Prisión de Almas: Acto I (Desarrollo)

Partida dirigida por Saratai.

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valafor
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Fabian Dortmund

Fabian inspeccionó uno a uno los enseres del sacerdote, en busca de algo que se les hubiera pasado por alto a los carceleros. Fijó su atención en posibles anotaciones escritas en las páginas del libro religioso y buscó objetos de reducido tamaño que pudieran estar escondidos en los bolsillos de las ropas. Así mismo, vacío la bolsa del dinero a esperas de encontrar algo que no fueran monedas y observó con atención la tablilla. Se dedicó con esmero a encontrar y algo encontró: nada.

“Parece que todo está normal.”

El vigilante colocó los objetos en la caja y se la devolvió al carcelero.

“Le importa que le eche un vistazo al cadáver. No soy galeno, así que el reconocimiento será superficial.”

El carcelero asintió levemente y Fabian se puso manos a la obra, no sin antes respirar profundamente. Pese a tener los pulmones llenos del valor suficiente como para manosear aquel cuerpo sin vida, el vigilante no podía negar cierta inquietud al realizar aquella tarea. Por ello, con la intención de distender un poco el ambiente, el joven averlandés volvió a dirigirse a su acompañante… vivo.

“¿Y qué hay sobre el compañero de celda del muerto? ¿Qué se sabe de él?”
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Edmund Illimof

El vigilante y el carcelero seguian inspeccionando el cuerpo. Ninguna herida, ningun hematoma, nada fuera de lo normal, excepto, claro está, la marca de la horca.

Edmund atendió en todo lo que pudo a Fabian, preguntandole su nombre e interesandose por su labor. A él le habria gustado ser un vigilante, apagando fuegos y rescatando a inocentes. Pero le habia tocado el trabajo que su padre, y alli estaba, desperdiciando los mejores años de su vida con asesinos y criminales. Al menos su prometida era guapa, aunque algo testaruda.

Toda la conversación era relajada y distendida, hasta que salio a relucir el compañero del sacerdote.

-Herr Dortmund, ese hombre está chalado. Lleva alli mucho tiempo, casi tanto que hasta algunos no conocemos su delito. Es el preso Número 348, A-8. Desconozco su nombre. Lo que si es cierto es que tiene un extraño don, pues no es el primer compañero que tiene que se suicida, y antes de hacerlo, él y el compañero siempre hablan muchisimo. Anoche me toco ronda en ese pasillo, y el sacerdote y él no pararon de hablar. Muchas veces hemos intentado sacarle información, y aunque el hombre es muy colaborador no entendemos sus palabras. Es como si cada información que nos dijera fuera útil, pero estuviera encriptada.


El carcelero paró un segundo, para vestir de nuevo al cadaver, y hecharle algo de agua para limpiarlo de la suciedad de la cárcel.

-Pero - dijo siguiendo con el tema del preso - a mi me da mala espina, le tengo algo de miedo. Se que es inofensivo, pero es como si conociera demasiadas cosas, como si supiera lo que estás pensando. Si, no tengo dudas. Todos los tipos del primer nivel son raros, pero ese se lleva la palma.
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valafor
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Fabian Dortmund

“… Las ratas se hacen grandes, y los gatos las obedecen. Pronto todo se convertirá en cenizas, hasta las cosas en las que más creemos.”

Al escuchar la declaración del carcelero, Fabian no pudo evitar recordar las extrañas palabras que, hacía unos momentos, el preso 348 A8 le había dedicado. No es que el vigilante fuera muy dado a creer en lo sobrenatural, pero, de la forma como estaban avanzando los acontecimientos, sintió que en su interior se había obrado una pequeña concesión al respecto. Si era cierto que ese hombre tenía una capacidad “especial” para empatizar con la personas, quizás podría servir de ayuda en el caso.

