Prisión de Almas: Acto I (Desarrollo)

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Jacques el arcabucero
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Mannricht

- Estoy de acuerdo. No me gusta tener que estar todo el día vigilando mi retaguardia. Cuanto antes resolvamos el asunto del soplón, mejor.
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Johann Burss

-Cuanto antes nos quitemos ese asunto de encima mejor



Los cuatro hombres se dirigieron rápidamente hacia el templo de Verenna, en el famoso Distrito Sur. Pieter os vuelve a pedir perdón por su retraso, pero os acompaña al templo igualmente.

Sin embargo, el camino hacia vuestro destino es acompañado por gritos y carreras: Gente, por todos lados corriendo en todas direcciones en un inmenso caos. Gritos que resuenan entre sus correntillas, ¡Brujeria! ¡Fuego! Al parecer, algo a ocurrido en el Templo, algo grave. Y teniendo en cuenta lo que Pieter y Fabian visteis la última vez, era algo de esperar. El humo y las cenizas llenan los adoquines de la calle. El sol ya se ha ocultado y al llegar al templo, la luz del fuego os ilumina.

Ahora comprendeis porque habia tanta gente gritando de un lado para otro, el templo de Verenna está en llamas. Cuatro vigilantes, conocidos de Dortmund, intentan controlar el incendio para que no contagie otras casas cercanas. Justo en la inmensa puerta de la iglesia, una gran hoguera, origen del fuego, se alza imponente varios metros de altura. Y lo que la alimenta no son maderas ni troncos, sino personas. Mulitud de cuerpos semicalcinados rodean por el suelo la hoguera, mientras dos hombres siguen arrojando cadaveres y heridos dentro del fuego. Los gritos se multiplican en esta zona, media ciudad tira piedras a la hoguera y la otra media corre lejos del lugar.

Los dos hombres que arrojan los cuerpos en la inmensa fogata no son menos impresionantes que el fuego. Uno de ellos tiene una gran altura y musculatura, puede que llegue al metro noventa. Se encuentra semi-desnudo, solo vestido con cadenas y perforaciones de hierro que cubren todo su cuerpo. Entre las cadenas de hierro un par de pulcras calaveras chocan entre ellas al movimiento del individuo. Su cabeza rapada esta repleta de cicatrices y heridas recientes, y en su espalda se ve la marca de profundos latigazos. A la cintura, un gran flagelo de hierro cuelga de unas gruesas sogas. Su mirada contagia una demencia febril.
El otro individuo que le acompaña es algo más bajo pero amontona cuerpos con igual ilusión. Su cuello está rodeado de un collar de retorcidos pinchos que le hacen sangrar a cada paso, una gran campana cuelga del doloroso colgante mientras que sus pies sin calzado van quemandose con las brasas del fuego. Lleva un saco con agujeros que le cubre el rostro, pero una larga cabellera cae por una abertura de la saca de esparto que le oculta a los demás.

Y observando la escena, a una peligrosa distancia de la hoguera, la figura de un hombre vestido con una larga cazadora de cuero que le llega a los pies, enfundados éstos en gruesas botas negras. En su cabeza, un sombrero de ala ancha y acompañando a su camisa, un colgante con la forma de un cometa de doble cola. Un par de pistolas cuelgan de cinchas por su torso. En una mano una espada enrojecida, en la otra una antorcha encendida, posiblemente la causante de tanto fuego. A su lado permanece una mujer extremadamente delgada, con el pelo muy corto y la sucia ropa de un mendigo. Sostiene un pesado libro entre sus delicadas manos.
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valafor
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Fabian Dortmund

Durante el camino hacia el templo de Verena, Fabian dejó bien clara, mediante una profunda indiferencia, cual era su opinión respecto al reaparecido Pieter. Después de advertirle ya en una ocasión que debía contar en todo momento con el grupo y no ir a la suya, el miliciano había vuelto a desentenderse de sus compañeros, esta vez para desaparecer durante casi un día entero. Aquellas muestras de desconsideración enfurecían al recto Dortmund. Tanto que, si por él hubiera sido, habría dejado fuera de la investigación a aquel patán incorregible. No obstante, las órdenes no las daba él.

