Publicado: 05 May 2009, 23:20
La Cripta seguía en un estado de agitación máxima. Seguramente nunca había acogido a tanta gente a la vez, pero situaciones deseperadas exigían soluciones desesperadas, y si tener a todos los Sacerdotes del Templo trabajando suponía algún progreso, sería bienvenido. Muchos religiosos no sabían exactamente qué hacer, así que se dedicaban a lo primero que se les venía a la cabeza. Mientras unos recorrían la Cripta palmo a palmo, buscando cualquier tipo de huella o resto, otros consultaban enormes tomos antiguos, buscando información sobre temas tan variopintos como "Vampiros", "Vlad", "Guerras de los Condes Vampiro" o "Robos Famosos". Cualquier cosa podía ser útil en aquel momento, y grupos de Sacerdotes discutían la estrategia a seguir. De una forma más sosegada, aunque no por ello menos tensa, se desarrollaba la conversación entre los convocados y el Gran Teogonista Volkmar. La figura del anciano Sacerdote era como un poderoso pilar en el centro de un huracán, manteniéndose firme aunque todo a su alrededor estuviese siendo arrasado. Volkmar simbolizaba la calma y la serenidad ante una situación así, mientras los demás mientros del Culto parecían haberse vuelto histéricos buscando soluciones que posiblemente no sirviesen de nada.
Antes de que dijese nada, la joven Iniciada pidió permiso para retirarse, alejándose a la carrera por el camino que había tomado el Lector Von Steinhoff. Pacientemente, con su voz profunda y sabia, el Gran Teogonista fue respondiendo a las preguntas del grupo. El primero que preguntó fue el Mercenario, y mientras que todos esperaban que, al igual que cualquier otro habitante de Altdorf, Volkmar mostrase su desprecio hacia el espada de alquiler con cada palabra que saliese de su boca, no fue así. El Gran Teogonista contestó con amabilidad a Felix, mayor amabilidad que con la que cualquier persona le había tratado hasta entonces. En verdad, aquel hombre era un ejemplo a seguir.
No os faltará nada que os sea necesario para cumplir la misión. Y es cierto que no hemos hablado de la recompensa, hijo, ¿pero acaso es ahora importante?. ¿De verdad te ves capaz de rechazar semejante tarea?. Sigmar os ha elegido por alguna razón, y seréis recompensados, pero no es ahora el momento de tratar ese tema. Y en cuanto a las armas y la protección, no sé qué concepto tendréis de las Santas Reliquias, pero no son algo que se entregue así como así. Pedid lo que necesitéis y se os dará, estad seguros de ello.
Después, el Necromante intervino, provocando escalofríos en todos los presentes. Su voz tenía algo que no era natural. Poseía la voz que los cementerios tendrían si pudiesen hablar. Preguntó por la actividad de la Cripta, que si era normal, a lo que Volkmar contestó que obviamente tal actividad no era normal. Las Criptas eran un lugar tranquilo, de reposo, y sólo las frecuentaban el Padre Lantermann, algunos visitantes deseosos de arrodillarse ante las tumas de los Grandes Teogonistas y Sacerdotes ansiosos de orar ante tan sagradas Reliquias. Nunca había estado tan llena de gente...
Una vez escuchó la respuesta, el Necromante tomó la iniciativa. Propuso separarse, para poder cubrir más frentes, propuesta que fue inmediatamente secundada por el enano. Satisfecho por la buena acogida que había tenido sus palabras, se dispuso a hacer una pregunta más al Padre Lantermann, pero fue interrumpido por el galeno.
Encendido, el galeno empezó a hablar muy rápido, quejándose de que el Necromante se hubiese erigido en líder del grupo, de que estaba cansado de tanta pregunta, de que sabía a dónde se dirigía el ladrón y de que ya tenía ganas de marcharse, Lo que nadie esperaba fue lo último que dijo. Propuso a Volkmar que nombrase tres representantes para dirigir los grupos. Esta vez, Volkmar suspiró antes de contestar.
Esto no es un sorteo, galeno. Colabore con sus compañeros y aporte ideas, en vez de quejarse tanto.
Después de la cortante respuesta de Volkmar, el Necromante siguió con sus preguntas a Klaus Lantermann, a la vez que el Kurt Vinyaard volvía a aproximarse al grupo. Lantermann relató en qué consistía su trabajo como Guardián de la Cripta. Limpiaba las tumbas, cambiaba las flores, concertaba las visitas a las tumbas, y se encargaba de la apertura y cierre de la puerta. Aseguró que nunca se había separado de su llave, y constató que si Liszt tampoco se había separado de ella,no tenía ni idea de cómo podría haber entrado el ladrón...
Lantermann tampoco había aportado mucha luz al caso, así que el grupo seguía casi igual. Una vez más, el Gran Teogonista tomó la palabra.
Tengo asuntos que atender, y como parece que no puedo aportar nada más, me retiro. Lantermann, conmigo.
Lentamente, los dos Sacerdotes se alejaron, hasta perderse entre el tumulto de la Cripta. El grupo debía decidir qué hacer...
Morrslieb no había tardado mucho en encontrar al Lector Von Steinhoff, ya que no había tenido tiempo de alejarse demasiado. En cuanto el Lector se percató de su presencia, se dio la vuelta y bajó la mirada hacia Luna. Era un hombre alto, de cincuenta y tantos años, y con unos ojos azules, oscuros y profundos. Ante la pregunta de Luna, su cara reflejó sorpresa.