“Raro o no, señor Illimof, ese hombre habló largo y tendido con el sacerdote antes de su muerte y quizás le contara algo sobre la investigación que…”

Fabian cayó al recordar la presencia de espías en la prisión.

“Eh… Fue único testigo del suicidio y es preciso que sea interrogado. Puro protocolo, ya sabe.”

Dicho esto, el vigilante estrechó nuevamente la mano del carcelero y se dirigió hacia la puerta.

“Muchas gracias por la atención ofrecida, señor Illimof. Ha sido un placer.”

Una vez fuera de la habitación, Fabian puso rumbo nuevamente hacia el piso inferior. Debía hablar con el preso y comprobar si este tenía algo de información acerca del sacerdote y de su investigación. Pese a los desesperanzadores comentarios del carcelero, no tenía pensado darse por vencido antes de probar suerte y escuchar a aquel perturbado.

“¿Dortmund? Ese es tu nombre, ¿verdad?”

De repente, de la habitación contigua, la cabeza del cloaquero asomó seria por la puerta entreabierta.

“El interrogatorio de los carceleros espera. Será mejor que no te alejes demasiado. Hay que empezar a prepararlo todo antes de meternos en la ratonera de allí abajo.”

Fabian titubeó durante unos instantes al ver su plan de actuación inmediato interrumpido por las pretensiones de aquel hombre.

“Verá, señor. El sacerdote al que hacíamos referencia esta mañana en la sala de interrogatorios acaba de aparecer muerto en su celda. En este preciso momento me disponía a hablar con su compañero y… creo que es importante hacerlo cuanto antes. Es un preso algo inestable y debemos aprovechar ahora que todavía tiene fresco en su cabeza todo lo sucedido.”

El vigilante trataba de ser convincente a fin de conseguir un poco de tiempo del cloaquero.

“Con lo cual, me preguntaba si… ¿Podría demorarse el interrogatorio? No será durante mucho, no se preocupe. En cuanto acabe, yo mismo le buscaré para empezar a hablar con los carceleros.”
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El cloaquero esperó a que Fabian terminara su charla con el carcelero. Ante su pregunta, asintió levemente.

Maneverb

-Haré lo que pueda. Empezaré con alguno ya y luego te cuento, pero iré lo más despació posible. Tú termina tus asuntos, luego ya te contaré lo que me han dicho, aunque no creo que te vayas a perder nada.


Tras ésto, el guardia cerró la puerta, dejando a Fabian con su camino. Cuando el vigilante volvió a entrar en el pasillo, los susurros continuaron, percibiendo palabras como ''muerto'', ''peste'' o ''vigilante''. Sin duda, más de uno de aquellos presos mataria gustosamente a Fabian si tuviera la oportunidad.

Después de unos pasos que parecian interminables, Fabian Dortmund llegó a la celda número ocho. El preso 348 seguia como se lo encontró la primera vez, tumbado en una esquina y balbuceando. El percatarse de la presencia del vigilante, se atusó sus ropas, intentando parecer algo más limpio y ordenado. No tardó en hablar, y cómo era de esperar, no fueron palabras sencillas de comprender.

-Oh, vaya. Si, el perro vuelve a por su hueso.

El preso se quedó mirando fijamente a los ojos del vigilante averlandés, sin parpadear ni una vez. Cuando pensó que Fabian estaba a punto de contestar, le interrumpió. Parecia que lo estaba haciendo a posta, pero quien podria saber lo que pasaba por la cabeza de aquel tipo, que en lugar de en una cárcel bien debiera estar en un hospicio de Shallya.

Preso 348 A-8

-¿Los ratones podemos hablar con los perros? Los ojos que no se ven pero miran lo observan todo desde sus cuencas. Las orejas que no se oyen pero escuchan captan toda conversación que a sus oidos llegan. ¿Qué busca quien persigue al saltamontes que se ha convertido en árbol?