De repente, el silencio del vigilante se rompió al percibir el olor acre de la madera en combustión. Las primeras volutas de humo empezaban a despuntar por encima de los tejados cuando los hombres se encontraban a escasas manzanas de su destino. Los gritos de alarma de la muchedumbre no tardaron en sucederse.

“¡Rápido! ¡Al templo!”

Los caballos aligeraron el paso y en menos de un minuto, la dantesca estampa de la casa de Verena rodeada de llamas y cadáveres se abrió ante los incrédulos ojos de los investigadores. Fabian saltó del carro y fue en busca de sus compañeros vigilantes, en aquel momento improvisando labores de bombero, sin perder de vista a los grotescos personajes cercanos a la fogata humana.

“¡Qué demonios ha ocurrido!”

Fabian preguntó a uno de sus compañeros, mientras se unía a las tareas de extinción.
Última edición por valafor el 11 Dic 2008, 19:17, editado 1 vez en total.
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Mannricht

- Mannan bendito!! - las llamas se reflejan en los ojos abiertos de par en par del patrullero. Por un instante no consigue reaccionar, pero al ver correr a su compañero Fabian, el le sigue como un resorte.

Trataré de ayudar a esos cuatro vigilantes en sus tareas.

Mannricht. Patrulla de caminos
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Las llamas crecian como si los mismos dioses echaran leña. Sin embargo, los vigilantes no eran novatos apagando incendios, ya evitaron en el verano del 2517 que la ciudad cayera presa del fuego.

Los cuatro hombres comienzan a ayudar a los vigilantes, con cubos de agua y mantos que improvisaban débiles esterillas contra-incendios. Cuando Fabian se acercó, uno de sus compañeros de promoción le recibe lleno de hollín

Pieter Tretmund

-No preguntes camarada Dortmund. Ese cazador de brujas se presentó y comenzó a matar a todos los del templo, acusandolos de corrupción. Nadie se salvó, culpables e inocentes, todos fueron pasto de las ascuas. Incluso al sacerdote acusó, y tuvo el mismo fin que sus fieles y los mendigos.


El vigilante para un segundo, por si el inquisidor está cerca.

-Mejor no acercarse, ya sabes lo que pienso de esos justicieros paranoicos. Para ellos, hasta sus madres son brujas. Seguro que matan a inocentes solo para causar miedo. Y lo peo...


De pronto, Pieter calla al ver al inquisidor acercarse. Su cara muestra una perilla de pelo cano, sus ojos grises contagian un cansancio y una falta de emociones más dignas de un animal ya anciano que de un hombre de guerra. Sin embargo, su sola silueta causa un terror insidioso, casi estresante. La mujer le acompaña detrás, con los ojos desorbitados por la maravilla del fuego. Una vez que la extraña pareja inspecciona vuestra tarea, da media vuelta en dirección a la hoguera de la entrada a la iglesia. Parece que los dos fanáticos han terminado de amontonar cuerpos.

El fuego comienza a controlarse, como si Sigmar se hubiera dado por satisfecho desde su trono en los cielos. Los vigilantes comienzan los relevos para descansar, sin duda la noche no podia comenzar más agitada.
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Mannricht

El joven patrullero sigue trabajando contra las brasas, y cuando observa alejarse al cazador de brujas, habla en tono prudente a Fabian.

- ¿Y bien...? Este era el lugar donde obtendríamos respuestas? Ese sacerdote de que hablaste ahora es un trozo calzinado irreconocible. ¿Que demonios ha ocurrido aquí? - se vuelve hacia el guarda que había hablado antes - ¡¡Habla!! ¿Que es lo peor...? ¿Que ibas a decir?

