Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

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Weiss
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Re: Prisión de Almas: Acto II

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

La reunión con Jobb llegaba a su fin, y poco le quedaba a Messner que hacer allí. Sin embargo, sí tenía bastantes cosas que hacer en otros lugares. El fiscal se puso en pie, y se dirigió a Konrad y al conde.

-Disculpadme, caballeros, pero tengo varios asuntos que atender antes de partir. Nos veremos para la hora de marchar.

Dejando al Kurfürst y a Trademann enfrasacdos en una conversación sobre el estado de las arcas, Messner salió de la sala. Fuera, el fiel Lieb aguardaba. El mercenario parecía un poco más animado, pero seguía siendo evidente que no era capaz de desprenderse totalmente del sentimiento de culpa. Messner volvió a dirigirse a él, pues lo necesitaba en las mejores condiciones para la misión que les aguardaba.

-Herr Lieb, el conde nos ha encomendado una noble tarea. Nos adelantaremos a la fuerza principal, y trataremos con los señores de Heideck antes de la llegada de los nuestros. Luego, tendremos que tratar de reunir el mayor número de aliados posible...

Mientras hablaba con su guardaespaldas, Messner trataba de encontrar un sirviente por los interminables pasillos de la mansión Alptraum. Tras unos minutos, dio con uno que se afanaba en recoger una cubertería de plata. Alzó una mano, tratando de atraer la atención del criado.

-Caballero, ¿seríais tan amable de traerme papel, pluma, tinta y secante?.

El sirviente partió raudo en busca de lo requerido, y Messner volvió a hablar con Lieb para entretenerse durante la espera.

-Al parecer ha sido Herr Hopked quien ha propuesto marchar a Heideck. ¿Qué relación tiene el padre con esa ciudad?. Debe tener contactos importantes, pues está bastante seguro de que Vorstub pactará con nosotros...

En aquel preciso instante el criado volvió, entregándole a Messner lo solicitado con una reverencia, y desvaneciéndose una vez más en los pasillos, dispuesto a continuar salvando todo lo posible de la mansión. Cada vez quedaba menos tiempo, y todos tenían que redoblar sus esfuerzos. Heinrich entró en una de las salas ahora prácticamente vacías de la mansión, donde sólo unos sencillos muebles ocupaban la estancia. Todo lo que podía ser de utilidad ya había sido retirado. Heinrich se sentó y se dispuso a escribir la misiva para Matthias con Grünwald.

Estimado Herr Grünwald:

Siento tener que cominicarle tan triste noticia, pero estoy convencido de que es mi obligación. Tobías von Grünwald, gran letrado y mejor hombre, ha muerto asesinado por la chusma revolucionaria que sirve a Leitdorf. Con gran pesar en nuestro corazón, y llorando tan enorme pérdida, no podemos sin embargo cejar en nuestro empeño de vencer en esta vil guerra, provocada por traidores a Averland. Os aseguro que haré todo lo que pueda para que el crimen no quede impune y los malhechores paguen con sus vidas. Además, aprovecho esta misiva para hacerle saber que...


*****

La carta estaba terminada, y Messner procedió a firmarla y doblarla. Había aprovechado para poner a Grünwald al corriente de la situación, de la evacuación de Averland, de la marcha a Heideck y del estado del conde. En aquellos momentos, Matthias von Grünwald era de los más importantes aliados de los Alptraum, pues junto a los Ulbricht eran los únicos que poseían tierras y mesnadas. El fiscal le entregó la carta a su guardaespaldas.

-Aseguráos de que sea enviada a Von Grünwald lo antes posible. Por lo demás, tomáos un rato libre hasta la hora de partir.

El silencioso matarife partió, dejando al fiscal en la estancia vacía de la mansión. La soledad le llenó de tristeza. Aquellos muros habían contemplado siglos de historia, y ahora se alzaban desnudos y abandonados. Tras unos instantes, se levantó y se dirigió a la salida de la mansión. Fuera, los trabajos continuaban. Gritos llenaban las calles, donde todo tipo de personas corrían apresuradas de un lado a otro. Algunos soldados habían empezado a agruparse alrededor de sus sargentos y estandartes, y los carros que ya estaban listos se disponían cerca de las puertas. La comitiva partiría al amanecer, y todo tenía que estar preparado para entonces. Messner se encaminó a su casa. En medio del estruendo provocado por bestias y criados, muchos intentaban dormir, descansar antes del inminente viaje. Las gentes dormían unas al lado de otras para conservar el calor, mientras unos cuantos sacerdotes de Sigmar repartían remendadas mantas entre la muchedumbre. Varias hogueras teñían de rojo las calles, pero no sólo ellas dotaban de aquella macabra tonalidad a Averheim. Los edificios ardiendo por toda la ciudad coloreaban de carmesí el cielo nocturno. Averheim, antaño conocida como Averburgo, se consumía entre las llamas tras más de dos mil años de orgullosa historia. Messner pensó que era muy triste que aquella fuese la última imagen que recordase de la ciudad. Puede que nunca volviese, o puede que si volviese sólo encontrase escombros. Averheim había muerto.

Llegó a la mansión, donde ya habían terminado de recoger todo lo posible. Un guardia informó al fiscal de que su familia dormía en el salón, junto a la chimenea. Messner se dirigió a allí y, efectivamente, allí estaban su padres, su mujer y su hijo. Todos estaban ya preparados para marchar, para ponerse en marcha en cuanto el conde lo ordenase. Todos ellos habían renunciado a sus habituales galas para vestir ropas mucho más sencillas, más cómodas para el largo viaje. Suavemente, fue despertándoles.

-Padre, madre, Silvia... siento despertaros a estas horas, pero no me ha quedado más remedio. Jobb me ha ordenado adelantarme a la caravana, para pactar con Kilmer Vorstub. Luego intentaré convencer a los Adler, madre. Espero que no pongan demasiadas trabas...

Una vez que comunicó la noticia y contestó a sus familiares sus preguntas, se acercó un momento a su padre. Quería dejarlo todo arreglado antes de partir.

-Padre, me he comprometido a ayudar a Jobb con todo lo que pueda. Entregardle el dinero que Konrad considere necesario, y que Silvia se encargue del restante. En cuanto a la misión, no temáis. Vamos en misión diplomática, y varios soldados nos cubrirán. Además, espero que Jobb me permita llevarme a mis hombres.

Después, pasó a relatarle todo lo que se había hablado en la reunión con Konrad, Jaran y Jobb. Tras un rato, era ya hora de marchar. Acompañado de su familia, se encaminó a la puerta. Allí aguardaban Konrad y Jobb. Messner se dirigió al conde, que le habló antes de que el fiscal dijese nada. En aquel instante, Hümm, Kurt, Trier y Redwing hacían también acto de presencia.

-Heinrich, siempre has sido un leal amigo y un servicial vasallo, asi como un gran marido para mi querida Silvia. Siento no haberte podido compensar antes, pero acepta las placas que mi propio padre llevó en su dia, y que espero que tu hijo pueda llevar en un futuro. El infortunio me ha robado a una madre y a un primo, asi como mis piernas, pero a cambio ha creido oportuno en otorgarme a quien ya considero un hermano.

Unos sirvientes de Jobb se adelantaron, cargando un pesado arcón. Dentro había una magnífica armadura, que fueron colocándole a Messner. Se trataba de la armadura que había utilizado el señor Alptraum en sus tiempos, una auténtica joya lacada en azul y profusamente decorada. Fligranas de oro la cubrían por doquier, y en el pecho aparecía la corona alada que identificaba a los Alptraum.

-No merezco tal presente, excelencia. Para mí ya es suficiente honor poder serviros, poder colaborar en la noble tarea de devolver Averland a su legítimo señor. Que me consideréis un hermano es un honor al que no puedo corresponder con palabras, por lo que intentaré que mis actos hablen por mí. Que los dioses estén con vos, Herr Kürfurst. Larga vida al conde.

Luego se dirigió a Konrad, que asistía silencioso a la escena. Sobre los hombros de aquel hombre resposaban gran parte de las esperanzas del bando Alptraum. Su mejor baza en aquellos instantes era el dinero con el que contaba, y sólo Konrad sería capaz de sacarle el mayor juego posible a aquella enorme suma. Puede que los otros bandos tuviesen más tropas o tierras, pero carecían de hombres de la inteligencia de Konrad Trademann. Messner le tendió la mano a su amigo.

-Buena suerte, Konrad. Espero que la próxima vez que nos veamos las condiciones sean algo más propicias. Te aseguro que volveré, y lo celebraremos con el mejor vodka a este lado del Reik. Cuídate, amigo. Hasta la vista.

Trademann y Jobb se retiraron, junto a los sirvientes que empujaban la silla. El que eligió aquel instante para aparecer fue Lieb, que se materializó donde hasta unos instantes antes sólo había habido sombras. Sus ayudantes se habían acercado a él, y fue Trier quien habló primero, mientras los criados de Jobb ayudaban a Messner a terminar de ponerse la armadura.

-Mi señor Messner, es un alivio verle sano y salvo. Cuando le recogimos de las alcantarillas muchos temimos por su vida. Solo confirmarle que estamos dispuestos para la marcha cuando usted lo ordene.

-Me alegro de que podáis acompañarme. Lástima que Tobías no pueda, me imagino que ya sabéis lo ocurrido... Le echaremos de menos. Tengo entendido que os portásteis como un héroe durante los combates, y que os debo la vida, Herr Trier. Os aseguro de que no me olvidaré de tal gesta... Decidle a los demás que partiremos pronto, y que los soldados se vayan preparando.

Messner volvió a dirigirse a su familia, de la que se fue despidiendo. Emocionada, Silvia le hizo entrega de las enseñas de los Alptraum. En aquel preciso instante, Messner fue verdaderamente feliz por primera vez en mucho tiempo. Aunque el mundo se derrumbase a su alrededor, él había recuperado el cariño de su mujer. Por aquello, valía la pena todo lo que había pasado, incluso la pérdida de su ojo. En cuanto al ojo, unos de los criados le puso un trabajado parche en la mano; estaba decorado con el emblema de los Messner. Mientras terminaban de ajustarle la armadura, se lo colocó. Era cómodo, y se sentía mejor con él que con el magnífico ojo de cristal. Con el ojo de cristal, era como si lo de las alcantarillas no hubiese pasado. El fiscal consideraba que perder un sojo en etal lance no era algo deshonroso, y no había por qué ocultarlo. No quería dárselas de héroe, pero tampoco estaba de más que los demás viesen que incluso los poderosos estaban pagando el precio de todo aquello.

Messner terminó de despedirse de los suyos, que se alejaron llorosos por las calles del Barrio Viejo. Al fiscal no le gustaban demasiado las despedidas, y no quería verles moviendo la mano mientras él se encaminaba a un destino incierto. Prefería que le recordasen vistiendo aquella imponente armadura, dispuesto a darlo todo por el conde. En realidad, Messner sólo ansiaba la tranquilidad, pero parecía que para llegar a ella tendría que terminar con todo aquello. Por lo menos, esperaba no tener que luchar esta vez, aunque si tenía que hacerlo esta vez la situación sería radicalmente diferente. Ahora Messner llevaba una inmejorable armadura. Sus placas de acero eran gruesas y pulidas, decoradas por maestros artesanos. El yelmo, al igual que el resto de la armadura, mostraba la heráldica de los Alptraum, y dos alas sobresalían de él. Una capa azul le daba un aspecto más impresionante si cabía, cerrada con un broche en forma de corona alada.

Todo estaba ya preparado, pero había una cosa que incomodaba a Messner. Tenía que averiguar varias cosas antes de partir.

-Herr Trier, id a buscar a Herr Hopked, por favor. Los demás, preparáos para marchar en cuanto hable con el padre. Herr Hümm, conseguíos una corneta por ahí, nos servirá para reunirnos y comunicarnos. Herr Kurt, Herr Redwing, vosotros portaréis los estandartes del conde. Enarboladlos con orgullo. Soldados, ¿sois todos los que vendréis?. El conde había hablado de veinte hombres... ¿y dónde están los mensajeros?.

Messner aguardaba impaciente a que Ivein Hopked apareciese.
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Re: Prisión de Almas: Acto II

Mensaje por Saratai »

23 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Averheim.

Los fuegos de las lamparas hacian brillar los rostros de los soldados en la madrugada del 23, dia en que los servidores del Elector huirian de la caotica Averheim. Uno de esos soldados, Luthor, miró con seriedad y formalidad a su señor Messner, y alzó la voz en respuesta.

Luthor, Soldado del cuerpo diplomático Alptraum

-Mi señor Messner, Jaran solo puede prescindir de nostros nueve, pero no se preocupe por nuestro número. Somos expertos guardias, y hemos probado nuestra valia. Contamos como muchos, y somos fieles hasta la muerte.


Los nueve soldados se colocaron al unisono entre los alguaciles y Trier, rodeando a Messner y a sus allegados. Jaran habia enviado menos hombres de los prometidos, pero saltaba a la vista que no habia entregado novatos. Sabria Sigmar para que querria el capitán Alptraum reservar a sus tropas más noveles. Camdar Hümm se hizo pronto con un instrumento de viento para avisar de la llegada de la comitiva, y pareció divertido con ser el encargado de la tuba. Mientras, Redwing ensilló el caballo e hizo a los soldados seguir su ejemplo. Por último, Lieb no se separó de su protegido ni un solo segundo, y de tener que hacer alguna tarea enviaba a un soldado en su lugar. No se fiaba de los hombres de Jaran, y Trier no le reprocharia por ello.