Ahora Fabian entendia lo que Edmund le avisó. Aquel tipo parecia saber demasiadas cosas, pero la forma en que se expresaba era, ciertamente, inquietante. Ningún preso de los alrededores prestaba atención a aquella conversación. Ya estaban acostumbrados a que vinieran interrogadores y carceleros a preguntarle a aquel loco, pero jamás ninguno habia conseguido tres palabras coherentes. Por supuesto, aquel vigilante no iba a ser quien comprendiera las frases de aquel demente... ¿O tal vez si?
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valafor
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Fabian Dortmund

Fabian estaba dispuesto a escuchar los galimatías que salieran de la boca de aquel desdichado, pero no iba a permitir que le tomara el pelo. Asumía su enfermedad, pero no su arrogancia.

“Soy el vigilante Dortmund y esto es un interrogatorio. Así que, por favor, limítese a contestar sólo cuando le pregunte. ¿Entiende?”

El vigilante necesitaba saber si era cierto que aquel preso no era un simple loco. Antes de seguir con aquello, era preciso confirmar que sus palabras, pese a estar codificadas, escondían algo de información que les pudiera ser de utilidad. Haría todo lo posible por entenderle, pero necesitaba comprobar si su parloteo contaba con algo de credibilidad o únicamente era fruto de la pura demencia. Para llevar a cabo esto, Fabian se sintió con la necesidad de colocar en su sitio a aquel hombre y, de forma espontánea, llamó la atención del preso usando el mismo trato de formalidad que solía aplicar con sus colegas de profesión. Quería respeto, no sumisión.

“¿Cuál era la profesión de su compañero de celda? ¿Se lo dijo?”

Empezaría con preguntas claras y concisas cuyas respuestas conocía. Así podría evaluar el grado de credibilidad de su testimonio. Pero sobre todo, si quería obtener resultados, debía ser educado.

“Por cierto, ¿cómo se llama usted?”
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El preso mantuvo la mirada del vigilante. Era de los primeros que no se reian mientras hablaba con él, el primero que no se ponia furioso y alguien que no intentaba ponerse a su altura hablando como su interlocutor. 348 se lo estaba pasando muy bien, de hecho, intentaria responder todas las preguntas de aquel hombre. Lo único malo es que no sabia expresarse mejor de lo que lo hacia, y eso era un grave handicap para la comunicación.

''Soy el vigilante Dortmund y esto es un interrogatorio. Así que, por favor, limítese a contestar sólo cuando le pregunte. ¿Entiende?''

-Tantisimo gusto tendria una serpiente con un halcón culebrero, aunque asi es la naturaleza. Las palabras toman forma y éstas ideas, pues la mente puede captarlas, desde luego.

''¿Cuál era la profesión de su compañero de celda? ¿Se lo dijo?''

-El hermano que vivió conmigo era un esclavo de los designios de quien está más allá de toda comprensión, incluso para sus propios sirvientes. Largo y tendido habló el hombre con uno más de su raza.

''Por cierto, ¿cómo se llama usted?''

-Las gentes dicen trescientos cuarenta y ocho. Y más cosas han dicho a lo largo de los años. Pero nunca ninguno ha tenido significado.


El preso espero paciente la respuesta del vigilante, con una sonrisa impresa en la cara. Pocas personas eran capaces de hablar con él, y en las últimas horas estaba conociendo a los únicos, a lo largo de varios años.
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Fabian Dortmund

Fabian se frotó el mentón pensativo.

“Por lo menos parece comprender las preguntas.”

El vigilante miraba la cara sonriente del preso como si intentara obtener de aquella mueca desdentada algo de información que le facilitara el proceso de comprensión.

“Quizás ha respondido que el preso era seguidor de algún dios. “Esclavo de los designios de quien está más allá de toda comprensión”. Sí, parece la descripción de un sacerdote hecha por un...”