El patrullero esta harto de medias tintas, harto de verdades a medias, harto de temer a lo que habrá bajo la tierra en el siguiente paso. Así que dice esto último masticando las palabras, entre dientes.
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Mensaje por valafor »

Fabian Dortmund

Desde que era vigilante y no había tenido más remedio que, de forma infructuosa, vérselas cara a cara con la creciente corrupción que asolaba la ciudad, Fabian había desarrollado una optimista testarudez basada en llegar a ver una utópica Averheim donde reinase la paz y la justicia. Todo su empeño había sido invertido en ello, cosa que le había hecho trabajar hasta la extenuación en los casos que le asignaban, hacer horas extra acabando el trabajo de sus compañeros más incompetentes e incluso en ocasiones, con el único objetivo de hacer cumplir la ley, traspasar la línea que marcaba sus obligaciones. No obstante, era consciente de que, por mucho que lo intentara, no podría obrar un cambio por sí solo. Para ello, necesitaba la ayuda de terceros. Si las altas esferas no acusaban el problema, nada se podría hacer al respecto. Por ello, la intervención del ayudante del fiscal era un buen comienzo en la búsqueda de la solución. No obstante, quizás un cazador de brujas era un poco excesivo.

“No preguntes camarada Dortmund. Ese cazador de brujas se presentó y comenzó a matar a todos los del templo, acusándolos de corrupción. Nadie se salvó. Culpables e inocentes, todos fueron pasto de las ascuas. Incluso al sacerdote acusó, y tuvo el mismo fin que sus fieles y los mendigos.”

Fabian nunca destacó por ser demasiado creyente. No era devoto de ningún dios en particular, pero si algún nicho del panteón divino contaba con su simpatía ese era, sin lugar a dudas, el ocupado por Verena, diosa de la justicia. Por esa misma razón, al ver aquel virtuoso templo rodeado de muerte y a su querida ciudad convulsionada por aquel espanto, no pudo reprimir un profundo escalofrío que no tardó en convertirse en animadversión hacia el autor de aquella barbarie.

“Mejor no acercarse, ya sabes lo que pienso de esos justicieros paranoicos. Para ellos, hasta sus madres son brujas. Seguro que matan a inocentes solo para causar miedo. Y lo peo... “

Muchas eran las historias de inquisidores que el vigilante había escuchado a lo largo de su vida, pero nunca había tenido la desgracia de encontrarse con uno. Ahora que podía ver con sus propios ojos de lo que eran capaces, no podía hacer otra cosa que aborrecerlos. Para Fabian, aquello sí que era una fragante violación de la ley, superior a la corrupción que azotaba las calles de Averheim. Condenar a muchos, para asegurar el castigo de unos pocos no era hacer justicia. Era asesinar.”

“¿Y bien...? ¿Este era el lugar donde obtendríamos respuestas? Ese sacerdote de que hablaste ahora es un trozo calcinado irreconocible. ¿Qué demonios ha ocurrido aquí?”

Por un momento, el vigilante olvidó la potestad con la que cuentan los inquisidores para obrar por todo el imperio y, sin escuchar la voz del patrullero, se dirigió hacia el cazador. Necesitaba una explicación.

“Soy el vigilante Dortmund, miembro del cuerpo de seguridad de Averheim. ¿Podría explicarme el motivo de esta barbaridad?”
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El vigilante contesta a Mannricht.

Pieter Tretmund

-Lo peor, señor, es que estaba investigando a esos mendigos, buscando a una red de ladrones que entre ellos se ocultaba. Y ahora mi investigación se va al traste, tras tanto tiempo de trabajo. No digo que los cazadores de brujas no sean necesarios, pero... sus métodos a veces hacen más daño que bien. Pero a todo esto, ¿A que habeis venido vosotros?

Es entonces cuando Fabian, que permanecia ajeno a la conversación, se dirige directo hacia el cazador. Todos los vigilantes dejan de trabajar para mirar la escena que va a producirse. Ninguno puede creer lo que está viendo, Dortmund tiene fama de llevar su trabajo al extremo, pero interrogar a un cazador es algo que nadie tendria el valor de hacer, por miedo a emular el trabajo de la leña.

Al formular la pregunta, el cazador de brujas se gira lentamente sobre sus pasos. Sus ojos se clavan en profundidad en los de Fabian, y un gesto de sorpresa cruza su serio semblante. Al responder a la pregunta que el vigilante le lanza, su voz resuena vacia, sin emoción alguna.

