Prólogo (Presentación)

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Van Hoffman
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Prólogo (Presentación)

Mensaje por Van Hoffman »

Tarde-noche de Bazahltag 31 de Nachexen de 2523

La posada de camino "Primera y Última" estaba ultimamente muy concurrida. Con el fin de la Tormenta del Caos, cientos de mercenarios regresaban a sus paises, y los mercaderes refugiados en el sur volvian al Imperio. Sin duda, Mathias estaba haciendo mucho negocio en las últimas semanas. Al ser la última posada antes del Paso de los Colmillos del Invierno y la primera antes de llegar al Imperio, la parada era obligada.

La sala de la taberna estaba hasta los topes, y ya solo quedaba una mesa libre. Poco a poco, más gente iba llegando, y se veían obligados a sentarse juntos. ¿Quienes serían esos viajeros?...



FDI: Aprovechad este post para presentar a vuestros personajes.
Última edición por Van Hoffman el 04 May 2009, 13:27, editado 1 vez en total.
Van Hoffman, pastor de garrapatos por gloria y gracia de Igarol

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El_Bardo
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Mensaje por El_Bardo »

Tregil Grekil

Tras un año intenso de batallas, asedios y los más poderoso héroes del Viejo Mundo y más allá un solitario enano procedente de la fortaleza de Zhufbar pero actualmente reside en Altdorf la capital del Gran Condado de Reikland miraba soprendido la posada, estaba llena, se notaba en los caminos un ida y vuelta de miles de mercenarios y antiguos soldados que vuelven a casa, está anocheciendo, amarra con cuidado a su ponie Brisa en un poste de caballos y comprueba que todo está bien en su sitio.

Habre la puerta con cuidado y los presentes callan cuando un Tregil se quita el antiguo casco de Rompeescudos una profesión más " novedosa" que la antigua de Luchador de Pozo.

Pudieron observar que no llegaba casi al metro cincuenta, un corto de pelo a un estilo "monje estaliano" de un color castaño oscuro, una cicatriz en el lado izquierdo de unos ojos con un inteso color cobrizo.

Podía presumir de tener una pequeña barriga que se escondia tras la camisa de mallas.

Callado y serio se sentó en la única mesa que había en esos momentos vacia, aprovechó para pedir dos jaras de cerveza y un plato de comida...
Si miras esto eres cotilla ¿lo sabias?.
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Weiss
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Mensaje por Weiss »

Johannes von Isenburg

Johannes pensaba que había llegado la hora de descansar un rato. Llevaba todo el día cabalgando, parando sólo para comer, y se merecía un buen descanso. Ya no estaba demasiado lejos del Paso de los Colmillos de Invierno, y quería aprovisionarse bien antes de encaminarse al Paso, posiblemente la zona más dura de su viaje hacia Tilea. Divisando a lo lejos la figura de un edificio, espoleó a Wilhelm, su magnífico corcel de batalla. Se trataba de uno de los mejores caballos que se podían comprar en el Imperio, procedente de las llanuras de Averland.

Debe ser la célebre "Primera y Última"... Qué demonios, no puede ser otra. Llevo escuchando a los garrulos campesinos hablar de este sitio desde hace kilómetros... Más vale que tengan algo decente...

Al llegar al edificio, era efectivamente tal posada. Llevó a su caballo al establo, dejándolo al cuidado de uno de los sirvientes. Sin embargo, cuando ya se alejaba se lo pensó mejor. Volvió junto a su bestia y cogió absolutamente todo lo que guardaba en las alforjas. No dejaría que ninguno de los piojosos inquilinos de la taberna tuviese ni la oportunidad de robarle nada... De forma que vestido con su armadura, llevando su mochila en un hombro, sujeta con su mano izquierda, y su espada larga en la diestra, entró en la taberna.

Estaba llena hasta el techo. Una horda de mercenarios, espadas de alquiler y todo tipo de escoria abarrotaba la sala común. Buscó un sitio en el que poder sentarse, preferiblamente lejos de la chusma. Sin embargo, aquel día la suerte no estaba justo a Johannes von Isenburg. El único sitio libre que divisó estaba justo a un enano.

Un mercenario, seguro. La antigua raza ha perdido todo su honor...

