Final de Campaña I: Señores de la Guerra

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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

Enterrar a los tuyos.
Que podía haber peor que eso?
Mannricht mantenía la cabeza gacha mientras la tierra comenzaba a ocultar los cadáveres palada tras palada. Allí se iban hombres valientes y decididos, su primo Balbian, Alan a quien consideraba un amigo, el barbado Adelfbert y tantos otros.
La despedida fue muy sentida, y Mannricht en silencio oró por todos ellos a Morr – Que encuentren la paz que en vida no hallaron – finalizando dando una palmada seca, señal de desacuerdo entre los seguidores de Manann.

Waldemar y Rodrik desarmaron y repartieron las riquezas de los caídos, y desarmaron tanto al herreruelo como a los mercenarios de Heideck que seguían vivos, Mannricht no dijo nada al respecto, le parecía que Rodrik estaba actuando de forma sensata.
El mismo Rodrik fue quien habló con el campesino de Streissen a solas algo mas tarde.
-Te seré leal Mannricht, solo porque te respeto y porque solos no podriamos sobrevivir- dijo Rodrik a Mannricht cuando estuvieron a solas. -Iré contigo a Bieswang y te ayudaré, pero despues yo y los que quieran seguirme haremos nuestro camino propio. Si tan solo Reiner hubiera sobrevivido...
- Estoy de acuerdo Rodrik –
le contestó – Y créeme, yo también hubiera preferido que Reiner hubiera sobrevivido. – Mannricht forzó un silencio y volvió su mirada hacia el fardo que ocultaba la cabeza del bastardo Gomiar, invitando con un gesto a Rodrik a abrirlo – Rodrik, cuando lleguemos a Bieswang, y si las circunstancias lo permiten, tengo un trabajo pendiente me gustaría que me ayudaras a llevarlo a cabo. He de hacerle una visita a Boris Ulbricht para entregarle un presente…

Mas tarde se repartió equipo y botín entre los superviviente. Mannricht obtuvo otra pistola, la de un herreruelo, y un caballo nuevo, Vientoligero. Sin duda era un hermoso ejemplar. El campesino pasó su mano por el poderoso cuello del animal y lo montó. Todo jinete debe hacerse a su montura y viceversa, cuanto antes se conocieran, mejor trabajarían juntos, pero en fin… tendrían tiempo de sobra para ello. Cuando regresó al campamento tras su corta salida nocturna, el chico Betty repartía a partes iguales el dinero, al parecer, sabía de números, algo de agradecer para evitar malos entendidos. Solo faltaría que alguien se pusiera nervioso por un quítame allá esas pajas, el dinero es lo que tiene, es capaz de lo mejor y lo peor.

Vió a Rudiger empuñar una espada y un escudo y mientras descendía de Vientoligero, bromeó con él.
- Eres la viva imagen de los legendarios héroes halflings, Rudi! – dijo Mannricht sin saber siquiera si realmente habían legendarios héroes halfling. Desde luego, si salían de esta, Rudi sería el primero que Mannricht conociera.

La noche reinaba, y mientras los que podían hacerlo descansaban, Mannricht llamó a Rodrik a su lado, y con él, se acercó sosteniendo el fardo donde estaba la cabeza del bastardo Gomiar hasta el herreruelo capturado. Asegurándose de que no hubiera nadie más cerca, Mannricht se sentó frente al prisionero y colocó el fardo entre ambos.
- Como estas? – le preguntó con gesto sincero – ¿quieres agua? Verás… necesito saber una serie de cosas. Vamos a seguir viajando hacia el interior de estas tierras y quiero saber a que debo estar preparado. Donde están el resto de tus fuerzas? Están aguardando noticias vuestras? – Mannricht dejará espacio entre pregunta y pregunta para escuchar detenidamente las respuestas del herreruelo – ¿Cual es la situación en Bieswang, de que fuerzas dispone? ¿se encuentra Boris Ulbricht allí?

Mannricht escuchará paciente las respuestas y ofrecerá agua al herreruelo si éste se muestra colaborador. En el hipotético caso de que se negara a hablar, y solo en ese caso… Mannricht abrirá el saco y mostrará la cabeza del bastardo Gomiar al herreruelo esperando que sirva de aliciente para obtener su colaboración
– ¿Quieres ayudarme a aumentar mi colección de cabezas de idiotas que pese a tener la muerte tan cerca se niegan a colaborar?
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William Tender
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Mensaje por William Tender »

Rudiger Croop

-Eh, Rudi, estás bien? Que ha sucedido? Que le ha pasado a las carretas? Nuestras provisiones iban ahí.
Rudi tardó unos segundos en salir del aturdimiento.
-Yo-yo, yo estaba en la-la carreta, pe-pero cuando to-todo empezó, el cabrón del co-cojo -Un dedo acusador cargado de odio señaló una trayectoria que podría haberle sacado un ojo a Cassim- le prendió fuego al viejo, junto a las carretas... quise apagarlo, pero había tanta gente luchando que quise ayudar. Pensé que las chicas y el médico podrían encargarse mientras del fuego, pero los perdí de vista, y entonces Adelfbert murió, y luego Reiner, y-y... cuando llegaron los jinetes traté de darles esquinazo para avisar a alguien, a tí, o pedir ayuda...
Las carretas están perdidas Man, pero no moriremos de hambre. Los cuchillos no se han quemado, no todos al menos, y hay caballos muertos. Con todo el fuego que hay, podría ahumar unas cuantas raciones de viaje, si me pasara toda la noche con ello No será tan variado como lo que tenía en mi inventario inicial, pero es carne, y nos mantendrá en movimiento.

