Prisión de Almas: Acto I (Desarrollo)

Partida dirigida por Saratai.

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Saratai
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Mensaje por Saratai »

Alan Friedsgoth

Cuando Alan miró a sus hombres, y vió como Mannricht estaba urgandose la nariz con la mirada perdida, una corriente de negatividad inundó su mente. Dirigió su vista hacia los dos cloaqueros, pero mientras uno se rascaba el trasero y eructaba, el otro se habia quedado dormido apoyado en la pared.

Verena, señora mia, dame paciencia en momentos dificiles y que no me falten tus conocimientos entre la ignorancia de tus servidores.

Cuando el sargento pensaba que sus hombres eran tan disciplinados como un mercenario con paga, Fabian lo sacó de sus pensamientos, con la acusación de Pieter como espia al servicio de los sacerdotes Reiklandeses que habian ayudado al inquisidor.

-Esto tendria sentido Fabian, Pieter era de Reikland, y según su hoja de servicios a la milicia... Vaya, en aquel momento lo entendí como un simple traslado, pero debi haber indagado algo más. Creo que estás en lo cierto, Pieter es el topo. Pero no te preocupes, que lo vamos a confirmar ahora...

Sin decir nada más, el sargento giró el pomo, dejando la puerta abierta que daba al centro de estudio y trabajo del interrogador. Podiais estar agradecidos a que el buen hombre no hubiera empezado a trabajar. Era un tipo bajo y delgado, de grasiento pelo negro y sonrisa maliciosa. En su estudio podian verse toda suerte de tenazas, punzones, ruecas, afiladas camas, cuerdas, cadenas, mecanismos de torsión y fricción, poleas, etcétera. El banco de trabajo estaba vació, pero los mendigos no pusieron una cara alegre al ver las posibilidades que tenian de acabar ahi. Sus rostros empalidecieron con el rojo de los utensilios que aquel individuo poseia, colgados en la pared.

El interrogador, al ver a los guardias se acercó con pasos torpes y lentos hacia el lindero de la puerta, invitándoles a que entraran y se pusieran cómodos. Al ver a los tres mendigos encadenados, una sonrisa se dibujó en la cara del interrogador.

Interrogador Puptitgtrer Navenül

-Vaya vaya vaya Alan. Veo que intentas aligerar tu tardanza trayendome presos para aplacar mi irritada paciencia. Tienes suerte de que carezca de nerviosismo, pero aun asi es una falta de educación llegar tan tarde.


El sargento se disculpó, pero sin demasiadas excusas. A fin de cuentas, aunque ambos hombres pertenecian a administraciones diferentes, tenian un cargo al mismo nivel.

-Bueno, el caso que nos atañe es bien serio. No sé como de liados estareis en la guardia, pero nosotros tenemos un problema bien gordo. Dispongo únicamente de veinte hombres en la prisión, quince carceleros, dos cocineros y tres soldados, que hacen distintos turnos lo que nos deja en unos doce hombres permanentemente establecidos aqui, en la prisión. Sin embargo, el número de presos que contenemos supera ampliamente los trescientos, llegando en ciertas etapas a los cuatrocientos hombres. No os imaginais lo dificil que es manejar a tantisima gente. Si pudieramos matarlos y ya está, todo seria más fácil. Pero muchos de estos desperdicios humanos tienen información muy útil, aparte de ser buenas coballas para los galenos de la ciudad que necesitan experimentar distintos remedios quirúrgicos. Para poder administrar una cantidad tan ingente de malhechores, hace unos años nos vimos en la necesidad de administrar esta prisión en cinco niveles distintos. Cada nivel es un piso subterráneo, en el primero está la gente con delitos menos graves o que va a pasar menos tiempo en la cárcel. Conforme se va avanzando en cada nivel, los presos son de peor calaña, y su situación es más dificil. Teniendo en cuenta que ningún preso puede pasar de un nivel a otro, los tenemos controlados. Pero, no todo es tan fácil. El quinto nivel es excesivamente duro. Como para acceder a él se necesita mucho tiempo y seguridad, en ese nivel damos la comida y la bebida una vez por semana, y no inspeccionamos a los presos, los cuales viven todos juntos sin separación de celdas, pues no hay ninguna construida en el nivel más inferior de la prisión. Y como la comida escasea, se dice que algunos presos recurren a métodos poco ordinarios para alimentarse.

Tras esto, el interrogador hizo una pausa, para llevar a los mendigos a una sala apartada y que no pudieran escuchar lo que a el le quedaba por decir.

-Con el paso del tiempo ésta situación a adquirido un cariz insostenible. En ese nivel se ha llegado a un estado de barbarie inimaginable. Y para empeorar las cosas, estos presos han conseguido hacer un túnel. Según nuestros chivatos e informadores, lo lograron hace unos dos años, pero las grutas subterraneas a las que consiguieron acceder resultaron ser peores que el estado semisalvaje en el que vivian en la prisión, por lo que irónicamente, los presos preferian quedarse en la cárcel. No sólo eso, sino que además, parece que entre ellos hay un lider intocable al que todos veneran, una especie de rey. Como los presos del cuarto y tercer nivel llaman al quinto nivel submundo, nosotros nos referimos a ese cabecilla como rey del submundo.

