El Banquete

Aventuras, guerra e intrigas en Poniente

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Van Hoffman
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Mensaje por Van Hoffman »

Una hora después de anochecer, gran pabellón a orillas del Mander, tercer día de las celebraciones

Tras varias semanas de dura organización, durante las cuales los habitantes de Vallespino no dejaron de trabajar, por fin había llegado el gran día. Se había preparado un gran campo, a menos de una milla de Villa Espinada, para organizar los torneos. Toda la zona se había visto inundada por una gran cantidad de pabellones, pertenecientes a los caballeros y nobles asistentes, que se extendía hasta donde la vista alcanzaba. Y en el centro de aquel caos se encontraba el Gran Pabellón, donde se celebrarían los banquetes y las fiestas, una enrome carpa de múltiples colores. Durante cuatro días, Vallespino rebosaría de alegría, jolgorio y alborozo, todo en honor de Ser Robyn Hawthorn, que cumplía su vigésimo día del nombre.

El primer día de las celebraciones comenzó con la recepción oficial de los señores, nobles y caballeros invitados (algunos de los cuales habían llegado días antes). Entre los asistentes se encontraban grandes figuras del Dominio y de las Tierras de las Tormentas, como Ser Garlan Tyrell de Altojardín, Lord Mathis Rowan de Sotodeoro, Lord Randyll Tarly de Colina Cuerno, Lord Brynce Caron de Cantonocturno, Lord Lester Morrigen de Nido de Cuervos y muchísimos otros más. Al finalizar la recepción, los familiares del homenajeado entregaron sus regalos. Lord Humfrey le regaló a su hijo una increible armadura de placas lacada de azul encargada a los mejores artesanos, que lucía un relieve dorado que representaba una zarza espinada que crecía desde las botas hasta el yelmo. Ser Damien y Lady Janei le regalaron una montura, un semental de pura sangre criado en los mejores establos del Dominio, un noble animal de pelaje castaño y crines negras. Ser Corvus y Lady Ameida le regalaron a su sobrino un pabellón con los colores de la casa, que ahora lucía orgulloso en mitad del colorido campo de carpas. Los regalos se sucedieron, y la mañana dio paso a la tarde. El resto del primer día se dedicó al ocio. Los bardos y juglares amenizaron el día con sus canciones e historias, los mercaderes y artesanos vendían sus productos sobrevalorados en la feria que se había montado en el pueblo y los taberneros y posaderos se hicieron de oro sirviendo cervezas y vinos. Por la noche, se celebró un espléndido banquete en el Gran Pabellón en el que se sirvió comida de manera ininterrumpida durante tres horas enteras. Finalmente, los invitados se retiraron a sus carpas para descansar y prepararse para el día siguiente.

El segundo día de las celebraciones se organizó un torneo de combate cuerpo a cuerpo. Por la mañana, los participantes (hombres de armas, escuderos y caballeros errantes en su mayoría) se organizaron en grupos de siete que compitieron entre ellos hasta que solo quedó un vencedor. El campeón del torneo resultó ser un mercenario tyroshi que había venido de Antigua. Al medio dia, se le entregó el premio, valorado en doscientos dragones de oro y continuó la fiesta. Por la tarde, se organizó una batalla campal con armas embotadas en la que todos los que quisieron participar se dividieron en dos grupos que combatieron entre ellos recreando alguna batalla del pasado. Durante la tarde, los caballeros y nobles que iban a participar en las justas pudieron inscribirse dando sus nombres al Maestre Orwin y a sus ayudantes, que se ocuparían de preparar los sorteos de cada categoría. La sorpresa del día fue la inscripción de un caballero desconocido cuyo blasón era un melocotón sobre campo sinople, que se inscribió en la categoría de nobles y señores. Nadie sabía quien era, ni podía reconocer la heráldica, y todos se preguntaron de donde habría sacado los dragones de oro que costaba la inscripción.

La mañana del tercer día empezó con el primer torneo de justas, en la categoría inferior. Participaron más de una treintena de hombres, entre caballeros errantes, escuderos y hombres de baja cuna. Tras un intenso día, el ganador resultó ser un joven y prometedor escudero al servicio de los Redwyne que casi se desmayó al recibir los doscientos dragones del premio. El resto del día había transcurrido tranquilo y por fin llegó el gran banquete en el que se anunciarían los emparejamientos para el torneo del día siguiente.



El aire dentro del Gran Pabellón estaba cargado, lleno de olores y de jolgorio. En la mesa principal se sentaban Lord Humfrey, a pesar de su dolencia, Ser Robyn, Lady Anne, Ser Garlan Tyrell, Lord Mathis Rowan, Lord Randyll Tarly y el resto de grandes señores que habían acudido. Se sirvió carne de todo tipo, desde venado asado y bañado en su propio jugo, hasta pichones rellenos de salsas, y la bebida no dejó de correr, ya fuera cerveza o vino. Todo era alegría y emoción, tanto por la celebración en si, como por hacerse públicos los emparejamientos. Sin embargo, cuando Lord Humfrey se puso en pie, todo lo deprisa que le permitían los dolores que le afligían, el salón quedó en el silencio más sepulcral.

- Queridos invitados -Lord Humfrey dio un pequeño sorbo a su copa para aclarar la garganta-. Queridos invitados y amigos mios. En un día como el de hoy, hace ya veinte años, fui bendecido por los Siete. No me bendijeron con oro, o con tierras, o con una vida larga y sana como la que tengo -algunos de los asistentes rieron la broma del anciano señor-. No, nada de eso. Fue algo mucho más hermoso y maravilloso que eso. Me bendijeron con un hijo; mi hijo -Lord Humfrey señaló con un ademán de la mano a Ser Robyn, que estaba sentado a su derecha-. Me bendijeron con un primogénito, Robyn, un hijo que me ha hecho hincharme de orgullo, y se que el legado de mi familia está en las mejores manos. Se que cuando yo ya no esté, Robyn gobernará estas tierras con bondad, sabiduría y justicia, como todos los Hawthorn han hecho y harán siempre -Lord Humfrey miró ahora directamente a los ojos de Robyn-. Hijo mio, hoy me siento el hombre más feliz y más orgulloso del mundo -la multitud rugió y aplaudió ante las emotivas palabras del anciano señor, y cuando terminaron, Lord Humfrey dio la señal que todo estaban esperando-. Maestre Orwin, proceded.

El maestre asintió y salió del salón. Un instante después, regresó acompañado por un sirviente que llevaba dos tarros de barro. Se hizo el silencio en el pabellón y todos los ojos apuntaron al anciano maestre, expectantes. Orwin llegó a una mesa que estaba sobre una pequeña tarima, a la vista de todos, y mandó al sirviente dipositar los jarrones sobre la mesa. Por fin, el momento había llegado.



FDI: Pues ya podemos empezar con la partida propiamente dicha. Para que sepais más o menos donde estais cada uno de vosotros, os comento un poco. Ser Robyn y Lady Anne están sentados a la derecha de Lord Humfrey. Delante vuestro están Ser Garlan Tyrell y Lord Mathis Rowan. Ser Damien se encuentra en otra mesa, junto a su esposa, con el resto de caballeros e invitados de honor. Ser Phineas, Alain y el hermano Cutbert están sentados en la misma mesa, desperdigados entre el resto de gente de menor alcurnia, pero sin llegar a ser plebe. El Maestre Orwin es evidente donde está situado. Si teneis alguna duda sobre algún detalle de los días anteriores o de la situación en el Gran Pabellón, o si quereis comentarme algo importante que habeis hecho durante las celebraciones, podeis enviarme un privado o preguntarme por msn.