Esquivando a los parroquianos, avanzó hacia la mesa. Sin ningún tipo de cuidado, dejó caer su mochila sobre la robusta mesa, al igual que su espada larga, que guardaba dentro de una elaborada vaina. Ni se molestó en mirar al enano, que seguro que se había sobresaltado ante el ruido. Se quitó su magnífico casco, forjado por los mejores herreros de Altdorf, y decorado por Maestros Joyeros, y lo dejó suavamente encima de la mesa también. Al quitarse el casco, reveló su melena rubia oscura, casi marrón claro, que le caía hasta los hombros. En verdad tenía porte noble. Se alzaba un metro y casi noventa centímetros, era de constitución delgada, pero fuerte y ágil. Además, su cara inspiraba respeto, al igual que sus ojos verdes, habituales entre los nobles Reiklandeses. Vestía un magnifíco peto de acero, sobre una armadura de cuero, que era la unión perfecta entre agilidad y protección. Después de todo, el Cuerpo de Herreruelos era la élite de la Caballería ligera Imperial. Pero sin duda, los elementos más persuasivos e imponentes que portaba eran sus dos pistolas. Obras de arte de la ingeniería imperial. Llevaba una a cada lado del cinto, en cartucheras a medida. Además de las pistolas, llevaba su florete y su main gauche, armas tradicionales del duelista, y utilizadas por Johannes en su estilo de duelo, la "Destreza". Cruzada sobre la coraza, llevaba una banda de cuero, con la munición. En Estalia, la llamaban "los Doce Apóstoles", aludiendo a un episodio de la historia estaliana.

Se quitó los gruesos guantes de cuero y los dejó junto al casco. Definitivamente, necesitaba algo de comer. Se sentó en el banco, en el contrario al que ocupaba el enano y lo más lejos que pudo. Despejó la misa, dejando su mochila y su espada en el suelo, justo debajo del banco. No le quitaría el ojo de encima... Sobre de la mesa quedaban el casco y los guantes. Una vez todo colocado, miró a su alrededor. Cuando creyó tener la atención del tabernero, habló con voz que pedía obediencia.

Tabernero, lo mejor que tenga en la despensa...

Un noble siempre es un noble, aún en medio de la nada como era el caso...
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
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Alexander d'Athayde
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Mensaje por Alexander d'Athayde »

Valkmar "Valk" Routhergh

Aquella posada fue una bendición para Valk. Hacía dos días la caravana con la que viajaba había sido atacada y se había perdido en las montañas tratando de salir de ese atolladero. Por suerte encontró un caballo con un montón de cosas útiles que había corrido su misma suerte. La primera noche fue horrible; fría como nunca la había sentido. Había pasado noches en la calle más de una vez pero no estaba acostumbrado a aventurarse a campo traviesa. No había podido pegar los ojos.

Malditos aullidos...

No había perdido la calma, pues había pasado por peores en su corta existencia. Sin embargo estaba comenzando a perder los estribos. La noche se avecinaba y esos malditos lobos la comenzarian de nuevo. Si llegase a quedarse sin comida no por lo menos tendría el caballo, aunque no tenía ni la mas remota idea de como podria arreglarselas...

No voy a pasar otra noche así... Por favor mi buen amigo, no me abandones aquí. Prometo dejar doble donación cuando me cruce con un templo... Y prometo no hecharle el ojo a ninguna iniciada... A menos, claro, que ella me mire primero...

El sol comenzaba a bajar por el horizonte cuando, tras una barranca divisó un curso de agua. Sin embargo eso no fue lo que mas llamó su atención. Había allí una mozuela llenando unos cuencos. No se lo pensó dos veces. Sacudió el polvo de su chaqueta, y se peinó lo mejor que pudo. Busco rapidamente entre las cosas que llevaba el caballo para arreglarse mas aún.

Media hora después, agrdeciendo a su suerte, Valk se sacudió el polvo de su chaqueta. No solo había encontrado una hermosa muchacha con la que compartio "unos momentos", sino que había llegado a la mejor posada de la zona. A unos minutos por el sendero se llegba a ella. "La Ultima No Se Que".

Espero encontrar algo interesante que hacer... Por lo visto cada vez que permanezco mucho tiempo en un solo lugar todo se pone peligroso como despensa de ogro. Seguramente habrá montones de gente deseosa de contratarme para viajar al otro lado de estas horribles montañas...


Asi pensando seguia el sendero; cuando llegó al camino pudo ver la fachada de la posada. Tenía un lindo aspecto y su interior parecía calido y confortable. Luego de dejar su montura en manos de un joven que lo trató de "Herr", se adentró en el lugar. El aroma a cerveza tibia y comida caliente era todo lo que pedía; pero depues, molesto, trató de encontrar un lugar para sentarse en aquel hervidero. No había un banco libre en la barra. Estaba ideando la manera de convencer a alguien para que le cediese su asiento cuando encontró un lugar cerca de la chimenea. Era un lugar nada desdeñable, salvo por el presumido de nariz respingada que se había sentado hace unos momentos...

Bueno, es mejor que seguir parado, aunque todavía me dule el trasero... Malditos caballos, ya me acostumbraré. Si no me contrata como guía o algo, a lo mejor le alivio del peso de sus monedas.

Cogió disimuladamente una jarra de una mesa y se acercó al caballero, quien lo miró con altivez y levantó aún mas su nariz. El enano con el que compartía la mesa solo dejo escuchar un sonoro bufido.