Cazador de Brujas


-Mi trabajo no es ninguna barbaridad. Si fueras un miembro eficiente del cuerpo de Seguridad de Averheim lo sabrias, y conocerias mis motivos. Deberias haber informado de lo que aqui ocurria antes de que yo tuviera que venir. Pero no lo has hecho, o yo al menos no tengo constancia de que lo hayas hecho. Y eso me deja dos opciones, o que hayas informado, pero tus superiores no hayan seguido la cadena de información, o que no hayas informado. Y si no has informado, tengo otras dos opciones, que seas un inútil, o que colaborabas con los del templo y encubrieras lo que aqui pasaba. Y en el úlitmo caso, sólo tengo una opcion para ti.
Teniendo en cuenta que los corruptos me dieron la descripción de tres hombres que estuvieron anoche aqui en el templo, creo que me vas a ayudar a resolver mis cuestiones y dudas, ¿me equivoco?.


Ahora comprendes la fama que tienen los inquisidores de la Sagrada Orden de Templarios de Sigmar. No son personas normales y corrientes, pues su devoción está al borde de la demencia. Su único objetivo es cumplir su sagrada labor, y para ellos el trabajo bien hecho es extremadamente importante, en ocasiones más incluso que la vida de aquellos a los que dicen proteger.
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valafor
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Mensaje por valafor »

Fabian Dortmund

Algo se agitó en el interior del vigilante. Algo amargo. Algo que crecía a medida que el cazador le iba leyendo la cartilla. Desconsuelo, vergüenza… remordimiento. Hasta que el rapapolvo no acabó, Fabian no despegó los labios.

“Así es. Dos compañeros más y un servidor estuvimos investigando en el templo de Verena la desaparición de una niña en esta parte de la ciudad. Las pistas nos llevaron hasta uno de los mendigos que solía refugiarse en la iglesia. No obstante, cuando llegamos alguien lo había asesinado. Su cadáver fue hallado aquí y aquí seguía.”

Fabian, incapaz de aceptar de viva voz un temor tan irracional, prefirió no decir nada sobre las horrorosas marcas que presentaba el cuerpo y que desde que las había visto no había podido borrar de su cabeza. No obstante, entre aquella amalgama de vergüenza y desconsuelo que sentía, todavía refulgía algo de su habitual orgullo.

“Y no. No informé sobre ello. Las circunstancias me lo impidieron. Asumo las consecuencias y daré todas las explicaciones pertinentes que mis superiores me soliciten.”

Sin dejar a un lado la honestidad, Fabian no claudicaría plenamente ante una figura de poder ajena a su sistema. Aquel tipo, por muy cazador de brujas que fuera, no tenía ni idea de la situación de precariedad que vivía Averheim. No obstante, pese a su profundo orgullo, por dentro era consciente de que el inquisidor en parte tenía razón. Últimamente había cometido muchos errores que podía haber evitado y que no eran justificables. No valía escudarse en temas de corrupción y crisis. No podía echarle la culpa al vacío de poder que asolaba la región. Aquello única y exclusivamente era falta suya.

Pero lo peor de todo era que alguno de aquellos errores cometidos, muchos inconfesables por su gravedad, le asemejaban a aquel torturador que, poniéndose el mundo por montera y escudándose en una demencial “noblesse obligue”, se atrevía a impartir condena a su gusto, profanando conscientemente, en pos de una subjetiva idea de orden, la sagrada comunión que existe entre ley y justicia.

“Tú tienes la culpa.”

De los ojos del vigilante, una mirada hecha tristeza y remordimiento se escapó hacia la mancillada casa de Verena.
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Jacques el arcabucero
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Mannricht

El joven patrullero no ha osado acercarse a la figura del Inquisidor. Cuando ve que su compañero toma esa dirección, hace amago de detenerle, pero enseguida se lo piensa y le deja ir. Empieza a conocer a Fabian, y sabe que no lograria.
Ajeno a su conversación, la cual muy dura parece a juzgar por los gestos del Inquisidor y que Fabian no abra la boca, Mannricht, vuelve sobre el detalle de Pieter, mientras sigue trabajando sobre los rescoldos que puedan quedar encendidos.