-Y ahora os preguntareis porque no los matamos a todos, sellamos el tunel, separamos las celdas y volvemos a empezar metiendo presos nuevos. Pues sencillamente por que no podemos. Nosotros decidimos quien entra en ese lugar, pero no quien sale. Si un carcelero intenta imponer orden en ese nivel, cientos de hombres le atacarn y le mataran. Y digo cientos porque en cada nivel hay diez celdas y dos personas en cada celda, pero como el quinto nivel tiene muchisimo más espacio disponible, metimos a más gente. Como los nuevos presos no caben en los otros cuatro niveles, y tampoco queremos saturar dichos pisos para tener las cosas controladas, últimamente seguimos metiendo a todo preso nuevo en el quinto nivel, y que ellos se impartan justicia, que lo hacen a su manera os lo aseguro. La comida se las lanzamos por unos agujeros que conectan el cuarto y quinto nivel, pero creemos que algunos se han abandonado a la coprofagia y al consumo de animales muertos, como ratas o cosas aun peores que prefiero no nombrar. Y ése es el bonito panorama que tenemos en el submundo. Incluso cabe la posibilidad de que hayan ocurrido algunas malformaciones desde que esos pobres demonios cavaran el tunel. Por ese túnel debe entrar de todo, y los muy desgraciados se habran contagiado de todo tipo de enfermedades, con lo que casi ningun hombre quiere entrar ahi. Pero necesitamos saber exactamente qué demonios ocurre ahi dentro. Por eso te he llamado Alan. Tengo un plan, pero no tengo hombres para llevarlo a cabo, y aunque los tuviera ninguno querria hacerlo. Tengo pensado meter a unos guardias alli como si fueran presos normales. Si metemos a esos guardias haciendolos pasar por criminales, los monstruos de ahi abajo no los matarian, y asi podriamos tener alguna información útil. Mi plan para sacarlos seria acordar una fecha (no muy lejana, no quiero que ningun inocente pase ahi más de dos dias) para que se situaran cerca de la puerta, momento en el que las abririamos lo suficiente como para que esos valientes hombres pudieran salir. Como los presos no suelen estar justo en la puerta, porque esta solo se abre para meter más presos, este plan deberia funcionar. Las arcas del estado pagarian a base de bien a estos valientes.


Los ojos de Alan y del cloaquero Ulisses se abrieron de par en par al oir la propuesta del interrogador. El sargento habia llegado a la prisión con trabajo para el interrogador, y ahora se encontraba con que era él quien le pedia ayuda. Alan ya sabia que pasaba algo raro en la cárcel, pero esos extremos eran inimaginables. Pero en cambio, el guardia de cloacas Maneverb vió tal proyecto como interesante. Inclusó formuló una pregunta acerca de lo que se pagaria a los valientes que aceptaran el trabajo. Al escuchar al interrogador pronunciar las palabras Cincuenta y Coronas, su mente lo vió claro:
''-¡Me apunto!''

Nadie esperaba una respuesta tan rápida y directa, desde luego aquel tipo los tenia bien puestos. Antes de que nadie pudiera hacer más preguntas, el interrogador continuó.

-No me imaginaba que alguien fuera a acceder tan rápido. Pero sea como sea no tengais tanta prisa. Aunque quiero llevar a cabo este trabajo antes de que acabe el mes, hoy tengo mucho trabajo que hacer. Los interesados, pedid permiso a vuestros superiores y ya mañana hablaremos del tema. Ahora, lo que nos atañe era la interrogación de ese sacerdote de Reikland que habia infringido la ley y el problema de los presos huidos. Como bien sabreis, los Quober huyeron hace ya unos dias de esta prisión. Y al parecer, lo hicieron por el mismo método que yo os he propuesto para escapar, lo que demuestra tanto que ese método es util para sacar presos, como que hay un traidor entre mis carceleros. Y yo, como su superior, no puedo torturarles para que me digan lo que saben, por que no es de mi jurisprudencia interrogar a mis compañeros de trabajo. ¡Maldita burocracia! Tengo diez sospechosos a los que les tocaba turno ese dia, asi que si quereis pillar a los asquerosos Quober, sereis vosotros quienes tendreis que interrogarles. Yo por mi parte puedo interrogar tanto al sacerdote como a los tres mendigos que me habeis traido.

Alan asintió a todo lo que Navenül decia.

Alan Friedsgoth

-Sinceramente, creo que lo mejor seria que empezaramos a interrogar a los mendigos, tienen mucho que contarnos. En cuanto al sacerdote, no creo que sea buena idea. Existe una posibilidad de que sirva oficialmente a un cazador de brujas, en cuyo caso creo que estariamos en un buen lio si le interrogamos ¿no?


Mientras Alan hablaba, el interrogador iba colocando a los tres mendigos en distintos bancos, atándoles brazos y piernas y liberandoles de las cadenas para trabajar mejor. El mendigo Leon Todrtof era el primero, en un banco algo enrojecido y humedo. Malakias y Seves, los otros dos mendigos, esperaban atados a una pared, con los brazos colgando. Malakias sollozaba, gimoteando, que él no habia hecho nada y que no era culpa que otros mendigos hubieran hecho cosas malas. Parecia que la sola idea de que fueran atravesados por los instrumentos del interrogador los hacia especialmente propensos a hablar.

FDI: Quien tenga la habilidad Sabiduria Académica (Leyes) puede hacer una tirada para saber tanto si es buena idea interrogar a un sirviente de inquisidor como si es cierto que un interrogador no puede torturar a sus propios compañeros. Las leyes son muy extrañas y enrevesadas en Averland (y en todo el Imperio más bien), por lo que se tendrá un -10 a la primera tirada y un -20 a la segunda. No os diré los resultados, solo lo que creeis que es cierto o si se os ocurre algo. En cuanto al ofrecimiento de trabajar para el interrogador, podeis preguntarle a Alan para saber si os concede permiso. Los cloaqueros tienen otro jefe, asi que no tienen porque preguntarle a él. En el caso de los tres interrogatorios, tanto el del mendigo, como el de los carceleros como el del sacerdote, al ser miembros oficiales de la ley debeis actuar como tales, y teneis total permiso y obligación en hacer algunas preguntas.
Última edición por Saratai el 26 Ene 2009, 17:10, editado 1 vez en total.
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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

El joven patrullero no tiene nada que hacer en esta escena. Así que asistirá a lo que hagan sus compañeros.
El no conoce nada de la historia de esos tres mendigos, de hecho, es la primera vez que los ve y en cuanto a Dieter, ni siquiera lo conoce, así que anda pelín descolocado.