El discurso no pareció convencer a todos, y más de uno decidió desviar su miedo lanzando miradas de desprecio a Rudiger. No era que le pillase desprevenido. Su gente ofrecía buenas posibilidades como cabeza de turco. Eran más pequeños, y más débiles; todos desconfiaban de ellos, y nadie daría medio pfennig por ellos. Pero si bien los desprecios de otras veces le habían causado indiferencia, resentimiento, o indignación... esta vez, se sintió triste. Por un momento sintió que había fallado en su deber de intendente, y había fallado a Mannricht, el único humano que parecía dispuesto a defenderle. Mientras los hombres comenzaron a cavar fosas y hacer guardias, Rudi desapareció, en silencioso y arrastrando los pies como un alma en pena, para empezar a cortar la carne de los caballos muertos. Nadie pareció interesado en importunarle, y él se sintió agradecido de pasar lo bastante desapercibido como para no tener que afrontar otro reproche a la cara. Normalmente, una acusación de cobardía y robo en aquellas circunstancias le hubiera hecho saltar y responder ofendido. En aquel momento, sentía que si alguien le miraba a los ojos, podría echarse a llorar como un crío. Y así, cortando y ahumando carne sobre el fuego mientras se sorbía los mocos, Rudi pasó la noche en vela.

26 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Arboledas de Hirshhügel.

Rudi se despertó. No recordaba en qué momento había terminado de preparar la carne, o cuándo había caído por fin al hechizo de Morr, pero podrían no haber sido más de dos horas, y el frío y duro suelo le estaba castigando los riñones con dureza. A pesar del sueño, del dolor de espalda, y de unas ojeras que podrían haber preocupado a un nigromante, Rudi se sentía ligeramente más animado. Revisó el improvisado tenderete donde, apenas unas horas antes, había puesto a secar las raciones de carne, atravesadas en espadas que limpió lo mejor que pudo, sobre las brasas del fuego. Se había sentido tentado de pedirle prestada a Noel la espada de Reiner para tal fin, pero no tuvo valor de hacerlo. Todos habían heredado algo de éste o aquél, y ahora un escudo colgaba de su espalda. Rudi avisó con timidez que las raciones ya estaban listas y separadas, para que cada hombre cogiera su parte.

Cuando se quedó sin nada que hacer, empezó a pasearse de un lado a otro, empuñando el escudo y la espada, practicando fintas y ataques imaginarios, que ni siquiera la imaginación mejoraba.
Mannricht apareció desmontando de un corcel, con aparente buen humor.
- Eres la viva imagen de los legendarios héroes halflings, Rudi! –
Rudi puso una sonrisa de socarronería a medias.
- Já, los héroes halflings son los que cocinan las mejores tartas del pueblo, y no se aventuran mucho en el bosque. Mi abuela me azotaría el trasero si me hubiera visto luchar contra esos hombres anoche. Por eso no hay héroes halflings... Pero ahora que caigo, dicen que en Averplatz hay un tal Sir Fradoc de Vientofresco que viajó allende los mares, pero a mí todo me parecen pamplinas. Rudi pateó el suelo distraído y añadió en tono más serio: Yo no estoy hecho para ser un héroe como tú, Man, sólo quiero que salgamos vivos de ésta.

Perdón por el retraso, uff, uff. ¿Hay ruedas, ejes, etc, lo bastante rescatable de los carros como para improvisar una carretilla? No me vendría mal para llevar la carne que no haya podido ahumar aún.
Saratai
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Mensaje por Saratai »

26 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Cercanias de Bieswang.

El fuego de la ciudad se veia desde lo lejos, mucho antes de llegar si quiera al cerco rodeado de fosos y estacas que unas pocas tropas, inferior a un centenar de hombres, habian colocado a la salida de la ciudad y en distintos puntos del perímetro exterior de esta, aislandola del exterior. Bieswang no era una ciudad muy grande, y ni siquiera estaba amurallada. Pero extensa lo era un buen trecho, y tomarla seria mucho más complicado que ir a saquearla sin más. La tarde estaba dando paso a la noche para cuando los Mastines, tras nueve horas de marcha, consiguieron llegar a su linde, y el cielo era generoso en nubes y copioso en frío. Para cuando Vientoligero, el caballo de Mannricht, se puso a la altura del de Rodrik, el lider revolucionario recordó la conversación que habia tenido aquella mañana con el herreruelo de la familia Norfendeger. Al principio habia sido dificil, pero tras enseñarle la cabeza de Gomiar, el hijo de Boris Ulbritch, el joven jinete cambió de parecer y decidió cooperar con el lider de los Mastines:

-¿Como estas? ¿quieres agua?- comenzó Mannricht, una vez calmado el joven.

-Si... Si por favor.

-Verás… necesito saber una serie de cosas.-
continuó el de Streissen -Vamos a seguir viajando hacia el interior de estas tierras y quiero saber a que debo estar preparado. ¿Donde están el resto de tus fuerzas?

Tras dudar un poco, el herreruelo habló -El resto de herreruelos están con el señor Ulli Norfendeger. A nosotros tres nos enviaron para comprobar que los mercenarios contratados hacian bien su trabajo... Todos ellos están en Heideck, y es alli donde los ejércitos fieles al Elector se abastecen y se reclutan. El número es algo que no sabria decir, pero entre soldados del ejército leales, mercenarios de Heideck y tropas de las grandes familias, habrán más de trescientos hombres. Se que por Agbeiten y Hochsleben hay más, pero no sabria decir cuantos...

-¿Están aguardando noticias vuestras?

-Claro, teniamos que volver a la ciudad al terminar la batalla. De... de todas maneras, con nosotros iban también un par de cronistas, y no los vi en la pelea. Ellos iban a caballo, y han debido de dar parte de lo ocurrido. Heideck no está muy lejos de aqui, y forzando las monturas se puede hacer el viaje de ida en un dia.


Tras saber la situación del enemigo, Mannricht pasóa averiguar detalles acerca de la ciudad objetivo a tomar -¿Cual es la situación en Bieswang, de que fuerzas dispone?

-No lo se- respondió el herreruelo con ansiedad-De verdad que no lo sé. Lo único que se es que Ulli Norfendeger envió embarcaciones por el río Aver para acabar con cualquier enemigo que pasara por la rivera, y que estarán en el puerto de Bieswang justo ahora. De todas maneras, se que no hemos recibido de Bieswang ningún refuerzo, por lo que no deben de sobrarles tropas.

