Norte donde el Barrio Viejo presentaba mayor seguridad. Casa a casa, mansión a mansión, galoparon hasta llegar a una portentosa construcción en piedra negra, no muy lejos de la propia mansión Messner. Un muro de dos metros de alto rodeaba a la casa, y setos de un metro adicional la convertian en un lugar impresionante. Todos los muros y vayas estaban pintadas de negro, mientras que el candado de la casa estaba decorado en brillantes tonos anaranjados. Al llegar, un criado feo y maloliente abrió la valla, y les dejó entrar a los jardines del lugar. Frente a ellos, un sendero adoquinado y serpeante llevaba a la mansión, una construcción en forma de T, de sobria arquitectura y pocas decoraciones vanas. En lo más alto de los tejados, una enorme bandera cuadrada con penachos, de dos metros y medio de ancho, ondeaba con un reloj de arena con una espada atravesandolo, cosida bajo un fondo a cuadros negros y naranjas. Un bello emblema, tuvo que reconocer Heinrich Messner, de la casa del que fuera su jefe y señor durante tantos años.

Heinrich Messner conocia bien al rechoncho Treitt. Era un hombre gandul y poco resolutivo. Le costaba decidirse, y siempre titubeaba. Pero sólo un estúpido le mensopreciaria por ello, pues a cambio era una persona callada, de la que dificilmente se podria deducir su estado de animo. Además, Konrad le habia contado por el camino que los Hannodeck eran gente cultivada y experta tanto en leyes como en tasaciones, siendo buenos mercaderes de telas y grandes prestamistas. De seguro tenian una buena cantidad de reserva monetaria que seria bien util en futuros conflictos.

-No debemos precipitarnos, Heinrich. Los Hannodeck no son gentes que gusten de aparentar, pero pensar que son pobres y pocos útiles por ello seria un gravisimo error- habia dicho Konrad Trademann mientras los soldados dejaban los caballos y les acompañaban a la entrada de la casa, donde el mismo sirviente que les hubiera abierto les conducia al estudio de su amo.

Mientras andaban por la estancia, Ministro y Fiscal vieron pocos cuadros de familia. Más no tuvieron mucho tiempo para seguir indagando, pues al poco tiempo de espero apareció Treitt, mucho más delgado de lo que Heinrich recordaba.

Treitt Hannodeck

-Que sorpresa ésta, caballeros. No me cabe duda que ésta visita es para tomar un aperitivo y no para reclamar mi ayuda frente a los insurrectos, ¿me equivoco?
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

El fiscal abandonó el despacho de Trademann, mientras éste terminaba de prepararse. Había dicho que tenía que terminar de repasar unos pocos extractos, y además se había dejado su abrigo en la sala del consejo. Messner pensó que aquello no le llevaría menos de cinco minutos, así que en vez de esperarle a la puerta de su estudio, decidió ir bajando hacia el patio del majestuoso castillo. Fuera, el día empezaba a refrescar, así que Heinrich tuvo que abrocharse su abrigo para protegerse del incipiente frío de Brauzeit.

Tras unos instantes de pie, decidió sentarse en un taburete que se encontraba no lejos de él, cerca de los establos. Allí sentado, el fiscal dejó que su mirada se perdiese hacia el infinito. Desde la noche anterior, su humor había sido extremadamente inestable. En unos momentos, sentía unas ganas enormes de trabajar, de hacer cosas, de descubrir lo que estaba pasando. En otros, el pesimismo y el cansancio se apoderaban de él. Ahora estaba en uno de esos momentos en los que lo veía todo negro, sin solución ninguna. Suspiró, como si aquello fuese a servirle de algo. Estaba rodeado de enemigos, no podía confiar prácticamente en nadie y su familia se hallaba en peligro de muerte. Definitivamente, aquello no era justo.

Mientras divagaba, tres soldados salieron del palacio, entrando también en el patio. Al pasar junto al fiscal los tres le saludaron marcialmente, saludo al que Messner correspondió desganado. Llegó a la coclusión de que los tres conformaban la escolta que les acompañaría hasta la mansión de Treitt. Los tres eran jóvenes soldados, que lucían orgullosos los colores de Averland en sus uniformes. Cada uno de ellos iba protegido por un peto de brillante acero, y cascos que en aquel momento se colocaban. Su botas altas y largos guantes de cuero les delataban como jinetes, al igual de los sables que llevaban al cinto. Cuando ya estaban montando, Trademann salió del edificio, poniéndose apresuradamente un gastado abrigo. El hiperactivo contable se dirigió hacia su montura, un viejo corcel que guardaba bastante parecido con su dueño y que atendía al nombre de Karl Franz. Qué otro nombre podía haber tenido la montura de un hombre que dedicaba su vida a contar discos de metal con la serenísima efigie del Emperador. Messner también montó en su corcel. Nunca se había preguntado por qué su padre le había llamado Erwin, pero seguro que tenía algún tipo de explicación curiosa.