- Al menos - piensa - parece que el tema del topo ha quedado zanjado!

Y en cuanto a lo de bajar al 5º nivel... :shock:
Es joven y algo alocado.
Pero no idiota.
No bajará salvo que sea una orden.
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valafor
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Mensaje por valafor »

Fabian Dortmund

Fabian permaneció callado durante unos segundos mientras analizaba la información que el carcelero les acababa de ofrecer, cotejándola con la que ya poseía y con las hipótesis que de ella se desprendían. Así mismo, sopesó la posibilidad de éxito de aquella misión y estimó los riesgos que podría correr si se ofrecía a llevarla a cabo. Pero, sobre todo, lo que hizo el vigilante en aquel breve intervalo de tiempo fue ser sincero consigo mismo y con su sentido del deber. Cuando por fin hubo tomado una decisión, antes de dar un paso al frente y responder a la oferta, el vigilante suspiró profundamente.

“Si mi sargento no tiene inconveniente, me ofrezco voluntario.”

Los ojos algo nerviosos del vigilante se deslizaron hacia el interrogador, mientras este disponía a los mendigos en la sala.

“Y si no es mucha molestia, antes de proceder, me gustaría decirle algo, señor Navenül.”

Con un leve gesto de su mano derecha, Fabian indicó al carcelero que se aproximara, cosa que este hizo, algo sorprendido por la petición. Cuando se encontraba a escasos metros, el vigilante se acercó a su oído y le habló susurrante.

“No pretendo inmiscuirme en su trabajo, pero creo que debería saber que esos tres desgraciados no son delincuentes, sino testigos. Todos le agradecemos que les haga hablar, pero… sea cuidadoso. El único delito que han cometido es estar en el lugar y en el momento equivocados.”

Con esto, Fabian dio un paso hacia atrás y aguardó a que empezara el interrogatorio.
Última edición por valafor el 27 Ene 2009, 19:04, editado 1 vez en total.
Saratai
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Mensaje por Saratai »

Los mendigos aullaban al tiempo que Alan miraba con preocupación a Fabian. Si tras el incidente de la comisaria habia dudado de él, someterse voluntariamente a una misión tan peligrosa para poder esclarecer los peligros del submundo hacia que el rubicundo sargento recuperara no solo la estima, si no la admiración que profesaba por el vigilante. Él mismo, de joven habia afrontado peligrosos encuentros, situaciones dificiles junto a su padre. Pero en muchas de ellas le habia faltado el valor. Esa era la razón por la que años atrás habia aceptado el puesto de sargento de la guardia, sin apenas experiencia en el cuerpo de vigilantes. Estaba herido en su honor por haber fallado en ciertos momentos de su adolescencia. Si ahora fuera no le habria dado mayor importancia a dichos acontecimientos, pero cuando era joven no pensaba de la misma manera.

Y ahora veia a Fabian como el muchacho que a él le habria gustado ser. De haberle conocido de joven, habria sido un modelo de conducta, pues por sus ideales afrontaba peligros innecesarios. Ir al submundo era muy arriesgado, pero no podia cortarle las alas, no podia matar sus anhelos de hacer el bien y la justicia. No seria justo ni para el ni para Fabian.

Alan Friedsgoth

-Si, Herr Dortmund, tiene mi permiso.


Ahora era consciente de que, después de ese dia, seguramente no volveria a ver a Fabian. Algo le decia que tomarian caminos distintos. Rezó a Sigmar porque su luz le acompañara en su camino. Pero ahora habian otros asuntos que atender. Los mendigos, asustados, se encontraban ya listos para su interrogatorio, cuando Fabian comenzó a hablar con el interrogador. Al oir la petición del vigilante, el carcelero se hechó a reir.

Puptitgtrer Navenül

-Estimado vigilante, sé muy bien lo que hago. No les voy a tocar ni un sólo pelo, pero si creen que estoy dispuesto a desmembrarlos, nos dirán todo lo que saben.


Y no le faltaba razón a Navenül, pues nada más dejar al mendigo Leon en la mesa de operaciones, el mendigo se descompuso. Y cuando el carcelero lo desvisitió y le hecho un barniz frio por la espalda, diciendole que era para cauterizar la herida, el doblemente pobre diablo cantó como un ruiseñor todo lo que sabia:

Leon Todrtof

-¡NO! Por favor, no me haga nada. Soy inocente. Le diré todo lo que sé. Antes no quise hablar, porque tenia miedo de que me pudieran matar, pero comprendame, no tengo a nadie quien me defienda. Miren, es cierto que pasé aquellas botellas tan raras que aquellos hombres me daban, y las dejaba en las casas que me indicaban, sobre todo en la Mataperras, pero alguna ocasional en el Barrio Viejo y en Distrito Sur. Si no lo hubiera hecho me habrian dado una paliza, y si les hacia caso me daban dinero. Entiendanme, ponganse en mi lugar. Oigan, no se qué llevaban aquellas botellas rojas, aunque imagino que nada bueno. ¡PERO NO TENGO LA CULPA!

Atrás, Malakias y Seves asentian con la cabeza, dándole la razón a Leon. Y por su desesperación, o eran mejores dramaturgos que los autores de las obras del Gran Teatro, o estaban siendo sinceros de corazón. El miedo provocaba a los hombres que aclararan sus ideas, o al menos eso era lo que no paraba de decir Navenül. Leon siguió hablando.