Cuando llegaron hasta donde Ivein se encontraba, el viejo sacerdote acababa de despedirse de Russ. Tras retocarse la larga barba blanca y poner al corriente a Messner de lo que Reinhard habia hecho y se planteaba hacer, le dejó tiempo al diplómatico para hablar, no sin meterle algo de prisa.

Ivein Hopked

-Se raudo en palabras, hijo mio. Las diligencias están por partir, y el sol no tardará en aparecer, dando la señal de ataque de los rebeldes Leitdorf. No tenemos mucho tiempo.



FDI: Un 59 en Mando va poniendo las cosas en su sitio para tus hombres. Será importante ser un lider serio, respetado y obedecido por pequeño que sea el grupo, para mantener la moral en su sitio. La moral alta puede causar modificadores de hasta +5 en ciertas acciones grupales, la moral baja puede dejar tales bonos a -10.
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Re: Prisión de Almas: Acto II

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Trier se alejó corriendo, en busca del padre Hopked. Messner, recientemente elevado al cargo de diplomático en jefe del bando Aptraum, bajo el pintoresco título de "Voz del Elector", trataba de colocarse bien su nuevo parche. Mientras, daba cortos paseos de un lado a otro, bajo la atenta mirada de Adolf Lieb. El mercenario no parecía tener ni la más mínima intención de perder de vista a su patrón. Mientras, Messner daba cortos paseos, intentando acostumbrarse al peso de su nueva armadura. Nunca había llevado una protección tan pesada. En medio de uno e estos paseos, uno de los guardias que le habían asignado se le acercó, saludándole marcialmente.

El soldado, con escuetas palabras, le explicó al antiguo fiscal la razón de la presencia de menos efectivos de los esperados. La explicación no disgustó del todo a Messner. Como queriendo confirmar las palabras de su compañero, los ocho guardias restantes se pusieron firmes, convirtiéndose en la viva imagen de la disciplina y la profesionalidad castrense. Messner se volvió a tan arrojados hombres.

-Será un honor servir con vosotros, caballeros. No esperaba contar con la ayuda de tan gallardos soldados, verdaderos hijos de Averland. En cuanto al número, no tengo ninguna queja, señores. Después de todo, la nuestra es una misión de paz, y al conde le harán falta más espadas que a mí.

A una orden de Redwing, los hombres empezaron a montar. El alguacil desenvolvía los estandartes, y los hacía ondear al viento junto a Kurt. Era una visión esperanzadora, con los pendones alzándose entre las columnas de humo y fuego. Los Alptraum prevalecerían. Por su parte, Hümm parecía divertirse, jugando con una corneta que habría sacado de Sigmar sabía dónde. Unos criados traían los últimos caballos, entre los que se encontraba Erwin, ahora magníficamente vestido y acorazado. Una armadura de mallas y telas azules cubría al noble corcel, acorazada su testa. En verdad, Erwin poseía un porte imponente, comparable al de los más grandes caballos de guerra. Sin embargo, el equino compañero de Messner nunca había sido adiestrado para el combate, por lo que no mostraba la agresividad y el afán combativo de sus belicosos congéneres. Messner se acercaba a acariciar a su caballo cuando Effermann apareció. Tajante, se dirigió al fiscal. Messner contestó raudo, pues tampoco a él le interesaba perder tiempo.

-Seré breve, padre. Por una parte, creo que merezco saber qué ha dicho Saford. También me sería útil conocer todo lo posible de Heideck, así como de Kilmer Vorstub, temas de los que parecéis conocer bastante, padre. Además... -Messner bajó el tono- Echad un ojo a Tropkter, padre. Más vale prevenir.-el diplomático volvió a adoptar un tono normal- Despedíos de Herr Effermann por mí si podéis. Espero que el padre sepa valorar los servicios pestados.

Una vez obtenida la respuesta de Ivein Hopked, sería hora de partir.
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Re: Prisión de Almas: Acto II

Mensaje por Saratai »

23 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Camino a Heideck.

Las caravanas partieron de la ciudad lentas y pesadas, cargadas de objetos valiosos, cajas, provisiones y sirvientes. A cada lado de cada caravana, ballesteros y piqueros aguardaban los pasos. Cabalgando alrededor de la marcha, jinetes y herreruelos trotaban sin cesar. Y en el centro de todo ello, lejos de las escaramuzas que se llevaban a cabo en la cola, Messner y Hopked habian encontrado un momento para hablar. El representante del Elector y el sumo consejero hablaron durante más de una hora, en la que Hopked puso al corriente al tuerto diplomático de la situación.

Ivein Hopked

-Saford ha hablado, y mucho, pero no te preocupes por ese tema. Ya tenemos a gente trabajando en ello. Al parecer Saford fue, efectivamente, miembro de aquel putrefacto aquelarre, pero actualmente hay alguien más peligroso que él manejando a bandidos y herejes en tierras de Grenzstad, y que está dispuesto a pactar con Bukter, a quien mala muerte den los dioses. En resumidas cuentas, la secta está herida, pero sigue coleando, y ahora que sabe de su vulnerabilidad y de la información que tenemos, no me cabe duda de que se volverá más violenta y agresiva, más directa en su trayectoria. Su objetivo, ahora descubierto, es entrar a la fuerza en el gobierno de cada ciudad y pueblo, engañando, matando y corrompiendo si es necesario. Que Sigmar nos asista si sus garras hacen volar alto al Consejo de Grenzstad...


Tras una pausa, en la que un sirviente advirtió a Hopked que un muchacho cojo al que se habia encontrado en el camino demandaba una auidiencia, Hopked terminó de advertir a Messner sobre Heideck.

-Has de saber que Heideck es un hervidero de mercenarios y ladrones, pero sobre todo, de gentes inteligentes y calculadoras. Kilmer Vorstub no es otro que el hijo de Herman Vorstub, el Viejo, quien tuvo años en jaque a vigilantes y patrulleros de toda la provincia. Consiguió hacerse con el poder tras desposarse con la hija del burgomaestre, un hombre senil y enfermo, a base de sobornos y regalos, además de acabar con el resto de pretendientes. Hace poco, su mujer y su suegro murieron, y ahora el es la mayor autoridad de la ciudad. Le conozco de hace tiempo, pues conoci a su padre... especialmente bien. Kilmer quiere tierras, quiere titulos y quiere dinero para su amada ciudad. Dale esas tres cosas, y será un amigo más fiel que muchas de las casas que hasta ahora nos han jurado lealtad.

Ivein no quiso entrar en detalles acerca de porque conocia a Herman El Viejo, por lo que los nueve soldados de Messner escoltaron a su señor a donde Hümm, Lieb, Trier y los dos alguaciles kurt y Redwind esperaban. De camino se tropezó con un muchacho cojo, con feo aspecto y fuertes toses, que llevaba guardada una rustica hacha en el cinto. Messner no lo sabia, pero aquel era Cässim de Loningbruck, El Cascarilla. Y aquel carbonero iba a hacer mucho más por el bando Alptraum que sus decenas de soldados ni su mucho oro.



Las praderas de Averland se mostraron abiertas para la comitiva del Elector, limpias y frescas en el fresco otoño sureño. Las banderas izadas daban un aspecto noble a la comitiva, y una formación perfecta daba fuerza al cuerpo diplómatico. Siete mensajeros se habian unido tras dejar Averheim, y ahora el grupo del acorazado Messner lo conformaban sus cinco hombres de confianza, los nueve soldados de entre los que destacaba el aguerrido Luthor, y los siete mensajeros, entre los que viajaban heraldos, el famoso escritor Coppal, cronistas y hasta un bardo, el cantor Radamier. Un total de 21 hombres, todos fieles seguidores del cuñado del Conde, que en su coraza de placas abrillantadas en azul cobalto, resplandecian con todo el fulgor del cielo, como un heroe de antaño.

Por la tarde hicieron una pausa, comiendo de los viveres que los hombres de Luthor cargaban en las alforjas de sus caballos, tales como pollo, manzanas y un pastel de pera empacado, pues todo era poco para los diplomaticos de la Voz del Elector. Más tarde continuaron con su viaje por la Vieja Carretera de los Enanos, y fue a la entrada de la noche cuando por fin, llegaron a Heideck.


24 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Heideck.

Impresionante era la única palabra que podia describir aquello. Messner apenas habia viajado fuera de Averheim un par de veces en toda su vida, y jamás habia podido observar otras grandes ciudades de Averland. Pero de las que habia visto, ninguna se asemejaba a Heideck. La ciudad, erigida sobre altos valles, los de mayor altura en toda la provincia, se mostraba imponente en sus grandes murallas iluminadas bajo el manto nocturno de Morrslieb. En ellas, decenas de matacanes y hasta tres cañones de pedernal la hacian parecer una fortaleza gigante, dispuesta impenetrable contra cualquier enemigo que quisiera tomarla. Aunque su tamaño era mucho menor que el de Averheim, sus defensas eran más compactas, y el grosor de sus murallas permitia anchas torres cargadas de guardias. Guardias que la comitiva de la Voz del Elector no tardaron en hallar, pues Kilmer no era insensible a la guerra que se cernia sobre la provincia, y no tenia la menor intención de dejar facil a ningun enemigo la toma de la ciudad por la que tanto habia luchado.

Las gentes de Heideck ya estaban sobreaviso de la llegada de la comitiva, como preambulo al gigantesco contingente que habria de llegar al dia siguiente. Por ello, los hombres de Heideck habian preparado toda una demostración de fuerza, y los diplomaticos pudieron estimar que solo en aquella ciudad debian haber más de cien militares fieles al gobierno, militares escogidos a dedo por Vorstub, y solo fieles al oro de su señor. Al paso de la corneta de Camdar Hümm, las puertas de la ciudad se abrieron, y tras cabalgar por los empinados valles que llevaban a ella, la comitiva llegó al barrio de Gota Azul, bellamente dispuesto, y engalanado para la ocasión. Aquel recibimiento, más parecido al digno de un rey que para un diplomatico dejó boquiabertos a los leales a Alptraum. Quien sabia si todo aquello no era más que una maniobra negociadora.

Fue tras casi una hora de trote, en la que los guardias de la ciudad, vestidos de pulcro negro, llevaron a la diplomaticos hasta las estancias de Kilmer. Éste habia hecho de una antigua iglesia su hogar, y habia reforzado la seguridad del lugar. Fue aqui donde Messner encontró la segunda demostración de fuerza de Kilmer, pues un gargantuesco ogro emplumado hacia las veces de guardia mayor de la puerta de la alcaldia. El ogro era un monstruo de mas de dos metros de alto y anchisimos hombros, que armado con un espadón de mayor tamaño que un hombre y su caballo se apartaba tan solo por las ordenes de Kilmer o de la segunda al mando de Vorstub. Maria, una mujer pequeña y delgada, bellamente engalanada, era esta mujer, y fue la encargada de llevar a Messner, Luthor, Lieb y Trier (los unicos a los que se permitio entrar dentro del lugar, habiendo de quedar el resto fuera) hasta los aposentos de Kilmer.

El señor de Heideck habia decorado su hogar y estancia de gobierno de manera recta y ordenada, casi simetrica. No habia cuardo que no estuviera en su lugar, ni tarima que sobresaliera mas por una punta que por otra. Todo parecia calculado, y hasta el mismo Kilmer vestia y lucia de igual manera. Kilmer era un hombre de mediana edad, algo mayor que Heinrich, con pelo largo y negro perfectamente engominado y recogido hacia atrás, perfmuado como un cortesano reiklandés. Sus ropas eran también sobrias, destacando el negro y el oro por encima de ningún color. Vorstub no tenia origen noble, y no habia ningun escudo representativo en la estancia, asi como ningun simbolo familiar. Tan solo estaba él, y su astucia para haber llegado a donde estaba, un caso extremadamente raro para una sociedad en la que solo burgueses y nobleza llegaban a ostentar cargos de poder.

Kilmer Vorstub

-Usted debe ser Heinrich Messner-
dijo el señor de Heideck nada más ver al politico, tras levantarse, presentarse y volverse a sentar -pero no veia necesidad de armarse en placas para venir a hablar conmigo. Se que tengo mala fama, pero hasta los plebeyos como yo tenemos nuestra hospitalidad- exclamó con una sonrisa felina.

Aquella reunión iba a ser muy diferente a las que habia llevado a cabo Messner con Ulli Norfendeger y con Treit Hannodeck. Kilmer no era ningún señor noble, y las normas de etiqueta y bien estar iban a significar poco para él. En principio la firma del pacto de colaboración entre su ciudad y el Elector se veia sencillo, pero no por ello Kilmer iba a dejar de intentar exprimir a sus invitados.

-Me disgusta sobremanera el devenir de los acontecimientos pasados, Herr Messner-
continuó Vorstub -pues la vida deberia de ser más pacifica, y los hombres, menos ambiciosos. Nunca he visto a Markus Leitdorf, pero he oido hablar mucho de él, y dese luego no le sobra paz ni le falta ambición. Aunque claro, tal vez sea cuestión de la condición humana...