Los tres soldados formaron ante Konrad Trademann, que les indicó que su destino era la Mansión Hannodeck, en el Barrio Viejo. Una vez que Messner se puso a su altura, los cinco jinetes partieron, cabalgando raudos por las calles de Averheim. Uno de los soldados iba en cabeza, detrás iban Heinrich y Konrad, y los otros dos guerreros cerraban la marcha. Mientras se dirigían a la Mansión, el fiscal se fijó en Trademann. El buen hombre seguía dándole vueltas a sus problemas, cuadrando mentalmente las cuentas de la provincia. La verdad era que aquel sujeto era un genio de las finanzas, que había sacado cantidades ingentes de oro de arcones que antes sólo albergaban telarañas. Además, era lo más parecido a un amigo que Messner tenía. Konrad sacaba unos doce años a Messner, pero nadie lo diría en función de su aspecto. Habiendo alcanzado apenas los cuarenta y poco, Trademann tenía canoso casi todo su cabello, y estaba pálido y delgado. Muchos años de trabajo demasiado intenso le habían pasado factura. Sin embargo, cuando le daba por hablar, era un hombre amable y agudo, buen conversador y aficionado al snotbol también. Los dos sentían una sana fascinación por el vodka kislevita, gustaban de jugar a las cartas y de acudir al teatro cuando había obras de estreno. La verdad es que desde que había ascendido a la fiscalía, la vida social de Messner se había reducido drásticamente. Aún recordaba de cuando en cuando su vida antes del incidente de Sorghof, cuando quedaba con sus compañeros estudiantes de Leyes para salir, beber, cantar (o algo parecido), y rondar a toda doncella que se cruzase por delante.

Cuando quiso darse cuenta, ya estaban en la Manzana de Plata, muy próximos tanto a la Mansión Hannodeck como a la Messner. Hasta llegar a la mansión, Konrad fue explicándole a Heinrich el origen de la fortuna de los Hannodeck, así como la cantidad de oro que esperaba que atesorasen. Finalmente, la mole inmensa que servía de morada a Treitt apareció ante ellos. Era realmente majestuosa, y un punto amenazadora. El detalle que más llamó la atención al fiscal fue la bandera con el emblema de la casa, que se alzaba enorme y orgulloso. Los Hannodeck eran una familia vieja, que decía remontar sus orígenes a la época de Sigurd, junto a quien había luchado su antepasado. Fuera cierta o no la leyenda, los Hannodeck tenían una historia larga y orgullosa, y su hogar daba fe de ello.

La comitiva franqueó el portón de la finca y se encaminó hacia las caballerizas, donde entregaron a un criado sus monturas. Después, guiados por un pestilente sirviente, se dirigieron hacia la casa. Durante el camino, Konrad se dirigió a Messner en voz baja.

-No debemos precipitarnos, Heinrich. Los Hannodeck no son gentes que gusten de aparentar, pero pensar que son pobres y pocos útiles por ello seria un gravisimo error.

Konrad tenía toda la razón del mundo. Los Hannodeck nunca habían sido una familia que le gustase ser el centro de atención o que se hablase de ellos, pero eso no significaba nada. Los tres soldados aguardaron en la entrada de la casa, mientras Konrad y Heinrich eran conducidos hacia el despacho de Treitt por el mismo criado fétido de antes. El estudio difería bastante de los habituales, pues no estaba decorado con cuadros o bustos de antepasados, sino que era bastante sobrio. Sólo unos pocos cuadros bastante discretos ornaban la estancia.

Entonces, súbitamente, la puerta se abrió, y los dos consejeros giraron la cabeza hacia la figura que apareció en el umbral. A Messner le costó unos instantes reconocer a su antiguo jefe. El hombre que se presentaba ante ellos era apenas la mitad del Treitt que él había conocido. Trademann parecía confuso también. Treitt, como regodeándose en el estupor que había causado, habló con sorna, mientras se adentraba en la sala.

-Qué sorpresa ésta, caballeros. No me cabe duda que esta visita es para tomar un aperitivo y no para reclamar mi ayuda frente a los insurrectos, ¿me equivoco?.