-Miren, ustedes son guardias. Les diré donde pueden encontrar a los tipejos que nos pasaban esa mercancia. Esta tarde Malakias se tenia que reunir con ellos.

Aqui Malakias no estaba tan deacuerdo con la versión de Leon, pero cuando el interrogador hechó mano de un serrucho de carnicero, asintió lentamente.

-Señores, si quieren yo también puedo identificarles. Son un par de hombres, uno de ellos es alto y moreno, y le falta media oreja, no sé en que lado.


El interrogador puso la punta del serrucho en el pie de Leon.

-¡Si, era la oreja derecha, si si, la oreja derecha! El otro es más bajo y regordete, los ojos marrones y el pelo castaño y en coleta. Este es mucho más sucio que el otro. Habiamos quedado en el callejón de la puerta Este de Jorktown, iba a ir Malakias. Esto es todo lo que se, de verdad.


Alan miró a Mannricht. Llevaban bastante tiempo en la prisión, pero el tema de esos contrabandistas debia ser tratado.

Alan Friedsgoth

-Mannricht, cuando terminemos con esto nos llevaremos a Malakias y buscaremos a esos tipejos en Jorktown. Querio saber con qué demonios están traficando.


Los mendigos estaban listos, por si hubiera alguna pregunta más para hacerles. Si nadie quiere más de ellos, Alan se dará por satisfecho, y pasara a interrogar al sacerdote.

El interrogador os pregunta, alejado de los oidos de los mendigos, si vais a requerir algo más de esta gente. Tambien le dice tanto a Fabian como a Maneverb, que ya que tenian la aprobación de su superior, podrian empezar a trabajar en la ''limpieza'' de aquella cárcel.

Puptitgtrer Navenül

-Pareceis gente motivada. Cuando terminemos todos estos interrogatorios me gustaria que vosotros dos os quedarias para investigar a mis compañeros. Puesto que sois vosotros dos los que vais a bajar al submundo, debeis conocer de primera mano al resto de carceleros que estaban presentes cuando la fuga ocurrió.

Alan Friedsgoth

-En ese caso, mientras vosotros tratais el tema de los carceleros, Mannricht, Ulisses y yo iremos con el mendigo a por los contrabandistas, y buscaremos hombres para el asunto de los mutantes y los Quober.



FDI: Fabian, sabes que es cierto, que no es legal someter a juicio a un compañero. Si teneis alguna pregunta más para los mendigos debeis hacerlas ahora, de lo contrario se pasará al sacerdote, del que no sabeis si se puede o no interrogar mediante tortura. Y éste, a diferencia de los mendigos, si ha infringido la ley. Aprovechad tanto con los mendigos como con el sacerdote para sacar toda la información posible, pues cuando estos dos interrogatorios acaben comenzarán vuestros respectivos trabajos.
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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

El joven patrullero se vuelve con una mezcla de sorpresa y admiración hacia Fabian. Sin duda este tío los tiene cuadrados. Va a bajar ahí abajo? - piensa para sí - va a bajar a la 5ª galería? Allí donde nadia baja? donde tiran la comida por un agujero porque nadie tiene los arrestos de meterse? O es un completo estupido o por Mannam que los tiene bien puestos.

-Si, Herr Dortmund, tiene mi permiso - le concedía el sargento.

Mannricht tan solo puede asentir con la cabeza y darle un par de palmaditas en la espalda.

Seguidamente, el patrullero asiste a la demostración de buen hacer de Puptitgtrer. Sin tocarlos siquiera ha logrado que canten como un tenor estaliano! Piensa mannricht mientras se mantiene de brazos cruzados en postura de guardaespaldas junto a Fabian y el sargento. Entonces llegan las confesiones... caramba! Estos tipos estaban implicados en el asunto del contrabando! Tiene que hablar con el sargento, pues esta claro que solo no podrá hacerse cargo.

- Mannricht, cuando terminemos con esto nos llevaremos a Malakias y buscaremos a esos tipejos en Jorktown. Querio saber con qué demonios están traficando - añade el sargento finalmente.

- Contrabando de hojas de roble estaliano sargento - contesta Mannricht inclinando la cabeza hacia el sargento pero sin dejar de mirar al mendigo - Tenía pensado encargarme de este asunto, con Fabian - ahora se vuelve al sargento y se pone de espaldas a los mendigos para que no puedan oirle - Tengo un contacto con un soldado de la milicia que estuvo tras el caso. Yo lo tomé en el punto en que él lo dejó, y creo que si habláramos con él, podríamos unirlo al grupo para atrapar a esos contrabandistas. Es el Vigilante Pieter, al que creo muy capaz y válido para acompañarnos, sobre todo ahora que Fabian se va una temporada al purgatorio... - dice esto mientras da una nueva palmadita en la espalda a Fabian.

Mas tarde, el sargento continúa -En ese caso, mientras vosotros tratais el tema de los carceleros, Mannricht, Ulisses y yo iremos con el mendigo a por los contrabandistas, y buscaremos hombres para el asunto de los mutantes y los Quober.

- Si sargento... ardo en deseos de encargarme de esos mutantes - dice mientras aplasta su puño en la palma de la otra mano.

No tengo preguntas que hacer - joder, me siento como Perry Mason.
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valafor
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Fabian Dortmund

Manteniendo la discreción para evitar ser escuchado por los interrogados, Fabian se aproximó a Puptitgtrer Navenül con nuevas preguntas para los mendigos.

“Señor, me gustaría saber qué hay de cierto en los rumores que afirman que últimamente el templo de Verena estaba siendo visitado por… gentes extrañas. La noche anterior al trágico incendio, uno de los mendigos interrogados así lo afirmó.”