Estaba claro que Kilmer, sentado por encima del resto, era de los que preferia esperar a precipitarse, por lo que la alianza a negociar deberia ser sacada a relucir por Messner. Habia llegado el momento de actuar, y de actuar certero.
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Re: Prisión de Almas: Acto II

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Heinrich Messner

Mientras Messner hablaba con el padre Hopked, el sol empezó a despuntar en el horizonte. El amanecer era inminente y, por tanto, también lo era la hora de la partida. Por primera vez en la larga y orgullosa historia de Averland, un conde elector se veía obligado a abandonar la capital. Alrededor de ellos, todo se ponía en marcha. Los nobles salían somnolientos de sus mansiones para montarse en sus diligencias, los refugiados levantaban sus improvisados campamentos y recogían sus mantas. Los soldados se echaban sus alabardas al hombro y se colocaban en formación. Las calles fueron llenándose de gente, que acudía masivamente de todos los rincones del Barrio Viejo. Gritos aquí y allá, órdenes y preguntas. Organizar todo aquello no era una tarea nada desdeñable. Messner incluso creyó escuchar a lo lejos la voz de Konrad, bramando la forma en la que debían hacerse las cosas. Tras un rato, toda la comitiva estaba lista y ordenada para marchar.

Messner y Hopked se encontraban más o menos en la zona media de la caravana, relativamente lejos de las escaramuzas que tenían lugar en la retaguardia. Heinrich esperaba que Tropkter hubiese escuchado sus sugerencias en cuanto a la retirada... De vez en cuando, un grito especialmente desgarrador provocaba escalofríos entre los seguidores del conde, que miraban nerviosos por encima del hombro. El religioso fue contestando las preguntas de Messner, revelándole que Saford había hablado y que les había proporcionado información sobre los planes de la secta. Con la ayuda de Bukter, pretendían convertirse en un bando más en la lucha por Averland, obteniendo el poder que luego pasaría a manos de la Serpiente Púrpura. Al parecer, Grenzsadt se convertiría en una pieza clave en la guerra. El ahora diplomático sonrió al pensar que no hacía mucho tiempo le había entregado la ciudad a Norfendeger... Él se aseguraría de que la ciudad terminase en sus manos. Tras una interrupción en la que un sirviente informó al padre de que un joven pretendía hablar con él, Hopked continuó. Esta vez la conversación giró alrededor de Heideck y de su gobernante, Kiler Vorstub. Al parecer, Kilmer no era otro que el hijo del legendario Hermann el Viejo. Cómo conocóa Hopked aquella información era algo que Messner ignoraba totalmente. La verdad es que no estaba seguro de querer saberlo. Hopked se mostraba confiado y optimista, y era obvio que veía en los señores de Heideck a unos aliados más que de su agrado. Conforme, Messner decidió que con aquella información bastaba.

-Gracias por vuestro tiempo, padre. Ahora partiré, e intentaré que las cosas vayan lomás rápido posible. Que Sigmar esté con vos. Larga vida al conde.

Mientras cabalgaba para reunirse con sus hombres, Messner vio pasar a un joven desgarbado y cojo. Se imaginó que sería el que había pedido hablar con Hopked. Qué podía aportar un personaje como aquel a la causa Alptraum era algo que el fiscal no se imaginaba ni por lo más remoto... Tras un corto galope, llegó hasta sus hombres, que cabalgaban cerca de la cabeza de la columna.

-Herr Hümm, nos vamos. Rumbo a Heideck, al galope.

Feliz, Camdar Hümm sopló su corneta. Redwing y Kurt alzaron sus estandartes mientras la comitiva partía al galope, adelantándose a la caravana. Los hombres de Heinrich Messner cabalgaban hacia Heideck.

*****

Nada perturbó la marcha de la comitiva, que avanzó rauda por las vastas praderas de Averland. Al grupo de Messner se le habían unido los mensajeros prometidos por Jobb, lo cual conformaba un grupo bastante numeroso. Aunque alguien los hubiese visto, no habría sido buena idea atacar a un grupo de veintiún hombres montados y armados. Sólo pararon para comer algo a media tarde, durante un tiempo en el que Messner pudo comprobar que Luthor, aunque no poseía ningún rango, ejercía como líder de los soldados, gracias al respeto que los demás le profesaban. Messner se alegraba de contar con soldados tan aguerridos. En cuanto terminaron de comer, reemprendieron la marcha. Los muros de Heideck no fueron visibles hasta ya entrada la noche.

*****

Messner había estado charlando con Trier durante esta segunda mitad del viaje, preguntando al joven por su implicación en los sucesos que habían acontecido en la ciudad. Sin embargo, la aparición de Heideck paró en seco la conversación. Lo que vio, más que una ciudad, era una fortaleza. Contar con la ayuda de aquella población sería sin duda una ayuda inestimable para el conde Jobb. Hümm tocó la corneta, y una infinidad de figuras negras se movieron en las almenas, a la vez que las puertas se abrían. Lo que vieron en cuanto franqueron las puertas les dejó boquieabiertos a todos. Muchísimos ciudadanos estaban en pie, aguardando la llegada de los mensajeros del conde. Se agolpaban en las calles, rodeándoles y lanzándoles vítores. Mientras, adustos soldados les escoltaban hasta lo alto de la ciudad. Messner no esperaba un recibimiento así, ni mucho menos.

-No me esperaba tal recibimiento... Kilmer Vorstub no sólo es poderoso, sino que además está bien informado...

Sus hombres no pudieron hacer otra cosa que darle la razón. Finalmente, tras un paseo triunfal por las nocturnas calles de Heideck, llegaron al edificio desde el que Kilmer dictaba su voluntad. Se trataba de una antigua iglesia, ahora convertida en la sede del poder de Kilmer Vorstub. Un gigantesco ogro aguardaba a la entrada. Cuando la comitiva llegó al edificio, una multitud de sirvientes se acercó, ayudando a los jinetes a desmontar y llevándose sus monturas a los establos. Una bella mujer, que se presentó como Maria, pidió a Messner, Trier, Luthory Lieb que la siguiesen. Messner se dirigió a sus hombres antes de entrar en la iglesia.

-Hoy habéis hecho bastante, caballeros. Podéis descansar hasta mañana. Si no recibís noticias mías antes, nos reuniremos al mediodía aquí mismo. Buenas noches, señores.

Luego, se dirigió a Maria.

-Agradezco tan gentil recibimiento, señora, no tengo palabras para agradecéroslo. Espero ser capaz de cooresponder a la generosidad de Herr Vosrtub.

Los cuatro siguieron a la mujer, que les condujo a la sala donde Vorstub aguardaba. Todo en aquella estancia estaba dispuesto para mostrar el poder de Kilmer, así como para intimidar a los visitantes, para dar una idea del poder de Heideck y su señor. Kilmer Vostub abrió la conversación con algo parecido a una broma. O al menos eso es lo que Messner pensó...

-En efecto, yo soy Heinrich Messner, Herr Vorstub. Debo deciros que nos sentimos honrados por el recibimiento que nos habéis brindado. En cuanto a la armadura... os aseguro que no es por vos, señor, pero por desgracia los caminos no son ahora mismo un lugar por el que andar sin protección. Como se suele decir, más vale prevenir que curar...

Messner sonrió, intentado conseguir un mínimo de intimidad y complicidad con el astuto señor de Heideck. Éste, continuó hablando. Kilmer era directo, y aunque no quería precipitarse, era claro que tampoco quería andarse por las ramas. Sería tarea de Messner sacar a relucir el tema de la visita, aunque todos lo conociesen ya.

-A nadie le gusta el cariz que están tomando los acontecimientos. Herr Vosrtub. Markus Leitdorf es un maníaco inestable, al igual que casi toda su familia. Con él, Averland nunca alcanzará nada parecido a la paz. Como ya sabréis, ese es el tema de mi visita, pues vengo para pediros ayuda de parte del legítimo conde, su excelencia Jobb Alptraum. Juntos, y con el resto de casas que nos apoyan, seremos capaces de destronar al usurpador y de restablecer la gloria perdida de Averland. En nombre del conde elector, el portador del Colmillo, os solicito formalmente vuestra adhesión a la causa. Obviamente, sobra decir que el conde es generoso, y que recompensará a sus fieles aliados... Estoy seguro de que podremos llegar a un acuerdo.

Messner tampoco quería precipitarse. Quería saber a qué aspiraba Kilmer antes de hacer ninguna oferta.
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Re: Prisión de Almas: Acto II

Mensaje por Saratai »

24 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Heideck.

El viento nocturno aullaba por los postigos de las ventanas de la estancia, en la menuda pero hermosa casa de Kilmer Vorstub. El señor de Heideck escuchó a las palabras de Messner mientras hechaba hierbas a una pipa, y daba una profunda calada. Tras ofrecerle a su contertulió, contestó con una afilada sonrisa en el rostro.

-Bien, expresaré mi petición, aunque no tengo prisa en recibir la respuesta. Ya he dado mi palabra de que alojaré al Elector y a sus gentes durante diez dias en mi ciudad y lo cumplire. Comprarán, consumirán y vivirán en mis posadas y tabernas, y eso no está nada mal. Pero si lo que su señoria, el digno Elector de Averland quiere, es que Heideck se ponga a sus pies y le page tributos y hombres, Jobb Alptraum tendrá que pagar algo a cambio, aunque solo sean dos detalles. Consideradlo un honor, jamás le habria ofrecido vasallaje al demente de Markus ni al extranjero de Feuerbach, eso lo sabe todo el mundo.


Kilmer se pasó una mano por el pelo, ordenando los cabellos rizados que amenazaban con salir de su circunferencia craneal. Tras tirar la ceniza seca, mandó a su administradora, la señorita Maria, a traer papel y pluma. Ya tenia varios documentos preparados con sus demandas, pero aun asi preferia tener libertad de acción, y un extra de pergamino para imprevistos. Tras obtenerlos, continuó.

-Como buen fiel a Jobb, creo que deberia de tener titulos en esta ciudad. Tengo dos hijas, y espero un varón para fin de año, con suerte- El señor tocó la madera de la mesa dos veces . -Por ello me gustaria que mi hija mayor Stella contrajera matrimonio con un Aptraum, o en su defecto, con un Fahen. Para mi hija menor, bueno querido Messner, la trayectoria de tu familia es intachable. Mi benjamina tiene buenos genes, y he oido que tu hijo ha crecido sano y fuerte, a los dioses gracias. Creo que ya me entiendes. Esto y los documentos firmados de pertenencia de Heideck y de la aldea de Willenfeld a la familia Vorstub serán la mitad del pago. Administro la ciudad en nombre del consejo de terratenientes de Heideck, que me dieron permiso hace unos años, pero no tengo su propiedad, no en terminos adecuados a mi cargo.

Una pequeña pausa permitió al tuerto Messner asimilar las consecuencias de prometer a su jovencisimo hijo con la hija menor de Vorstub. La cara de desaprovación de Silvia se formó al instante en su mente, con un dedo levantado sobre el rostro.

-La otra mitad del pago será la suma de 6000 coronas de oro, y la obligatoriedad de que vuestros ejércitos contraten el 80% de sus fuerzas mercenarias de entre las 14 compañias mercenarias de la ciudad. No creo que ninguno de los puntos sea discutible, Heideck ha sido rentable para la provincia bajo mi administración y lo seguirá siendo bajo mi propiedad. En cuanto a la contratación de mercenarios, no es ningún secreto que Herr Jaran Tropkter, sumo general de Jobb Alptraum, necesita hombres. Esto es todo, como ve no voy a regatear cantidades desorbitadas ni exigir hombres o más tierras que no me correspondan. Aqui le dejo los documentos-
dijo mientras le extendia al acorazado diplomatico los pergaminos -y podrá considerar Heideck el bastión inexpugnable de las familias Messner, Alptraum, Hannodeck, y demás.

Tras la consideración, de la que Vorstub no esperó respuesta, los hombres y mensajeros del tuerto Heinrich pasaron a tener instalaciones para dormir aquella noche en la misma casa de Kilmer. El señor de Heideck no parecia temeroso de que los Alptraum jugaran sucio y le asesinaran durante la noche para ahorrarse pagarle el dinero. Lo que no sabia Messner era si esa tranquilidad venia por el enorme ogro que ejercia de guardaespaldas del señor, o por la confianza del de Heideck por el bando del Elector. Messner tendria hasta el dia siguiente para reconsiderar la propuesta, dia en que la caravana y el mismo Conde llegarian a la urbe del valle. Mientras tanto, tendria toda su estancia pagada, incluido unos baños calientes, comida y fruta fresca, y las habitaciones tanto de los soldados, como de los mensajeros y de sus hombres de confianza, en la que en una se jugaba a las cartas de Luthor, en otra se iniciaba una charla filósofica comenzada por Radamier y en la última solo se oian los ronquidos de Humm, ya borracho, y del afilador de Lieb.
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Weiss
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Kilmer se tomaba con calma cada movimiento que hacía, como si lo tuviese todo perfectamente calculado, como si cada una de sus acciones estuviese encuadrada en un compás que sólo él entendía. Sus gestos eran rápidos, felinos, y un punto desafiantes. Lentamente, fue llenando su pipa, antes de dignarse a hablar. Todos los ojos de la sala miraban expectantes al hijo de Herman "El Viejo", que se hacía esperar. Era el centro de atención, y lo sabía. Entre los ojos contemplantes se encontraba el único ojo de Heinrich Messner, de pie en el centro de la sala, luciendo imponente su coraza. Coraza que a aquella alturas ya tenía tanto de imponente como de incómoda. Para el maltratado cuerpo de Messner, una mole de acero por vestido no era lo más apropiado. El antiguo fiscal trataba de imaginarse cuáles serían las reclamaciones del señor de Heideck, y valorando qué podría concederle. Jobb había puesto una enorme responsabilidad en sus manos. Sin embargo, ni por lo más remoto Messner se habría imaginado lo que Vorstub iba a pedirle... Cuando Kilmer empezó a hablar, la mente de Heinrich cesó de hacer cálculos y se centró unicamente en las palabras de su interlocutor.