Una última cosa, solo pedir que espereis a que el jugador Flagg postee antes de hacerlo el resto, que se que algunos tienen ganas, más que nada para no hacer cortes antes de la anunciación. Tened paciencia, que el pobre está de exámenes hasta el culo, pero seguro que en cuanto pueda, posteará.
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Van Hoffman
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El silencio se hizo en el gran salón cuando el Maestre Orwin introdujo la mano en uno de los tarros de barro. De él sacó un pequeño pergamino, como los que se usan para mandar cuervos, y leyó en voz alta el primer nombre.

- Ser Gilbert de Antigua

Se oyeron varios murmullos mientras Orwin metía el papel en el otro tarro, vacío, mientras su ayudante colocó un pequeño escudo, no más grande que una mano, en el gran tablón que había junto a la mesa. El escudo mostraba la heráldica del caballero mencionado, una calavera blanca sobre campo nego. Una vez el ayudante colocó el escudo en la posición correspondiente, Orwin sacó otro pergamino.

- Contra Ser Edwyn Fossoway.

El maestre metió el segundo pergamino en otro tarro mientras su ayudante colocaba el segundo escudo al lado del primero, una manzana roja sobre campo dorado.

Los nombres de caballeros se fueron sucediendo a medida que el maestre iba sacando pergaminos, mientras su ayudante iba colocando escudos en el tablón. Ser Corvus Varner, padre natural de Ser Phineas y cuyo escudo era una comadreja blanca sobre armiño, se enfrentaría a Ser Emmon Cuy, con seis flores doradas sobre azur. Ser Garlan Tyrell, segundo hijo de Lord Tyrell y hermano mayor del famoso Caballero de las Flores, se batiría contra Lord Brynce Caron, señor de Cantonocturno, con sus ruiseñores negros sobre dorado. El misterioso caballero del melocotón se enfrentaría contra el joven Lord Lorent Caswell, de Puente Amargo, con su centauro dorado sobre blanco. Ser Imry Florent, del zorro sobre armiño, se batiría contra Ser Guyard Morrigen, cuervo negro sobre verde. Ser Parmen Crane, con sus grullas doradas sobre azur, combatiría contra Ser Fathis Ules, huso de sable sobre gules. Y por fín llegó el momento más esperado. Ser Robyn Hawthorn, heredero de Vallespino, con los espinos dorados sobre campo partido de naranja y azur, se enfrentaría contra Ser Bryan Fossoway de la manzana roja. Y por último, Ser Urbin Trant, del ahorcado de sable sobre campo azur, combatiría contra el joven Ser Phineas Flores, con su campo barrado de verde y azur, con jefe de sable.

El sorteo había concluído y Lord Humfrey dió permiso para que todos aquellos que quisieran se retirasen, como hizo él mismo. Cuando el señor de Vallespino se marchó acompañado del maestre Orwin, muchos de los presentes se acercaron al tablón con los escudos y empezaron a comentar los enfrentamientos del día siguiente. Todos decían que Ser Robyn, el centro de las conversaciones, había tenido mucha suerte. Ser Bryan Fossoway no era famoso por sus grandes lances, así que todos apostaron por el joven señor. Por otro lado, Ser Phineas también podía considerarse afortunado, pues Ser Urbin Trant tampoco era conocido por su habilidad con la lanza. Ser Garlan Tyrell se acercó a saludar al que sería su rival, Lord Caron, y mantuvieron una animada charla. Ser Fathis Ules se retiró a descansar, así como la mayoría de participantes veteranos como Ser Corvus Varner o Ser Gilbert de Antigua. Los más jovenes y fervorosos decidieron aguantar la fiesta duante unas horas más.


En mitad de la celebración, Lord Randyll Tarly se acerca a Ser Robyn, acompañado por una joven y tímida muchacha. El señor de Colina Cuerno hace un ligero movimiento de cabeza como honor al homenajeado y carraspea.

- Ser Robyn... ¿me concederíais un momento?


FDI: Flagg me ha dicho que de momento deja al maestre a mi cargo mientras esté ocupado con los examenes. En lo que respecta a los demás, sois libres de actuar como queráis. Podeis ir a hablar con quien os plazca, si todavía sigue en el pabellón, salir a tomar el aire o incluso descansar para prepararos para el día siguiente.

Y en otro orden de cosas, puesto que nadie sabe nada de Saratai, tomaré el pj a mi cargo si veo que no da señales de vida durante mucho tiempo, hasta que vuelva.
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Ser Robyn

Ser Robyn cerró los ojos y formó una imagen. Una imagen de hombres incapaces de luchar con dignidad que uno tras otro iban cayendo derrotados a sus pies, y abstraído del sorteo como estaba, sonrió para sí mismo, viéndose colmado de trofeos, ya de antemano. Y entonces escuchó el nombre:

-¡Ser Bryan Fossoway!-

Un caballero menor, de una familia del culo del mundo. Ser Robyn bufó una discreta sonrisa que casi le hizo atragantarse con su propia saliva. No recordaba haber ordenado al Maestre Orwin amañar el resultado del torneo a su favor, pese a que era bastante probable que lo hubiese mencionado en el transcurso de estos últimos días, no obstante estaba bastante satisfecho con el resultado, sobre todo a juzgar por los comentarios que pudo escuchar a su alrededor.

Un tirillas era justo lo que necesitaba para comenzar a lucirse, aunque siendo honestos, un joven ambicioso y de temperamento aguerrido como él, hubiese deseado algo más que un simple pollo con piel de oso.

El muchacho intercambió algunas miradas de conmiseración con sus compañeros de séquito, tragó un poco de cerveza para calentarse la sangre y luego volvió a cerrar sus ojos, brillantes de orgullo.

Ahora se imaginaba a sí mismo zarandeando a Ser Bryan, ahogándole y desmembrándole en el proceso, no sólo pedazos de su armadura, sino también los brazos y piernas y entonces volvieron a interrumpirle:

- Ser Robyn... ¿me concederíais un momento?-. Era Lord Randyll Tarly quien se dirigía a él con estas palabras. El caballero sabía que Lord Tarly, era probablemente uno de los señores más poderosos del Dominio, más incluso que la propia casa de Vallespino; de hecho, Ser Robyn sabía que durante la guerra aquel gentilhombre había servido bien junto a su padre, aunque lamentablemente, en el bando perderdor.

- Me alegro de veros, Lord Randyll. La presencia de varones de honra como vos en nuestro salón me es de gran estima, ¿qué mensaje traéis para mí?- Inquirió Robyn algo extrañado.
- Un verdadero guerrero nunca teme al desafío de una batalla. Pero siempre recuerda que no puedes escapar a tu destino.
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Nirkhuz
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Hermano Curbert

Todo era muy extraño, al menos para el joven hermano Cutbert. Él, acostumbrado a la sencilla vida campesina, dedicado al septrio y a la Fe durante todo el día, era un completo novicio en las cortes y torneos. Solo había visto una vez a mas gente, y fue cuando acudió a los oficios del Septon Supremo, haría unos años, tras la muerte del rey Targarien. Era un buen momento para visitar Desembarco del Rey, y se sintió extraño al ver a septones tan pomposos y gente con ropajes tan caros. Pero muchas cosas pasaron después, y ahora el hermano mendicante estaba sentado entre caballeros y hombres de armas. Vio al maestre decir unos nombres, mientras la gente que le rodeaba la explicaba un poco como funcionaba todo. Al parecer eran los emparejamientos para los lances del torneo. Aunque su alma pacífica rechazaba la violencia, se sentía extrañamente intrigado por los caballeros luchando entre sí, lanza en mano. Algo tan... de cuento, era interesante de por sí.