Al formular la duda, el vigilante recordó como, aquella misma noche, el padre Julius cortaba en seco la declaración del mendigo cuando este se disponía a hablar sobre la “peculiar” congregación que últimamente acogía el templo de Verena. ¿Detrás de aquella reacción habría únicamente una sana devoción por proteger a sus feligreses o se escondía algo más? Aunque no lo conociera personalmente, Fabian no se sintió cómodo sospechando de aquel santo mártir, pero su deber como investigador le obligaba a poner en duda cualquier cosa, por muy veraz e inocente que esta pudiera parecer a simple vista.

“¿El sacerdote Guderbrëtz estaba al corriente de esos rumores? ¿Se sabe si indagó sobre ello?”

Mientras el interrogador convertía nuevamente una pregunta en respuesta, Fabian, a su vez, se puso manos a la obra con las dos dudas legales que se les acababan de plantear. A fin de concentrarse, el joven averlandés inclinó la cabeza y cerró los ojos. Siempre había tenido facilidad para retener conceptos, pero incluso para él, rememorar la voz de su instructor recitando, dos años atrás en la academia, los pasajes del código penal era todo un reto. Tras un par de minutos cavilando, el vigilante empezó a hablar.

“Creo recordar que según el artículo doscientos… doscientos dieci… diecinueve del código penal de Averland, un miembro del poder ejecutivo libre de ser sospechoso oficial de algún delito no puede ser sometido por el condado a un interrogatorio o a una detención cautelar. Por lo tanto, la declaración prestada por un representante de la ley sin antecedentes siempre debe hacerse de forma voluntaria y nunca bajo extorsión. De no ser así, la valía de ese testimonio ante un juez sería nula.”

De repente, el vigilante levantó los ojos y miró a sus interlocutores.

“Sobra decir que los implicados en un interrogatorio de esa índole serían inmediatamente detenidos y ajusticiados.”

Fabian se rascó el mentón pensativo.

“En cuanto a lo de interrogar al sacerdote, pues… si les soy sincero, no tengo ni idea. Es cierto que el sujeto se ha inmiscuido en una investigación oficial, ha ocultado pruebas y ha filtrado información; todo ello razón suficiente como para ser detenido e interrogado. No obstante, por lo visto, es muy probable que colaborara en una investigación encubierta de la inquisición, con lo cual la cosa cambia, ya que es lógico pensar que la jurisdicción de la que disfruta un inquisidor también se extienda a sus ayudantes.”

El vigilante acabó su exposición encogiéndose de hombros.

“En fin, no recuerdo ningún artículo que hable concretamente al respecto. Pero de todos modos, coincido con el sargento en que lo más prudente sería no someterle a ningún interrogatorio.”

El sargento Friedgsoth ya daba por perdido el valioso testimonio del secuaz del inquisidor, cuando la voz de Fabian volvió a escucharse.

“Aunque… quizás no haga falta interrogarle. Creo que podríamos conseguir que colaborase sin hacer uso de los servicios del señor Navenül.”
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El interrogador estaba contento con la actitud de Fabian. Él era, sin duda, el hombre perfecto para la misión del submundo. No confiaba tanto en el silencioso cloaquero, pero en aquellos momentos no podia prescindir de ningún efectivo.

Sin demora alguna, el interrogador parafraseó con cuidado las preguntas de Fabian a los mendigos, los cuales se mostraron reacios a contestar. Sin embargo, las alusiones a quemas en la hoguera y herejia hicieron su trabajo con la misma efectividad que la punta del serrucho habia demostrado en anteriores cuestiones. Esta vez fue Malakias quien contestó entre lagrimas, pues la presión a la que habia sido sometida era bien grande.

Malakias Mitrel

-Es cierto, si. Lamentablemente, el padre Julius tenia un gran corazón, y acogió a gente rara. Gente con mutaciones. Según cuentan, pero yo no se mucho del tema, el padre ampuntaba los miembros atrofiados y malformados de esos mutantes, con lo que mucha gente acudia al templo en su ayuda. Eso es todo lo que sé, lo juro.


Puptitgtrer Navenül

-Fabian, creo que dice la verdad. No creo que ésta gente sepa más de lo que ya nos ha dicho.



Ahora todo encajaba. Esa debia ser la razón por la que el cazador habia irrumpido en el templo. Tras dar por finalizados los interrogatorios, Alan mandó liberar tanto a Seves como a León. Ambos podian afirmar que habian tenido la bendita suerte de haber entrado en la cárcel y haber salido el mismo dia, algo que muy pocos podian asegurar. Les habia llevado varias horas hacer hablar a los mendigos, pero el resultado habia sido óptimo. Sin embargo, el sargento no daba todo aquello por terminado.

Alan Friedsgoth

-La información que tenemos es muy valiosa. Siempre he pensado que un buen interrogatorio solucina las tres cuartas partes de un caso. Pero ahora tenemos que actuar con la información de la que disponemos. Puesto que Maneverb y Fabian van a trabajar conjuntamente con la Prisión, será mejor que ellos se encarguen del resto de interrogatorios con Herr Navenül, mientras Ulisses, Mannricht y yo nos encargamos de los contrabandistas, pues se hace tarde y no podemos dejar que se nos escapen. Navenül, te debo una.


El interrogador sonrió con su habitual expresión forzada ante las palabras de Alan, el cual continuo hablando hacia Fabian mientras recogia sus cosas.

-Dortmund, cuento contigo para que esclarezcas el caso del sacerdote, confirmes si Pieter Azhelhof es el espia y desveles la red que el cazador de brujas ha montado sobre esta ciudad. Me gustaria ayudarte, pero alguien tiene que ocuparse de la red de contrabando y de los Quober. Cuando termines el trabajo del submundo regresaré a por ti, y veremos como actuar según lo que hayas descubierto de manos del sacerdote. Cuidate mucho Fabian, lo que vas a hacer puede salvar la vida de mucha gente.