-¿Se encuentra Boris Ulbricht allí?

-No lo sé, no tengo ni idea. Jamás le he visto.


Mientras Mannricht terminaba su interrogatorio, Rudi preparaba, en el descanso de la travesia, la carne de caballo que habria de alimentar a los Mastines Salvajes en su viaje hasta Bieswang. Tras esperar un poco, las cosas se fueron calmando, y el mediano pudo encontrar en Waldemar un camarada con el que encontrar apoyo.

Waldemar el fiero

-Mediano, perdona a Valik. Es un buen hombre, pero un poco corto de miras. ¿No te ha hecho daño verdad? Entiende su situación, muchos viejos amigos han muerto, y hasta el jefe ha perdido a su primo. No estamos pasando por los mejores tiempos... Por cierto, he oido que tu eras el cocinero de Markus Leitdorf, pero no se que hacias antes. ¿A que te dedicabas antes de entrar al servicio del loco?


Tras hablar con Waldemar, Rudi pudo conversar un poco con su amigo Mannricht, y para cuando terminaron, la pequeña comitiva de dos decenas de soldados se puso en marcha de nuevo. El viaje sucedió sin incidentes pero con grandes cantidades de viento helado del Este, y se hizo larga la travesia hasta llegar al ya relatado cerco de Bieswang.







Alli se encontraban, frente a frente con las tropas Pillher. Coros de desilusión se sucedieron al ver la poca cantidad de soldados revolucionarios alli reunida, pero el sentimiento fue mutuo. Al llegar, una comitiva de soldados no tardó en acercarse a recibir a los refuerzos de los Mastines Salvajes. El mismo Alex Pillher iba a la cabeza, viejo conocido de Mannricht y Rudiger, tras haberse encontrado con el en Loningbruck varios dias antes. Alex iba acompañado de cuatro milicianos mal armados con porras y cuero, y el mismo no iba mucho mejor. Tan solo una escueta armadura de mallas protegia al lider de la provisional fuerza de combate que se suponia que habia de tomar la ciudad enemiga, y los colores de su escudo de armas se presentaban granates y dorados en una fina barda que cubria su corcel de color castaño. Alex tambien portaba un yelmo de visera poco elaborado con la forma de una calavera coronada con una cadena dorada (simbolo Pillher), no muy digno para una de las familias de linaje más antiguo de toda averland, la cuarta mas antigua despues de Leitdorfs, Alptraum y Norfendegers. Al ver a Mannricht, el noble alzó la voz en estruendo, sin perder un ápice de su optimismo y buen porte.

Alex Pillher


-Oh dioses, menos mal que has llegado, Mannricht... Aunque pensaba que nos veriamos en Streissen y en mejores circustancias. Ah, y vaya, también está el pequeño mediano, Rudiger creo recordar. En verdad son tiempos aciagos... ¿Si? Oh, cielos, veo que vosotros también habeis sufrido traiciones y ataques, esperabamos cinco veces más hombres ¿Qué si las hemos tenido nosotros? ¿Recordais el ejército que teniamos en Loningbruck? Ahora no llegamos ni a noventa hombres. Las tropas von Kusch nos traicionaron al poco de salir de la ciudad, y ahora están con el bando Feuerbach. La hija de Selena ha resultado ser algo... descortés, y ha arruinado su boda con Markus Leitdorf para casarse, no os lo vais a creer, con el hermano de este, Leopold Leitdorf. Aunque al menos tuvieron la decencia de no matarnos por la noche y dejarnos seguir nuestro camino. Tras este contratiempo, tuvimos que rehacer el plan, y dirigirnos aqui, a Bieswang, para tomarla y reunir más hombres. Ayer creamos este cerco que veis, y forzaremos al enemigo a salir. Pero no todo está perdido, claro que no. Sabemos que en Bieswang solo queda una guarnición de entre 10 y 30 hombres, y con los vuestros, poniendonos en lo peor, les superariamos en una proporción de tres a uno. Con vosotros creo que si podriamos intentarlo, pero tendremos que llevar mucho cuidado. En Bieswang, son los callejones y pisos los que nos pueden mermar considerablemente.

Tras el encuentro con Alex, fue el soldado Franz, cuyas andanzas se cruzaran con las de mediano y revolucionario en el ataque pirata de la galera del Reik y quien apareció por alli, vestido con ropa de faena y mallas sucias. Al ver a Rudiger y a Mannricht se alegró sobremanera, abrazando a ambos con sincera efusividad.

Soldado de la Casa Mahiven Franz

-¡Amigos mios, gracias a Sigmar que estais bien! He rezado porque llegarais a salvo a Averheim. ¿Fue todo bien? Nosotros hemos tenido un camino de perros...


El resto de Mastines no tardaron en colocarse junto al resto de tropas, descando de la caminata, mientras Mannricht y Rudiger tenian tiempo de hablar con Alex Pillher y el soldado Franz. Habia mucho que preparar, y la ciudad de Bieswang podia dar más de una sorpresa.


FDI: 02 En Carisma para Mannricht hacen hablar al Herreruelo, y un 76 de Cocina para Rudi no consigue quitar el mal sabor a la carne de caballo, aunque si asar algunas partes nutritivas, que no muchas, suficientes para el grupo. No hay partes reutilizables de los carros, y la comida apenas ha sido suficiente.

