[Lugar] [In] Hipóromo del Laurel
Publicado: 10 Jul 2011, 13:12
[Lugar] Hipódromo del Laurel
Las carreras de caballos son algo habitual en el Viejo Mundo, y la ciudad de Diamanterra no es una excepción, ricos y pobres, poderosos y humildes gustan de ver a los mejores caballos del mundo competir en una carrera de velocidad. Deleitarse con el ruido de los cascos y la velocidad de los équidos es algo bastante habitual en este mundo; y la Diamanterra ofrece un lugar exclusivo para presenciar las carreras: un hipódromo.
Se trata de un edificio elíptico con los muros exteriores de piedra y cuatro ornamentadas puertas, una en cada punto cardinal, las cuales fueron encargadas a un cantero enano, quien cuidadosamente elaboró los grabados de sus columnas y las estatuas de los dioses. Se considera un lugar consagrado a todos los dioses, y aquel que no tiene una estatua en su fachada es porque no posee un templo en la ciudad. La parte interior la componen numerosas bancadas, unas de piedra y otras de madera, las más resistentes están reservadas, cómo no, a los privilegiados de la ciudad y sus distinguidos invitados. Una vez dentro cualquiera puede disfrutar de las carreras de la semana y, si su bolsa se lo permite, participar en las apuestas o adquirir los productos de los vendedores. Uno puede tener la certeza de que su apuesta es legal y está garantizada, pues a diferencia de las casas de apuestas de los bajos fondos aquí son estrictamente vigiladas por la Justicia, la apuesta siempre se cobra, y nadie será víctima de un impago: el dinero va por delante. Los productos del interior son de lo más variado y pintoresco, desde bebidas y dulces hasta símbolos religiosos y baratijas varias. En algunas ocasiones se ha visto a hechiceros y charlatanes (a menudo la misma persona) vendiendo milagros, pero tales indeseables tienen prohibida la entrada bajo pena de picota.
Desde que el hipódromo se cosntruyera, entre los años 2467 y 2469 del Calendario de los Imperiales, ha sufrido diversas reformas y ha presenciado dos tragedias. La primera fue el infame asesinato de Ricardo de Montediego, Sumo Sacerdote de Verena, a quien un exaltado apuñaló en repetidas ocasiones y sufrió muerte en la hoguera por tal herejía. La segunda tragedia aconteció en 2517, durante la Gran Carrera Anual de Équidos, cuando la sección sur se hundió por el peso de los asistentes, los cuales, pobres desgraciados, murieron en su amyoría de aplastamiento. Cerca de doscientas personas perdieron la vida en tal tragedia. Las gradas han sido reconstruidas recientemente, pero una vez más con madera, pues el desorbitado precio de unas gradas de piedra no puede costeárselo el reino en estos tiempos difíciles. La zona sur ha adquirido, y con razón, una lúgubre fama, y nadie en su sano juicio compraría una entrada para ese lugar, lo que ha provocado un descenso vertiginoso de los precios en esa zona, hasta tal punto que incluso la peor calaña de la ciudad puede costearse una entrada, lo que supone graves incidentes casi cada semana en la incluso puede haber muertos.
Todo el mundo oirá a los heraldos hablar de la magnífica carrera que hay cada semana, caballos de las mejores razas pertenecientes a nobles señores bretonianos, pero lo cierto es que la única ocasión donde realmente se puede contemplar a los mejores caballos del mundo, es en la Gran Carrera Anual de Équidos, que atrae a los mejores jinetes y monturas de Occidente. El resto del año hay poca actividad, en teoriía se celebra una carrera a la semana, donde compiten los jinetes locales. Pero los ingresos no compensan los gastos de mantenimiento de tan grandioso edificio. Así pues el Reino se ha visto obligado, no sin un punto de deshonra a habilitar el lugar como canódromo, práctica igual de emocionante pero mucho menos honorable que sí ha trascendido las fronteras, y proporciona no menos de cinco carreras al día, permitiendo mantener el edificio con los beneficios de las entradas.