Así se paso un rato, perdido en sus pensamientos, pues apenas reconocía a los caballeros que nombraban. Reconoció al bastardo, Ser Phineas Flores, pues este le había comentado algunas cosas del torneo, al estar sentado cerca del hermano. No entendía mucho, pero cuando todo el mundo se levantaba, vio una oportunidad latente. Todos fueron a charlar entre ellos, y el hermano mendicante vio que el señor de la casa, y su maestre, estaban retirándose. Cutbert obvió el tablón de la heráldica y fue a hablar con el señor de los Hawthorn.

Cutbert
¡Señor, señor, lord Hawthorn! gritó mientras se acercaba a hablarle a Humfrey Hawthorn. Cuanto tuvo su atención, descansó un poco y se dio un disimulado masaje en su rodilla mala. Felicidades por la gloria de su hijo, lord Hawthorn. Esperemos que se destaque en la lid, que su veintena sea feliz y próspero su futuro, el cual parece prometedor, y eso seguro que se debe a su familia y a su genial educación. Dijo mirando tanto al maestre como al lord. Os estaréis preguntando que quiero, seguro, pues es conocida vuestra astucia y vuestra oratoria. No corre la prisa, ni nada parecido, pero un día tan propicio como el de hoy me parece un regalo de los Siete que son Uno para proponeros un pequeño proyecto... Un pequeño proyecto que haría este día incluso más feliz, os dejaría en gran lugar con respecto al resto de señores del Dominio y llenaría de algo más de honra y poder a vuestra ya gloriosa casa. Y además apenas os costará nada. ¿Os interesa?

Cutbert había ensayado esa entrada durante mucho tiempo, y al final le tocó improvisar todo, como siempre. Esperaba la respuesta de lord Hawthorn, y del maestre Owin. Ellos dos eran los importantes, los que en sus manos tenían la fuerza para darle alas o romper sus esperanzas. Aunque no era su único plan, era el más solido, y el que ayudaría a mas gente. Si los Siete querían, les interesaría el proyecto.
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Nimref
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Ser Phineas Flores

El bastardo de la comadreja estaba expectante ante la posibilidad de nombrarse campeón en el torneo del nombre de ser Robyn. Sabía que era muy difícil conseguir, pero esperaba que el entrenamiento que los Ulles le habían proporcionado le ayudara a conseguir el éxito que tanto ansiaba; sólo esperaba no tener que enfrentarse a ser Robyn. La última vez que se enfrentaron, el propio Phineas se dejó derrotar, de modo que ser Robyn consiguió la victoria. Por suerte, nadie supo lo que había hecho... Phineas tenía que dejar que su señor ganara, al fin y al cabo era su espada juramentada.

¡Ser Urbin Trant!

El maestre Orwin había conseguido sacarle de su ensimismamiento y, si no se equivocaba, sólo quedaba un participante...

¡Contra ser Phineas Flores!

Vaya, había tenido suerte: ser Urbin Trant era uno de esos caballeros que se habrían apuntado al torneo por aparentar, puesto que no era precisamente conocido por su habilidad en las justas. Comenzó a fijarse en la reacción de los diferentes participantes y asistentes al evento. Como esperaba, todos comentaban los lances más jugosos, sobre todo el de ser Robyn... ¡Ser Robyn! Allí lo vio, rodeado de tanta gente, en su salsa, todo arrogancia, pensando en su inminente victoria en el torneo... Sólo esperaba que alguien le derrotara, antes de que tuviera que hacerlo él.
Pasó entre la gente buscando los escudos que había en el tablón, para visualizar todos los posibles rivales que podrían derrotarle antes de que se enfrentara a él... Casi no pudo creerse que todas las posibilidades que albergaban la opción de no tener que intentar eliminarlo personalmente recayera sobre la persona de ser Bryan Fossoway, alguien tan poco ducho como el mismo ser Urbin Trant. Tendría que encargarse personalmente... Contando, claro, con que pudiera derrotar a ser Urbin Trant. Ser Jerimer Ulles siempre había insistido en que no había que menospreciar a ningún rival, por inofensivo que pudiera parecer, y eso haría, si pretendía ganar, en nombre de...

Ilenya... si tan siquiera pudiera vencer en el torneo... tal vez pudiera dar posibilidad a nuestro amor... nuestra relación

Eso era. Ahora tenía que conseguir que Ilenya le concediera una prenda que pudiera llevar en el torneo. Ya había hablado con ella de esto durante las celebraciones, pero era hora de dar el paso final. Así pues, camino decidido por el salón, al tiempo que observaba a ser Urbin Trant, inclinándole la cabeza en señal de respeto. Prosiguió su marcha hasta donde vio situada a Ilenya y... un nudo en la garganta. A menudo le ocurría, en público y cerca de ella.

Lady Ilenya... -dijo, con una reverencia- ¿Me permitirías disfrutar de vuestra grata compañía unos instantes?
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Mensaje por Weiss »

Damien Hawthorn

Incluso estando acostumbrado a la pesada carga de administrar un castillo, la tarea de organizar un torneo resultó a Ser Damien un auténtico desafío. Ser Damien era un caballero, un guerrero, que por viscitudes del destino se había encontrado con la misión de velar por el castillo de su impedido hermano. Era una tarea que, obviamente, llenaba de orgullo a al caballero, que sin embargo no era extremadamente ducho en temas como la etiqueta o el siempre complicado asunto de las relaciones entre casas. Por si fuera poco, varias de las casas invitadas no eran precisamente de mucho agrado para Damien.

Tarly, Tyrell y Fossoway... Todos la misma gentuza cobarde.

Finalmente, tras infinitos esfuerzos y con la fundamental ayuda del maestre y de Lady Anne, las celebraciones dieron comienzo. Tras deliberarlo, Ser Damien decidió no presentarse al torneo, aunque no fueron pocos los que trataron de disuadirle. No era para nada un secreto que Damien era un gran guerrero, hábil tanto con la lanza como con la espada. Aún así, el castellano decidió no participar. Dejaría el torneo para los más jóvenes, deseosos de hacerse un nombre en la liza. No sabían lo afortunados que eran, ellos que sólo se veían obligados a batirse en los torneos, en busca de honor y gloria. Aunque el propio Damien había partcipado en justas en su juventud, más tarde había descubiertos que éstas no eran más que un artificio, un simple pasatiempo. Los guerreros se forjaban en los campos de batalla, no en las palestras. El Rey Robert era el perfecto ejemplo de ello, al igual que Lord Stark. Sin haber sido nunca grandes nombres en los torneos, los dos, y sobre todo el primero, habían dejado más que demostrada su habilidad en el fragor del combate, donde las armas están afiladas y la vida corre constante peligro. Desde entonces, Ser Damien no había vuelto a participar en las justas...

Aún recuerdo cuando cabalgaba junto a ellos...

Aunque a menor escala, el propio Damien también era un ejemplo de ello. Su leyenda se había forjado en las rebelión de Robert, o en la defensa de la casa Hawthorn, como en el ya famoso episodio del olivar. Aquel combate fue tan señalado que para siempre quedó marcado en su heráldica personal.