Las palabras de Treitt sorprendieron a Messner. Tendría que andarse con cuidado, pues no esperaba un recibimiento tan hostil por parte de Hannodeck. Además, sabía que aunque los Leitdorf no eran, ni mucho menos, amigos del antiguo fiscal, tampoco Saford era tenido en especial estima. La expulsión de la Fiscalía había sido un golpe duro para Treitt, pues Kirdan Tullirdef se encargó de hundir su carrera como letrado. Semejante afrenta nunca sería olvidada por el orgulloso Hannodeck. Messner sólo esperaba que no canalizase su frustración hacia él, ni hacia el mensaje que le traía. Para empezar, esbozó una sonrisa ante las palabras de su interlocutor.

-Yo también hubiera deseado que nuestro reencuentro se produjese en otras cincunstancias, jefe. Pero sí, me temo que estamos aquí para solicitar vuestra ayuda ante la inminente amenaza.

Ya era un principio... Ahora vendría la parte más difícil.

-Venimos a pediros vuestra adhesión a la causa del legítimo gobierno de Averland, que se encuentra amenazado, como sabéis, por varios frentes. Markus Leitdorf, ese bastardo autoproclamado Conde, nos amenaza desde su posición en los Campos Leitdorf. Además, los anarquistas de la capital cada vez son más osados, y el pánico cundirá en las calles si no hacemos algo pronto... Y para ello, necesitamos vuestra ayuda. Humildemente, solicito el apoyo de la Casa Hannodeck en estos momentos de peligro.

Qué contestaría Treitt era algo que Messner no se atrevía ni a imaginar.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

Las negociaciones con el jefe de la familia Hannodeck no habian empezado todo lo bien que los dos enviados del gobierno hubieran querido. Pero conseguir su apoyo era algo de vital importancia, pues tanto Konrad como Heinrich dudaban de que Markus fuera a mantener en el puesto a quien habia ayudado a los Alptraum y al gobierno de Oliver Saford, y para evitar que el Conde Leitdorf llegara al poder, necesitaban ayuda, y mucha.

Treitt Hannodeck

El antiguo fiscal sonrió ante las palabras de quien fuera su ayudante. De anchas espaldas y alopecia perenne, Treitt contestó a Heinrich, mientras los tres se encaminaban a una sala de lectura.

-¿Jefe? Vaya con el bueno de Heinrich, tienes mi puesto pero me llamas jefe... Puede que asi se me ablande el corazón, me emocione de mis viejos dias en la administración, y acceda a todas vuestras súplicas.


Konrad miró al Fiscal Messner con preocupación: Aquello no estaba saliendo según lo previsto. Antes de que ninguno de los dos pudiera decir nada, un criado entró con unos tentempies, y para sorpresa de todos, Treitt le ordenó que preparara dos habitaciones, pues según él, tanto Konrad como Heinrich pasarian la noche en su mansión.

-Es muy tarde, y sabiendo como están las cosas, no me gustaria que a mis anfitriones les pasara nada volviendo a su casa esta noche. Si algo os ocurriera, todos pensarian que he tenido algo que ver, y me relacionarian con el imbécil de Markus. Y seria una situación muy engorrosa. Dormireis aqui, y mañana por la mañana ya volvereis a vuestras casas.

Treitt podia haber rebajado su peso, pero seguia tan parsimonioso como siempre. Sus palabras eran languidas y poco resolutivas, y nunca iba al grano de lo que queria. No fue hasta que Konrad intervino, ofreciendole rebajas a los impuestos de sus mercancias si apoyaba con soldados ante un mas que posible ataque de los revolucionarios de Markus, e insistiendo en el tema una y otra vez, que Treitt se centró en la conversación.

-Esta bien, esta bien. Vosotros quereis que mi casa os ayude, y que no negocie con los aliados de Markus Leitdorf. Pero, es que tan poco descuento... Además, no se de que me van a servir los descuentos cuando los revolucionarios corten aduanas, o que tiren piedras a mi casa. No, os ayudaria con todo lo que tengo, pero con una condición...

Konrad y Heinrich se colocaron alerta en los sillones de piel, preocupados por lo que serian las exigencias del antiguo fiscal. Y bien hicieron, pues estas no fueron baladis.

-Mis señores, si apoyo al gobierno quiero participar en él. Asi pues, quiero el cargo que ostenta Kirdan Tullirdef. No quiero ser fiscal, eso se me queda pequeño, y me aburre. Quiero ser el Poder Judicial de toda Averland. Los descuentos en tasas no me interesan, ya me los harán el resto de casas cuando sepan que ostento uno de los cargos mas poderosos de la capital.