- Así, Pieter, crees que entre los presentes en el templo se encontraba una red de ladrones? Quizá tu investigación no se detenga aquí y ahora. Pudiera ser que llegara hasta el mismísimo sacerdote? - dice mientras se vuelve un segundo hacia las llamas. Allí ve recortadas las siluetas de Fabian y el Inquisidor.
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Johann hablaba a solas con el miliciano Azelhof, algo alejados del resto. Johann tenia un gesto serio, casi cabreado, pero era imposible saber de que trataba su conversación. Al tiempo, los compañeros de Dortmund, que ya tenian controlados los fuegos que habian reducido el bello templo dedicado a la justicia a poco más que ruinas, vigilaban que su conocido Fabian no cometiera ningún error, a pesar de que la conversación que éste mantenia con el cazador no era percibida más que por los contertulios.

Cazador de Brujas

-Tarde. Debiste informar inmediatamente. La corrupción no da ninguna oportunidad, y los débiles son atrapados por ella. Las excusas no van a salvarte, vigilante averlandés.


El cazador lanza su antorcha al suelo, dejando que el fuego se apague por si solo. Enfunda su espada en el cinto y coge el libro que la mujer de su séquito aprieta contra su pecho.

-No tengo tiempo que perder aqui, vigilante Dortmund. Me encargaré de hablar con tus superiores para proporcionarte una carga que te liberé de tu ineptitud, más tarde juzgaré tus actos y los de tus compañeros. Pero... necesitas un correctivo inmediato y mi trabajo necesita un informador. Es lógico que los que no trabajan sean castigados con trabajo, los que no ayudan sean castigados ayudando y los que no informan sean castigados con la obligación de informar.
Tendrás una oportunidad de servir a tu ciudad y a Sigmar mientras investigo si los vigilantes de Averheim sois culpables además de gandules.


El inquisidor te entrega un sobre de su libro sellado.

-Lee lo que pone en la carta, o encuentra a alguien de fiar que te la lea. Si en dos dias me traes algo útil relacionado con lo que pido y el juicio resulta negativo para los vigilantes, tendras un trato rápido. Si, por el contrario, el juicio es positivo, te habrás ganado el derecho de ayudarme en mi corta estancia en la ciudad, un privilegio que dudo que consigas. Será facil encontrarme, tengo mucho que hacer aqui.

Dicho esto, el cazador de brujas dio media vuelta sin despedirse, acompañado por su fiel seguidora. Sus hombres dejaron de apilar los cuerpos que aun faltaban, siguiendo a su lider.


Mientras, Mannricht era informado de jugosas noticias

Vigilante Pieter

-No debo decirte nada confidencial, herr patrullero. Sólo te diré que
-Dice susurrandote al oido- que estaré aqui solo dentro de cinco horas. Si Fabian y tu venis, podremos conversar tranquilamente sin que nadie nos oiga. Quiero terminar este trabajo, y espero que alguien pueda ayudarme.

Al tiempo que dice eso, la voz de Jaran gritando y poniendo orden se hace notar al final de la calle...
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Mensaje por valafor »

Fabian Dortmund

Con gesto impasible, Fabian tendió la mano y cogió el papel. Entendió las palabras del inquisidor, pero su cara no dio señales de ello. Cualquiera habría identificado muestras de una peligrosa altanería en la actitud del vigilante, pero únicamente las personas más próximas a él habrían reconocido lo que realmente se escondía detrás de aquella aparente pasividad.

“Tú tienes la culpa.”

Fabian obedecería, no por miedo a la ira del aquel hombre, sino por honor. No es que el vigilante fuera un temerario y menospreciara el poder mortífero de un inquisidor malhumorado, pero, en aquellos momentos de turbación, el temor a ser quemado en la hoguera carecía de trascendencia. Para un hombre como él, era más importante velar por los fragmentos perdidos de su ruinosa integridad moral. Por ello, necesitaba redimirse y si el camino era obedecer a aquel monstruo que tanto aborrecía y que, maldita la gracia, tanta razón tenía al enumerar sus defectos, lo haría. Sí, aquel era un buen castigo.

“¡Vamos! ¡Circulen!”

Mientras la voz del sargento Jaran se hacía más clara, Fabian se dirigía con caminar pesado al humeante templo de Verena. Pese a pasar a escasos centímetros de la fétida hoguera humana, el rostro del vigilante ni se percató. Sus sentidos estaban fijados claramente en un único rumbo y su mirada, del mismo modo que aparentemente su vida, perdida.