De repente, a la mente del vigilante vino el recuerdo de su querida tía Helke y de los veranos que pasaba junto a ellos en la granja Dortmund. Tristemente soltera y con un pronunciado instinto maternal, la mujer, siempre que la taberna que regentaba en Streissen se lo permitía, no dudaba en desplazarse a casa de su hermana para disfrutar de sus numerosos sobrinos. Les preparaba pasteles de frambuesa, les enseñaba a construir marionetas con cañas… incluso se atrevía a montar a caballo y retarles a carreras. Muchas eran las actividades que la tabernera organizaba para disfrute de los niños, pero la que Fabian recordaba con más dulzura era la que solía despedir aquellos frenéticos e inolvidables días estivales. Cada noche, antes de ir a dormir, la mujer les leía un fragmento de alguno de los muchos libros que siempre llevaba consigo. A veces se trataba de una historia épica de caballeros y dragones o de un cuento de terror lleno de fantasmas y monstruos. Pero en otras ocasiones, cuando el día había sido especialmente agotador, la buena mujer les leía poesía.

““Las palabras toman forma y éstas ideas”. ¡Claro, como en los poemas de tía Helke!”

Fabian solía encontrar aburridos aquellos textos, ya que, por lo general, eran complicados de entender. En ellos, en vez de llamar a las cosas directamente por su nombre, se usaban otras maneras que, de forma más o menos sutil, guardaban relación con lo designado. “Espejo de plata” para “luna” o “montaña de fuego” para “volcán” eran algunos de los muchos ejemplos que el vigilante recordaba y es que, pese a no ser un fiel defensor de la poesía, el muchacho debía admitir que, cuando lograba descifrar el significado de alguno de aquellos acertijos literarios, se sentía, no sólo mucho más inteligente que el resto de sus hermanos, sino cómplice de los mágicos juegos de su querida tía.

“¡Este hombre habla como los poemas de tía Helke!”

Por un instante, a la cara del vigilante volvió el asombro que de niño solía sentir cuando entendía aquellos “cuentos raros.”

“De modo que, aunque loco, parece saber lo que dice.”

Fabian era consciente que, pese a tener la clave para entender las palabras de aquel hombre, la comprensión iba a ser dificultosa. A partir de ahora, debía concentrarse y abstraerse del pensamiento más mundano. Sin duda, el recuerdo de su buena tía Helke le ayudarían en el proceso.

“¿Quiere decir que su compañero de celda habló en prisión con otros que, como él, eran sacerdotes? ¿De qué hablaron?”
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28 de Ulricario de 2521. Konistag.

El preso asistió interesante a las reacciones que sus palabras ejercian en el vigilante. Sin embargo, su respuesta no fue excesivamente acertada, errando en algunos detalles.

''¿Quiere decir que su compañero de celda habló en prisión con otros que, como él, eran sacerdotes? ¿De qué hablaron?''


El preso agitó la cabeza horizontalmente, en señal claramente negativa. Intentando explicar las cosas un poco más claras, hablo de nuevo, haciendolo lo mejor que sabia.

Preso 348 A-8

-Fieles en las celdas haberlos hay, pero ninguno llega a obtener lucro de su fé. Más si bien es cierto que hubieron palabras. Pero solo frases sin sentido, acerca de vidas que son muerte y muerte que lleva a otras vidas. Nada parecido a un hueso que el sabueso con el que ahora hablo tenga intención de buscar.

-Más con mi persona hubo otro tipo de dialogos. Aquel que servia a su inmaterial amo en la tierra y ahora es en el cielo donde cumple con su labor, hablome de gentes que como él, sirven a entes todopoderosos que en esta tierra habitan. Gentes, cuyos preceptos se enfrentan a los de su misma ética. Gentes, a las que él dió caza. Gentes, a los que finalmente descubrió, y en su último anhelo antes de que las fuerzas de la Prisión acabarán con él, me describió en totalidad. Un árbol que debiera ser saltamontes, estimado sabueso, un árbol que tendria que ser un saltamontes.