Rudi sabe que la familia Pillher es ahora aliada, pero que no siempre lo ha sido. Con un 07 en Genealogia, conoces que son Alta Nobleja, pero sin tierras, y que solo poseen negocios de Cerveza, viviendo de rentas antiguas. Son el claro ejemplo de nobles antaño importantes que tras descuidar sus arcas van de mal en peor. No te cortes en hablar con Alex Pillher, no parece discriminarte por tu raza.
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Jacques el arcabucero
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Re: Final de Campaña I: Señores de la Guerra

Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

- El tartamudo de los cojones! – Exclamó el campesino de Streissen sin poder evitarlo – nunca me fié de él. Pero porqué querría matar a Adelfbert? Tuvo oportunidad de hacerlo durante el viaje, porque esperar a este momento? – Mannricht no lograba encajar las piezas – ¿y su fuego fue el causante de todo esto? – Mannricht miraba alrededor evaluando los daños de todo el material quemado – Hijo de mil perros… en fin Rudi, de poco vale lamentarse ahora, quizá algún día nos crucémos con él y aclarémos lo sucedido… como diablos habrá podido escapar, cojo y tuerto!

Rudi cambió de tema hablando de provisiones, carretas y carne ahumada.
- Confío en tu buen criterio Rudi. Al menos, quiero que los hombres tengan la barriga llena. Trata de cocinar lo mejor que sepas amigo mío. Un hombre bien alimentado vale por dos. - y guiñándole un ojo le dejó para seguir en sus quehaceres.

26 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Cercanias de Bieswang.

Vientoligero resultó ser un buen caballo. Brioso, inquieto y mucho mas joven que Negranoche. Se notaba en su trote, como ladeaba la cabeza ligeramente al notar el tirón de riendas, gesto de su testarudez. No obstante, su paso era fuerte y obedecía con premura a los gestos de Mannricht.

Tuvo todo el día para hacerse a su nueva montura y viceversa, pues gracias a Manann no ocurrió nada durante todo el trayecto.

Mannricht aprovechó para preocuparse por sus hombres e incluso por sus propias heridas. El campesino había sido herido en el combate con el bastardo Gomiar y no debía despistarse, una mala infección y a la mierda todo!
- Como se encuentran Kino, Boltus y Adamiel? – preguntó a Rodrik – no tenemos galeno alguno, no? Ya sabía la respuesta. No había nadie que se encargara de las heridas de nadie. Así que se fue en busca de Rudi y le pidió vino o en su defecto, la bebida más fuerte que tuviera y con ella se fue hasta donde viajaban estos tres heridos. Ofreciéndoles la bebida a ellos, Mannricht entabló conversación con ellos durante un trecho del camino.
- Adelfbert hubiera sido un gran caballero de vuestra orden, como lo era Alan, sin duda. Brindo por ellos!Así concluirá su conversación, de regreso al frente de la formación, observará a los Mastines. Debían mantenerse con la moral alta.
- Jon! Ese estandarte bien alto! Debes alcanzar a tocar las pelotas de Sigmar!

De vuelta al frente, cuando el tiempo se estaba volviendo mas cruel y la noche asomaba por el rabillo del ojo, tras nueve horas de dura marcha, llegaron a su objetivo. Las tropas Pillher! Mannricht se alegraba de haber llegado sin más contratiempos. Un mal encuentro a estas alturas podía suponer el fin definitivo de los Mastines salvajes. - Que historia mas jodida y corta, leches! – pensó el campesino, pero la alegría apenas si duró unos minutos cuando fueron conscientes del tamaño total de las fuerzas Pillher.

Al llegar, una comitiva de soldados no tardó en acercarse a recibir a los refuerzos de los Mastines Salvajes. El mismo Alex Pillher iba a la cabeza, y tras los saludos iniciales, fue él quien comenzó a hablar.

-Oh dioses, menos mal que has llegado, Mannricht... Aunque pensaba que nos veriamos en Streissen y en mejores circustancias. Ah, y vaya, también está el pequeño mediano, Rudiger creo recordar. En verdad son tiempos aciagos... ¿Si? Oh, cielos, veo que vosotros también habeis sufrido traiciones y ataques, esperabamos cinco veces más hombres ¿Qué si las hemos tenido nosotros? ¿Recordais el ejército que teniamos en Loningbruck? Ahora no llegamos ni a noventa hombres. Las tropas von Kusch nos traicionaron al poco de salir de la ciudad, y ahora están con el bando Feuerbach. La hija de Selena ha resultado ser algo... descortés, y ha arruinado su boda con Markus Leitdorf para casarse, no os lo vais a creer, con el hermano de este, Leopold Leitdorf. Aunque al menos tuvieron la decencia de no matarnos por la noche y dejarnos seguir nuestro camino. Tras este contratiempo, tuvimos que rehacer el plan, y dirigirnos aqui, a Bieswang, para tomarla y reunir más hombres. Ayer creamos este cerco que veis, y forzaremos al enemigo a salir. Pero no todo está perdido, claro que no. Sabemos que en Bieswang solo queda una guarnición de entre 10 y 30 hombres, y con los vuestros, poniendonos en lo peor, les superariamos en una proporción de tres a uno. Con vosotros creo que si podriamos intentarlo, pero tendremos que llevar mucho cuidado. En Bieswang, son los callejones y pisos los que nos pueden mermar considerablemente.

- Así es Alex, sufrimos un ataque en el borde del río, nos esperaban. No todo el mundo resulta ser quien parece ni ser fiel a quien se sospecha, lo cierto es que no puedes fiarte de nadie en estos tiempos que corren. Tenemos algunos prisioneros, de entre ellos, un herreruelo a las órdenes del señor Ulli Norfendeger y varios mercenarios traidores. Según parece el grueso de sus fuerzas se encuentra en Heideck, y es alli donde los ejércitos fieles al Elector se abastecen y se reclutan. Se dice que cerca de cuatrocientos, algunos más en Agbeiten y Hochsleben, pero esta cifra no debe ser relevante.
Sabemos que Ulli Norfendeger envió embarcaciones por el río Aver para acabar con cualquier enemigo que pasara por la rivera, y que deben de encontrarse aquí en estos momentos.
Alex, sabes algo de Boris Ulbricht?


Mientras llegaba su respuesta, apareció el soldado Franz, a quien Mannricht recordaba muy bien del encuentro con los piratas.
- Que me aspen!
-¡Amigos mios, gracias a Sigmar que estais bien! He rezado porque llegarais a salvo a Averheim. ¿Fue todo bien? Nosotros hemos tenido un camino de perros...