Tras esta despedida finalizada en un abrazo, Alan llamó a Ulisses y a Mannricht, y retuvo a Malakias para que les llevaran al punto de reunión con los contrabandistas. Fabian, en cambio, deberia dirigirse él solo a la celda del sacerdote, para intentar sacarle información, y tras ello, bajar al submundo. Las pruebas que se le presentaban al joven vigilante eran muy duras, y solo con una fuerte fé en Verena podria salvar su cuello.


FDI: Mannricht, puedes despedirte de Fabian, pues irás junto con Alan y Ulisses a arrestar a los contrabandistas y acabar con su red de narcotráfico. Una vez que te hayas despedido, tendrás que postear en el tema de ''Parte III: Lobos entre corderos (versión de la guardia)''. Fabian en cambio, deberá quedarse en la Prisión de Almas para interrogar al sacerdote y ayudar a Navenül en los problemas de la cárcel.
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Jacques el arcabucero
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Mannricht

El patrullero de caminos se acerca a Fabian y le pone una mano en el hombro.

- Debo reconocer que los tienes bien puestos Fabian. Yo... no bajaría ahí ni a buscar a mi madre. Cuídate amigo.
Que Mannan te guarde.


Tras un fuerte abrazo, se vuelve hacia el sargento, listo para partir.
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Fabian Dortmund

Fabian no era una persona temeraria o, por lo menos, no destacaba por ello. Sobre todo en el ámbito laboral, le gustaba analizar al detalle los problemas a los que debía enfrentarse, reflexionar sobre las posibles opciones a seguir y tomarse el tiempo que considerara necesario para actuar concienzudamente según lo planteado. Si bien era cierto que esto le había hecho ganarse la fama de parsimonioso e incluso de flemático, esa era su manera de trabajar y, aunque no siempre le guiara hacia el éxito, así era como más a gusto desempeñaba su labor. Prefería mostrarse prudente y recular a tiempo que lanzarse a la acción sin más. No por cobardía, sino por mero sentido práctico. Por esa misma razón, después de escuchar y examinar el plan del carcelero, el vigilante no habría dudado en hacer público la profunda duda que sentía hacía la efectividad de la misión.

Si ya de por sí era peligroso para un ciudadano de a pie entrar allí abajo, más todavía lo era para un par de vigilantes. Y es que era muy probable que los dos guardias hubieran intervenido en la detención de alguno de los reclusos encarcelados allí. Si así fuera y se diera la voz de alarma, sin lugar a dudas la misión se iría al garete, del mismo modo que la integridad física de los infiltrados. Sumándole a todo esto el poco tiempo para los preparativos debido a la urgencia de la situación, el riesgo añadido de encontrar mutantes y la presencia de un espía entre los carceleros dejaba como resultado un plan abocado irremediablemente al desastre.

Pero pese a ello, cuando Puptitgtrer Navenül explicó su rocambolesco plan, Fabian se ofreció voluntario. Porque si algo en su interior pesaba más que su capacidad analítica y su escrupulosidad en el trabajo, era su sentido del honor.
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Fabian Dortmund

Fabian era consciente de que, pese al riesgo extremo que suponía aceptar aquella misión, la situación exigía una pronta actuación que, lamentablemente, no podía ser sometida a un estudio más prolongado. En el nivel cinco de aquella prisión les aguardaba muchos horrores, pero también algo de luz que, sin duda, ayudaría a aclarar el intrincado caso que tenían entre manos. Según las anotaciones del inquisidor, allí abajo vivía un tipo implicado de forma directa en los ataques mutantes y muy probablemente en las desapariciones de los niños. La información obtenida de dicho individuo no sólo les ayudaría en la investigación, sino que además aplacaría la ira del cazador de brujas y solventaría en parte el ajuste de cuentas pendiente entre este y el cuerpo de seguridad de Averheim por las detenciones de los sacerdotes infiltrados.

De esta forma, la deuda adquirida con aquel vil pirómano también se vería saldada y, aunque ello no fuera suficiente para olvidar las trágicas consecuencias que acarreó descuidar su celo profesional, sin duda, Fabian se sentiría algo más ligero. Y es que, a parte de un puñado de respuestas, lo que principalmente buscaba el vigilante en el subsuelo de aquella prisión era algo de redención.

“Dortmund, cuento contigo para que esclarezcas el caso del sacerdote, confirmes si Pieter Azhelhof es el espía y desveles la red que el cazador de brujas ha montado sobre esta ciudad. Me gustaría ayudarte, pero alguien tiene que ocuparse de la red de contrabando y de los Quober. Cuando termines el trabajo del submundo regresaré a por ti, y veremos como actuar según lo que hayas descubierto de manos del sacerdote. Cuídate mucho Fabian, lo que vas a hacer puede salvar la vida de mucha gente.”

El vigilante devolvió el abrazo a su superior, intentando por todos los medios no dejarse llevar por la emotividad del momento. En muchas ocasiones, Alan Friedsgoth había sido todo un padre para él. Alejado de la comprensión por parte del propio, que, empecinado en que siguiera una carrera académica, le había privado de su aceptación, el guardia siempre había visto en el viejo sargento todo un referente de los valores de ley y justicia que tanto admiraba y seguía. Así mismo, el apoyo incondicional recibido durante los duros años de iniciación en el cuerpo le había servido para no decaer ante las consecuencias de la creciente crisis gubernativa y moral que azotaba Averheim. Sin lugar a dudas, Fabian Dortmund había crecido junto a su sargento y, en aquel preciso momento, cuando todo dependía de su actuación exitosa en un plan suicida, lo único que podía sentir era una indescriptible sensación de fuerza y orgullo.

“Así lo haré señor.”