Por último, el preso volvió a hablar, desesperado.

-Si usted no hace nada, finalmente las ratas tendrán todo el queso y los gatos nos moriremos de hambre.
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Fabian Dortmund

Pese a sentirse reconfortado por el recuerdo de tía Helke, el vigilante iba a tener serias complicaciones para comprender a aquel hombre. Además, la efusividad con la que se expresaba hacía que su discurso pareciera no sólo convincente sino algo inquietante. Perros y gatos, ratas que crecen y se comen todo el queso, saltamontes que se convierten en árboles… Fabian empezaba a tener dificultades a la hora de poner en orden sus ideas, así que decidió almacenar toda la información e ir asimilándola poco a poco.

“Bien, no había más sacerdotes, entonces… ¿con quién habló? A qué se refiere con “de su raza”. ¿Quizás no se refiera al ahorcado, sino… a mí? ¿Se referirá a mi raza? ¿A mi profesión? Yo, según él, soy un perro, entonces…”

Fabian acercó la carcomida silla del vigilante de planta que, arrinconada unos metros más atrás y semioculta por una destartalada mesa, ya había servido a otros antes que a él para guardar reposo físico, que no mental, ante la verborrea ininteligible del 348 A-8. El guardia guardó asiento y miró fijamente al preso.

“¿Habló entonces el sacerdote con algún guardia más de lo que exige el protocolo carcelario?”

Aquella pregunta le hizo recordar el motivo que daba lugar al interrogatorio que, unos metros más arriba, estaba a punto de comenzar: encontrar al carcelero espía que había ayudado escapar a los Quober. ¿Quizás aquel preso supiera algo al respecto? Entonces, Fabian, inmerso en sus pensamientos, olvidó por un momento su idioma y preguntó abiertamente con una profunda fe en ser comprendido y, a su vez, en recibir una respuesta comprensible.

“¿Sabe si alguno de los perros está traicionado a… la jauría?”
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''¿Habló entonces el sacerdote con algún guardia más de lo que exige el protocolo carcelario?”

Las preguntas de Fabian hicieron buen efecto en el preso, que sonrió al ser comprendido, casi al roce de la euforia. Meditando cual era la mejor respuesta para alguien que ya sabia entender sus extrañas palabras, al final continuó su dialogo.

Preso 348 A-8

-Si sisi, es lo que mi humilde persona intenta hacerle ver durante horas. Largo rato lleva al perro encontrar el lugar adecuado donde cavar, pero aun le queda mucho hueso que rascar. Gran amigo mio, hablar habló el muerto con uno de los tuyos, más nada malo vi yo en ello.


“¿Sabe si alguno de los perros está traicionado a… la jauría?”


-Sí, muerden, patean y aullan, pero el macho alfa de la manada de chuchos no tiene traición alguna, pues todo lo malo que hagan los perros no es culpa suya, (entendiendo traición como algo que premeditaran) si no de amos ajenos que los adiestran y controlan, amos que al recién muerto, cuando vivo, doblegaron y a la fosa lo mandaron, bajo manos que fueran de quien fueran contiunan libres y sin cabos.


Ahora, el frenesi del preso se iba haciendo patente. En las celdas cercanas, los presos atendian incredulos la conversación. Nunca habian visto al preso 348 hablar tan rápido, pero aun más raro era que un vigilante extraño entrara en su juego. Algo peligroso, si se cree que la locura es una enfermedad, y que como tal, es contagiosa.
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Fabian Dortmund

Ante la creciente efusividad del demente, Fabian se vio en la necesidad de, en bien del interrogatorio, restaurar el orden.

“Haga el favor de tranquilizarse ahora mismo.”

El vigilante se levantó de la silla para imponer autoridad y, cuando creyó que esta había sido acatada por el preso, prosiguió con el interrogatorio, estrenando ante su interlocutor una nueva cara de perplejidad.