Mannricht le da un apretón de manos al joven soldado.
- No. No fue todo bien. De hecho fue un camino de perros… supongo, que el mas apropiado para un grupo de Mastines… no Rudi? En fin, me alegro de que sigas de una pieza! Conseguiste llevar a cabo tu misión? – le dará una palmada en el hombro y después se volverá hacia Alex Pillher mientras el resto de Mastines se van colocando junto al resto de tropas, descansando de la caminata.
- Hay naves atracadas? Creo que la zona marítima podría jugar en nuestro favor. Si hay hombres que sepan nadar o al menos sostenerse en un madero sin hundirse, y con la ayuda de Manann podríamos entrar en la ciudad desde allí mientras otro grupo asalta primero desde tierra llamando su atención. Por otra parte… llega la noche, y un asalto a una urbe que no conocemos a oscuras puede mermarnos innecesariamente, por ello, yo aguardaría al alba. Además… mis hombres deben descansar y algunos necesitamos un buen galeno. Alex, dispones de alguno entre tus hombres? Necesitaremos de su ayuda.
Por otra parte tenemos algunos prisioneros, y si te parece, vamos a entregártelos para que dispongas de ellos como estimes oportuno.
Rodrik! –
Ahora se vuelve hacia su hombre de confianza – traed a los prisioneros, vamos a entregarlos.
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Mensaje por Saratai »

26 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Alrededores de Bieswang.

El fuego calentó a los sargentos en la mesa que Alex Pillher habia colocado en el centro de su campamento. Los soldados de la revolución estaban tranquilos, a sabiendas de que el enemigo era muy inferior en número, e incapaz de atacarles. Tan solo estaban preocupados de su capacidad de defensa.

Rodrik, Franz, Mannricht, un soldado de confianza de Alex Pillher y el mismo noble Pillher fueron los que fueron llamados para organizar el plan de ataque, ahora reforzados con las tropas de los Mastines Salvajes. Mientras hablaban, el galeno de las fuerzas Pillher atendia a los Mastines Salvajes que más gravemente se encontraban, al tiempo que Rudiger recibia suministros para alimentar tanto a Mastines como a revolucionarios fieles a Alex Pillher. Los prisioneros fueron atados a un palo y cargados con cadenas, para que los soldados pudieran practicar el lanzamiento de frutas podridas, aunque Franz prohibió arrebatarle la vida a ninguno de ellos. El primero en hablar en la reunión fue Alex, ansioso por acabar aquel cerco a la ciudad de los Ulbritch.

Alex Pillher

-Caballeros, ya saben para que estamos aqui reunidos, asi que iré al grano. Mannricht, sargento de los Mastines, ha conseguido con valor y coraje atravesar los peligros hasta venir a la ciudad para apoyarnos en nuestro cometido, y no solo ha traido hombres con él. Ha mermado las fuerzas del enemigo en los bosques, y nos trae información y rehenes. Sabemos que hay zonas abiertas en el arroyo de Bieswang, y que por lo tanto podria ser factible introducir algunos soldados dentro de la ciudad por ese vaido, mientras el resto de nuestras fuerzas atacan mañana al alba. Puedo decir sin temor que creo, con los hombres de los que ahora disponemos, factible tal tarea, sin sufrir demasiadas bajas. Franz, ¿de cuantos soldados capaces de nadar por los arroyos disponemos?

-Veinte diria yo, mi señor-
contestó el soldado Franz, atento a las palabras del que su capitán (al contrario que Rodrik, que parecia aburrido con aquella reunión, ansioso por acabar aquel ataque y salir vivo de la contienda.

-Bien- respondió Alex, esperando sugerencias de Rodrik o Mannricht, que tenian la oportunidad de saciar sus estomagos con las gachas servidas por Rudiger al tiempo que el consejo de guerra seguia su curso -Todo parece claro. Mañana, cuando los hombres hayan descansado, atacaremos Bieswang por dos frentes y tomaremos la plaza. No creo que sea muy complicado. Una vez realizada la tarea, y tras apostar fuerzas en ella, podremos todos volver a casa. Señores, si tienen alguna sugerencia, será más que bienvenida. De lo contrario, tengan buenas noches y descansen bien. Mañana nos espera el dia mas importante de la guerra.

Tras charlar animadamente con Mannricht y Rudiger bajo el frio manto nocturno, Franz pasó a seleccionar hombres suficientes para asaltar la zona del riachuelo cuando el alba diera las primeras luces. Después, y antes de que los turnos de guardia nocturnas fueran impuestos, Alex Pillher alzó una plegaria para que todos sus soldados pudieran dormir bien y Sigmar les diera fuerzas para el dia siguiente. Para Mannricht fueron asignados los Mastines Salvajes, para Franz los soldados que hubieran de introducirse el dia siguiente por los arroyos, y Alex Pillher tomó el mando del resto de las fuerzas. Cada lider pudo reunirse con sus tropas, hablar con ellos, planear su estrategia a seguir o tranquilizarlos, lo que creyera conveniente. En el campamento permanecerian los cocineros, el galeno, dos soldados y los presos, mientras el resto de hombres participarian en la batalla. El 27 de Destilario de la Guerra del Halfling seria un dia a recordar por los años venideros.



27 de Destilario (Brauezeit) de 2527. Bieswang.

Boris Ulbricht no haba dormido muy bien el dia anterior. Su hijo no habia vuelto para cenar, y estaba empezando a creer que los asediantes le habian capturado en los bosques. Pero no, no podia ser. Gomiar no era ningún joven alocado, y se habria cuidado mucho de dejarse ver por aquella chusma revolucionaria, comandada por los traicionieros Pillher.

-Mi-mi señor. El e-enemigo...-
comenzó a tartamudear el paje del señor Ulbricht, histérico tras entrar corriendo en el estudio del noble señor de Bieswang.