El principio de su discurso fue bastante positivo, pues afirmó abiertamente su fidelidad, al menos temporal, al conde, así como su negativa a aliarse con alguno de los otros bandos. Messner pudo respirar un poco más tranquilo. Ivein Hopked había tenido razón cuando dijo que Vorstub les apoyaría, lo que no dejaba de ser misterioso. ¿Cómo sabría aquel religioso cuál sería la respuesta del señor de Heideck?. Se trataba de un personaje más que misterioso, lleno de interrogantes. De la noche a la mañana, aquel antaño desconocido sacerdote se había convertido en la mano derecha de Jobb Alptraum. Sin dar demasiado tiempo a Messner para pensar, Kilmer ordenó traer pergamino, antes de explicar sus peticiones.

Lo primero que pidió fueron títulos de nobleza, así como la posesión legal de la ciudad. Lógico, pensó Messner. Si había algo a lo que todo el mundo aspiraba, era a acceder a la clase noble. Aún más si se trataba de alguien con orígenes oscuros como Kilmer Vorstub. Messner no se extrañó, pues era algo con lo que contaba. Kilmer ya controloaba Heideck con mano de hierro, así que darle la posesión en términos legales no supondría prácticamente ningún cambio. Al contrario, si había algún beneficio, sería para Jobb, que tendría más control sobre Vorstub, al ser éste su vasallo feudal. El segundo punto del acuerdo tampoco descolocó a Messner. El señor de Heideck trataba de asegurarse su posición emparentándose con la alta nobleza, como eran los Alptraum o los Fahen. Las familias nobles solían ser extremadamente prolíficas, por lo que seguro que había algún candidato a ser desposado con la heredera de Vosrtub. La petición que hizo que Messner mirase incrédulo a Kilmer fue la tercera. Pretendía que Mannfred se casase con su hija menor.

En aquel momento, Messner tuvo que aceptar lo que llevaba tiempo sabiendo. Sin saberlo, el joven hijo de Messner se había convertido en una pieza clave en la política provincial. En el desgraciado caso de que Jobb muriese sin descendencia, el Colmillo pasaría a Silvia, convirtiéndose el propio Heinrich en conde consorte de Averland. Y justo después en la línea de sucesión, estaba Mannfred Messner-Alptraum. Si Jobb moría, acabaría heredando las posesiones tanto de Messner como Alptraum, el voto electoral, el Colmillo Rúnico y, por lo tanto, el dominio de Averland. Se convertiría en el hombre más poderoso de la provincia. Vorstub, por su parte, trataba de convertir a su hija en la mujer de un niño tan potencialmente poderoso.

Kilmer concedió unos instantes de descanso a la chocada mente de Messner, pero no fueron los suficientes como para que el fiscal analizase las consecuencias de todo aquello. Cuando volvió a hablar, no hizo nada menos que exigir la inmensa suma de seis mil coronas de oro, aproximadamente la mitad de las arcas estatales. En aquello, Messner no podía ceder. El conde necesitaba aquel oro para contratar un ejército con el que reclamar el trono, así como mantenerlo y equiparlo. Además, una vez retomada Averheim, haría falta muchísimo dinero para reconstruirla... En aquellos momentos, no podía pagar semejante dineral. Vorstub tendría que aceptar cobrar a plazos, o algún otro privilegio como compensación. La exigencia sobre la contratación de los mercenarios fue mucho más lógica. Heideck era conocida por la eficacia de sus bandas de mercenarios, lo que sumado a que Tropkter necesitaba hombres desesperadamente y a que los Arcas Rojas estaban con Leidorf, dejaba a los matarifes de Heideck como la opción más lógica.

Tras terminar de exponer sus peticiones, Kilmer dio por finalizada la reunión, ordenando a sus sirvientes que condujesen a los invitados a sus habitaciones. Antes de partir, guiados por la enigmática Maria, Messner dirigió unas palabras a Vorstub. Junto a su descomunal ogro, el señor de Heideck sonreía taimado.

-Mañana tendréis una respuesta, excelencia. Agradecemos vuestra hospitalidad.

Con el alado yelmo bajo el brazo, Messner siguió a Trier, que caminaba delante de él. Lieb, Luthor, Trier y el propio Messner fueron guiados hasta unas habitaciones, en las que el resto de la comitiva ya se había instalado. La potente voz de Hümm servía como aviso de que el vino ya había empezado a causar estragos. La habitación de Messner no era especialmente lujosa. Al contrario, era bastante sobria, al igual que el resto de la residencia de Vorstub. Kilmer impresionaba a sus invitados, pero no mediante el lujo o la ostentación, sino mediante una apariencia de total y férreo dominio. No dejaba de ser extraño que siendo así de sobrio hubiese dispuesto semejante despliegue a la hora de la llegada a la ciudad. Una demostración de fuerza, sin duda. Messner se sentó en la cama, y empezó a desprenderse de la armadura como buenamente pudo. Debería haber llamado a uno de los sirvientes de Vosrtub, pero no tenía ganas de que en la ciudad supiesen que Jobb había enviado prácticamente a un tullido para negociar. No quería que supiesen que bajo aquella armadura yacía un cuerpo herido y débil. Había dado la imagen de un héroe de antaño, y pensaba mantenerla. Fue dejando las diversas piezas de la armadura en una mesa cubierta con un mantel, y se puso ropa más cómoda, que alguien había dejado convenientemente dispuesta encima de la cama. Lógico. Nadie se pasea por una casa con la coraza puesta. Al poco, una doncella llamó a la puerta, informando a Messner de que podía bañarse si era su deseo. Al fiscal no le desagradó la idea, y pensó que un baño caliente sería bueno para su magullada anatomía. Efectivamente, después del baño y de una ligera cena, se encontraba en mucho mejor estado. Entonces, fue cuando llegó la parte complicada de la noche. Tenía que pensar qué responder a Kilmer Vorstub.

Era bien pasada la medianoche cuando las velas de la habitación del fiscal se apagaron. Había tomado una decisión.


*****


La misma doncella que le había avisado del baño fue la encargada de servirle el desayuno. En una bandeja, llevó algo de comer a Messner, que tuvo que apartar apresuradamente la armadura de la mesa en la que la había colocado. Antes de irse, la chica informó de que el señor estaba listo para escuchar su respuesta. Messner desayunó con calma, antes de encaminarse a la sala de gobierno de Kilmer. Decidió no ponerse esta vez la armadura. Se conformó con echarse la capa por los hombros y ceñirse el cinturón del que colgaban la espada y la daga. Se ató el parche y salió de la estancia, preparado para comparecer ante Kilmer Vorstub. Trier ya se encontraba en el salón, y tanto Luthor como Lieb entraron unos instantes después que Messner. En su sillón, Vosrtub aguardaba, sonriendo. El fiscal se colocó en el centro de la sala y empezó su discurso.

-Herr Vorstub, como os prometí, ya tengo una respuesta que daros. En nombre del conde, tengo a bien concederos los títulos que solicitáis, con todo lo que ellos conllevan. Vos y vuestros herederos obtendréis el título de barones de Heideck y Willenfeld, siempre y cuando cumpláis con vuestras obligaciones feudales. Doy por hecho que las cumpliréis ejemplarmente, y por tanto recibiréis el mismo trato por parte de nuestro señor el elector.

Messner dio unos segundos a Kilmer, para que asimilase el mensaje. Tras una corta pausa continuó.

-Sobre el tema de las compañías mercenarias, creo que es obvio que el acuerdo es total. Como habéis dicho, Herr Tropkter necesita hombre, y qué mejor lugar que Heideck para conseguirlos. Os aseguro que al menos ochenta de cada cien hombres serán contratados de entre los que vuestra ciudad nos ofrece. Desgraciadamente, ésto nos lleva a otro punto de las exigencias, Herr Vorstub. Para contratar los hombres necesitamos dinero, y si os entregamos las seis mil coronas que pedís, esos ochenta de cada cien no serán más que un puñado de piqueros. Ahora mismo, las arcas del conde no pueden desembolsar tal suma, excelencia. A cambio, os ofrezco dos alternativas. La primera es la más sencilla, y se trata de un pago en seis años, a razón de mil coronas por año. La segunda sería la concesión de algún privilegio que podáis desear, siempre y cuando sea equiparable a la suma de la que estamos hablando. No hace falta que contestéis ahora, Herr Vorstub, primero dejadme terminar de responder a vuestras solicitudes. Sobre los matrimonios concertados, acepto, pero no sin ciertas condiciones. Las mujeres que vayan a desposarse tanto con mi hijo como con algún otro miembro de los Alptraum o Fahen deben estar acostumbradas a la vida de corte, a las formas de la nobleza, y deben recibir una educación como tales. Vuestras hijas serán enviadas a Reikland, donde mi hermana reside con su esposo, el hijo de un poderoso terrateniente, y que ahora mismo sirve en la Reiksguard. Creo que seréis conscientes de que será el mejor ambiente para su formación. Por último, y como acto de buena voluntad, os solicito permiso para iniciar una campaña de reclutamiento en la ciudad, para que todo aquel averlandés deseoso de servir a su señor pueda alistarse en el ejército estatal. Excelencia, con todos los puntos claros creo que no resta nada más que hablar. Recapacitad sobre lo ventajoso del trato, Herr Vorstub. Proporcionad vuestra ayuda al conde y os aseguro de que no os arrepentiréis. Será un placer contar con vos en la causa, excelencia

Messner terminó de hablar, y se dispuso a esperar la respuesta de Kilmer. Lo lógico sería que aceptase todos los puntos de trato, pues era obvio que era beneficioso para él. Pasaba de ser el hijo de un criminal venido a más a convertirse en un poderoso señor, emparentado con la familia electoral. El mandar a la hijas de Vorstub a Reikland había sido una buena idea, pues así alejarían a las jóvenes de la influencia de su padre, pudiendo ser educadas en la ideología de la causa Alptraum. No es que a Messner le hiciese especial gracia desposar a su hijo con una de las hijas de Kilmer, pero si la chica era joven aún había tiempo de moldearla, y de convertirla en una esposa adecuada. Además, así los territorios que Messner había concedido a Kilmer volverían en un futuro a manos Alptraum. Sólo quedaba esperar.
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

Mensaje por Saratai »

24 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Heideck.

Aquella mañana, aunque el cielo se mostraba nuboso, el dia era especialmente bueno. El viento no era excesivamente frio y la calidez atmosferica hacia innecesario llevar mucho abrigo. Y bueno, firmar un tratado siempre era un extra, al menos para alguien de la profesión de Heinrich Messner.

Aquella mañana Messner habia firmado el tratado de alianza con la familia Vorstub, y durante todo el dia habia asistido a festejos, a actuaciones de malabaristas, a cantos de grandes juglares y hasta visitó los talleres de pintura y escultura de Heideck, de manos del mismisimo Tullio Jotelener, maestre artesano del burgo. Se preparaon los recibimientos de la comitiva Alptraum, mientras Kilmer Vorstub no se separaba de su huesped y ahora miembro de su familia Heinrich Messner. Kilmer habló de su hija, y preguntó mucho de la hermana de Messner, quien se dedicaria a la educación de la pequeña Vorstub.

Kilmer Vorstub

-Desde luego, no hay lugar mejor para la educación del pequeña Irene. Seguro que Reikland le gusta mucho, siempre quiere que su madre le cuente más historias de princesas. Eso si, será una lástima no verla, pero cuando esta guerra termine, tendremos que organizar visitas.


Kilmer se encontraba especialmente feliz, con los documentos por duplicados que le otorgaban la propiedad de toda la ciudad y sus tierras colindantes. No habia recibido las seis mil coronas de un golpe, pero realmente aquel señor del crimen tampoco pensaba en un principio que fueran a darle ni la mitad. La vida cambiaba mucho. Quien le iba a decir al humilde contrabandista treinta años atrás, cuando era pequeño y su padre le alimentaba con los desperdicios de las familias del barrio Gota Azul, que acabaria codeandose con los Condes Electores, que gobernaria una ciudad y que sus hijas estudiarian en la capital.

Oh, la guerra, dadora de oportunidades y administradora de justicia.

Pero todo aquello quedó en minucias, pues aun quedaba mucho que hacer. Lavanderas y sirvientas sembraron la calle principal con petalos de margaritas para cuando la enorme comitiva de Jobb Alptraum llegara a la ciudad, donde se instauraria su capital. Heideck era una ciudad amurallada facilmente defendible, pero si se unia a los ejércitos de Pieter Tretmund, podia llegar a ser tan inexpugnable como Wuppertal o Loningbruck. En esas estaban, cuando Luthor, Camdar Hümm, Lars Trier, el alguacil Kurt y Adolf Lieb fueron a comer con su señor, e inforarme de las nuevas noticias que anidaban por la ciudad. Ellos eran los encargados de recibir a mensajeros, las peticiones y todas las nuevas que acontecian. Mientras Kurt portaba la bandera y Hümm la corneta, tambien hacian las veces de portavoces de Messner, asi como Luthor de administrar a los soldados, Trier de copiar cada mensaje o manuscrito y Lieb de asegurarse que ningún extraño se acercaba al señor noble. En la comida, una vez libres del entusiasmado Kilmer, fue Kurt el primero en hablar.

Alguacil Kurt

-Mi señor, hoy he recibido varias noticias. Al parecer, una comitiva de consejeros de Leopold Leitdorf se está reuniendo en la ciudad de Bernloch. Me han dicho que Vergamont Fahen se encuentra alli, asi como Quimel Brigundherf con sus guardaespaldas y Joel Mahiven, todos bajo la protección de Elise Alder. Tengo entendido que Vergamont nos traicionó, y que ahora representa a Alexander Feuerbach. Dicen tambien que hay bastante movimiento de tropas en la zona cercana a Bernloch.