“¡Muchachos, venid todos aquí!”

Fabian cruzó la ennegrecida puerta principal del templo, recorrió entre restos carbonizados de piedra y madera la nave central y, sin ser plenamente consciente del motivo, se paró ante el único estandarte de Verena que parecía haberse salvado de las llamas. Con evidentes señales de quemaduras, pero todavía manteniendo una forma definida, el blasón yacía a los pies del altar central, lugar donde el desventurado Julius Guderbrëtz solía oficiar las ceremonias. La vista de la iglesia desde allí era desoladora. Una estampa de caos y destrucción, dantesca parodia de lo que días antes había sido un santuario de ley y resguardo, se erigía humeante y acre ante los tristes ojos del averlandés.

Como si pretendiera ofrecer sus respetos a un difunto, el vigilante se acuclilló ante el estandarte caído. Un metro y medio de hollinado tejido blanco yacía allí moribundo, mientras una débil corriente de aire, filtrada quizás por alguna de las ventanas rotas del templo, le intenta insuflar algo de vida, acentuando así su estertor.

Fabian volvió a incorporarse, cada vez más abatido por el panorama. Al hacerlo, sobre el altar, medio enterrado entre escombros, un tenue refulgir, casi agonizante, captó su atención. Intrigado, apartó los cascotes para hallar bajo ellos lo que parecía ser una espada insignia de Verena, sin lugar a dudas propiedad del sacerdote asesinado. El fuego había teñido de negro ligeramente la bella empuñadura dorada de la misma, difuminando parcialmente el contorno de los emblemas de la diosa de la ley, la lechuza y la balanza. Pese a ello, la hoja parecía estar en perfecto estado. El joven levantó el arma para poder admirarla con mayor detenimiento y entonces, de repente, al verse empuñando dicho metal, sintió como si su alma se recompusiera.

“Es tu deber.”

Con resolución, el vigilante agarró la espada con fuerza y levantó el estandarte. Tras un breve reconocimiento de la zona a perforar, atravesó la tela con el arma y cortó sin dificultad el emblema de la divinidad. Hecho esto, se ajustó con fuerza el retal en la mano derecha y, desechando su arma reglamentaria, se enfundó el metal de Verena.

“Bien, ¿estamos todos?”

Entonces, por fin los gritos de Jaran parecieron hacer su efecto y, con la misma lentitud con la que había entrado al templo, pero con una retomada convicción en sus pasos, Fabian fue en busca de lo que le deparaba el destino.
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Mannricht

El vigilante Pieter se marcha, pero al parecer, en cinco horas nos encontraremos de nuevo aquí. Llevaba una investigación en marcha sobre la gente que se reunían en el templo, y posiblemente hubiera logrado algo más si no hubiera sido por... el joven patrullero se vuelve hacia las llamas, que se retuercen y rugen devorando carne y royendo huesos. Pero... no es Fabian quien sale del Templo?

- Eh Fabian! - le llama con un gesto de mano mientras se acerca a el, y una vez a su altura sigue hablando - Te enteraste de algo? Mannan bendito, que monstruosidad. Supongo que aquello por lo que dijiste de venir aquí se habrá ido al traste, no es así? de todos modos... aquel tipo de allí - señala con la barbilla al vigilante Pieter - estará por aquí en unas horas. he quedado con él, creo... que todavía sacaremos algo en claro de todo esto.
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Los cansados bomberos miraron a la furiosa figura que se hacia paso entre la gente de la calle, a base de gritos y empujones...

Jaran

-Mierda, tenia que pasar esto justo ahora. ¡Vosotros!
- Grita en dirección al grupo de vigilantes. Los cuatro hombres, incluido el vigilante Tretmund, cerraron filas delante del sargento.

-Buen trabajo muchachos, estoy orgulloso de vosotros. No he podido llegar antes, pues estaba reunido con el comandante y no pudimos enterarnos del incendio. A lo que iba, el comandante me ha informado de un nuevo trabajo. Ese politico que está haciendo campaña, Rudiger Bacher, ha hablado con el comandante de la guardia. Al parecer, piensa invertir mucho dinero en contratar hombres para el cuerpo y reforzar las defensas. No sólo eso, ese hombre piensa contratar hombres de su bolsillo para acabar con el crimen. Pero sólo lo hará si es elegido en el referendum del tercer dia de Trasbrujo, dentro de siete dias.