-A no ser, claro, que Konrad prefiera la ayuda economica de la triste familia Tullirdef, o que Heinrich trabaje más agusto con Kirdan que conmigo. Porque nunca te trate mal, ¿verdad Heinrich?


Lo peor de todo es que el parsimonioso Treitt tenia toda la razón del mundo. Kirdan era un cerdo activo. Treitt no era tampoco una gran persona, pero...

Konrad pidió un tiempo para hablar con Heinrich a solas, pues tenian que meditar acerca del tema. El Consejero Económico puso al corriente al Messner acerca de los problemas políticos que supondria mandar al garete a Kirdan Tullirdef.

Konrad Trademann

-Heinrich, los Tullirdef si son una gran familia, y hechar a uno de sus miembros nos negaria su apoyo, lo sabes. Sin embargo, los Refger no tiene mucho aprecio por ellos, y esta jugada podria suponer el apoyo de Refger y Hannodeck a cambio de los Tullirdef. Aunque tambien perderiamos credibilidad ante el resto de la Alianza Alptraum.



FDI: 69 en una prueba de Carisma, que no le ha terminado de hacer gracia a Treitt. Habrá que pensar algo, y pronto, si se quiere llegar a buen puerto.

Cuando contestes a Konrad, eres libre de volver al despacho a hablar con Treitt. Al fin y al cabo, tu eres quien tiene que llevar a cabo la negociación, en este aspecto Konrad es solo un consejero.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Las cosas distaban mucho de ir bien. Messner se había dirigido a Treitt como "jefe", no por nada en especial, sino por simple costumbre. Sin embargo, el antiguo fiscal no pareció interpretarlo de tal manera. Sintió que el que ahora ostentaba su antiguo puesto estaba tratando de ablandarle el corazón, de conmoverle. No era un buen comienzo, ni de lejos. Aunque vago y apático, amigo de evitar trabajar si otros podían hacerlo por él, a Treitt no le gustaban los aduladores.

Mientras contestaba a Konrad y a Heinrich, fue conduciéndoles a una sala de lectura, una estancia no muy grande, con altas paredes cubiertas totalmente de estanterías. Una chimenea y tres cómodas butacas de lectura conformaban todo el mobiliario. Los tres hombres tomaron asiento, y antes de que empezasen a hablar, un sirviente apareció. Llevaba algo de comer, que fue agradecido por Messner. Su comida no había sido precisamente copiosa. Además, Treitt insistió en que se quedasen a pasar allí la noche, y ordenó preparar dos habitaciones, pero Messner tenía otros planes. Tenía cosas que hacer aún.

-Lo siento si pudiese parecer desagradecido, Treitt, pero me veo obligado a rechazar vuestra amable oferta. Tengo tareas pendientes que hacer, y no puedo permitirme pasar aquí la noche. Llevo dos días amontonando trabajo en la fiscalía, y debo ponerme con ello lo antes posible. Mañana tengo varios pleitos, y aún no los he preparado correctamente. Lo siento, pero yo debo partir en cuanto terminemos. He traído ropa de calle, para pasar desapercibido, así que no creo que vaya a tener problemas.

En cuanto Messner terminó, Konrad empezó con su explicación. El nervioso consejero seguía sudando a raudales, y movía las manos nervioso. A ratos, tartamudeaba, o repetía cosas que ya había dicho. Por si eso no fuera poco, Treitt parecía prestarle muy poca atención, lo que descolocaba aún más al hábil contable. Messner escuchó a Trademann, pues los temas económicos no eran su especialidad, y prefería escuchar a intervenir. Tras un rato, Hannodeck habló de repente. Por fin parecía dispuesto a empezar a negociar en serio.

-Esta bien, esta bien. Vosotros quereis que mi casa os ayude, y que no negocie con los aliados de Markus Leitdorf. Pero, es que tan poco descuento... Además, no se de que me van a servir los descuentos cuando los revolucionarios corten aduanas, o que tiren piedras a mi casa. No, os ayudaria con todo lo que tengo, pero con una condición...

Messner sintió una especie de corriente recorriendo su espalda. Sabiendo a quién tenía enfrente, la condición podía ser cualquiera. Agarró con más fuerza los reposabrazos del sillón. Las palabras que finalmente salieron de la boca de Treitt habrían sorprendido a cualquiera que no fuese Messner. Él ya conocía la sed de poder de su antiguo jefe, así como su declarada enemistad con Kirdan Tullirdef.

Messner estaba a punto de contestar cuando Konrad le interrumpió, solicitando unos minutos para hablar entre ellos. Treitt no tuvo problema, y los dos consejeros salieron de la sala de lectura. Allí, Trademann puso al corriente a Messner sobre los problemas que implicaría ceder a las demandas del líder Hannodeck.