El siguiente en hablar fue Luthor, quien confirmó las teorias de Kurt:

Soldado Alptraum Luthor

-Es cierto mi señor Messner. Mis soldados también han oido de parte de unos mercaderes que en Bernloch se está armando una buena, y de no ser por el ejército de Maximilian Kulgortz, que dirige una tropa de más de cien hombres, sin duda los Leitdorf ya habrian atacado la ciudad. Se cuenta que Maximilian fue compañero de armas de su señoria ¿es cierto?


Era cierto. Cuando Heinrich Messner estuvo en el páramo de Sorghof, Maximilian era uno de los hombres de armas de Anna Alptraum, y luchó contra los demonios que alli fueron invocados. Tras aquellos sucesos, el joven estratega de fino y poco poblado bigote rubio recibió una oferta de Elise Alder, que no dudó en aprovechar. Maximilian era uno de los mejores capitanes de Averland, y su intelecto solo rivalizaba con su habilidad con la alabarda.

El siguiente en aportar su granito de arena a la conversación fue Hümm. Amigo de tabernas y prostibulos, Hümm solia ser quien más información tenia de todos los hombres del señor Messner.

Camdar Hümm

-Bueno, unos tratantes de caballos del sur me dijeron que Alex Pillher estaba comandando un ejército enorme de revolucionarios para que se unieran a Markus Leitdorf en Averheim, junto a la familia von Kusch, pero que los muy hijoputas se traicionaron entre si en el camino. Al parecer, según me ha dicho una pareja de artistas que vienen de Loningbruck, la ciudad está afectada de viruela, y los von Kusch han decidido romper el compromiso con Markus Leitdorf, y casar a su hija con su hermano Leopold. El pobre Markus, además de loco, es un cornudo, y ahora está jodido pero a base de bien. Porque señores, agarren sus culos a sus asientos, resulta que la hija de la gorda y fiestera Selena se la meneaba a Leopold la última visita que este hizo a Loningbruck antes de la guerra.


Trier comenzó a reir a carcajadas, seguido de Luthor y Kurt. Al parecer, la lucha entre Leopold y Markus Leitdorf habia comenzado, y ambos hermanos iban a jugar sucio para acabar con la vida del otro. Y aquello no podia ser más conveniente para la familia Alptraum, pues si ambos hermanos se hubieran unido, el Conde Elector no habria podido soportar su ataque conjunto. Sin embargo, Hümm tenia más que decir.

-El caso es que no se como afectara esta lucha intestina a la defensa de Loningbruck. Supongo que ahora el capitán Tretmund lo tendrá más facil para tomarla, pero son suposiciones. Lo que no me cabe duda es que Alex Pillher no tardará en largarse de alli y buscar un señor más adecuado a sus intereses. Malditos Pillher...


Los Pillher tenian fama de traicioneros y mezquinos. Los señores de Pfungzig ya habian mandado a un asesino a la casa de Matthias von Grünwald, aunque este habia sido interceptado, y sus armas entregadas a un fiel siervo de la familia Alptraum, el cazador de monstruos Franz Miller. Los Pillher, tras esta estacada, seguramente huirian en brazos de la alianza Feuerbach, o tal vez incluso a la protección del Consejo Provincial.

Al cabo de varias horas, la comitiva Alptraum llegó a la ciudad. La columna habia sufrido ataques, pero estaba entera, y ningún miembro de los ministros del Conde Elector habian sufrido daño alguno. Nada más llegar, Jobb Alptraum, Ivein Hopked, Konrad Trademann y Jaran Tropkter se reunieron con Heinrich Messner y Kilmer Vorstub. A la reunión, Ulli Norfendeger, Treit Hannodeck, Vlad Tullirdef y Huge Fahen tambien asistieron como invitados de honor. Un mastodóntico banquete dió lugar en las estancias del propio Kilmer, mientras se ponia al corriente al Elector de los cambios acontecidos. Kilmer, inteligente, recibió al Elector de Averland con un trono especialmente construido para él, en una mansión expropiada a un burgués declarado en rebeldia, Sigmar sabria si con razón o no. Tras las felicitaciones y abrazos, Jaran y Kilmer se reunieron, pues al parecer el primero, una vez informado de los tratados firmados, se vió necesitado de soldados.

Jaran Tropkter

-Herr Vorstub, por favor, guieme hasta donde se encuentren la banda de espadas de alquiler más cercana. He recibido la noticia de mis informadores que un batallón del bando de Markus Leitdorf, llamados los Mastines Salvajes, se dirigen a Bieswang y a sus aldeas. Creo que su número no llega a los cincuenta hombres, asi que si cuento con una treintena de jinetes podremos destrozarlos cuando se acerquen a las arboledas, y aplastarlos de una vez por todas. Si mis informes no fallan, cuentan con caballeros del Oso Negro y con algunos de los revolucionarios que iniciaron los incidentes de la Plenzerplazt.


Alan Friedsgoth, esta vez no te escaparas...

Jobb Alptraum dió prioridad al ataque, deseoso de hacer llover venganza sobre quienes le habian confinado a una silla de ruedas, y Kilmer partió junto a Jaran para hacer llamar a la orden mercenaria que más jinetes expertos tuviera entre sus filas, algo no muy dificil de encontrar en Averland, provincia en la que quien no se criaba entre minas lo hacia entre caballos, para burlas de los cursis imperiales de la capital. Ulli Norfendeger insistió en aportar tres de sus herreruelos para que vigilaran a la comitiva, y Jobb consideró oportuno tomar de entre los hombres de Messner al cronista y al cantor. Tras esto, y una vez que cada uno de los miembros del gobierno Alptraum se fueron posicionando en sus lugares, Jobb hizo llamar a Messner para hablar con él a solas.

Jobb Alptraum


-Messner, has hecho un gran trabajo. Siento robarte a dos de tus hombres, pero necesito que alguien me de noticias de como mueren esos bastardos de los Mastines Salvajes. Kilmer ya me ha comentado acerca del tratado, y parece que tendremos que hablar con Huge Fahen para buscarle un marido a una de las niñas del noble contrabandista. Ahora tengo que preparar con Ivien la ejecución de Oliver Saford. Dioses, como se ha hecho de esperar este momento...

El Elector sonreia por primera vez desde su letal herida, pero era una sonrisa amarga y cruel. Sujetando el Colmillo Rúnico entre sus ahora delgados brazos, Jobb Alptraum eran tan insensible en sus piernas como en su alma. La desesperación le estaba haciendo cambiar, de un modo en el que Heinrich jamás habria creido ver a su cuñado. Pero antes de que pudiera continuar pensando en aquello, Jobb continuó.

-Sin embargo, amigo mio, necesitaré de tus servicios de nuevo. Necesitamos el apoyo de Elise Alder para poder mandar a los Leitdorfs a la horca. Tu eres hijo de su tia, no hay nadie mejor para convencerla. La condesa Alder escuchará a su primo, de eso no me cabe duda. Prepara a tus hombres, no debes perder tiempo y una vez que la ejecución de Saford finalice, deberiais partir hacia alli.

Heinrich y sus hermanos habian jugado con Elise de pequeños una vez, cuando esta habia visitado a la familia de su tia en Averheim. Elise tenia la edad de Heinrich, y su belleza embelesaba a la de cualquier otra niña. Sin embargo, Messner la recordaba como una niña caprichosa y avariciosa que siempre queria jugar con las muñecas de la hermana de Heinrich. Habria que esperar que en aquellos años hubiera cambiado.


25 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Heideck.

Al dia siguiente, cuando ya todos los altos dirigentes estaban en sus respectivos nuevos hogares (mucho más humildes que los anteriores, e instalados en ellos de renta y no de propiedad, la plaza mayor del barrio de Bravanegras recibió la atención de decenas de soldados, que comenzaron a vigilar los preparativos de sacerdotes y carpinteros. Aun no habia llegado el sol a su cenit, cuando entre abucheos de la población, Oliver Saford fue llevado, medio desnudo y cubierto de latigazos, hasta el centro de la plaza donde se habia colocado el auto de fe. Fue el mismo Ivein Hopked quien le quitó la mordaza a Oliver, y le forzó a reconocer sus pecados.

-Yo confieso haber pecado de alma y obra, haber traicionado a Averland y al Imperio y ser culpable de los crimenes de herejia y corrupción.

-Yo te absuelvo de tu alma putrefacta, y te libero de la condena de tu existencia-
replicó Ivein Hopked, mientras el verdugo, un hombre bajo pero fornido, alzaba su hacha. A su lado, Jaran cruzó una mirada con Oliver, tan solo de unos pocos segundos, tras los cuales el hacha descendió y vino a dar en las vertebras del arrodillado y desnudo Saford, que aun lloraba lágrimas de dolor y vergüenza. Tras el chasquido de huesos, el tuetano quedó libre por la plataforma de madera pero no asi la carne tierna de los laterales ni la garganta, y el verdugo tuvo que repetir el proceso una vez más, hasta que la cabeza, de rostro asustado, rodó por el suelo. Jaran, Ivein y el verdugo se bajaron de la plataforma y fueron el lector de Heideck y el mismo Kilmer quienes prendieron fuego a la plataforma de madera, quedando el cadaver de Saford consumido entre cenizas y madera crepitante. Se llevó a cabo una horación al Heldenhammer, y poco a poco los soldados dieron paso a vendedores de comida ambulantes y mercenarios que buscaban la vista de Jaran Tropkter para acompañarle en su trabajo. Messner, presente en la ceremonia, pudo ver a un hombre pecoso que acompañó a Jaran en todo momento. Hümm le informó que se trataba de Umindel Rober, un soldado de la confianza del capitán, pero a Messner le parecia conocerlo de antes. Jaran escogió a sus jinetes, y junto a Umindel, a los herreruelos Norfendeger, y al cantor y al cronista que habian acompañado a Messner, dió las ordenes para que fueran a cazar a los Mastines, mientras el se quedaba en Heideck para preparar a los soldados y apostar más defensas en la urbe de Kilmer.

Heinrich tuvo tres horas para hablar con Trademann y con su familia, tanto Manfred como Silvia. Sus hombres hicieron lo mismo, y siguiendo el ejemplo de su señor, visitaron a la gente más querida de entre los que habian llegado en las diligencias Alptraum. Tras ello, la tarde comenzó a introducirse en el firmamento, y Jobb creyó adecuado que el momento de partir de Messner habia llegado. Tras hacerle saber que podria ser acompañado de algún señor nobiliaro para hacerle más facil el viaje y darle apoyo en el bastión Alder, Jobb dió sus bendiciones a Heinrich.



FDI: 46 de Inteligencia en una tirada muy dificil te impide reconocer a Umindel Rober como uno de los supervivientes de la familia Quober.

Tienes este post para dar sugerencias, contrastar opiones y responder a tus hombres. Después tendrás que partir hacia Berlnoch para entrevistarte con Elise Alder y convencerla para que se una al bando del Elector. Puedes elegir a uno de los jefes nobiliarios de entre Fahen, Norfendeger, Hanodeck o Tullirdef para que te acompañe. Solo puedes escoger a uno, pero hacerlo te proporcionará mas hombres. Eso si, cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes.
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

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Heinrich Messner

Messner suspiró. Kilmer había aceptado. Con un simple movimiento de cabeza, el señor de Heideck confirmó su adhesión a la causa, instantes antes de que la sala estallase en una inmensa ovación. Messner se acercó al estrado donde se alzaba el trono de Vorstub, y estrechó fuertemente su mano. Aquello sólo era el principio de la resurrección Alptraum. El legítimo conde tenía un vasallo más, y una sede desde la que dirigir sus ejércitos. Desde Heideck, recuperarían toda Averland.

Tras formalizar por escrito la alianza, todos los reunidos salieron del improvisado palacio, y comprobaron que fuera todo estaba dispuesto para celebrar la unión. Tan seguro estaba Vorstub de que lograría un acuerdo que había preparado ya los festejos. Las celebraciones que se sucediaron a lo largo del día sirvieron para que no sólo la comitiva de Messner se relajase, sino todo Heideck. Reinaba un ambiente festivo, y la bebida y la comida abundaban por las calles. Juglares y acróbatas, pasayos y bufones actuaban en cada plaza, y los artesanos de la ciudad fueron enseñándole a Messner sus mejores creaciones. Particularmente interesante fue la visita al taller del maestro Tullio Jotelener, reconocido escultor afincado en Heideck. Messner sonrió al contemplar muchas de sus creaciones. Cuando volviesen a Averheim, había varias cosas en la mansión de las que aquel hombre podría ocuparse. Sólo esperaba que la mansión siguiese en pie para entonces. Hacía falta que Averheim en sí misma siguiese en pie. Vorstub acompañó constantemente a Messner, esta vez mucho más alegre, jovial y desinhibido que hasta hacía unas horas. Ya no era un hombre calculador y manipulador. Ahora, su apariencia simplemente era la de un hombre feliz. Habló de la pequeña Irene, y se interesó por Elisabeth y su marido. Parecía más que contento con que sus hijas fueran enviadas a Reikland.

-Me alegro de que os agrade la idea, Herr Vorstub. Yo también estoy seguro de que aquel ambiente será el mejor para la educación de las niñas. Mi hermana sabrá ocuparse de todo, estad seguro de ello.