“¿Está diciendo que…

Fabian tardó en encontrar las palabras precisas para expresar lo que creía haber interpretado del testimonio del 348 A8.

“… que alguien que controla las fuerzas de seguridad de Averheim, ajeno en principio a ellas, hizo que su compañero de celda se suicidara? ¿Pero quién? ¿Con qué motivo? ¿Le explicó todo esto el mismo sacerdote?”

“Si eso es cierto, la maldita corrupción gubernamental está más extendida y es más purulenta de lo que yo creía.”
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La expresión de Dortmund hizo que la euforia diera paso a la seriedad.

“Haga el favor de tranquilizarse ahora mismo.”


Preso 348 A-8

-Cretino, tienes que tranquilizarte. Mira que te lo he dicho mil veces, ¿dónde está tu amor propio? Ponte firme y responde a las preguntas de este señor.

-Vaaale, perdona. No volverá a pasar. Uy calla, que va a volver a preguntar algo.


''¿Está diciendo que…

-Tú sin prisas, tengo todo el tiempo del mundo.

… que alguien que controla las fuerzas de seguridad de Averheim, ajeno en principio a ellas, hizo que su compañero de celda se suicidara?''


-Mmm, parece que ya lo va pillando. A ver cómo se lo explicas para que se entere, pedazo de idota. Si me dejaras hablar a mi, todo iria mucho mejor.

-Dejame en paz. Si lo entiende, mi manera de hablar no será tan mala ¿no?


El preso quedo un rato con la mirada perdida, como si viera algo dentro de su cabeza. Tras unos segundos, volvio a la realidad, contestando a la pregunta con un movimiento vertical de cabeza, asintiendo. Después, volvio a expresarse a su manera habitual:

-El hueso ya ha sido encontrado, ahora solo resta encontrar a su legitimo dueño.

''¿Pero quién?''

-Su nombre es desconocido por todos, su sola presencia inquieta. Lo encontrarás bajo la tierra.

''¿Con qué motivo?''

-¿Larga es la rueca de seda que hila la madera? Como dije, él responde a otros menesteres menos... terrenales. No funciona según lo terminos habituales. Muchos dirian que actua como un loco, otros como un visionario. Sea como sea, yo de sus inquietudes no sé nada.

''¿Le explicó todo esto el mismo sacerdote?''


Esta vez, el gesto fue negativo.

-No, en absoluto. Son las conclusiones que obtiene un observador paciente. Usted recibe la información que tengo, que tantas eras me ha llevado secuestrar, junto a lo que el muerto me regaló en vida. Espero que le dé buen uso.
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Fabian guardó silencio durante unos instantes mientras ordenaba mentalmente la información recabada. Pese a ser dificultosa la comprensión de las palabras del preso, el vigilante empezaba a intuir el sentido que concatenaba toda aquella información. Ahora debía verificarlo todo con su interlocutor.

“Entonces, según usted y corríjame si me equivoco, el sacerdote, reconocido seguidor de Sigmar, actuaba contra los adoradores de otro dios opuesto al suyo.”

El vigilante sabía muy bien quién era el enemigo declarado de los sigmaritas, pero, bien fuera por prudencia o miedo, prefirió guardar silencio.

“Deduzco de esta manera que, puesto que sus enemigos en esta ciudad eran dichos adoradores, la misma mano invisible que controlar el poder ejecutivo de la ciudad y forzó su suicidio forma parte también de ese culto.”

El vigilante no pudo evitar pensar en el cazador de brujas y en todos los edificios que podría haber llegado a quemar si aquel sacerdote hubiera hablado con él antes de morir. ¿La comisaría habría sido también pasto de las llamas?

“¿Y dice que la causa de todo esto está bajo tierra? ¿Como las ratas que crecerán y controlarán a los gatos? ¿Como el árbol que tendría que ser un saltamontes?”