La celebración seguía su curso alrededor de Ser Damien, que, no demasiado aficionado a los grandes festejos, se conformaba con pasar desapercibido, manteniendo esporádicas charlas con todo aquel deseoso de entablar conversación con él. El momento en el que sí tuvo que prestar atención, quisiese o no pues el silencio fue total de repente, fue cuando se anunciaron los emparejamientos del torneo. Había pocos caballeros realmente hábiles, siendo la mayoría jóvenes como Phineas o Robyn. Los dos habían tenido suerte además, pues a ninguno le había tocado un contrincante especialmente complicado. Con la intención de ver con detenimiento cómo habían quedado los emparejamientos, Damien se acercó al tablón donde los escudos colgaban.

No dedicó más que unos minutos a la tarea, y en cuanto terminó volvió a su mesa. Allí, Phineas decía algo a Ilenya, aunque no alcanzó a saber qué. Se acercó a los dos, y puso suavemente la mano en el hombro de su hija.

-Querida, ¿nos disculpas un momento?. Me gustaría hablar con Ser Phineas un rato, sobre el torneo.

Puede que él no participase, pero sí podría dar un par de buenos consejos al bastardo de la comadreja.
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Re: El Banquete

Mensaje por Van Hoffman »

Lord Randyll Tarly era un hombre alto y delgado que lucía una barba corta e hirsuta como compensación de su cabeza calva. Era bien conocido en el Dominio que Lord Tarly era un hombre duro, muy dado a hablar sin tapujos, y que cuya reputación de gran guerrero se veía engrandecida por la posesión de Veneno de Corazón, un espadón forjado con acero valyrio. Así que si no quería verse metido en problemas, Robyn tendría que cuidar mucho sus próximas palabras.

- Yo no traigo mensajes para nadie, muchacho. He venido para presentarte a mi joven hija Anya, así que considéralo un honor -Lord Tarly se volvió y miró a la muchacha-. Anya, da un paso al frente y saluda.

La niña, que no tendría más de catorce años, parecía nerviosa y asustada. Aunque, pese a ser un manojo de nervios, podía apreciarse una sutil belleza. Era delgada y su cabellera castaña le caía en una cascada de rizos adornados por guirnaldas. La joven dio un paso y realizó una ensayada aunque torpe reverencia. En ningún momento levantó la vista.

- Err... me alegro de conocerlo... err... Ser Ro... Ser Robyn... Ser...

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Lord Hawthorn y el Maestre Orwin ya habían salido del gran pabellón cuando el hermano Cutbert los alcanzó a la carrera. A pesar de ser noche cerrada, aún había luz, pues la luna estaba casi llena y había multitud de antorchas por todo el campo. Cuando llegó al lado de los dos ancianos, Cutbert pudo darse cuenta de que Lord Hawthorn caminaba apoyado en un bastón, y que el pañuelo que tenía en la mano libre estaba manchado de carmesí.

Cutbert empezó agasajando al enfermo señor, alabando a su hijo y a los festejos, para terminar conduciendo la conversación a algún tipo de negociación. El maestre frunció el ceño y fue el primero en hablar.

- Hermano Cutbert, es para nosotros un honor tenerle aquí en estas fechas, pero mucho me temo que en estos momentos mi señor no se encuentra dispuesto para tratar tales asuntos...

- Deja que hable el muchacho, Orwin -Lord Hawthorn no dejó acabar la frase del Maestre, pero lejos de mostrarse ofendido, éste asintió y retrocedió un paso, para dejar hablar a su señor-. Aunque hoy haya hecho un esfuerzo sobrehumano para poder levantarme de la cama, creo que aún aguantaré un poco más. Dime, joven hermano, qué es lo que quieres de mi?

-----

En el interior del gran pabellón aún había fiesta y jolgorio. En un extremo, Alain Flauta de Oro y casi una docena de bardos y juglares componían una cacofonía digna de admiración, mientras que junto al tablón del torneo se apiñaban caballeros y damas, que con sus conversaciones hacían que el ruido aumentase de nivel. Y en medio de aquel caos, Ser Phineas solo buscaba a una persona.

Ilenya se había sentado en la misma mesa que sus padres, junto a otras jóvenes damas, y charlaba y reía con ellas. Cuando el joven bastardo se acercó, todas se le quedaron mirando.

- Lady Ilenya... ¿Me permitirías disfrutar de vuestra grata compañía unos instantes?

Risitas, murmullos y miradas traviesas fueron la primera respuesta que obtuvo Ser Phineas. El joven caballero no pudo si no sonrojarse, y estuvo tentado de salir corriendo de aquel nido de pequeñas víboras.

- Por supuesto, Ser Phineas, será para mi un placer.

Ilenya se levantó y se despidió de sus compañeras, mientras éstas reían y se susurraban secretos que Phineas desearía conocer, pero que jamás oiría. Juntos, el joven caballero y la pequeña dama se apartaron del gentío que abarrotaba el gran pabellón y salieron por una de las puertas de cortina.

Sin embargo, antes de que el joven caballero pudiera abrir siquiera la boca, una mano le apretó el hombro con fuerza. Phineas giró la cabeza y casi dio un respingo al ver que no se trataba de otro que Ser Damien Hawthorn, padre de Ilenya y castellano de Vallespino.

- Querida, ¿nos disculpas un momento? Me gustaría hablar con Ser Phineas un rato, sobre el torneo.

Ilenya no pudo si no balbucear un par de palabras y marcharse sonrojada y avergonzada. Aquella interrupción no presagiaba nada bueno para el joven bastardo.
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Re: El Banquete

Mensaje por Y.O.P. »

Ser Robyn

Ser Robyn contempló a la muchacha por unos segundos, disimulando tras sus buenos modales el hecho de estar observando frívolamente una herramienta más para conseguir algo preciado, algo así como una espada aún sin afilar.

- Err... me alegro de conocerlo... err... Ser Ro... Ser Robyn... Ser...

-El placer es mío, dijo el muchacho-. Conozco vuestra fama Señor, sois el caballero que porta Veneno de Corazón, y se dice que sois hombre de mucho valor. Como podéis ver, yo tan solo soy el humilde hijo del Señor de Vallespino, quien os prestó buenos servicios en el campo de batalla. Permitidme pues, devolver el honor que mi familia aún os debe combatiendo por vuestra hermosa hija en el torneo. Esperemos que mis victorias estén a la altura de tan profundos encantos.

La dama poseía cierta belleza, pero no era eso en lo que el caballero pensaba en aquellos instantes, aún así, el caballero devolvió la reverencia y besó la mano de la doncella cándidamente.

- Vallespino no necesita de nobles apegados a arcaicas tradiciones- se aconsejó a sí mismo el joven heredero-. No se puede vencer una batalla tan sólo con dignidad y posición tal y cómo hace mi hermana; hagamos pues, las cosas a mi manera.

A continuación lanzó una mirada a Ser Phineas, quien ahora parecía coquetear con <<su Lady Ilenya>> despreocupadamente. Cuando sus ojos se cruzaron entre la muchedumbre, el hijo de Ser Corvus se encontró de frente con los ojos de quien busca a su enemigo en el campo de batalla. A causa de los cruces durante el torneo, era bastante probable que ambos acabaran enfrentándose tarde o temprano en los subsiguientes combates y ahora más que nunca, Ser Robyn deseaba vencer en el torneo para impresionar a Lord Tarly.