Realmente, Messner tenía temas bastante importantes que comentar con Kilmer, pero prefirió no sacarlos a relucir de momento. La situación en aquellos instantes era inmejorable, y no quería tensarla. Sin embargo, en un futuro próximo el tema de que múltiples criminales usasen Heideck como refugio tendría que ser tratado de forma exhaustiva. Bajo el gobierno de Jobb, Heideck no acogería a delincuentes y contrabandistas, pero para ello la colaboración de Kilmer Vorstub era impresncindible. En cuanto acabase la guerra sería una de las prioridades de Messner.

La mañana transcurrió tranquila, entre cánticos y ciudadanos aclamando a Messner y a los suyos. Vieron cómo la ciudad se engalanaba para recibir al conde, colgando banderas azules de los balcones y pavimentando el suelo con pétalos de margaritas. La bienvenida sería aún mayor que la del día anterior. Hasta la hora de comer, Messner no pudo separarse de Kilmer, que le seguía como de si su sombra se tratase. El señor de Heideck se había empeñado en mostrarle cada rincón de su ciudad, asegurando una y otra vez lo bien que les irían las cosas. El fiscal agradecía tal cercenía, pero se sintió casi liberado cuando Kilmer se fue a comer con los suyos, dejando a Messner con sus hombres. Juntos, comieron en uno de los salones de la iglesia que servía como morada a Kilmer. Uno a uno, sus ayudantes fueron exponiendo las nuevas. El primero en hablar fue Kurt, siendo inmediatamente corroborado por Luthor, el improvisado líder de sus soldados.

-Es cierto, Herr Luthor. Herr Kulgortz fue uno de los hombres enviados por Frau Anna, junto a Jaimil, que ahora capitanea a los hombres de armas Alptraum, y a Helnacht Zuwanstein, un gran guerrero que lamentablemente se dejó allí la vida. Los demás eran el famoso Miller "Cazavampiros", Migolver Bacher con su valiente guardaespaldas, un hombre llamado Beswug. Mis buenos Franz y Liszt, Pieter Azelhoff, y dos mercenrios de los Arcas Rojas completaban la comitiva... -Messner se dio cuenta de que estaba divagando. Además, prefería pensar lo menos posible en el traidor de Migolver- Espero que Maximilian Kulgortz resista, pues Bernloch parece nuestro destino lógico. Que allí se hayan reunido los respresentantes de tantos bandos es una ocasión única para pactar. Me imagino que sabréis que mi prima domina esas tierras. En cuanto haya hablado con el conde, os informaré de nuestros planes. Buen trabajo, caballeros.

Luego fue el turno de Hümm, siempre portador de noticias más que interesantes. Al parecer los Von Kusch habían abandonado a Markus Leitdorf. Loningbruck estaba afectada de viruela y la prometida de Markus se acababa de convertir en la prometida de su hermano pequeño. Las noticias eran francamente inmejorables. Nada beneficiaba más al bando Alptraum que una lucha fraticida entre los hermanos Leitdorf. Y por si fuera poco, Markus tenía serias dificultades para pasar por las puertas... Poco a poco, todos los presentes fueron animándose a reir escandalosamente, siendo Trier el más ostentoso de todos. Cuando las risas se calmaron, Hümm continuó. Las noticias seguían siendo buenas, pues el Hauptmann Tretmund podría atacar más fácilmente Loningbruck, y los Pillher también habían abandonado a Markus, previsiblemente para pasarse al bando del falso consejo provincial. Dos casas menos en el bando de Markus.

-Me alegran sobremanera vuestras noticias, Herr Hümm. El sobrino del conde loco no sólo ha perdido el apoyo de dos casas, sino que ha ganado un par de cuernos... Que se maten entre ellos, a nosotros no nos podría venir mejor. En cuanto a los Pillher, son gente sin honor ninguno. Como favor, dejaremos que sea Von Grünwald quien decida su destino, pero es obvio que sus tierras serán confiscadas. Herr Trier, apuntad. Yo, Heinrich Messner, en nombre de nuestro señor el conde Jobb Alptraum, declaro a la familia Pillher culpable de alta traición. Mejor será ocuparse de ellos pronto, pues veo arriesgado pactar con ellos. Nos dejarían vendidos en cuanto pudiesen...

Una vez terminada la comida, Messner se puso en pie. Contempló unos segundos a sus hombres antes de hablar.

-Caballeros, espero que seáis conscientes del papel que hemos jugado en el futuro de Averland. Sobre el tratado que hoy hemos firmado se construirá el gobierno de nuestro señor, Jobb Alptraum. Es un momento para el optimismo, sí, pero quiero aprovechar para recordar la figura de un hombre que nos ha abandonado, presa de la ira y el odio desatado por el demente de Markus Leitdorf. Bebamos a la salud de Tobias von Grünwald. Descansa en paz, amigo.

Una vez que todos vaciaron sus copas, Messner se volvió a Trier.

-Herr Trier, habéis demostrado un valor excepcional en la lucha por la ciudad. Por ello, quiero otorgaros el cargo que ocupaba nuestro querido Tobias. A partir de hoy, sois oficialmente letrado de la fiscalía. Enhorabuena.

La comida llegó a su fin, y cada uno fue libre de pasar la tarde como gustase, hasta que llegase la comitiva del conde. Según las cuentas de Messner, aún faltaban unas horas. El fiscal decidió dedicarlas a pasear por la ciudad, disfrutando del ambiente festivo. Era agradable ver una ciudad alegre, en contraposición a la tristeza que había reinado en Averheim el día anterior. Terminó su caminata en las almenas de Heideck, contemplando las praderas de Averland. A lo lejos, ya se veía una larga columna, que sin duda era la del elector. Las murallas de Heideck eran altas y fuertes, y estaban bien protegidas por adustos soldados. Allí sentado, Messner aguardó hasta que la caravana llegó a las puertas de la ciudad. Desde su posición privilegiada, Messner fue testigo del monumental recibimiento, y de cómo la comitiva no había sufrido demasiado. Era obvio que había sufrido algún ataque, pues había varios heridos en las carretas, pero en líneas generales habían salido indemne. El conde mandó llamar a Messner tras la bienvenida, deseoso de iniciar cuanto antes todo el trabajo que habrían de hacer. Kilmer Vorstub había dispuesto una gran mesa en una enorme mansión, alrededor de la cual se sentaron el propio señor de Heideck, Heinrich Messner, Ivein Hopked, Konrad Trademann, Jaran Tropkter, el conde, Ulli Norfendeger, Treitt Hannodeck, Vlad Tullirdef y Huge Fahen. El fiscal tomó asiento entre su amigo Konrad, al que saludó efusivamente, y Treitt Hannodeck. El banquete fue espectacular, y durante el mismo se informó al conde de los avances. Tras él, empezó el verdadero trabajo. El Hauptmann Tropkter informó de que conocía la situación de un batallón Leitdorf, y de que se disponía a atacarlo en cuanto contase con hombres suficientes. Jobb estuvo de acuerdo, y Kilmer se retiró junto a Jaran para planear el ataque. Además, participarían tres hombres de los Norfendeger. El acaudalado señor no fallaba a su palabra, y colaboraba activamente con la causa. Además, Jobb envió junto a los soldados a dos de los mensajeros de Messner, para tener cuanto antes noticias del ataque. El fiscal no tuvo excesivo problema, pues aún conservaba bastantes hombres. A solas, el conde quiso hablar con el fiscal. El conde agradeció a Messner su trabajo, y se disculpó por arrebatarle dos hombres. Tras una pausa en la que el conde sonrió, encomendó a Messner su nueva tarea. Como el fiscal había previsto, el conde le enviaba a negociar con su prima, y debería partir en cuanto Saford fuese ejecutado.

Cuando el conde hubo terminado, Messner habló.

-Me honráis con vuestra gratitud, alteza. Además, entiendo perfectamente que necesitéis a esos dos hombres, pues será útil conocer cuanto antes el resultado del combate para actuar en consecuencia. Sobre la misión, haré como pedís. Partiré en cuanto el traidor sea ejecutado. Como os han dicho, la situación en Bernloch es delicada, así que conviene actuar cuanto antes, pero con prudencia. En cuanto a lo de buscar un marido para la hija mayor de Vorstub... Alteza, si no es indiscrección os recomendaría que le buscáseis un esposo en vuestra propia familia. De momento, Kilmer no tiene heredero varón, así que esa niña es su legítima heredera. Además, y aunque tenga un hijo, casando a dos miembros Alptraum con sus hijas tendremos muchas opciones de anexionar Heideck al patrimonio Alptraum. Puede que no ahora, pero en unas generaciones podría ser nuestro. Pensad en ello, alteza. Con vuestro permiso, y si no tenéis nada más que disponer, me gustaría ver a mi familia.

En cuanto el conde le dio permiso, Messner partió del palacio, en busca de la casa en la que se había instalado su familia. Tras seguir las indicaciones de varios ciudadados, llegó a la mansión en la que ahora moraban los Messner. Como para confirmalo, a la entrada se encontró con su padre y con Konrad, ayudando a abrir cofres e ir ordenando su contenido. Poco después, su madre también hizo acto de presencia. Tras los saludos, abrazos y explicaciones de rigor, Heirich fue en busca de su esposa. A aquella alturas, ya se habría enterado de la noticia del compromiso de su hijo. Cómo se lo tomaría era algo que Messner ignoraba. Entre la explicación y las conversaciones, el tiempo fue transcurriendo. Llegó la hora de dormir. El descanso sería más que necesario, pues muchas decisiones difíciles aguardaban a Messner.


*****


Para presenciar la ejecución, Messner se había vestido con los ropajes de fiscal. En primera línea, presenció cómo Saford era conducido al patíbulo poco antes del mediodía. Toda la comitiva Alptraum se había reunido para ver la ejecución del hombre que los había manipulado a todos, así como muchos ciudadanos de Heideck. Entre ellos, destacaban el propio Kilmer Vorstub y el lector de la ciudad. Fue Hopke el encargado de leer sus cargos a Saford y de confesarle. La vida de Oliver Saford, el hombre que desde la nada había alcanzado la cumbre, llegaba a su fin. El verdugo necesitó dos hachazos para cortar el cuello del hereje, pero tras el primero Saford ya había abandonado el mundo terrenal, dispuesto a reunirse con quién quiera que fuesen sus dioses. Con aquellos hachazos terminaba todo un capítulo de la vida de Messner. El artífice del cambio que había sufrido su vida se consumía entre las llamas. Mientras todos los presentes rezaban una oración, guiados por Hopked y el lector, Messner meditaba. Creía haber visto algo raro antes del hachazo. Casi imperceptible, una mirada entre Tropkter y Saford. El fiscal sintió un escalofrío. ¿Por qué era como si nadie se acordase de que Jaran era sospechoso de herejía?. Aquella mirada no ayudaba para nada a despejar sus sospechas... La multitud se fue disolviendo, mientras el patíbulo y el cuerpo de Saford ardían. Se fijó en Jaran, que en todo momento se hacía acompañar por un hombre pelirrojo y pecoso. El hombre, un tal Umindel, resultaba misteriosamente familiar a Messner, que no era capaz de recordar por qué lo conocía. Aún más intranquilo, se acercó a las llamas. Contemplar el calcinado cuerpo de Oliver Saford no le reconfortaba para nada, así que decidió irse. Los hombres dispuestos a dar caza a los Mastines Salvajes partían en aquellos instantes, y Messner aún tenía unas horas para preparar su partida. Buscó a Hümm entre la multitud.

-Herr Hümm, que los hombres se preparen. Partiremos en tres horas.

Luego buscó a Konrad, con el que quería hablar antes de partir, de camino a casa, le confesó sus inquietudes.

-Konrad, sabes lo que sospechaban los vereneanos de Jaran. Por favor, no le quites el ojo de encima. No me gusta nada que ni Hopked ni Jobb hagan como que no saben de qué va el asunto, cuando sin duda están informados...

Durante el resto del camino, la conversación fue bastante menos interesante. Hablaron del tributo a Kilmer, de las sumas que pensaban embolsarse cada año en impuestos provenientes de Heideck o del estado de las cuentas y de la contratación de soldados. Una vez que llegaron a casa, Messner se despidió una vez más de su amigo.

-Volvemos a despedirnos, amigo. Espero que las cosas os vayan bien por aquí. Yo informaré en cuanto tenga algo. Hasta otra, Konrad.

Sucesivamente, fue despidiéndose también de sus padres, de su mujer y de su hijo, con los que pasó la mayoría del tiempo. Se aseguró de que su padre conociese todos los detalles de la situación actual, tranquilizó a su madre e intentó ir recuperando poco a poco la normalidad con Silvia y el pequeño Mannfred. Poco a poco, parecía que las cosas volverían a su cauce. Apenas media hora antes de la partida, Messner se puso la armadura y, cabalgando sobre Erwin, partió al punto donde se reuniría con sus hombres. Allí ya aguardaban casi todos, junto a los que esperaba el mismísimo conde. Jobb bendijo la partida de los hombres de Messner, y le informó de un detalle inesperado. Junto a él, podría llevar a uno de los señores aliados. Aquella repentina ayuda movió algún resorte en la cabeza del fiscal, donde se empezó a fraguar un plan. Sin tener que pensárselo mucho, Messner respondió.

-Me gustaría que me acompañase Ulli Norfendeger, alteza. Pienso que, en vista de su generosidad con la causa, merece que se le tenga en cuenta... Además, me gustaría pedirle otra cosa. Ya que contamos con el apoyo de la Iglesia de Sigmar, me gustaría contar con algún símbolo que diese fe de ello. Todo sea por dar impresión de la mayor solidez posible de la causa, alteza.