-No, Konrad, no podemos acceder a sus demandas. La Alianza ya tiene bastante frentes abiertos, y que los Tullirdef se conviertan en un frente más es algo que no podemos permitirnos. Además, para bien o para mal, ese cerdo de Kirdan en uno de los pilares del poder provincial, y quitarle de en medio podría provocar tal cataclismo que a los Leitdorf les quedaría muy poco por hacer. Prometeremos a Treitt lo que sea necesario, incluso un asiento en el Consejo, pero que sólo será efectivo al final de la... -Messner suspiró- guerra. También intentaremos atraer a los Refger de paso. Conozco a Treitt, déjame hablar a mí. Que Sigmar nos ayude...

Los dos entraron otra vez en la estancia, donde Treitt aguardaba. Mientras se sentaban, éste les seguía con la mirada. Cuando Messner se dispuso a hablar, adivirtió un brillo en los ojos de Treitt. Aunque vago, artero y resentido, aquel hombre era inteligente.

-Treitt, hoy por hoy no podemos permitirnos despojar de su poder a Kirdan Tullirdef. Nos guste o no, es uno de los hombres más poderosos de esta provincia, y su destitución provocaría un desorden que no podemos asumir. Además, resquebrajaría la Alianza. Lo siento, pero no puedo acceder a vuestras demandas.

Messner tomó aire unos instantes. Ya había dicho lo más difícil. Ahora tenía que ganárselo.

-Sin embargo, eso no significa que no podamos recompensaros de otras formas. Si apoyáis la legítima causa a la que nosotros representamos, la familia Hannodeck será rehabilitada públicamente, pudiendo volver a acceder a puestos estatales. Se declarará que el proceso contra vuestra persona fue un error propiciado por el caos reinante entonces. Podréis acceder, con carácter inmediato, a puestos importantes en la administración provincial, y al terminar la guerra consideraríamos vuestra posible adición al Consejo. Si servís como se espera de vos, no tengo duda alguno de que vuestras posibilidades son altas. No os aseguro el puesto de Tullirdef, pero estoy bastante seguro de que en el transcuro de la guerra el gobierno sufrirá modificaciones, dejando asientos vacantes. Por último, las ventajas fiscales ofrecidas por el señor Trademann seguirían vigentes. Como veréis, en un trato más que beneficioso para vos... Y el Consejo os tendría en aún mayor estima si propiciaseis la adhesión a la causa de Refger y Nordenfeger. Los dos gozarían también de un trato más que favorable. Sé que sois un hombre inteligente, Treitt, y sois consciente de que en raras ocasiones se ofrecen tratos tan suculentos. Sobra decir que Leitdorf no podría daros algo parecido ni de lejos...

Messner esperaba que fuese suficiente.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

Treitt Hannodeck

El señor de la casa neutral escuchó con atención las sabias y sinceras palabras de quien fuera su empleado. Mientras Heinrich hablaba, Treitt daba pequeños sorbos a su copa, se limpiaba y volvia a sorber. Tras escuchar todo lo que tenia que decir el Fiscal en jefe de la provincia, Treitt mandó a su criado un recado a las cocinas, para que no se preparara cena de más, pues al final sus invitados se irián antes de lo previsto. Al parecer, dandose cuenta de que no le darian lo que requeria, y que negociar su demanda seria largo y pesado, Treitt abandonó sus esperanzas de ostentar el supremo poder judicial... De manos del gobierno regente.

Durante toda la charla, Treitt se habia mostrado seguro de si mismo, y sobradamente confiado. Algo poco común para el vago señor de la casa Hannodeck, que de haber tenido el más minimo problema o duda acerca de sus opciones con Markus habria sudado y aceptado las peticiones de Heinrich sin rechistar. Pero no lo habia hecho.

-Heinrich, como de costumbre, estás acertado en todo. Markus Leitdorf no me daria nada, es más, probablemente me quitaria parte de lo que tengo si llegara al poder, solo para contentar a su horda de campesinos y muertos de hambre. Y bien cierto es que si me otorgais lo que pido, os acarreria problemas.


Konrad escuchó atento lo que Treitt fuera a decir, y se alarmó cuando éste, en una pausa entre sus palabras, sacó de la mesa una carta con sello.

-Sin embargo, tanto como habeis sido sinceros conmigo, yo lo seré con vosotros. Ayer por la mañana recibí esta carta- Treitt se inclinó para darsela a Konrad y a Heinrich, que pudieron leerla gracias a las velas que colgaban por la oscura estancia.