Al igual que al sargento, algo le decía también que aquella despedida supondría un punto de inflexión en la vida de los dos hombres. Por ello, no dudó en pedirle un último favor a su superior.

“Señor, no sé cómo acabará todo esto, así que…”

Fabian sacó la carta del inquisidor y se la ofreció.

“Ya sé que para usted la comandancia del cuerpo está corrupta y que no merece ninguna atención por su parte, pero… suponiendo que las cosas se salgan de madre… quizás esto les haga ser conscientes de la gravedad del asunto y por fin aúnen esfuerzos para salvar la situación.”

De repente, la acostumbrada seriedad que se leía en los ojos del guardia se mezcló con la tintineante estabilidad del ruego.

“Por favor, señor. Recuerde que, pese a todo, somos vigilantes y nos debemos al cuerpo. Prométame que si la situación lo acaba requiriendo, les enseñará esta carta a sus colegas y al comisario.”
Saratai
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Media tarde del 28 de Ulricario.

El sargento, Mannricht, Ulisses y los mendigos abandonaron la Prisión, con emotivas despedidas. El trabajo de ambos grupos los obligaba a dividir las tareas, pero era claro quien de ellos se habia quedado con las más peligrosas.

Habia llegado el momento de interrogar al sacerdote. Sin embargo, dado que Maneverb no estaba involucrado en tales asuntos, se quedaria al margen de tal interrogatorio, comiendo en la sala de descanso que utilizaban los carceleros, para ir familiarizandose con ellos.

Mientras tanto, Navenül llamó a uno de sus subordinados para que llevara a Fabian al primer nivel de la prisión, en concreto a la celda del sacerdote. Sin pausa alguna, el carcelero acompañó a Dortmund por unas viejas y sucias escaleras de caracol, que daban a una planta muy distinta a la que habian pisado anteriormente. Esta primera planta subterranea daba lugar a un montón de celdas oscuras en la que la luz del sol apenas llegaba a ellas. Polvo y acaros habian hecho de ese nivel su hogar, su residencia vacacional para cuando los niveles inferiores estaban demasiado saturados. En aquel piso, escavado a medias entre el suelo y la superficie, habian diez celdas bien delimitidas, cinco a cada lado de un largo pasillo del color del tronco de un roble. Desde la escalinata, el carcelero que habia acompañado a Fabian le indicó que el sacerdote se encontraba junto con otro preso en la celda numero ocho, la cuarta desde la entrada a la izquierda. Tras la indicación, el carcelero le entregó a Fabian la llave de la celda por si queria abrirla, y se marchó rápidamente, pues habia un aviso de altercado en el cuarto nivel y desde las campanas situadas en las escaleras se estaba llamando a los carceleros libres.

Fabian se internó en el pasillo, observando como todos los presos de cada celda se fijaban, en silencio, en él. Todas las voces que se oian cuando llegó al pasillo se apagaban a su paso, haciendo que el camino hasta la octava celda se hiciera eterno. Susurros a casa paso, voces tristes que emitian los presos. El vigilante esperaba otra cosa, algo más violento, algún insulto. Pero nadie le habia preparado para lo que iba a ver cuando llegara a la celda del sacerdote.

Lo primero que vió fue a un hombre delgado y moreno, ataviado con un tabardo sucio y una camisa roja, tambaleandose sentado en una esquina y repitiendo sin cesar ''¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?''. Lo segundo que vió fue algo más impactante. A ras del suelo, unos pies flotando, pegados a las piernas de un hombre con la cabeza rapada y los ojos en blanco que yacia muerto por el ahorcamiento que le habia producido dos sábanas atadas entre si, colgadas a un saliente del techo de la celda. Cerca, la caja de madera que servia para las necesidades de los presos, y que éste habria usado para llegar al techo. El famoso sacerdote que habia sido apresado se habia suicidado.
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valafor
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Fabian Dortmund

Inmediatamente, la voz de Fabian resonó estruendosa en el silencioso pasillo.

“¡Carceleros! ¡Es una emergencia!”

Mientras el vigilante, tan rápido como sus dedos le permitían, introducía la llave en la cerradura de la celda, sus ojos no dejaban de observar el cuerpo suspendido del sacerdote, en un desesperado intento de hallar por todos los medios un resquicio de vida que negara la evidencia. Al muchacho todavía le incomodaba considerablemente la muerte. Con el tiempo, si continuaba en el cuerpo, el joven guardia, al igual que el resto de sus compañeros más veteranos, acabaría por acostumbrarse a vérselas con cadáveres, incluso a preferir su pacífica compañía a la de los vivos, pero, con sólo dos años de profesión, Fabian seguía viendo profundamente inquietante y turbadora la figura de un cuerpo sin vida.

“¡Maldita sea!”

Una vez la puerta de la celda cedió, los pulmones del vigilante se hincharon profundamente a conciencia. Sobreponiéndose a la contrariedad, el recto vigilante se dispuso a aplicar el protocolo. De haber ido acompañado, le habría dado prioridad a confirmar la muerte del sacerdote, pero al estar sólo lo primero que debía hacer era desalojar al otro preso y ponerlo bajo vigilancia. Después ya inspeccionaría el cadáver.

“Vamos, levántate.”

Siendo consciente del shock en el que estaba sumido el hombre, el vigilante trató de ser lo más firme que pudo, a fin de contagiarle algo de seguridad. Manteniendo las distancias para poder prevenir cualquier ataque a traición, puesto que, pese a todo, se encontraba sin respaldo ante un preso, Fabian le agarró con una mano el antebrazo, mientras con la otra sujetaba la empuñadura de la espada.

“Ya acabó. Nos vamos.”
Saratai
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Los presos empezaron a agolparse en la puerta de sus celdas, para intentar chismorrear lo que habia pasado. Se hacian una idea, con los lastimosos llantos que el compañero de celda del sacerdote emitia, pero preferian verlo con sus ojos.