La razón real era bien diferente. Sin duda Norfendeger se haría acompañar de bastantes soldados, soldados que serían extremadamente útiles. En la mente del fiscal, la estrategia que podría cambiar el curso de la guerra tomaba forma...
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Saratai
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

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26 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Bernloch.

Los colores negros y marrones del señor ondeaban en la capa, ante las puertas de la ciudad de Bernloch, bastión de la casa Alder. A su lado, Heinrich Messner le escuchaba. A su espalda, veinte herreruelos y un sacerdote hacian piña con los soldados de Luthor, y con Trier, Rewding, Kurt, Hümm y Adolf Lieb.

Ulli Norfendger

No se ni porque estoy aqui, maldito tullido del demonio...

-Es un gran placer acompañarle, Herr Messner. Hoy crearemos un nuevo mundo para nuestros hijos. Aunque antes tendremos que trabajar duro.

Como si Ulli Norfendeger supiera realmente lo que era trabajar, puesto que su tono parecio ridiculamente triste con las últimas palabras. Pero lo cierto era que tenia razón.

La comitiva habia llegado de madrugada, a las seis de la mañana, con un frio casi invernal. El dia anterior Messner habia tenido que soportar el mal humor de su mujer, enfadada como los mil demonios del norte al enterarse de que su hijo habia de casarse con la hija de un rajagargantas de tres al cuarto.

-Seguro que ya ha comido más pollas que su padre navajazos-
habian sido las zafias palabras de la noble Silvia, mientras miraba enfurecida a Messner con un vaso apretado con fuerza entre sus debiles manos perfumadas, y Messner no se podia quitar aquello de la cabeza. O si. Puesto que por la tarde, cabalgar con Erwin por las estepas con los sonidos de la corneta y los brillantes colores añil y azul celeste de sus banderas le habian dado la oportunidad de desestresarse. Al menos hasta la mañana siguiente, en la que se encontró, acompañado de la comitiva de Ulli Norfendeger (quien habia salido con el desde Heideck, a toda prisa bajo orden de Jobb Alptraum) a Maximilian Kulgortz, escoltado por veinte hombres emplumados de arriba a abajo.

-Lansquenetes-
susurró Trier mientras Ulli Norfendeger, Heinrich Messner, el monaguillo y el mismo, se acercaban al encuentro con el capitán de las fuerzas Alder, poco numerosas pero bien abastecidas. Sin embargo, el recibimiento que Messner encontró en Maximilian, al hallarse frente a él, no fue el esperado.

Maximilian Kulgortz


El capitán habia crecido mucho en aquellos años, y se habia convertido en un hombre, aunque seguia siendo joven. Su barba habia crecido sobremanera, y sus ojos se habian oscurecido con un tenue color grisaceo. El pelo, claro y brillante, le colgaba bien cuidado por debajo de la boina emplumada con la que se habia vestido aquel dia, y a sus espaldas, la ciudad de Bernloch lucia brillante y helada con las primeras luces del alba.

-Herr Messner, pensaba que no volveria a meterse en problemas desde aquel... incidente. Sigmar no nos dio muchos ojos para ir desperdiciandolos alegremente.

Tanto Ulli como los hombres que le acompañaban quedaron estupefactos ante la arrogancia de aquel joven. Maximilian no era solo mucho menor en edad que todos los demas presentes en aquel lugar, sino que además provenia de una familia de baja nobleza, de muy poca importancia y menos posesiones aun. Desde luego, su habilidad y su posición dentro de la familia Alder le habian hecho crecerse con mucho.

-Perdone mis modales, sabe bien que es un placer estar frente a un hombre de verdad, que sabe afrontar los peligros arriesgando su propia vida- esta vez, la mirada fue dirigida a Ulli Norfendeger, quien se puso rojo como un tomate y furibundo de ira, reprimiendo una respuesta con el afán de la diplomacia como colorido fondo. Tras calmarse, consiguió hablar con calma y tranquilidad.

-Mi señor Kulgortz, como sabrá, hemos venido en visita oficial para hablar con su excelencia Frau Alder. Supongo que la Condesa Elisa...

-Estará muy complacida en no meter más pirañas en su estanque-
respondió cortante Maximilian, haciendo un gesto para que sus lansquenetes, todos embellecidos con el color plata y marrón anaranjado de la familia Alder, y combinado con la exquisitez más propia de un cortesano reiklandés que con la de un soldado brigundano, se acercaran a él. -Señores, no me cabrá duda de que no son ignorantes ante la situación politica actual, y no queremos que algún ejército descarriado se inmiscuya en la ciudad de Bernloch, a sabiendas que dos de los miembros más importantes del séquito de Jobb están en ella. No nos conviene ni a nosotros ni a ustedes, asi que cuando les ruegue que vuelvan por su camino, espero que sepan que lo hacemos por su propia seguridad. Y no, Elise Alder no se va a unir a ninguna causa, venga su primo montado en un angél o cagando oro de a quince kilates.




FDI: Primer contratiempo en las fértiles tierras de Bernloch. Buena suerte, Messner.
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Weiss
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

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Heinrich Messner

Mientras cabalgaba por las praderas de Averland, seguido por los más de treinta hombre que conformaban ahora su escolta, Messner hacía balance del día. Trademann había corroborado sus sospechas sobre Jaran, y había segurado que haría lo que podría, que era poco si el conde seguía confiando ciegamente en el Hauptmann. El conde le había concedido la ayuda que Messner había solicitado en materia religiosa, asignando un iniciado a su escolta. Con aquello debería bastar. Sobre el dilema de los enlaces, Jobb había prometido pensarse el asunto del matrimonio de la hija mayor de Vorstub con un Alptraum, aunque no veía del todo claro el asunto. Mucho peor se lo había tomado Silvia. Los días anteriores, que habían sido un remanso de paz, un recuerdo de la tranquilidad perdida, habían resultado ser no más que un etéreo espejismo. Silvia Altraum volvía a ser la mujer malhumorada, irritable y caprichosa que solía ser. Messner era consciente de que no era el marido perfecto, ni mucho menos, pero también estaba plenamente convencido de que semejantes discusiones continuas no eran normales. Por más que Messner se esforzaba, por más que intentaba acercarse al ideal de esposo, no conseguía ganarse el aprecio de Silvia, y el fiscal empezaba a estar cansado. Se empeñaba en ver que había prometido a su hijo con la descendiente de un contrabandista, negándose a reconocer que lo había hecho por el bien de Averland, por la estabilidad del gobierno de su hermano. Silvia era reacia a cercionarse de que en aquellos momentos Heinrich Messner cargaba sobre sus hombros una parte fundamental del futuro de la provincia.

Como queriendo alejar tales pensamientos, Messner se centraba en cabalgar. Era algo que le relajaba bastante. Además, el saberse acompañado de tan formidable escolta como la que le seguía también aportaba tranquilidad. A los hombres Alptraum de Luthor se habían unido veinte herreruelos de los Norfendeger, cargados de pistolas. Ni de lejos habría esperado el fiscal que Ulli Norfendeger se haría acompañar de tal tropa. Sin embargo, aquello era perfecto para sus planes. De vez en cuando, para dejar descansar a Erwin, Messner bajaba el ritmo de la marcha, y aprovechaba para charlar con alguno de sus acompañantes. Norfendeger, Redwing, Hümm, Kurt, Trier, Luthor e incluso el taciturno Lieb tuvieron su turno para intercambiar impresiones con el fiscal, que agradeció sus apreciaciones y sugerencias. Todo parecía ir bien, exceptuando el frío y el viento reinante, hasta que llegaron a las puertas de Bernloch. Cuando parecía que el viaje había llegado a su fin, las cosas se torcieron.

A las puertas, y acompañado de veinte lansquenetes, el mismísimo Maximilian Kulgortz había salido a recibirles. Norfendeger, orgulloso y halagado por la formalidad que pensaba que revestía el recibimiento, se acercó al fiscal y le dirigió unas palabras.

-Es un gran placer acompañarle, Herr Messner. Hoy crearemos un nuevo mundo para nuestros hijos. Aunque antes tendremos que trabajar duro.

Messner se volvió al señor de los Norfendeger. Era más que obvio que mentía, pero el fiscal quiso corresponder con amabilidad. Era mejor tenerle contento. Aunque con sus peculiaridades, Ulli Norfendeger era un gran y fiel aliado, y había colaborado generosamente con la causa. Si de Messner dependía, aquel hombre recibiría una recompensa adecuada a su implicación.

-El placer es mío, Herr Norfendeger. No tengo palabras con las que agradeceros que hayáis cabalgado conmigo. Vuestro poder y riqueza es de sobra conocido en toda Averland, y vuestra mera presencia hará que la condesa Von Alder se tome más en serio mis palabras, que son las del conde. No sabéis el enorme servicio que estáis prestando a la causa, Herr Norfendeger...

Los hombres de la condesa estaban ya unos pocos metros, y Trier se acercó a Messner para confirmar las sospechas de que se encontraban delante de nada menos que lansquenetes. La fama de aquellos mercenarios les precedía. Maximilian Kulgortz habló, sin dar tiempo a ningún tipo de presentación o preámbulo.

-Herr Messner, pensaba que no volveria a meterse en problemas desde aquel... incidente. Sigmar no nos dio muchos ojos para ir desperdiciandolos alegremente.

Tales palabras descolocaron a Messner. No eran para nada las que se esperarían en un recibimiento a los emisarios del verdadero señor de Averland. Calmado, Messner respondió.

-Intenté no volver a meterme en problemas, Herr Kulgortz, pero es difícil escapar del destino si éste ya nos tiene algo preparado. Espero poder conservar el que me queda por muchos años.

Sin un ápice de cortesía, Kulgortz volvió a hablar, ignorando el comentario de Messner, y dirigiéndose esta vez a Ulli Norfendeger. Tanto sus palabras como sus modales eran cada vez más osados. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que algo fallaba allí. Fue esta vez Herr Norfendeger quien intentó calmar las cosas, instantes antes de ser abruptamente interrumpido por Kulgortz. El fiscal no podía creer lo que oía. Esperó a que el Hauptmann terminase de hablar y, con un gesto, indicó a Norfendeger y al iniciado que retrocediesen y se colocasen junto al grupo. En vista de la predisposición de Kulgortz, las cosas podían ponerse feas.

-Perdonaré vuestra insolencia y vuestra osadía por ser vos quien sois, y por vuestra probada valía. Sin embargo, no deja de ser una falta de respeto absoluta hacia una comitiva diplomática en misión de paz. Conocemos la situación política actual y, con todo el respeto del mundo, me atrevo a asegurar que bastante mejor que vos. Sabemos que la ciudad acoge a Qimel Brigundherfs, a Vergamont Fahen y Joel Mahiven, así que no veo por qué nuestra presencia resultaría tan perjudicial. Como decís, ya hay bastantes pirañas en el estanque de mi prima. No creo que supongamos mucha diferencia. En cuanto a lo de unirse a la causa, tengo la impresión de que vos, Hauptmann, no sois quien para decidir tal cuestión. Os conmino a apartaros, Hauptmann Kulgortz. Os aseguro que no os lo volveré a pedir de buenas maneras. Sed lógico, dejadnos pasar y podremos pasar por alto este desafortunado incidente.

Messner miraba fijamente a Maximilian Kulgortz, esperando respuesta. Había tratado de no resultar agresivo, pero sí firme y seguro. No tenía interés ninguno en comenzar una reyerta, pero un simple Hauptmann no era quien para inmiscuirse en los asuntos del conde. Maximilian Kulgortz no comprometería el futuro de toda Averland.
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

Mensaje por Saratai »

26 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Bernloch.

El ceño de Maximilian se arrugó en desaprobación, pero tras comprobar el número de sus hombres y las consecuencias de negarle la entrada a alguien de la posición de Heinrich Messner, creyó adecuado acceder. Sin embargo, no dejó todo al libre albeldrio del enviado por el Elector, y vió oportuno marcar el unas pautas propias en el proceder.

Maximilian Kulgortz

-Bien, veo que juega fuerte, Herr Messner. Lo tendremos en cuenta. Podrán pasar ustedes y su séquito a la ciudad, pero no le aseguro que la Condesa se muestre complacida. Es más, de haber algún... problema con los subditos del señor Feuerbach o de la familia Leitdorf, tengan por seguro que no interferiremos.


Los lansquenetes relajaron los rostros, pero no por ello se mostraron felices. Introducir a tantos hombres armados en la ciudad de Berlnoch convertiria la pequeña urbe en un polvorín, y tendrian que estar atentos al más minimo movimiento que se produjera con ellos. Uno a uno, todos los miembros del bando Alptraum fueron entrando en la ciudad, comprobando que no se trataba de ningun emplazamiento fortificado, sino más bien una ciudad con un sabor rústico fuerte y remarcado, repleta de árboles, establos y casas de una altura. No habria sido muy dificil tomarla, y con dos centenares de hombres a buen seguro que habria caido en manos de cualquiera de los bandos. Sin embargo, de haberlo hecho, habria atraido la atención de todos los pretendientes de la provincia, y la guerra habria llegado con fuerza a sus fronteras. Sin duda Elise Alder, la Condesa de Bernloch, habia sido inteligente en usar diplomacia y neutralidad como escudo y espada, aunque solo le hubiera servido para ganar tiempo. Con el cariz que estaban tomando los acontecimientos en Averland, era cuestion de dias que los Alder acabaran claudicando frente a algún pretendiente.