-Os la entrego porque os aprecio a ambos, y porque nunca he tenido ningún malentendido con vosotros dos, y la información que ésta contiene podria dañaros seriamente si siguierais desconociendola.


La carta estaba escrita con pulso firme, firmada por Alexander Feuerbach, y contenia unas palabras que helaron la sangre tanto de Konrad como de Heinrich.

''Estimado Treitt Hannodeck, le escribo esta misiva adjunta a mi más sincera petición de amistad. Se bien que nunca hemos tenido el placer de estrechar nuestras manos, pero hasta mis oidos ha llegado información terrible de la situación de su provincia, que ha traido gran pesar a mi corazón, y poderosa furia a mi caritativa alma.

Al parecer, un vulgar plebeyo llamado Oliver Saford osó, varios años a, hacerse con el control de su bella nación, con el apoyo de traicioneras casas mercantiles. Este bárbaro y sus silibinos compinches explotan al pobre campesinado, y han ofendido a grandes señores como vuestra merced con sus rudos actos. Asi mismo, un rebelde se ha autoproclamado Conde Elector, y ha aglutinado a disidentes, desertores y gentuza para hacerse con el control de Averland. Todo ello me enfurece tanto como a usted, no me cabe duda, y por ello he decidido tomar cartas en el asunto.

Yo, Alexander Feuerbach, descendiente del mismo Sigmar y tocado por su divina gracia, soy el heredero al Trono Imperial cuando su majestad Imperial Karl Franz deje este reino mortal para sentarse a la derecha del Heldenhammer. Por ello, me siento en la obligación de llevar la justicia a Averland, coronar a su verdadero Conde Elector, Leopold Leitdorf, y restituirle a usted y al resto de damnificados sus antiguos privilegios.

Cuento con varios amigos en sus tierras, pero si usted me ayuda a instaurar la justicia y la paz en Averland y Wissenland, sera justamente restribuido. Llegaré a Averheim en escasas semanas, podrá presentarse en mi campamento con esta carta como pase.

Atentamente, Alexander Feuerbach
Heredero del Trono Imperial, Escudo de Ostland, Hochland, Ostermark y Talabecland.''


-Como veis, la situación es delicada. Este tal Alexander es heredero de la casa de Feuerbach, y es heredero de Talabecland y de Ostland. Además, ha tomado por la fuerza Hochland y Ostermark, y obliga a estas dos provincias a otorgarle tributos. Con el control de cuatro provincias, piensa ganarse Stirland, Wissenland y Averland, colocar titeres en sus administraciones y recibir la mayoria de votos para cuando nuestro Emperador fallezca. Asi que dadme una buena razón por la cual no deberia dejar que Markus Leitdorf y vosotros os peleis y os debiliteis y entregar en cambio mi apoyo a este gran señor.


Konrad agarró con fuerza la carta mientras terminaba de leerla, una vez que Heinrich habia terminado de ojear su contenido. Aquello pintaba muy mal, puesto que habian descuidado por completo el ataque talabeclandés. Poco importaria el apoyo de una o dos familias nobiliarias si el ejército de Talabheim ya habia iniciado su marcha, y menos aun si este ya contaba con apoyo dentro de la provincia. Tal vez, puede que ya hubieran tomado algun pueblo al norte.

-Claro está-
continuó Treitt -aun no he decidido nada. Pero os sugiero que vosotros si tomeis vuestras decisiones con rapidez. Yo no tengo nada que perder si el tal Alexander dice la verdad en esta carta, vosotros dos en cambio lo podeis perder todo.


FDI: Tu tirada de Carisma ha sido un éxito, y junto a las palabras sinceras que has tenido y lo bien que te has expresado, has conseguido que Treitt desvele su as bajo la manga, y el porque de sus altas pretensiones. Solo os ayudará si está seguro de que le beneficiareis más que los invasores que están por venir.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Cuando Treitt respondió a Messner, después de tomarse un tiempo para reflexionar, el fiscal se llevó una gran sorpresa. Hannodeck ya no hablaba con sorna ni suficiencia, no parecía estar tomándoles el pelo como antes. De hecho, estaba pasando justo lo contrario. Extrañamente, Treitt Hannodeck parecía estar siendo realmente sincero y comprensivo con ellos, y poniendo de su parte. Heinrich no pudo disimular totalmente su perplejidad, pues aquella no era ni de lejos la respuesta que uno esperaría del antiguo fiscal.