-Tranquilo- contestó Boris a su sirviente mientras se levantaba tomando su espada de una esquina de la estancia -Un Ulbricht nunca abandona a su gente. Nunca.



FDI: Mannricht, tienes el siguiente post para dar alguna idea o sugerencia para con el asalto del dia siguiente, asi como para preguntar cualquier cosa o arengar a las tropas. La salida de Político (Líder Revolucionario) se ha abierto para el aventurero de Streissen. En la siguiente actualización comenzará el ataque, en el que todas las fuerzas se movilizarán para entrar en la ciudad y asi acabar la misión encomendada.

Tus heridas han sido tratadas, puedes mirar en tu ficha las heridas que tienes ahora :D

Rudiger, no tienes porque participar en la batalla, pero es decisión tuya si quedarte con los suministros del campamento o participar con los demás en el asalto. Piensatelo bien, pero con la panza como un buen mediano ^^
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Jacques el arcabucero
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Re: Final de Campaña I: Señores de la Guerra

Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

- Que buenas están las putas gachas! – pensaba el campesino mientras se llenaba cucharada tras cucharada la boca. Sus mejillas abultadas, parecían un grave caso de paperas, comía con la boca abierta y de vez en cuando alguna gacha conseguía salir victoriosa de su boca saltando a la mesa o a algún otro plato de los cercanos. Mannricht disfrutaba con la comida, le encantaban las gachas! Era sin duda uno de sus platos favoritos. Mientras Alex Pillher hablaba, Mannricht recordaba las gachas que hacía su tío Rosendo, el del cuadro que tenía en casa sobre el viejo baúl. Que le ponía? Panceta, ajos, chorizo… pero había algo mas que le daba un punto especial y que nunca supo que diablos era. Las gachas que Mannricht devoraba no tenían nada que ver, claro, pero no estaban nada mal diantre! Estaban buenísimas!

- Franz, ¿de cuantos soldados capaces de nadar por los arroyos disponemos? – Estas palabras de Pillher arrancaron a Mannricht de sus pastosos pensamientos y alzó la mirada del plato mientras se limpiaba la boca con el reverso de la mano.
-Veinte diria yo, mi señor- contestó el soldado Franz, atento a las palabras de su capitán.
-Bien- respondió Alex - Todo parece claro. Mañana, cuando los hombres hayan descansado, atacaremos Bieswang por dos frentes y tomaremos la plaza. No creo que sea muy complicado. Una vez realizada la tarea, y tras apostar fuerzas en ella, podremos todos volver a casa. Señores, si tienen alguna sugerencia, será más que bienvenida. De lo contrario, tengan buenas noches y descansen bien. Mañana nos espera el dia mas importante de la guerra.
- Si, hay un detalle –
Mannricht apuró su vaso de vino y se sirvió otro – Franz debería llegar con sus hombres a la zona del vado antes que salga el sol. Así gozarán del cobijo de la oscuridad para llegar con más posibilidades de no ser vistos. Una vez en el vado deberán tener cuidado por si aparecieran refuerzos, en caso contrario, deberán eliminar tan silenciosamente como fuera posible la guardia que allí se encuentre. Con los primeros rayos de sol, nosotros atacaremos, trataremos de sembrar el caos tanto como sea posible, y cuando las noticias del ataque lleguen a vuestra posición, es decir… si alguien llega pidiendo ayuda desde la ciudad, o si tratan de huir, o si suena la campana de la iglesia, cualquiera de estas será la señal. Salid y aplastad toda resistencia! BLAM! – Mannricht aplastó con su puño un mosquito harto de vino que se arrastraba por la mesa, lo que de paso dio más realismo a su discurso.

Al acabar la cena, Mannricht se despidió de los presentes – Que Manann nos guarde y guíe hasta la Victoria - y regresó con los suyos que se calentaban alrededor de varias hogueras.

- Mastines salvajes! Traigo nuevas! – tras asegurarse que todos los hombres prestaban atención siguió con sus instrucciones manteniéndose en pie, caminando entre ellos – Al amanecer, con los primeros rayos de sol caeremos sobre Bieswang con todas nuestras fuerzas. Será un ataque coordinado y conjunto. Alex Pillher atacará desde un flanco y nosotros lo haremos desde otro. Dejaremos la entrada por la puerta principal para ellos, son mayores en número y posiblemente ese será el acceso que mas protegido se encuentre. Nosotros… entraremos por allí! – Mannricht señaló la zona boscosa a la izquierda de la ciudad, cerca de la cual se encontraba el riachuelo que usaría el tercer grupo de asalto – si tenéis alguna duda o inquietud, comunicársela a Rodrik y el sabrá responderos adecuadamente – Mannricht se volvió hacia Rodrik y asintió una sola vez, con energía.
- Así que descansad bien esta noche, porque mañana deberéis entregaros con arrojo y valentía. A las cinco todos en pié!
Que Manaan nos guarde!


Mannricht antes de dormir eleva una plegaria silenciosa ante la amada de Manann.
Reza por las almas de los caídos, reza porque el día de mañana traiga una victoria final que permita que todos los que siguen en pié esta noche, puedan regresar a sus casas con los suyos. Reza por el final de la contienda y por poder ser capaz de regresar junto a Eloisse y su hijo, Markus.