Robyn examinó la gran mesa que se extendía ante sí, abandonándose un momento a sus pensamientos. A su entender, Phineas Flores le pertenecía, sus batallas, su vida, todo lo suyo le pertenecía...Ahora era Ser Damien Hawthorn quien <<coqueteaba>>con el amigo Phineas.

-A fín de cuentas, un bastardo siempre es y será un bastardo- sonrió para sí.

- ¿Por qué no os sentáis a mi vera Lady Anya?, -dijo en voz alta-,estoy seguro de que vos y vuestro padre tendréis muchas cosas de las qué hablar.

Ser Robyn tenía pocos amigos, pues para él, un amigo era aquel que no se aferraba a los sueños de los demás. Alguien que viviera su vida a su antojo, sin que nadie le obligase; en definitiva, alguien igual a él…Y lo cierto es que Ser Phineas carecía, a causa de su juramento y su condición, de la indispensable dureza moral necesaria para estar a su altura.

Así pues, pese a ser un inestimable camarada de armas, si Phineas osaba interponerse entre él y el camino de sus ambiciones personales, lucharía contra él con todas sus fuerzas y le vencería. aunque para ello el bastardo tuviese que derramar un poco de sangre por su causa...

Y en otro orden de cosas, ¿dónde se habría metido ese condenado Eberet justo cuando más lo necesitaba?
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Re: El Banquete

Mensaje por Weiss »

Damien Hawthorn

Ser Damien adoraba a su hija. La consideraba su mayor tesoro y la trataba como a una auténtica princesa. Puede que el castellano no fuese el hombre más extrovertido ni emotivo del mundo, pero con su hija se permitía hacer una excepción. Con Ilenya no era Ser Damien Hawthorn, el implacable guerrero. Con ella era simplemente Damien, y ella era su niña. Por eso le dolió tanto cuanto empezó a ver lo que pasaba entre ella y Phineas...

Phineas era un gran chico, y sin duda se convertiría en un gran caballero. Damien le trataba prácticamente como a su hijo, y esperaba que el bastardo sintiese por él el mismo aprecio. Había sido su escudero, y el caballero había tratado de enseñarle todo lo que sabía. No sólo cómo luchar, sino cómo seguir unos valores justos. Damien estaba francamente orgulloso de Phineas y le deseaba lo mejor, incluída la victoria en el torneo. Podía intentar ayudar a Phineas en cualquier cosa, hacerle cualquier tipo de favor, pero había algo que no podía entregarle. Y ese algo era Ilenya.

Ser Damien no se había dado cuenta de cuándo había empezado exactamente, pero sí sabía que había algo entre el joven bastardo y su adorada hija. Algo mutuo. Sin embargo, y no sin dolor en su corazón, Ser Damien no podía permitirlo. Ilenya era su hija, y estaba destinada a casarse con algún señor. Además, teniendo en cuenta su gran belleza, podía aspirar a bastante. Definitivamente, no era para un bastardo, por mucho que ese bastardo fuese Phineas Flores. Era un estupendo muchacho, pero su futuro no pasaba por convertirse en el marido de Ilenya Hawthorn.

El problema sería hacérselo entender a los dos...

En cuanto Ilenya se alejó sonrojada, Ser Damien señaló a un banco desocupado, e hizo además a Phineas de que se sentase. Dejando tomar asiento primero al bastardo, el caballero se sentó junto a Phineas y bajó la mirada. Tardó unos segundos en pensar qué decir, mientras meditaba con la cabeza baja.

Por los siete, ésto es más complicado de lo que esperaba...

Finalmente, levantó la vista y miró a Phineas.

-Phineas, no disimules. Sé qué os traéis. Sólo quería avisarte de que pienses bien cada paso que vayas a dar, y que medites qué consecuencias pueden traerte. Si he conseguido meterte algo en esa cabeza espero que te sirva... No me malinterpretes, Phineas, eres un gran chico y estoy muy orgulloso de ti, -Damien posó su mano en el hombro del bastardo- pero sabes que cada uno de nosotros tenemos nuestro sitio. Sólo los dioses saben por qué somos quienes somos, pero por alguna razón tú has nacido bastardo y ella ha nacido hija mía... Llegarás a mucho, Phineas, serás un gran caballero, te lo aseguro pero... evítanos a todos sufrimiento innecesario...

Damien se levantó y se puso en pie frente al bastardo de la comadreja.

-Ahora hablemos de cosas más alegres si quieres. Cuéntame cómo piensas hacer morder el polvo a mi sobrino...

El castellano clavó sus ojos en los de Phineas mientras esperaba una respuesta.
Última edición por Weiss el 17 May 2011, 00:02, editado 1 vez en total.
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Nimref
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Re: El Banquete

Mensaje por Nimref »

Ser Phineas Flores

El bastardo de la comadreja se dirigía hacia Ilenya cuando un algo le empezó a picar en la nuca; como si fuera un presentimiento, se giró, sólo para ver como su señor, al que había jurado lealtad, ser Robyn Hawthron, le dedicaba una mirada de desafío, y, por primera vez, ser Phineas se permitió el lujo de corresponderle.

Es un maldito estirado... será cuanto menos gracioso ver como agita los brazos desde la tiera... disgustado por su propia derrota y aumentando ese odio hacia quien le ha vencido pensó, y no pudo evitar dibujar una media sonrisa en su rostro mientras se giraba y proseguía su camino hacia la joven hija de ser Damien, lo más parecido a un padre que había tenido nunca.

Lo había decidido, se lo diría al que era, para él, el máximo exponente de la caballería y sus virtudes, al que era como su padre, y era, de hecho, el padre de su amada. Aquel honorable personaje que no daba su brazo a torcer si se trataba de deshonor y que, con bastante probabilidad, le negaría la mano de su hija por ser un bastardo. Pero él... ¡ah! Él confiaba en sus opciones, excasas y únicamente respaldadas por el afecto que ser Damien le tenía y sus propias virtudes caballerescas, que había ido desarrollando con esfuerzo a lo largo del tiempo.
Se lo diría, sí, pero más tarde y, esperaba, respaldado, además de por lo ya sabido, por la victoria en el torneo del día del nombre de ser Robyn; eso si que sería un gran hecho para respaldar su causa. Pero antes de que todo eso pudiera llevarse a cabo, necesitaba otra cosa, para él más importante: una prenda de su dama, algo que pudiera llevar en el torneo y le diera fuerzas en algún momento de flaqueza, que le diera suerte frente a la adversidad.

De pronto, se vio con que ya le había pedido un momento a Ilenya. Risas, comentarios, calor... pudo notar el rubor en sus mejillas, muestra clara de su vergüenza en esa situación. Por suerte, su tortura llegó a su fin cuando Ilenya accedió a acompañarle, y Phineas no puedo evitar respirar aliviado. Para el bastardo de la comadreja, disfrutar de un momento a solas con Ilenya era gratificante, pero el hacerlo dando fin a las miradas de un montón de damas, era más reconfortante aún.
No obstante, como si de una broma macabra del destino se tratara, una mano le agarró del hombro, con un gesto que el bastardo conocía ya muy bien, cuando él e Ilenya abandonaban ya el salón.

Querida, ¿nos disculpas un momento? Me gustaría hablar con Ser Phineas un rato, sobre el torneo[/] -dijo ser Damien, invitando a su hija a seguir sus órdenes.