Las carreras de caballos son algo habitual en el Viejo Mundo, y la ciudad de Diamanterra no es una excepción, ricos y pobres, poderosos y humildes gustan de ver a los mejores caballos del mundo competir en una carrera de velocidad. Deleitarse con el ruido de los cascos y la velocidad de los équidos es algo bastante habitual en este mundo; y la Diamanterra ofrece un lugar exclusivo para presenciar las carreras: un hipódromo.
Se trata de un edificio elíptico con los muros exteriores de piedra y cuatro ornamentadas puertas, una en cada punto cardinal, las cuales fueron encargadas a un cantero enano, quien cuidadosamente elaboró los grabados de sus columnas y las estatuas de los dioses. Se considera un lugar consagrado a todos los dioses, y aquel que no tiene una estatua en su fachada es porque no posee un templo en la ciudad. La parte interior la componen numerosas bancadas, unas de piedra y otras de madera, las más resistentes están reservadas, cómo no, a los privilegiados de la ciudad y sus distinguidos invitados. Una vez dentro cualquiera puede disfrutar de las carreras de la semana y, si su bolsa se lo permite, participar en las apuestas o adquirir los productos de los vendedores. Uno puede tener la certeza de que su apuesta es legal y está garantizada, pues a diferencia de las casas de apuestas de los bajos fondos aquí son estrictamente vigiladas por la Justicia, la apuesta siempre se cobra, y nadie será víctima de un impago: el dinero va por delante. Los productos del interior son de lo más variado y pintoresco, desde bebidas y dulces hasta símbolos religiosos y baratijas varias. En algunas ocasiones se ha visto a hechiceros y charlatanes (a menudo la misma persona) vendiendo milagros, pero tales indeseables tienen prohibida la entrada bajo pena de picota.
Desde que el hipódromo se cosntruyera, entre los años 2467 y 2469 del Calendario de los Imperiales, ha sufrido diversas reformas y ha presenciado dos tragedias. La primera fue el infame asesinato de Ricardo de Montediego, Sumo Sacerdote de Verena, a quien un exaltado apuñaló en repetidas ocasiones y sufrió muerte en la hoguera por tal herejía. La segunda tragedia aconteció en 2517, durante la Gran Carrera Anual de Équidos, cuando la sección sur se hundió por el peso de los asistentes, los cuales, pobres desgraciados, murieron en su amyoría de aplastamiento. Cerca de doscientas personas perdieron la vida en tal tragedia. Las gradas han sido reconstruidas recientemente, pero una vez más con madera, pues el desorbitado precio de unas gradas de piedra no puede costeárselo el reino en estos tiempos difíciles. La zona sur ha adquirido, y con razón, una lúgubre fama, y nadie en su sano juicio compraría una entrada para ese lugar, lo que ha provocado un descenso vertiginoso de los precios en esa zona, hasta tal punto que incluso la peor calaña de la ciudad puede costearse una entrada, lo que supone graves incidentes casi cada semana en la incluso puede haber muertos.
Todo el mundo oirá a los heraldos hablar de la magnífica carrera que hay cada semana, caballos de las mejores razas pertenecientes a nobles señores bretonianos, pero lo cierto es que la única ocasión donde realmente se puede contemplar a los mejores caballos del mundo, es en la Gran Carrera Anual de Équidos, que atrae a los mejores jinetes y monturas de Occidente. El resto del año hay poca actividad, en teoriía se celebra una carrera a la semana, donde compiten los jinetes locales. Pero los ingresos no compensan los gastos de mantenimiento de tan grandioso edificio. Así pues el Reino se ha visto obligado, no sin un punto de deshonra a habilitar el lugar como canódromo, práctica igual de emocionante pero mucho menos honorable que sí ha trascendido las fronteras, y proporciona no menos de cinco carreras al día, permitiendo mantener el edificio con los beneficios de las entradas.