Finalmente se acuesta de medio lado y deja escapar una ventosidad producto de las gachas.
El tufillo caliente asciende por entre las sabanas y Mannricht se queda dormido con una sonrisa complacida.
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William Tender
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Re: Final de Campaña I: Señores de la Guerra

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Rudiger Croop

Rudi se paseaba intranquilo por el campamento durante la cena, terminando de repartir las gachas a los oficiales que discutían las tácticas a emprender el día siguiente. Rudi no conocía el terreno y no era un estratega. Hasta donde su ingenio llegaba, la táctica era perfectamente válida siempre que no encontraran más resistencia de la esperada, y el enemigo tuviera la capacidad de defender ferozmente todos los flancos.
Mientras se sentaba para atacar su propio plato, Rudi rumiaba una idea extraña.
Algo le rondaba la cabeza, con tan pertinaz insistencia, que casi estaba perdiendo el apetito. Casi.
Y mientras rumiaba la idea y las gachas, Rudi creyó encontrar la fuente de sus pesares. Se sentía impotente.
Como ya le sucediera a su anciana madre, Rudi había dedicado tanto tiempo a hacerse cargo del hogar y sus hermanos pequeños, que había desarrollado el viejo "síndrome del caracol". Pretender llevar siempre la casa a cuestas, sin tener en cuenta las propias limitaciones. Aún hoy, en medio de una guerra que ni le iba ni le venía, Rudi se sentía en la obligación de hacerse cargo de las cosas, participar, aportar... y controlar la situación. Pero ésto escapaba a su control, cada vez que pensaba siquiera en participar en el asalto, se echaba a temblar. Hasta el momento se lo había imaginado de muchas formas diferentes, y en todas salía mal parado.
"No te molestes en morir por la causa de algún otro" decía su abuelo. "Los halflings no somos buenos mártires, porque para ser un buen mártir hay que conmover, y nosotros no le importamos un bledo a nadie de fuera de la Asamblea". Rudi acalló su conciencia dejando que la razón admitiera que sería un magro apoyo en un asalto, más allá de recibir un disparo que sería para otro.

Estaba decidido, se quedaría en el campamento. Vigilaría que ninguna de las fuerzas era interceptada por un contraataque inesperado, que sus suministros no eran quemados de nuevo, o que algún oficial que se quedara en el campamento fuera el objetivo de algún aspirante a asesino (A estas alturas, Rudi sospechaba que esta empresa estaba gafada desde el principio, y que confiar en que un obstáculo no surgiera, era causa más que suficiente para que estallara de la manera más cruel). O quizá fuera necesario que alguien hiciera de mensajero entre las distintas fuerzas... ya vería. Con esta idea en mente, Rudi se preparó un buen puñado de cantos con aristas en el bolsillo para la mañana siguiente, ocultó la daga bajo el montón de paja que haría las veces del almohada, y agarró un mendrugo de pan duro. Si todo iba bien, y su ayuda no era necesaria, (Rogaba que así fuera) Rudi iba a pasar una mañana tensa, impaciente y aburrida, y a falta de tabaco, necesitaría tener a mano algo que roer para matar los nervios, y pasar el rato.

Rudi se revolvió por octava vez en el lecho. Parecía que no iba a pegar ojo, y no le preocupaba, la verdad, porque a éstas alturas, ya esperaba que un asesino enviado por el enemigo, o unos refuerzos inesperados, aparecieran en plena noche para rajar sus gargantas. Dos horas más tarde, y haciedo un soberano esfuerzo por hacer a un lado esta idea, Rudi se durmió empuñando su daga.
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Jacques el arcabucero
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Re: Final de Campaña I: Señores de la Guerra

Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

El campesino de Streissen se levantó a la hora prevista, poco más o menos. Hoy iba a ser un día importante, un gran día…

Mannricht se levantó y en calzones fue tras un árbol donde se puso a mear con los brazos en jarra. Mientras escuchaba el chorro caer sobre la hojarasca, su mente estaba pendiente de otros asuntos.
Mannricht sentía una sensación extraña. ¿Valía la pena tantas muertes? El Conde realmente no parecía estar mucho en sus cabales, eso no era algo nuevo, pero había prometido quitar los abusivos impuestos con los que se ahogaba al pueblo. El pueblo debía gobernar, siempre lo había creído así. Recordaba las charlas clandestinas con sus amigos estudiantes de la universidad en la trastienda del viejo Max a las que asistían muchos hombres veteranos de antiguas revueltas. Se mezclaban las ideas de siempre, con la sangre joven. El ímpetu de la juventud con la forma de arreglar las cosas de antes. Era curioso, a veces, salían ideas increíbles y otras… bueno, siempre estaba quien pedía a gritos pasarlos a todos por el cadalso.

Mannricht volvió hacia su tienda y comenzó a vestirse en silencio, mientras seguía con la mente en otro lugar.

¿Por qué siempre tiene que acabar así? La sangre de los inocentes es la que se acaba vertiendo en el campo de batalla, siempre! Cuanto sacrificio, cuantas muertes innecesarias para lograr que…? Tampoco exigimos tanto Manann bendito! Menos impuestos, poder quedarnos con mayor parte de lo que nosotros mismos trabajamos, mas libertad ¿tan injusto es esto? El sistema esta mal. Algo falla, y para arreglarse debería hacerse una reestructuración general que sacudiría los cimientos mismos de la sociedad. Una revolución como nunca antes se ha visto. El poder para el pueblo.
Mannricht veía clarísimo el significado de estas palabras, entendía que no había mejor opción que esta, un autogobierno, sin vasallajes, sin imposiciones… ¿tan difícil es, Manann bendito?
Al parecer, si. Lo era.

Cuando terminó de vestirse podía oír afuera a los hombres caminar arriba y abajo, ya estaban en pie, cada uno a lo suyo hasta el momento de actuar. Seguidamente, se sentó sobre una piedra y sacó sus pistolas dejándolas ante él. A continuación comenzó a desmontarlas, limpiarlas, volverlas a montar y cebarlas para el momento en que tuviera que usarlas. Contó las cargas que tenía… tres balas y pólvora para ocho disparos… debía pedir más munición.
Mientras trabajaba sobre sus armas, Mannricht pensó en un amigo Alan.
Habían pasado un buen tiempo juntos, era un gran hombre y la puta guerra se lo había llevado. No sabía exactamente como ocurrió, pero no tuvo que ser fácil, eso seguro. Alan era un hueso duro, un adversario temible… Mannricht pensaba que le gustaría que estuviera aquí. Era sin duda alguien mucho mas capacitado que el para dirigir a los Mastines en este asedio.
Le hubiera gustado que hubiera ido a su casa y conocido a su mujer e hijo. Habrían tomado vino, algo de embutido y habrían acabado cantando canciones populares hasta que Eloisse les hubiera sacado a escobazos de la bodega – una sonrisa apareció en el rostro de Mannricht por un segundo.
El campesino de Streissen pensó en su padre, como estaría ahora y por cadena de pensamientos, pensó en Balbian. La muerte de su primo le llevó a la muerte de Negranoche, la mas fiel montura que existiera jamás, y de ahí, su pensamiento, como sus ojos, se desviaron hasta un saco cerrado que contenía algo del tamaño de una calabaza de mediano tamaño.
- Pronto volverás a encontrarte con tu padre, como te prometí… - masculló en voz baja.