Mis saludos, distinguido señor; y enano.

Mmm.. no suena tan lindo ¿no Valk? Bueno, ya está... Carraspeó y continuó.

Soy Valkmar Routhergh, viajero incansable y buen compañero. Ustedes pueden llamarme Valk. Vamos a tener el placer de compartir esta mesa, segun parece.


Se sentó y miró el contenido de su jarra. La cerveza olía muy bien. Aquella noche se le antojó muy auspiciosa.
Mirá que me pongo el sombrero picudo y agarro la varita, eh?
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Nimref
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Mensaje por Nimref »

Heirst Frederik von Torq

Los caminos del Imperio son realmente agotadores. La humedad reinante en el ambiente, la hostilidad de los pueblos, el peligro de los caminos... No es un lugar para hacer viajes de placer. Los viajeros a menudo van a caballo, o en carromatos, para evitar los posibles incidentes en la medida de lo posible. Cuando ni siquiera un caballo puede persuadir a los asaltantes de que no cogeran a la victima, una armadura siempre ayuda. Una buena armadura relucienente, que asegure proteccion y seguridad. Se suele dar el caso de que los viajeros se armen, para las posibles dificultades, y, sin lugar a dudas, un martillo de guerra a dos manos es una buena forma de persuadir a un bandido...

Todo eso suele proporcionar la seguridad que una persona normal querria para su vida y sus multiples viajes. El problema es que cuando posees una tunica sigmarita y los viajes no son de placer, sino guiador por tu deber y tu devota necesidad de recuperar santos artefactos que no deben ser encontrados por las fuerzas ruinosas, los viajes suelen ser solitarios, lo que acrecenta el peligro de los caminos y la severidad de los encuentros.

Heirst tuvo la suerte de tener por compañero a un buen amigo, de tiempo atras. Ambos sigmaritas, sacerdotes y devotos, iban a caballo, pertrechados con sus armaduras y armados con sus diversas armas. Llevaban muchos dias de camino, y apenas mediaban palabra. Heirst no solia mediar palabra si podia evitarlo. Le gustaba meditar, y meditar era lo que hacia. Mientras continuaba su viaje a caballo, meditaba. Cuando paraban a comer, o a alojarse, meditaba. Su compañero de viaje seguramente hubiera preferido mas conversacion, pero eso a Heirst apenas le importaba. Es cierto que era un amigo, pero la santa mision que les habia sido encomendada debia ser salvaguardada, y su mente debia estar libre de cualquier pensamiento.

Este ultimo dia habia sido especialmente largo. La humedad parecia aumentar a medida que se acercaban a las montañas, y un frio estremecedor se colaba por la tunica y la capucha, atacando la piel sin pelo del sacerdote. Cuando finalmente diviso una posada a lo lejos, desmonto, yendo todo ese tramo a pie, con las riendas del caballo en una mano. Ni siquiera en ese tramo hablo, mientras se acercaban. Sus botas se hundian en la tierra mojada, en parte debido a la humedad, en parte al peso del cuerpo. Siguio avanzando, a pesar del frio y del hambre, a paso calmado. Cuando estuvo cerca de la posada, se dirigio al establo y dejo a su caballo al cuidado de uno de los sirvientes

Has de saber que el caballo esta consagrado al santo patron de este nuestro Imperio y que de ningun modo debe ser ultrajado o robado, ni el ni sus pertenencias... -miro directamente a los ojos del desdichado muchacho- ...por nadie. Que Sigmar vele por tu alma

Dicho esto siguio su camino a la entrada de la posada. Cuando llego a la puerta, la abrio con la palma de la mano, al tiempo que hacia una leve inclinacion de cabeza

Hermano Klaus... -dijo, permitiendo el paso a su compañero

Cuando entraron en la posada, vieron que estaba abarrotada. En su mayoria mercenarios, era un ambiente nada apropiado para dos sacerdotes. Pero estos no eran sacerdotes cualquiera. Heirst avanzo por entre la gente, intentando divisar algun asiento tanto para el como para su amigo, ambos cansados. Apartaba a la gente con leves toques en el hombro, como pidiendo pequeños favores, sin intentar resultar hostil. Finalmente, encontro un sitio en una mesa, en compañia de un par de humanos y un enano...

Menudo trio... es posiblemente el unico sitio que encontraremos...