El joven caballero ya se imaginaba lo que se venía encima cuando ser Damien le ofreció sentarse en un banco, y más aún cuando éste bajó la mirada. Pero era imposible... ¿cómo se había dado cuenta?

Phineas, no disimules. Sé que os traéis. Sólo quería avisarte de que pienses bien cada paso que vayas a dar, y qué medites qué consecuencias pueden traerte. Si he conseguido meterte algo en esa cabeza espero que te sirva... No me malinterpretes, Phineas, eres un gran chico y estoy muy orgulloso de ti, pero sabes que cada uno de nosotros tenemos nuestro sitio. Sólo los dioses saben por qué somos quienes somos, pero por alguna razón tú has nacido bastardo y ella ha nacido hija mía... Llegarás a mucho, Phineas, serás un gran caballero te lo aseguro pero... evítanos a todos sufrimiento innecesario...

Pero... ser Damien... -comenzó a farfullar el muchacho- No lo entendéis, yo... -de pronto, enmudeció, entendiendo.

No bastando con ser un bastardo y teniendo que vivir con ello durante toda su existencia, con todos los baches que eso suponía para su vida, para sus objetivos e incluso para su propio esfuerzo; no bastando con tener que hacer frente a no tener padre y tener que luchar contra su propia visión paternal a la hora de pasar el tiempo con su amada; no bastando con tener que vencer sus propios males para imitar a su más grandes héroes y ejemplos (los Ulles y el propio ser Damien), ni con tener que convivir con su peor pesadilla, anteriormente amigo, ni con las miles de dificultades que acuciaban su vida: el saberse sólo, el verse derrotado por sus circunstancias... no bastando con nada de eso, ser Damien le había dado un último golpe de gracia. Un último golpe de gracia que, Phineas lo sabía, significaba un punto de no retorno a su vida habitual, un viaje a lo único que le daba cobijo: el arte de la guerra.

Ser Phineas notó fuego en sus ojos, sus pupilas, su iris. Notaba a ser Damien a su lado, aunque él mismo se encontraba un poco más lejos, donde sus ojos estaban fijos, junto a Ilenya. Pero era un hombre, un caballero, y no podía hundirse ante las palabras de la persona en quien más confiaba. Aguantó las lágrimas al tiempo que con su hermano se mesaba la corta barba, producto del despiste de habérsela rasurado. Miró a ser Damien como pidiendo clemencia, como si quisiera decirle cientos de cosas, que ya, realmente, no le diría, no le apetecía, no quería hacerlo.

Te diría que me enteré de que el rey Robert, tu amigo, podría legitimarme, pero... ¿de qué serviría? Ilenya merece casarse con el mismísimo Joffrey Baratheon...

Se levantó a la vez que su interlocutor y le invitó a caminar por las tierras de los Hawthron, al tiempo que escuchaba la pregunta de ser Damien, recordándole de nuevo que ese sería, a partir de ahora, su único objetivo en la vida.

¿Qué como tumbaré a Robyn? -una sonrisa se dibujo en su rostro visualizando la escena- Aprendí del mejor, ¿acaso no es eso suficiente hasta que tenga que luchar en batalla, y más contra un altivo señor? Ser Damien, vos lo habéis dicho... soy un bastardo, lo único que puedo ofrecer al mundo son mis artes en la lucha... espero estar a la altura del torneo, aunque debo admitir que no se qué haré si lo gano... -zanjó, con una amarga sonrisa.
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Nirkhuz
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Re: El Banquete

Mensaje por Nirkhuz »

Cutbert se quedo callado un segundo. Vaya, le hacían caso. Por primera vez en mucho tiempo, alguien atendia a sus ideas, y no estaba ni borracho ni aburrido. Se atusó un poco los bigotes, intento dar una imagen un poco más seria.

Cutbert

Lord Hawthorn, muchas gracias por su tiempo, señor, gracias. Y a vos, maestre, desde luego.
Dijo el hermano, mirando al anciano maestre. No se si conocerá la historia del septrio de de Arbolblanco, pero imagino que vuestro maestre sí, ¿verdad? Volvió a mirar al maestre, pero con curiosidad, no con condescendencia. Nunca podría mirar por encima a un maestre, mucho mas sabio que un simple campesino letrado como él. Cuando era joven leí mucho sobre septrios viejos, abandonados y perdidos. Y Arbolblanco es uno de ellos. Según venia hacia aquí pase por las ruinas. Apenas cuatro piedras cerca de un bello arciano, cerca de las montañas. Seguro que si conoce ese arbol, vaya. El hermano quedo mudo un segundo. Estaba poniendo en orden sus sentimientos, sus ideas, y no quería parecer tan nervioso como realmente estaba. Ya sabrá por donde va mi idea, ¿no? Seguro que sí, ya tiene veteranía en estos temas. Tengo la humilde idea de... de devolverle al septrio su antigua gloria. Volvió a callarse. Espero no haber sido demasiado rápido, demasiado directo... Siempre que a usted le parezca bien, claro. Lo más importante, señor, es que a usted apenas le costará nada. Esa pequeña porción de terreno que rodea el arciano, apenas un pequeño sitio donde emplazar un septo, las habitaciones, la copistería y unos campos para trabajar. Usted, claramente, se llevaría impuestos y diezmos de nuestro trabajo, y los hemanos que vengan podrán copiar libros, un bien escaso, y caro, que aporta mucho dinero si se hace de la manera adecuada. Dinero que iria parar a sus arcas, claro. El Herrero nos da la voluntad de trabajar, no de amasar dinero... Algo que deberiamos tener más en cuenta, y si el septrio nace, esa idea se implantará entre las paredes del mismo. Si nos deja la porción de terreno, y una cantera de la que sacar las piedras para el septrio. Piedras que nosotros sacaremos y trabajaremos, y pagaremos lo que se necesite, señor. No le voy a pedir que de una respuesta ahora, señor, que es tarde, y es un día feliz, no de negocios. Solo piense sobre el proyecto, señor. Piense sobre ello mientras descansa, discutalo con su maestre, pero tampoco se lo tome demasiado en serio... Estos días son de regocijo, señor. No de trabajo. Alabemos a los siete por los bienes de su casa y la gloria de su hijo. El hermano pensó que estaba hablando demasiado, así que se calló. Le dejo descansar, señor. Si necesita cualquier servicio, aqui me tiene. Buenas noches, señor.

Cuando se dieron las despedidas, Cutbert se fué. Se fué con todos los caballeros, a ver que estaba pasando en ese momento. No gustaba de hombres demasiado nobles y gallardos... Pero sería buena idea saber que pasaba.
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Re: El Banquete

Mensaje por Van Hoffman »

Lord Tarly no mostró expresión alguna cuando Ser Robyn lo agasajó. Tampoco cuando prometió defender el honor de su hija. Ni cuando no reparó en alabanzas a su belleza. Lord Tarly era un bloque de hielo, tan impenetrable como la mayor fortaleza de Poniente. Cuando el joven caballero ofreció asiento al señor de Colina Cuerno y a su hija, Lord Tarly se limitó a soltar un gruñido y a mirar con desdén a Ser Robyn.

- Tengo asuntos más importantes que sentarme y charlar contigo, muchacho. Y esos asuntos también conciernen a mi hija -Lord Tarly miró entonces a la joven y asustada Anya-. Vámonos.