Terminando de cebar sus pistolas, Mannricht se incorporó y las colocó en su sitio, cruzadas bajo el cinturón. Se colocó la casaca y fue en busca de Franz para que le consiguiera munición para sus pistolas.
- ¿Qué tal Franz? Me preguntaba… si podías conseguirme munición. Algo me dice que necesitaré mas de la que llevo – dejará que Franz le conteste y le seguirá si tienen que ir a algún lado en busca de munición, por el camino, conversará con él – veo que finalmente lograste cumplir tu cometido tras nuestro encuentro en el Reik, no es así? Una tarea muy difícil en estos tiempos que corren donde no puedes fiarte de nadie, ¿no crees? En todo caso, me alegro que llegaras a salvo, y cambiando de tema, ¿Están listos tus hombres para el asalto por el río? Trataremos de alcanzar el campanario para daros la señal, pero al margen de esto… deberéis estar atentos ante posibles retiradas o llegadas de refuerzos inesperados. Vosotros vigilareis la puerta de atrás, ya sabes Franz, esa que es por donde suelen aparecer los imprevistos más desagradables. Deberéis encargaros de que no sea así.
En todo caso, suerte!


Tras recoger munición si es que es posible y la pequeña charla con Franz, se despedirá de él y volverá a donde se encuentran los Mastines para hablar con…

- Rudi! Buenos días! Eh Rudi! Estás dormido? – mientras habla en voz alta para despertar al halfling, Mannricht pasa lista a cuanto haya para comer al alcance de la mano, y todo aquello que le resulte apetitoso irá echándoselo al gaznate, de forma que cada vez su voz irá sonando mas pastosa al tener la boca cada vez mas llena – Eh Dudri! Edtaz dodmido o que? Ein?

Tarde o temprano aparecerá Rudi si es que no se ha ido al río o algo similar.
- Bueno Rudi, hoy será posiblemente mi último día de guerra. Prometí llevar a los Mastines a este punto pero mi compromiso con esta unidad no va más allá. Nuestras fuerzas atacarán separadas, así que puede que este sea la última vez que nos veamos y podamos hablar de forma tranquila.
Verás Rudi… si la cosa se tuerce, si vienen mal dadas o de repente no se… aparecieran una refuerzos con los que no contamos y resultara evidente que no hay forma de salir con buen pie, no quiero que dudes. Lárgate. Salva tu pellejo y regresa con los tuyos. Y cuando digo los tuyos Rudi, me refiero a tu familia. ¿Por qué sigues trabajando para el Conde? Tienes un enorme talento culinario del que estás privando al resto de los mortales! No te gustaría tener tu propio negocio? Alquilar un comercio y montar una pastelería, o un restaurante con parada de postas, todo el mundo querría parar a pasar noche en tu negocio y saborear tus gachas. En fin Rudi, toma esto –
el campesino extrae un pergamino enrollado y sucio por el paso del tiempo en su macuto – es un Cheque de 50 Coronas de Oro, a cobrar en Averheim, me lo dio el Conde. Creo que no tendrás problemas en hacerlo efectivo y deseo que puedas con ese dinero comenzar tu carrera libre de ataduras, sin deber servidumbre a nadie, sin tener que inclinar la cabeza. No es mucho… pero creo que servirá para que des el primer paso.
Yo tengo que hacer un par de cosas ahí dentro –
dirá señalando Bieswang por encima del hombro – Y si por un aquel Morr viniera a reclamarme… dile a mi esposa e hijo que… bueno… dile que… ya sabes Rudi – dirá Mannricht con serios problemas mientras se rasca la cabeza – sé que encontrarás las palabras mas adecuadas.

Mannricht se levantó y finalmente se despidió de Rudi a quien no sabía si volvería a ver, estrechándole la mano.

- Suerte, Rudiger Croop, amigo mío.
Dicho esto saldrá del carromato donde han tenido esta charla y buscará a Rodrik para ultimar detalles con el, por el camino, observará el cielo, tratando de calcular cuanto falta para que salga el sol. Después se volverá hacia la ciudad buscando señales luminosas, antorchas o lo que sea. ¿No hay guardias?
Finalmente, dará con Rodrik con quien hablará lejos de oídos curiosos.

- Rodrik! Por fin ha llegado el día, falta muy poco para que puedas rehacer tu vida y abandonar esta mierda. Como te dije, cuando decidas partir no seré yo quien se oponga, podrás hacerlo cuando gustes tanto tu, como quienes quieran seguirte. Si me preguntaran sobre ti a mi regreso les diré que te perdí de vista en la batalla, no debes preocuparte.
No obstante, hasta que llegue ese momento, quiero que permanezcas a mi lado. Avanzaremos desde esa dirección hacia el centro del pueblo, mientras el grueso principal entra por la puerta grande. Deberás encargarte de alcanzar el campanario para dar la señal a los hombres de los muelles yo, por otra parte… quiero encontrarme con el señor de Bieswang, es allí a donde me dirigiré.
Cuento contigo Rodrik. Aquí, eres mi puño derecho.
¿Los hombres ya están dispuestos? –
Mannricht sacó del bolsillo la vieja y rechupada espiga y se la colocó en la comisura del labio con un gesto rutinario y haciéndola girar con gran habilidad concluyó la conversación – Vámonos!
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