Al poco del grito de Fabian, un carcelero subió al primer nivel, desde la cuarta planta dónde el altercado estaba dando lugar a más de un problema. Corriendo, el muchacho llegó a la altura de la celda número ocho, pero al ver la estampa del sacerdote ahorcado, tampoco se inmutó mucho.

-Vaya, que desgracia. Pero bueno, es algo que pasa de vez en cuando. En el año que estoy aqui ya se han suicidado nueve. Unos se ahorcan, otros no comen, y algunos hasta se matan dandose golpes en la cabeza. La verdad, si por estar encerrados hacen eso, no quiero imaginar si los mandaramos al quinto nivel.


Entre los tres (incluido el otro preso, que tras las tranquilizadoras palabras se encontraba algo mejor), bajaron al hombre del bajo techo, quitandole la sabana y llevandoselo a otro lugar, previo paso de encerrar de nuevo al compañero. Este preso, al verse encerrado de nuevo, le dijo a Fabian unas palabras, más bien salidas de una mente febril que de alguien cuerdo:

-Me contó cosas, cosas espeluznantes. El padre tenia sueños y en ellos veia la verdad. Las ratas se hacen grandes, y los gatos las obedecen. Pronto todo se convertirá en cenizas, hasta las cosas en las que más creemos.

El preso fijó su mirada de nuevo en Fabian, esperando una respuesta por su parte.

Sin embargo el carcelero ignoró al preso, y le pidió ayuda a Fabian para llevar el cuerpo arriba, para que fuera recogido por el recolector, que pasaba todas las semanas por alli. El muchacho se presentó a Fabian como Edmund Illimof, y una vez el cadaver estaba lejos de las curiosas miradas le estrechó la mano a Fabian.

-¿Tú debes ser uno de los guardias que nos vas a ayudar con el quinto nivel verdad? Por Sigmar, te admiro de corazón.


Estais en una sala contigua a la de los interrogatorios. Tienes permiso para moverte libremente por la cárcel, asi como para hacer las preguntas que creas convenientes, tanto a carceleros como a presos.
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valafor
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Fabian Dortmund

Fabian ayudó al carcelero a transportar el aparatoso cadáver al piso de arriba, no sin mostrar al principio cierta reticencia a entrar en contacto con aquel “peso muerto”. Tras cruzar con dificultad varios de los angostos pasillos y escaleras de la prisión, los dos hombres entraron a una habitación oscura y fría, cercana a la sala de interrogatorios, donde, después de depositarlo sobre una mesa de madera, extendieron sobre el cuerpo una sábana a modo de mortaja. Una vez preparado al difunto, los dos hombres se presentaron con un fuerte apretón de manos.

“¿Tú debes ser uno de los guardias que nos vas a ayudar con el quinto nivel verdad? Por Sigmar, te admiro de corazón.”

El vigilante encajó el cumplido con un leve movimiento descendente de cabeza. Respondiendo a la afabilidad del carcelero, Fabian contestó a la pregunta con un tono condescendiente.

“Es realmente grave la situación allá abajo, ¿verdad?”

Antes de que el carcelero emitiera una respuesta, en la mente de Fabian, siendo consciente repentinamente de las consecuencias de aquella muerte, se activó como un resorte la profesionalidad del meticuloso y ejemplar vigilante que, desde su encuentro con el cazador de brujas, no se había relajado en un solo momento.

“Por cierto señor Illimof, este hombre no debe ser tratado como un preso normal. Intente mantener su cadáver en buen estado y, cuando el recolector llegue, no lo entregue. Antes de ser trasladado, su fallecimiento debe ser comunicado a sus familiares... o amigos.”

Fabian se preguntó si era correcto hablar de amistad al referirse a la relación entre el sacerdote y el inquisidor. Al instante, desechó esa idea y se planteó seriamente si aquel asesino incendiario podía ser capaz de albergar un sentimiento así. De todos modos, bien fuera por amistad o por simple y gratuita inquina, de lo que sí estaba seguro el vigilante era que el cazador no dudaría en buscar responsables de aquel trágico suceso.

“Bien, el sacerdote ha muerto. Hagamos que ello no haya sido en vano.”

Con la intención de averiguar algo más sobre la investigación que llevaba entre manos el difunto, Fabian volvió a dirigirse al carcelero con una nueva petición.

“¿Podría facilitarme los objetos personales que le fueron sustraídos a este hombre antes de ser apresado, señor?”
Última edición por valafor el 11 Feb 2009, 02:37, editado 1 vez en total.
Saratai
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El carcelero atendió rápidamente la petición del vigilante, buscando en unas cajas todo lo que el sacerdote tenia en su haber. En la caja se encontraban sus ropas, un tomo religioso, unas mudas, una tablilla y una bolsa con quince chelines de plata, de los que era posible que en un principio estuvieran acompañados por unas ahora desaparecidas coronas de oro.

Edmund Illimof

-Señor, no creo que encuentre nada interesante aqui. Este hombre no llevaba papel alguno cuando lo trajeron aqui. Es posible que algunas de sus pertenencias quedaran en el templo, pero aqui no tenemos más que ésto, de verdad.


Mientras Fabian inspeccionaba los enseres del difunto sacerdote, los problemas en los niveles inferiores se reducian, al tiempo que Maneverb se disponia para comenzar con las preguntas que debia hacer a los compañeros de Navenül, cuestiones que haria en la sala de interrogatorios. Por turnos, cada carcelero deberia pasar por dicha sala para responder al cloaquero. Habia mucho trabajo que hacer, pues pronto tendria que ponerse manos a la obra para prepararse al descenso del submundo.
Cerrado

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