Esa era la razón por la que, aquel dia 26 de Destilario, los cuatro pretendientes habian enviado a diplomaticos a aquella ciudad. El Consejo Provincial habia colocado a Quimel Brigundherf como portavoz, y el tirano Markus Leitdorf habia hecho lo propio con Joel Mahiven. Alexander Feuerbach habia mandado al traicionero Vergamont Fahen a las entrañas de la urbe, y Jobb Alptraum, el Elector, a Heinrich Messner y a Ulli Norfendeger. Estaba claro quien habia puesto más peso en su balanza, pero aquello no habia de suponer una ventaja. Aquella ciudad habria de dar la ventaja a uno de los cuatro bandos, y quien la ganara, habria de tener las llaves de la provincia en sus manos.

El dia pasó con tranquilidad, pero ni Norfendeger ni Messner tuvieron permiso para andar a sus anchas por la ciudad. En todo momento, los lansquenetes de Maximilian se encontraban a distancia prudencial de la comitiva, y tan solo instalaron para ellos unas carpas en el punto más alejado del centro de la ciudad. En aquellas carpas, los súbditos del Elector Alptraum pudieron descansar con tranquilidad y conversar con ellos, pero en ningun momento pudieron abandonar las carpas, al menos hasta que Maximilian diera permiso. El capitán de Bernloch anunció que en dos dias comenzaria una asamblea entre todos los emisarios de los pretendientes, pero que antes no se podrian hacer visitas ni pasear por la ciudad en grupos mayores de cuatro hombres. Pronto se supo que el trato que habian recibido los diplomáticos de Jobb Alptraum habian sido los mismos que los recibidos por Brigundherf y sus guardaespaldas, y que los de Joel Mahiven y Vergamont Fahen. Estaba claro que Elise Alder no queria favoritismos que pudieran comprometer su posición, y que ansiaba retrasar al máximo la reunión de todos los enviados. Aquello podia ser su perdición.


FDI: Con una tirada de 56 consigues convencer a Maximilian. Tienes dos dias para planear con Ulli la estrategia que creas conveniente, asi como para visitar algun punto de la ciudad, pero tienes prohibido acercarte a la mansion donde se celebrará el evento. En la siguiente actualización comenzará la reunión, y a partir de entonces ya no podrás hablar en privado con tus hombres. Buena suerte, y preparate bien.
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

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Heinrich Messner

Ya fuese por estar de acuerdo o simplemente por no tener que vérselas contra las tropas de Messner, Maximilian Kulgortz cedió. Haciéndose a un lado, permitió que los hombres del fiscal entrasen en la ciudad, asegurándose de recalcar que lo hacían bajo su cuenta y riesgo. Si estallaban problemas con cualquiera de las otras facciones, los soldados de Bernloch se limitarían a mirar. Los lansquenetes suspiraron tranquilos en cuanto conocieron la decisión de su líder pues, a diferencia de su altivo capitán, no parecían tener interés ninguno en oponerse a los emisarios del conde.

-Me agrada que seáis razonable, Hauptmann. Al contrario que vos, yo estoy completamente seguro de que la condesa acabará complacida. En cuanto a los demás, bandos, descuidad. Creo que sabremos apañarnos...

Messner dudaba que alguno de los otros emisarios hubiese acudido a Berloch con una escolta tan formidable. Elegir como compañante a Ulli Norfendeger había resultado ser una opción más que acertada. En el caso de que las cosas se pusiesen feas, tendrían posibilidades de salir airosos. Mientras algunos de los landsknechte les guiaban a lo que serían sus aposentos, el fiscal fue observando Bernloch. Más que una ciudad, se trataba de un pueblo grande, plagado de granjas, corrales, pequeños huertos y árboles. Finalmente, llegaron a su destino, que resultaron ser unas cuantas carpas de lona. Los aposentos distaban mucho de ser los habitaules para un séquito diplomático, pero Messner se sintió parcialmente reconfortado cuando supo que los demás diplomáticos no habían recibido mejor trato. Dispensándoles semejantes atencione, Elise pretendía dejar claro que ninguno partía con ventaja. El fiscal esperaba que su prima fuese un poco más razonable durante las negociaciones, aunque era cierto que Elise nunca se había caraterizado por su gran capacidad. La condesa von Alder poseía otras cualidades que compensaban perfectamente su falta de ingenio.

Para cuando la comitiva terminó de instarlarse ya eran casi las nueve de la mañana. Los soldados acondicionaron lo mejor que pudieron las carpas, y la mayoría de ellos se dispusieron a descansar del largo viaje. Messner también dejó sus cosas en la esquina de una de las tiendas, en la que se había instalado junto a sus hombres, Norfendeger y unos pocos herreruelos. Messner hizo llamar a sus hombres de confianza, entre los que se contaban sus ayudantes, Lieb, Luthor y Norfendeger. En aquel lugar se dirimiría la batalla, aunque diplomática, que acercaría a Jobb a la victoria total. Todos debían ser conscientes de la responsabilidad que habían asumido.

-Caballeros, querría tener unas palabras con vosotros. Como habéis percibido, el recibimiento no ha sido el esperado, pero por lo menos sabemos que los otros bandos no han recibido un tratamiento mejor. Elise quiere darse aires de importancia, y puede que se acabe pasando de lista. De todos modos, debemos ser conscientes de que la derrota no es una opción ahora mismo. Si nos ganamos el apoyo de mi prima, las posibilidades de Jobb de alcanzar la victoria aumentarán de forma considerable. los Von Alder son la prioridad, pero no debemos olvidar que la presencia de los demás bandos nos ofrece una opción más que interesante. Caballeros, puede que consigamos que alguien más que los señores de Berloch se unan a nuestra causa... Quimel Brigundherfs podría volver a nuestro redil con la motivación adecuada, dejando a Bukter si su principal valedor. En cuanto a Vergamont, simplemente debemos recordar que es un traidor, en busca y captura en nombre de la Iglesia. En cuanto la situación sea propicia, deberíamos poder capturarlo, eliminando así además nuestro principal obstáculo para negociar con Feuerbach. Sin ese hereje traidor de por medio, nuestra negociaciones con los talabeclanders podrían llegar a buen puerto. Pactaríamos con ellos con el fin de eliminar a Markus, asegurándole a Leopold que conservará sus territorios en Wuppertal. Si Alexander ve demasiadas complicaciones para ganar la guerra, existen posibilidades de que acepte. Sobre Mahiven, podría ser un buen rehén. Todo se verá depende de cómo se den las cosas, pero de momento nos centraremos en Brigundherfs, a mi parecer el objetivo más accesible. Lieb, conseguíos un par de pistolas. Herr Norfendeger, os solicito que dos de vuestros hombres me acompañen. Seis pistolas detrás siempre son un buen seguro a la hora de negociar.

Kulgortz no permitía grupos de más de cuatro personas, así que Messner tendría que conformarse con una escolta de tres hombres. En cuanto estuviesen listos, partirían en dirección al campamento de Brigundherfs. A una distancia a más o menos media, Messner se dirigió a un ciudadano de Bernloch.

-Caballero, os daré un chelín si avisáis a Herr Brigundherfs de que Heinrich Messner solicita entrevistarse con él. Os lo entregaré en cuanto volváis.

Ni loco habría hablando con Quimel en su compamento, quedando a merced de sus guardaespaldas. Lo haría en terreno neutral y acompañado de su escolta. El plan comenzaba.
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

Mensaje por Saratai »

Averland, en la guerra del halfling.jpg
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27 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Bernloch.

Quimel Brigundherf

-Me honra con su presencia, Herr Messner-
saludó Quimel, ataviado con una fina capa de seda roja y amarilla, y con la mayor de las sonrisas.

El hermano de Inmaister Brigundherf, quien una vez fuera Consejero de Defensa de la Provincia, no habia dudado a responder a la llamada de Heinrich Messner, aunque se habia presentado a horas intempestivas al encuentro, haciendose esperar. A su lado, tan solo tres hombres le acompañaban, todos armados con escudos y lanzas, y representadas en sus ropas los simbolos del arco, las flechas y el carro. Brigundherfs y Alptraum habian sido aliados desde tiempos inmemoriables, pero tras la muerte del hermano de Quimel, la familia habia preferido apoyar la causa de Bukter que la de Jobb, uniendose al Consejo Provincial que dominaba el Este provincial.

Los soldados de los Brigundherfs miraban nerviosos a Lieb y a los dos herreruelos que Norfendeger habia prestado en servicio a Heinrich Messner, pero no parecia haber ostilidad. Parecia que la primera entrevista de Messner en Bernloch podia comenzar. Tras estrechar las manos, Quimel regaló pequeños comentarios a Messner antes de que este formulara sus propuestas. Además de alabar su valentia y dar cumplidos para con sus ropas, Quimel dejó caer un golpe inicial contra la Voz del Elector.

-Debe ser dificil saberse el heredero del Conde Elector, ¿verdad, señoria? Está claro que esta batalla por Averland se ha convertido en algo personal, siendo usted el marido de la única hermana de Jobb Alptraum... Pero no se preocupe vuestra merced, mi familia siempre será amiga de la familia Alptraum y sus parientes. Estoy seguro de que podremos llegar a algún acuerdo.



FDI: Quimel saca un 11 en Carisma para que bajes la guardia, y fallas voluntad con un 89. Por supuesto sigues controlando a Heinrich, pero el primogenito Messner pasa a tener una buena opinión de Quimel, que deberia dejarse notar.

Por cierto, el mapa que he puesto arriba es solo para que se vea la situación de la provincia, y aunque es un poco spoiler, Messner no conoce los detalles aun de los ejércitos de Feuerbach, ni de la toma de Loningbruck ni del asedio de Bieswang (pero no tardará).
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Re: Prisión de Almas: Acto II (Nudo)

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Ya serían sobre las diez de la mañana cuando Quimel Brigundherfs hizo acto de presencia, acompañado por tres lanceros que le servían como escolta. El representante de Bukter se había tomado su tiempo, pero no dejaba de ser lógico. Posiblemente la invitación le hubiese cogido de improviso, y habría tenido que prepararse, además de considerar la conveniencia de acudir a la reunión o no. Messner había empleado aquel rato en charlar con Lieb, o más bien con los dos herreruelos que le acompañaban. También había observado un rato el ajetreo de las calles de Bernloch. Parecía emntira que en un pueblo tan aparentemente bucólico fuese a llegarse a uno de los acuerdos más importantes de la guerra.

Brigundherfs apareció precedido unos pasos por el hombre que había ido a buscarle, deseoso de obtener su chelín de plata. Complacido, Messner le entregó cinco. Mientras el campesino se alejaba feliz, Brigundherfs dio unos pasos al frente, y con mucha pompa realizó una inclinación ante el fiscal.

-Me honra con su presencia, Herr Messner.

Parecía amable. Puede que fuese por la comparación con la fría bienvenida que había recibido por parte de Kulgortz, pero a Messner le gustaron los modales que mostraba Brigundherfs. No contento con eso, dedicó unos instantes a alabar la formidable armadura de Heinrich, o a ensalzar su valor como héroe de Averland. Después de lo que había pasado aquellos días, no estaba mal que alguien le reconociese algo de mérito, aunque fuese un enemigo. Si las cosas seguían así, llegar a un acuerdo sería fácil.

-Vos me honráis a mí, Herr Brigundherfs. Sé que no son formas de concertar una reunión...

Brigundherfs sonrió, adoptando una expresión de total amabilidad antes de volver a hablar. Por alguna razón, el poderoso noble se empeñaba en agasajar sobremanera a Messner. Obviamente, el fiscal no iba a quejarse por tal cosa. Prefería una amabilidad que rozaba lo absurdo a una hostilidad como la del Haputmann Kulgortz, o incluso a los cautelosos recibimientos que le habían brindado Treitt o Norfendeger.

-Debe ser dificil saberse el heredero del Conde Elector, ¿verdad, señoria? Está claro que esta batalla por Averland se ha convertido en algo personal, siendo usted el marido de la única hermana de Jobb Alptraum... Pero no se preocupe vuestra merced, mi familia siempre será amiga de la familia Alptraum y sus parientes. Estoy seguro de que podremos llegar a algún acuerdo.

Con un tono cordial, Messner respondió.

-Os aseguro que no me considero para nada aspirante al Colmillo, Herr Brigundherfs. Estoy completamente seguro de que Su Alteza Jobb Alptraum podrá gobernarnos durante largos y pacíficos años en cuanto todo esto termine. Antes de que se me olvide, aceptad mis condolencias por la muerte de vuestro hermano. Fue un duro golpe para todos, pero os aseguro que ya sido vengado. El hombre que lo orquestó todo, el artífice del caos reinante ha sido ejecutado, y no era otro que Oliver Saford, principal apoyo de Bukter Alptraum. Sé que vuestro abandono de la causa fue fruto del dolor y la desesperación causado por la muerte de vuestro hermano, y que Bukter os convencería sin duda siguiendo las directrices del corrupto Saford. Hoy, en nombre del conde, y en vista de que os declaráis servidor de su justa causa, vengo a reafirmar nuestros lazos de amistad. Herr Brigundherfs, como muchos de nosotros habéis sido engañado por un vil conspirador. Hoy os brindo la oportunidad de volver al único bando legítimo, de desligaros del embaucador que ha manipulado Averland por largos años. Jurad lealtad nuevamente a Jobb y todos vuestros errores habrán sido perdonados.

En parte influenciado por sus amables palabras, Messner había ofrecido un trato en extremo ventajoso a Quimel. Le ofrecía volver al bando del conde sin ningún tipo de perjuicio ni castigo, simplemente como si nada hubiese pasado. Brigundherfs debería estar agradecido, pues seguramente sabría que, en cualquier otro caso, la pena por tal traición era la muerte.
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
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