Mandó a uno de sus sirvientes a avisar a las cocinas de que los invitados no pasarían allí la noche, y acto seguido hizo la confesión que paralizó a Messner y a Trademann. Después de estar de acuerdo con el punto de vista del fiscal, el parsimonioso Treitt sacó una carta de uno de los cajones de la mesa que tenía junto a su sillón. Se la pasó a los dos consejeros, que se afanaron para leerla bajo la escasa luz que les brindaban las velas. Konrad parecía leer un poco más rápido que Messner, pues su expresión se tornó en terror absoluto unos segundos antes que la de Heinrich.

Aquella carta fue un nuevo mazazo para Messner. Todos los peligros eran mucho mayores que lo que se esperaba... La secta se había hecho con los puestos más importantes del gobierno, los revolucionarios cada vez ganaban más terreno y las mesnadas de Feuerbach estaban dispuestas para una invasión en toda regla. Messner se sintió apático y cansado. Él era sólo un hombre, y no podía enfrentarse a todos aquellos problemas. En aquel momento más que nunca antes, se dio cuenta de que el destino era harto caprichoso. Mientras la mayoría de habitantes de la provincia eran ajenos a la perdición que se cerniría sobre ellos con toda probabilidad, él conocía cada una de las formas que podía tomar aquella destrucción. Ya fuese bajo las tretas de la secta, el fuego de los anaquistas o las espadas de Talabecland, la muerte de Averland estaba asegurada. La seguridad de que sus días estaban a punto de llegar a su fin tal como los conocía habría vuelto locos a muchos hombres. Afortunadamente, o no, Messner tenía la absurda cualidad de conservar un ápice de cordura cuando todo estaba a punto de desplomarse. Lo había demostrado años antes y estaba tratando de demostrarlo otra vez. Puede que no tuviese muchas virtudes, pero sin duda aquella era una que le honraba.

Con la mirada perdida en el pavimento de la sala, escuchó a Trademann farfullar algo incoherente y resoplar. También escuchó a Treitt terminando de destrozar los nervios del buen contable. Messner, sin embargo, reflexionaba. Tenía que haber algo que pudiese hacerse. Puede que no una solución definitiva, pero sí algo para ganar tiempo. Pensó en los suyos, en Konrad, en Kurt y en su familia. Pensó en qué depararía el hado a todas esas personas si en aquel preciso instante no se le ocurría algo, algo capaz de detener la vorágine que se cernía sobre Averland.

-¿Qué me diríais si os digo que puede haber una forma de ocuparnos de Leitdorf, de los revolucionarios y de Feuerbach?. Konrad, corrígeme si me equivoco. Existen quince votos electorales en el Imperio. A saber, los diez Condes Electores, el Gran Teogonista, los Archilectores de Sigmar, el Ar-Ulric y la Anciana de la Asamblea. Alexander Feuerbach cuenta con cuatro en estos momentos, los de Talabecland, Ostland, Hochland y Ostermark. Previsiblemente, los Todbringer contarán con el suyo, el del Ar-Ulric y el del Barón de Norland, por lo que poseen tres. Reikland tiene asegurados el del Príncipe de Altdorf, los tres de la Iglesia de Sigmar, y casi seguramente el de la Asamblea, que tradicionalmente vota al candidato del Principado. Éso nos deja sólo tres votos, que decidirían si la corona imperial va a parar a Talabheim o se queda en Altdorf. Si Feuerbach toma Averheim y coloca a un títere en el trono, la causa de Talabecland tendrá tantos apoyos como la candidatura de Reikland, obligando a los reiklandeses a ganarse el voto de Wissenland y Stirland... Sea como sea, la permanencia de la corte imperial en Reikland estaría amenazada, y dudo que tal situación haga mucha gracia al Emperador, y mucho menos a los sigmaritas, que temerán un declive del culto de Sigmar en favor del culto de Taal y Rhya...

Puede que ese miedo sea nuestra salvación, caballeros, la salvación frente a los revolucionarios, frente a Leitdorf y frente a convertirnos en peones del Conde de Talabacland, que sólo ansía el voto provincial. Debemos pedir ayuda al Imperio. Si los ejércitos de Reikland acudiesen a la provincia, la guerra estaría prácticamente ganada, y Feuerbach no se atrevería a batallar contra el mismísimo Emperador. Si logramos la protección de la Corona Imperial, podemos sobrevivir a este caos. Pero necesitamos tiempo, pues Reikland tardaría en acudir a nuestra llamada. Y no dudo de que lo harán, pues los sigmaritas son celosos de su poder. Necesitamos tiempo, y para conseguirlo, necesitamos vuestra ayuda, Treitt. Sé que la oferta de Feuerbach es tentadora, pero sabéis tan bien como yo que bajo esas corteses palabras subyace la intención de convertirnos en vasallos de Talabecland, y estoy seguro de que no es así como queréis ver a nuestra amada patria. Apoyadnos, Treitt, y Averland os lo pagará.