De repente, la mirada de Fabian quedó perdida en el fondo de la celda, mucho más allá de los muros de la prisión, con el brillo en los ojos de aquel que da con la solución a un problema y que, pese a estar en lo cierto, se siente apesadumbrado por lo funesto de la verdad obtenida.

“Bajo tierra… como el quinto nivel de esta prisión.”
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El preso se sentó tranquilamente en su celda. Si alguien le mataba mientras dormia, si le envenenaban la comida o si un dia, por arte de magia, acababa colgado de una soga, todo por haber dicho esa información, al menos alguien más sabria la causa.

El hombre asinitó a todas las afirmaciones de Fabian. Todo estaba empezando a coger forma, las siluetas de los problemas de Averland tomaban sentido. Ahora solo habia que encontrar nombres y cabezas.

Preso 348 A-8

-El sabueso tiene el hueso, lo muerde y saborea, pero para mantenerse con él y comerlo entero necesitará tiempo y esfuerzo, tiempo y esfuerzo que el sabueso ya sabe como invertir. Suerte con su trabajo, vigilante. La necesitará.


El pasillo de la cárcel estaba ahora silencioso. Como la tranquilidad antes de la tormenta. Sin embargo, ahora Fabian tenia otros menesteres. El interrogatorio seguia su curso, y Maneverb apreciaria toda ayuda posible, sobre todo antes de entrar al quinto nivel...


FDI: De ir a la sala donde el interrogatorio ya ha comenzado, encontrarás sólo a Maneverb junto con otros 9 carceleros, todos ellos de pie. En una mesa con solo una silla, alejado del resto, permanece el que debe ser el primer carcelero en ser interrogado. Si se saca un crimen en claro, en alguno de los ''cuestionarios'' habria que celebrar un juicio más adelante.
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Fabian Dortmund

“El sabueso tiene el hueso, lo muerde y saborea, pero para mantenerse con él y comerlo entero necesitará tiempo y esfuerzo, tiempo y esfuerzo que el sabueso ya sabe como invertir. Suerte con su trabajo, vigilante. La necesitará.”

Todavía concentrado en todo lo que aquel hombre le había dicho, el vigilante inclinó levemente la cabeza en señal de asentimiento.

“Sí, es un perturbado, pero… Todo lo que creo haber entendido parece cuadrar con la carta del inquisidor y este, pese a ser un loco también, disponía de información aparentemente veraz.”

El averlandés dejó por un momento sus cavilaciones y, con un ascendente gesto marcial de su cuello, dio por concluido aquel peculiar interrogatorio.

“Gracias por su testimonio.”

Fabian puso rumbo fijo hacia la sala de interrogatorios. No obstante, cuando se encontraba a un par de metros del cubil del 348 A8, el deber a la gratitud le hizo detener el paso de repente. Al principio algo dubitativo y finalmente con firme convicción, el vigilante se aproximó a la celda y, bajando el tono de voz, coló algunas palabras entre los barrotes.

“Puedo asegurarle que, de ser sincera su declaración, la ciudad de Averheim está en estos momentos en deuda con usted. Cuando todo esto haya pasado, me aseguraré personalmente de que su servicio a la comunidad sea recompensado. Así mismo, desde este preciso momento, me comprometo a hacer lo que esté en mi mano para protegerle de cualquier percance derivado de la colaboración que acaba de prestar.”

Dicho esto, Fabian dio media vuelta y empezó a recorrer el pasillo con paso ligero. Cuando tenía la certeza de que la mayoría de los presos de planta podía escucharle al encontrarse en medio del corredor, su boca empezó a exclamar ayuda velada para su confidente enjaulado.

“¡Menuda pérdida de tiempo! ¡Maldito pirado!”

Unos cuantos improperios más tarde, Fabian ya se encontraba ante la sala de interrogatorios. Sus nudillos golpearon la carcomida puerta de madera que le separaba de la rueda de preguntas que se sucedía en el interior e, impaciente, se limitó a esperar.
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