Sin despedirse siquiera, Lord Tarly dio media vuelta y se marchó con paso firme. La joven Anya lo siguió con paso apresurado, pero durante un segundo, giró la cabeza y las miradas de ambos jovenes se cruzaron. ¿Qué era aquel destello que vio Robyn en los ojos de Anya? ¿Miedo, esperanza, amor? Bueno, tampoco importaba mucho, al fin y al cabo no era más que una niña. Pronto, la mente de Robyn empezó de nuevo a deambular, imaginandose a si mismo el día en que ganaría el torneo en honor suyo, y en como humillaría a su viejo compañero de armas, cuando una suave voz le sacó de su ensimismamiento.

- Un hombre peculiar, Lord Tarly -Robyn se dio la vuelta y vio a su interlocutor, un hombre mayor, de cabellos grises y bien afeitado. Se trataba de Lord Mathis Rowan, señor de Sotodeoro, y uno de los nobles más importantes del Dominio. Su linaje se remontaba a Garth Manoverde, primer Rey del Dominio, cosa que no todos podían decir. Lord Rowan se sentó junto a ser Robyn y se sirvió una copa de vino-. Os ruego que le disculpeis. No era su intención ofenderos, justo al contrario. Lord Tarly no ofrecería a una de sus hijas a nadie que él no creyese digno de casarse con ellas, así que imagino que deberiais considerar su atención como todo un honor -Lord Rowan sonrió-. Claro que imagino que un caballero apuesto y audaz como vos tendréis muchas ofertas de matrimonio. Aunque imagino que ya habreis pensado en alguna joven y hermosa dama a la que honrar cuando ganeis el torneo que se celebrará mañana.


**********

El hermano Cutbert había hecho todo lo posible por intentar convencer al anciano señor. Había usado toda su confianza y todo su arsenal religioso para intentar hacer mella en la mente de señor y maestre. El silencio se hizo mientras Lord Hawthorn cerraba los ojos y meditaba sobre la oferta del hermano Cutbert. El joven estuvo a punto de sufrir un ataque por la tensión del momento que duraba ya casi medio minuto, cuando Lord Hawthorn abrió los ojos y lo miró.

- Hablas con mucha fe, joven hermano, una fe que no había conocido en muchos años -Lord Hawthorn suspiró-. Ahora estoy cansado, y suficiente tengo ya con este torneo como para pensar en más asuntos. Hermano Cutbert, cuando todo esto haya pasado y me encuentre mejor, hablaremos de cómo financiar vuestro septrio.

¿Habría oído bien Cutbert? Tras su fervoroso discurso, había logrado convencer al anciano señor de Vallespino de que recuperase el septrio de Arbolblanco, aunque tuviese que esperar a que las fiestas finalizaran. Pero ya tenía lo que quería, y ya podía considerarse feliz. Mientras Cutbert disfrutaba de su victoria, Lord Hawthorn y el maestre Orwin se despidieron y continuaron con su camino hacia los aposentos del señor de Vallespino.

Al fin, después de tanto tiempo, la obra de los Siete Que Son Uno podría empezar, y empezaría en Arbolblanco.


**********

Mientras la noche iba pasando, Ser Damien y Ser Phineas mantenían una tranquila pero emotiva conversación, una conversación de la que dependía el futuro no solo de ellos dos, si no de la joven Ilenya, la cual no podía apartar la mirada de su padre y de su amado, aunque aquella vez fuera desde lejos. ¿Qué estarían hablando? ¿Acaso su padre los habría descubierto? Ella siempre había sido muy cuidadosa, y no había hablado con nadie del tema. ¿O quizá le estaría dando permiso su señor padre a su amado para que ella pudiera entregarle una prenda y aceptar así su amor? Si, tenía que ser aquello, ¿qué si no? Su señor padre siempre la había tratado como a una princesa, y la joven Ilenya estaba segura de que jamás la casaría con alguien a quien ella no aceptase, y ese alguien tendría que ser Phineas.

Ajena a lo que realmente estaba sucediendo e inmersa en sus imaginaciones, Ilenya se fue con una sonrisa al pavellón de su familia, esperando con ansia que la magia caballeresca del día siguiente cobrase vida.




FDI: Yop, sacas un 11 para intentar Cautivar a Lord Tarly, lo que es insuficiente y no logras impresinarlo. Por otra parte, con la llegada de Lord Rowan, se da inicio una intriga normal. La ubicación de la intriga es la mesa de honor del gran pabellón del torneo, lo que no proporciona bonificaciones ni penalizadores, y los participantes sois Lord Rowan y tú. Cuando postees, recuerda especificar en tu post cual es tu objetivo en esta intriga (hacerlo amigo tuyo, conseguir algún favor de él, incitarlo contra alguien, etc). Tu actitud inicial es de Cordialidad hacia él, lo que te otorga una "Armadura" en intrigas de 3 y un +1 a las tiradas de Persuasión. La razón es que te ha cogido por sorpresa que un hombre de su reputación hable directamente contigo de manera natural, así que por ahora te muestras amable. Lord Rowan y tú sacais ambos un 20 en iniciativa, pero como él tiene más Estatus que tú (5), gana la iniciativa así que "golpea" en primer lugar. Lord Rowan intenta Cautivarte con sus bonitas palabras, y obtiene un 17 que, contra tu Defensa en Intrigas de 10, representa 2 niveles de exito. El daño por Cautivar de Lord Rowan es de 5, pero con los éxitos queda en 10 de daño. Tu actitud te resta 3, así que queda en 7 puntos de daño, un buen golpe. Ahora te toca mover pieza a ti, así que para ello te recomiendo que te mires las reglas de Intrigas en el post de normal, y si tienes alguna duda, preguntame por msn o por privado.

Nirkhuz, tu discurso parece haber hecho mella en el anciano señor. Con un 26 en tu tirada de Convencer has pasado de sobra la Voluntad pasiva de Lord Hawthorn (16). Todo apunta a que al final, y después de todo, podrás tener tu septrio.

Weiss y Nimref, como lo vuestro es una cosa entre pjs, podeis ir conversando aunque sea fuera de turno. Por ahora solo he dado unas pinceladas de lo que Ilenya cree que está pasando, para darle más dramatismo a la historia, aunque vuestros personajes no sepan nada.
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Re: El Banquete

Mensaje por Y.O.P. »

Ser Robyn

Cuando Ser Robyn vió que Phineas le devolvía la mirada no hubo sino desviar la atención fingidamente y sonreír ante tanto descaro:

- Qué ser tan procaz- se dijo a sí mismo-, considérate afortunado de poder participar en mí celebración Phineas, ya veremos cuan bueno eres a la hora de la verdad.

Entonces el caballero se prometió que dispensaría al bastardo una derrota apropiada para alguien de un origen como el suyo.

- Tengo asuntos más importantes que sentarme y charlar contigo, muchacho -le distrajo Lord Tarly - Y esos asuntos también conciernen a mi hija. Vámonos.

El joven les despidió con presteza. La brusquedad de modales de aquel hombre sólo le provocó nuevas ansias por apurar su copa. Antes de que le interrumpieran por segunda vez:

- Un hombre peculiar, Lord Tarly –

El muchacho se giró sobre su asiento y reconoció el rostro de Lord Mathis Rowan, quien le había abordado por sorpresa.

-Debe estar próximo el día en que me coronen Rey, ante tan variados visitantes y de tan alta alcurnia como vos,- bromeó con el anciano-.