-Muchachos, necesitamos esa ayuda como el comer. Sin su dinero, nos podemos olvidar de esta ciudad. Odio a los politicos tanto como vosotros, pero tenemos que guardarle las espaldas. Cierto que ya tiene guardaespaldas de sobra, pero no podemos dejar nada al azar. A partir de ahora, os turnareis en grupos de dos. Dirigios a la casa de la rosa en el escudo de armas del Barrio Comercial. Si Albert, esa casa con la fachada grande pintada de naranja. Albert y Culogordo, vosotros haced los primeros turnos, y Konrad y Pieter, vosotros relevadlos a ellos. En marcha, esta semana será dura.

Dicho y hecho, dos de los vigilantes partió sin demora alguna. Cuando Jaran reparó en el grupo de Mannricht y compañia, se dirigió a ellos con paso rápido y su acostumbrado semblante de matón barriobajero. Todos habeis podido oir las ordenes que dirigia a los compañeros de Fabian.

-Pensaba que estabais con Alan. Bueno, ya que estais aqui ayudadme a... En ese instante, el sargento se dio cuenta de la presencia de Johann.
-¿Y tu que coño haces aqui? En la cárcel necesitan gente urgentemente y tu estas aqui, perdiendo el tiempo en labores que no te corresponden. ¡Corre a la prisión y termina tu trabajo, con razón tenian problemas alli, si todos sois asi de gandules! Ve alli y vuelve cuando puedas, si es que sigues queriendo ayudar despues de hacer tu trabajo.

Johann intentó articular alguna respuesta, pero la saliva que le caia con cada palabra de Jaran le reprimio sus ganas de responder. Con la mirada en dirección al suelo, no le quedó mas remedio que desaparecer

-Como iba diciendo, hechadme una mano con los cascotes del templo, tenemos que recoger toda esta carniceria y derribar la construcción para evitar accidentes. Tenemos un montón de trabajo que hacer Fabian y... mirando a Mannricht ¿tú no serás el tipo que viene de Streissen verdad? Eres toda una celebridad amigo, uno de los pocos patrulleros que queda vivo en la provincia. Alan habla mucho de ti. No se si será por suerte o por tu habilidad, pero me alegra que no te hayan pillado, asi aun quedan guardias de caminos. Cuando Bacher ponga su dinero, invertiremos esta situación y nuestra querida Aver volverá a ser segura, espero.

Tras las ordenes, tanto Fabian como Mannricht ayudaron a Jaran a limpiar la zona, junto al miliciano Azelhof. Los cuatro estuvisteis varias horas quitando restos carbonizados, tablas de madera y cascotes sueltos. Mientras limpiabais, una nevada os hecho una mano, pues el peso de la nieve hizo que los arcos de la construcción cayeran al suelo con facilidad. Cuando terminasteis, ya era de madrugada y estabais llenos de un manto blanco que os cubria por completo, de pies a cabeza.




Cuando Jaran se despidió de vosotros tres, el vigilante Tretmund apareció entre las sombras de la avenida que llevaba al Barrio Comercial.

Vigilante Tretmund

-Me ha costado escaparme, pero al final he conseguido llegar. No tengo mucho tiempo para hablar, preguntame aqui mismo lo que quieras saber acerca de mi investigación, patrullero.


Es tarde, y poca gente pasa por la calle con la nieve. Tretmund y Mannricht están algo apartados, pero Fabian puede oirles con claridad y parece que a Tretmund no le importa.
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Mannricht

El joven patrullero está agotado. Tantas horas apartando rocas, restos carbonizados, maderas... pero... si ese es Pieter!
Un tipo de palabra, si señor.

Finalmente, se acerca a él y se inicia la conversación.

- Bien Pieter, dijiste que creías que entre los presentes en el templo se encontraba una red de ladrones. ¿Como llegaste a esa conclusión? ¿Hasta que niveles crees que llegaba esa red? ¿Crees que el sacerdote podía saber algo?
- dice mientras se frota los riñones. Le duelen.
Cerrado

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