Creí que siendo una sierva de Morr, conocerías la historia... El Anillo fue robado por Felix Mann, por encargo de Wilhelm III. La ausencia de ese condenado Anillo fue lo que permitió al Gran Teogonista destruir a ese monstruo. Desgraciadamente, no se sabe nada del Anillo desde entonces... Por favor, discúlpame... Necesito meditar.
Retomando la marcha, el Lector se alejó por las escaleras. Acto seguido, los demás miembros del grupo llegaron a la altura de Luna. Cerca de la salida de las Criptas, se encontraban alejados del ajetreo principal. Era hora de tomar decisiones.
Antes de que dijese nada, la joven Iniciada pidió permiso para retirarse, alejándose a la carrera por el camino que había tomado el Lector Von Steinhoff. Pacientemente, con su voz profunda y sabia, el Gran Teogonista fue respondiendo a las preguntas del grupo. El primero que preguntó fue el Mercenario, y mientras que todos esperaban que, al igual que cualquier otro habitante de Altdorf, Volkmar mostrase su desprecio hacia el espada de alquiler con cada palabra que saliese de su boca, no fue así. El Gran Teogonista contestó con amabilidad a Felix, mayor amabilidad que con la que cualquier persona le había tratado hasta entonces. En verdad, aquel hombre era un ejemplo a seguir.
No os faltará nada que os sea necesario para cumplir la misión. Y es cierto que no hemos hablado de la recompensa, hijo, ¿pero acaso es ahora importante?. ¿De verdad te ves capaz de rechazar semejante tarea?. Sigmar os ha elegido por alguna razón, y seréis recompensados, pero no es ahora el momento de tratar ese tema. Y en cuanto a las armas y la protección, no sé qué concepto tendréis de las Santas Reliquias, pero no son algo que se entregue así como así. Pedid lo que necesitéis y se os dará, estad seguros de ello.
Después, el Necromante intervino, provocando escalofríos en todos los presentes. Su voz tenía algo que no era natural. Poseía la voz que los cementerios tendrían si pudiesen hablar. Preguntó por la actividad de la Cripta, que si era normal, a lo que Volkmar contestó que obviamente tal actividad no era normal. Las Criptas eran un lugar tranquilo, de reposo, y sólo las frecuentaban el Padre Lantermann, algunos visitantes deseosos de arrodillarse ante las tumas de los Grandes Teogonistas y Sacerdotes ansiosos de orar ante tan sagradas Reliquias. Nunca había estado tan llena de gente...
Una vez escuchó la respuesta, el Necromante tomó la iniciativa. Propuso separarse, para poder cubrir más frentes, propuesta que fue inmediatamente secundada por el enano. Satisfecho por la buena acogida que había tenido sus palabras, se dispuso a hacer una pregunta más al Padre Lantermann, pero fue interrumpido por el galeno.
Encendido, el galeno empezó a hablar muy rápido, quejándose de que el Necromante se hubiese erigido en líder del grupo, de que estaba cansado de tanta pregunta, de que sabía a dónde se dirigía el ladrón y de que ya tenía ganas de marcharse, Lo que nadie esperaba fue lo último que dijo. Propuso a Volkmar que nombrase tres representantes para dirigir los grupos. Esta vez, Volkmar suspiró antes de contestar.
Esto no es un sorteo, galeno. Colabore con sus compañeros y aporte ideas, en vez de quejarse tanto.
Después de la cortante respuesta de Volkmar, el Necromante siguió con sus preguntas a Klaus Lantermann, a la vez que el Kurt Vinyaard volvía a aproximarse al grupo. Lantermann relató en qué consistía su trabajo como Guardián de la Cripta. Limpiaba las tumbas, cambiaba las flores, concertaba las visitas a las tumbas, y se encargaba de la apertura y cierre de la puerta. Aseguró que nunca se había separado de su llave, y constató que si Liszt tampoco se había separado de ella,no tenía ni idea de cómo podría haber entrado el ladrón...
Lantermann tampoco había aportado mucha luz al caso, así que el grupo seguía casi igual. Una vez más, el Gran Teogonista tomó la palabra.
Tengo asuntos que atender, y como parece que no puedo aportar nada más, me retiro. Lantermann, conmigo.
Lentamente, los dos Sacerdotes se alejaron, hasta perderse entre el tumulto de la Cripta. El grupo debía decidir qué hacer...
Morrslieb no había tardado mucho en encontrar al Lector Von Steinhoff, ya que no había tenido tiempo de alejarse demasiado. En cuanto el Lector se percató de su presencia, se dio la vuelta y bajó la mirada hacia Luna. Era un hombre alto, de cincuenta y tantos años, y con unos ojos azules, oscuros y profundos. Ante la pregunta de Luna, su cara reflejó sorpresa.
Creí que siendo una sierva de Morr, conocerías la historia... El Anillo fue robado por Felix Mann, por encargo de Wilhelm III. La ausencia de ese condenado Anillo fue lo que permitió al Gran Teogonista destruir a ese monstruo. Desgraciadamente, no se sabe nada del Anillo desde entonces... Por favor, discúlpame... Necesito meditar.
Retomando la marcha, el Lector se alejó por las escaleras. Acto seguido, los demás miembros del grupo llegaron a la altura de Luna. Cerca de la salida de las Criptas, se encontraban alejados del ajetreo principal. Era hora de tomar decisiones.