- Os ruego que le disculpéis. No era su intención ofenderos, justo al contrario. Lord Tarly no ofrecería a una de sus hijas a nadie que él no creyese digno de casarse con ellas, así que imagino que deberíais considerar su atención como todo un honor -Lord Rowan sonrió, sin prestar demasiada atención a las palabras del joven-. Claro que imagino que un caballero apuesto y audaz como vos tendréis muchas ofertas de matrimonio. Aunque imagino que ya habréis pensado en alguna joven y hermosa dama a la que honrar cuando ganeis el torneo que se celebrará mañana.

- ¿Quién podría dudar de las buenas intenciones de Lord Tarly?- dijo Ser Robyn-, sin embargo, a decir verdad no son sus atenciones, ni las de las damas las que me preocupan en estos momentos. Fijaos si no, en Ser Phineas, allá junto a Ser Damien. Cruzamos la mirada en la fiesta tan sólo un momento, más hubiera jurado por su fiereza de su semblante que desprecia mi generosidad. Me pregunto cuales han de ser sus razones. Tal vez, prosiguió con voz fría y tranquila, adivino que piensa que es bastante probable que nuestras lanzas se crucen en el torneo...Que reflexión tan atroz, que hombres sin linaje puedan medirse de igual a igual con los que han nacido por el mando.

El caballero apartó de la mesa un pesado sillón para que Lord Rowan pudiera sentarse.

-Nunca se ha de enfrentar fuerza contra fuerza -, dijo descuidadamente el joven heredero-, es mejor estudiar al adversario antes del combate y medir sus fuerzas no menos que sus puntos débiles, para eludir unas y aprovechar otros. Sin ir más lejos, el año pasado, en un torneo en la Sidra, un patán lanzó una estocada a otro y la espada se le fue de las manos. Voló por el aire a unas pocas varas de distancia hasta que el filo fue a entrar por la visera del pobre Ser Reginus. Cayó como un pino cuando lo voltean. Ahí tenéis un claro argumento por el que la gente como Ser Phineas deberían ser apartados de los torneos. Es mucho lo que se pone en manos de un simple cualquiera.

FDI: Trato de Incitar a Lord Mathis contra Phineas, a ver si puede utilizar su influencia para apartar al bastardo del torneo antes de tiempo ^^.
- Un verdadero guerrero nunca teme al desafío de una batalla. Pero siempre recuerda que no puedes escapar a tu destino.
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Re: El Banquete

Mensaje por Weiss »

Damien Hawthorn

Ser Damien dio un largo paseo con Phineas, quedando lo más al margen posible del estruendo y el caos del pabellón principal. Damien meditaba, pensando en si había hecho lo correcto, y cómo se habría tomado Phineas sus palabras. El chico parecía animado, lo cual era un pequeño triunfo para el castellano, que pensaba que se lo tomaría bastante peor.

¿Qué como tumbaré a Robyn? Aprendí del mejor, ¿acaso no es eso suficiente hasta que tenga que luchar en batalla, y más contra un altivo señor? Ser Damien, vos lo habéis dicho... soy un bastardo, lo único que puedo ofrecer al mundo son mis artes en la lucha... espero estar a la altura del torneo, aunque debo admitir que no se qué haré si lo gano...

Las palabras del bastardo terminaron con el silencio de Ser Damien, que sintió la imperiosa necesidad de contestar a su antiguo escudero. Paró en seco, se giró hacia Phineas y le habló, mirándole a los ojos.

No digas eso, Phineas. Sabes que cualquier hombre, y no por ser bastardo lo eres menos, es capaz de ofrecer al mundo mucho más que una espada, y un brazo que sepa usarla. Sí, unos nacemos nobles y otros nacemos bastardos, y eso nos condiciona en muchos aspectos, pero no en todos. Te juro que he visto bastardos con más honor que grandes señores, y altivos caballeros cobardes y ruines cual ratas. Eres bastardo, sí, y negarlo sería absurdo, pero ni mucho menos tu única salida es la batalla. Puedes elegirla, si quieres, pero no te veas abocado a ella... Habrá días más tranquilos que el presente, Phineas, y tendrás tiempo para pensar qué quieres hacer...

Ser Damien se giró para volver a ponerse en marcha, pero de repente un pensamiento le vino a la mente.

Recuerdas las historias de la conquista, ¿no? Bien, el rey Aegon tenía un hermano, un bastardo, Orys Baratheon. Era un bastardo, y llegó a ser el fundador de la más grande de las casas de Poniente. ¿Crees que Orys pensaba que era sólo un bastardo, que no podía ofrecer al mundo nada más que sangre? No, ofreció astucia, liderazgo y consejo además de, también, una notable destreza en batalla... Recuérdalo, Phineas, un hombre no es menos por ser bastardo y, si se lo propone, puede llegar a donde quiera. Que el primer paso de tu camino sea desmontar a Robyn.Te acuerdas de aquel torneo que huno hace unos años, en el que un caballero con un toro en su escudo...?

Mientras Ser Damien trataba de ayudar a su protegido a hacerlo lo mejor posible en el torneo, la noche avanzaba...
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Re: El Banquete

Mensaje por Nimref »

Ser Phineas Flores

El joven caballero escuchó todo lo que su mentor le decía, y lo hacía con atención. Desde luego, su opinión era, para Phineas, la más importante. No obstante, las palabras que le había dicho le habían dolido y, escondidas tras una máscara de posible victoria, le habló con ese mismo dolor.
Pronto ser Damien le interrumpió, hablándole sobre la aparente libertad de acción de los bastardos y el poco determinismo que tenían impuesto. Phineas no pudo sino dibujar una media sonrisa mientras estaba frente a él, y le contestó con respecto, con la visión que había tenido en sus años en Poniente.

Ser Damien, un bastardo siempre es un bastardo, y eso le supedita al resto: la elección de su amada y su capacidad para gobernar nunca se verán recompensadas, puesto que antes que él irán todos los legítimos -se detuvo unos instantes para pensar sus siguientes palabras mientras escrutaba el rostro de ser Damien para apreciar la recepción de sus palabras- . No me malinterpretéis, ser Damien, sé que no tenéis otra opción, mi lugar en los siete reinos está prefijado... pero lo lamento, fuera del ámbito de la guerra, ya sea luchar o dirigir... nada me queda-

Dejó proseguir al caballero mientras seguía recapacitando sus palabras.

Y si eso es así, y lo es, ¿qué diferencia a un bastardo de un legítimo? Un hombre no consigue nada hasta que no lo consigue, ¿no es cierto? ¿Por qué un legítimo Tyrell, o un Tarly, tendría más derecho a algo en lo que yo soy más ducho? Mis sueños, ser Damien, únicamente consisten en que consigo quitar el color sable de mi escudo, limpiar el ser un bastardo, y conseguir ser legítimo, si no de derecho, al menos de reconocimiento... Pensé que éste sería un primer paso, pero veo que simplemente me colocará como un buen caballero bastardo y nunca tendré tantos honores como si cualquiera de mis legítimos rivales lo ganara...

Agachó la cabeza, abatido, justo cuando recordó las últimas palabras de su ejemplo a seguir en lo que llevaba de vida y, no lo dudaba, en lo que le restaba de ella.

Si, recuerdo perfectamente a ese caballero... ¿participa en el torneo? No recuerdo haber visto su emblema...

Phineas respetaba todas las decisiones de ser Damien y las sabía justas, pero eso no hacía que le parecieran las únicas opciones posibles y, tal vez, pero sólo tal vez, lucharía por demostrarlo.
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Cerrado

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