La suerte estaba echada. Ahora sólo restaba esperar si la codicia de Treitt pesaría más que su sentido de la rectitud.


FDI: si es necesaria alguna tirada, usaré mis puntos de suerte para superarla. Total, ya se está acabando el día, y dejar puntos sin gastar es bastante poco útil... Además bastantes cosas pueden depender de lo bien o mal que me salga ésto.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

El señor Hannodeck esperaba que la moral de Konrad y Heinrich se viniera a bajo como un castillo de naipes. Markus Leitdorf era un adversario bien peligroso, pero Alexander Feurbach le superaba con creces, y a diferencia del anterior, era un hombre bien capaz de apreciar los esfuerzos de sus amigos potenciales.

Lo que no esperaba Hannodeck fueron los argumentos de Messner, que a pesar de lo evidente de la gravedad que suponia una invasión de tal tamaño, seguia creyendo en las posibilidades del Gobierno Alptraum y de Oliver Saford. Sus palabras fueron como una lluvia en verano para el cinico pensamiento de Treitt, y éste fue incapaz de no tomarlas en serio.

Treitt Hannodeck

No lo entiendo, no puede ser... ¿Como sigue Heinrich empeñado en que podemos hacerle frente a tamañas fuerzas? ¿Como sigue confiando en que su Gobierno puede vencer? Hasta habia pensado la posibilidad de ofrecerle mi ayuda para introducir a su familia en la alianza Feuerbach, pero... ¿acaso tiene un as en la manga, un arma que desconozco?


El señor Hannodeck estaba cansado de aquella reunión, no porque no fuera interesante si no porque para el era agotadora. No esperaba una reunión larga, pues era amigo de exigir, en cualquier negociación, una suma alta, y que esta fuera rechazada o aceptada de primera instancia. Pero en cambio, Heinrich ni la habia rechazado por completo ni la habia aceptado sumisamente. Heinrich le hablaba como si estuviera seguro de que la victoria del Consejo Provincial fuera posible contra tantos frentes, y aquello descolocó por completo a Treitt.

-Hablas de hacerle frente a Alexander Feuerbach, pero ya deberias de imaginar lo portentoso de sus fuerzas. Hablas tambien de pedir ayuda a la Iglesia de Sigmar, y a la capital, en Altdorf, pero esto entraña muchos problemas, Heinrich. Para que Altdorf y el Gran Teogonista escuche las peticiones de Averheim seriamente, necesitareis a alguien que ya haya estado en la capital y que haya sido parte del clero, y yo no conozco a nadie en la ciudad que reuna esas caracteristicas. Además, nadie nos asegura que Feuerbach no haya pactado con la iglesia de Sigmar, pues los sigmaritas estaran con el mas fuerte, no lo dudes. Ulli Norfendenger sabe de esto, vive al final de esta misma calle y tal vez puedas pedirle consejo en este tema.

Tras estas palabras de Treitt, a Trademann se le iluminaron los ojos, pues habia entrevisto el cambio en la actitud de Treitt.

-Seguramente me arrepienta de esto- continuó Treitt -pero creo que te dare mi apoyo, Messner. Pero escucha, no será un apoyo incondicional. Reitero mi petición de tomar parte del Consejo, inventaos un cargo si hace falta. Dada la situación, imagino que Kirdan Tullirdef estara también, pero supongo que tendre que aguantarme por el bien común. También exijo unas disculpas públicas por parte de Oliver Saford, dado el trato que tuvo conmigo, y que varios miembros de mi familia puedan acceder a puestos en la administración. Si esto es asi para la semana que viene, contad conmigo para defender Averheim.

Konrad Trademann se levantó de la silla, para estrechar la mano de Treitt. Ahora, sus peticiones eran factibles, dado que no implicaban romper ninguna alianza, sino tan solo que Oliver Saford fuera minimante prudente y accediera a tal petición, que no supondria mucho esfuerzo. Messner habia llevado a cabo su primera victoria. Una victoria pequeña, pero algo era al menos.



FDI: Un éxito en la tirada de Carisma, y por mucho. Has sacado un 26, y juntando tus talentos y habilidades te sobraban 40 puntos para la tirada. Por no hablar de que has estado acertado en las palabras, ¡que tambien es muy importante!
Cerrado

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