Se acerco, acelerando levemente la marcha, y, antes de sentarse, saludo a los ocupantes de aquella mesa

Saludos, compatriotas. Saludos, miembro de la eterna aliada. Si me permitis... -el sacerdote tomo asiento, y en cuanto pudo pidio comida y bebida al posadero, que andaba cerca. Apenas hablo con los comensales, pero sabia que algo extraño le unia a ellos

Sigmar, hagase tu voluntad. Que asi sea...
You can take my mind and body, but you can´t take my pride
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kahlanos
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Mensaje por kahlanos »

Klaus Anderson

El viaje habia sido duro, estaba siendo duro y seguiria siendolo aun mas. Las frias tierras del imperio no ayudaban al viaje, pero si era la voluntad de la iglesia sigmarita que fuese al sur para combatir las fuerzas oscuras, recuperando objetos sagrados, alimentando la fe de el pueblo o masacrando a los herejes sin mas, asi se haria...por el Imperio y por Sigmar!

Ese viaje no le era muy de agrado a klaus, pero el fin le gustaba, y si de camino encontrase algun que otro hereje que quemar, mucho mejor. El viaje podria haber sido muy aburrido, y o porque sus superiores pensaron en ello o porque sabian lo bien que trabajaban juntos, mandaron con el a su buen amigo de la infancia. Aunque Klaus se planteaba si realmente habira cambiado algo...conocia el caracter callado de su compañero, lo conocia muy bien, pero no esperaba que estubiese tan callado en un viaje tan largo. Intento mantener conversaciones con el durante el largo trayecto, pero le repondia con frases breves y concisas y volvia a su mundo. Al final Klaus desistio y paso la mayor parte del viaje restante elevando plegarias a Sigmar, revisando su equipaje...De vez en cuando se bajaba del caballo, no estaba acostumbrado a llevar montura y le estaba matando...

Cuando creia que no podia mas Klaus vio una posada a lo lejos- Supongo que sera la "Primera y Ultima" de la que tanto nos han hablado- le dijo a su compañero mientras se bajaba del caballo.


-Has de saber que el caballo esta consagrado al santo patron de este nuestro Imperio y que de ningun modo debe ser ultrajado o robado, ni el ni sus pertenencias...por nadie. Que Sigmar vele por tu alma- oyo decir a su compañero al llegar a la cuadra, Klaus avanzo despues y le dio las riendas-Creo que sobran las palabras hijo-le dijo al muchacho alzando la vista para mirarle a la par que la luz tenue iluminaba la cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo.

Despues avanzo detras de su compañero sigmarita hasta la entrada- Hermano Heirst- dijo Klaus a la vez que le repondia con otra pequeña inclinacion de cabeza. entonces entro en la posada delante de su amigo. Entonces se irguio en toda su estatura para ver mejor las mesas mientras se quitaba la capucha que le tapaba la calva cabeza. Vio una mesa libre al fondo con dos humanos y un enano, avanzo tras su compañero abriendose paso entre la multitud que abarrotaba la posada. Cuando llegaron a la mesa que habian divisado desde la entrada se fijo mas en los que alli estaban...Un enano que por lo que Klaus sabia debia ser rompescudos y dos humanos, uno de los cuales no encajaba muy bien en ese lugar-Los nobles tambien necesitan descansar no?-

-Saludos, os importa si os acompañamos buenos hombres?-dijo mientras se sentaba junto a su compañero y dejaba sus pertenencias bien cerca de el...en especial el martillo y el escudo con el martillo de sigmar grabado. Cuando su compañero pidio aprovecho para pedir algo de comer y cerveza.

Al rato de estar alli, sin prestarles mucha atencion a sus compañeros de mesa vio la cara de su compañero y comprendio lo que significaba-tu tambien lo sintes e Heirst? que asi sea, Sigmar...
Despertad,oh muertos!!, pues no puede haber descanso para vosotros bajo tierra....

...y los muertos volveran a caminar sobre la tierra.
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portela
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Mensaje por portela »

Aurelion

Después de muchas semanas de viaje y de unas cuantas aventuras (algunas graciosas y otras no tanto...) Aurelion llega a una posada.

Malditas posadas, en la última no me encontré muy a gusto...

En la última posada, a pesar de no haberse quitado la capucha (nunca lo hacía si podía evitarlo) un enano medio borracho identificó su arco élfico, después de una larga riña y cuando el enano quería atacarle con su hacha Aurelion no había tenido mas remedio que apuntarle directamente al ojo derecho con su arco, a partir de ese momento no se diría que las cosas mejorasen, pero al menos el enano dejó de gritar y amenazar y se apartó de la trayectoria del elfo con la puerta con lo que pudo "escapar" sin mayores consecuencias que un enano que estaría maldiciendole.

Pero no hay muchas opciones, el corcel élfico subía la montaña mucho mejor que cualquier caballo normal, pero Aurelion se estaba congelando así que intentando olvidar antiguos acontecimientos se dispuso a entrar en la posada, dejó al corcel sin atar, pues ese corcel solo le podría montar el, y pobre de aquel que lo intentara sin su permiso...

Al entrar en la posada se dio cuante de dos cosas:La primera era que, como era de esperar la posada apestaba más de lo que los elfos sulen estar acostumbrados, y las segunda y más importante: No quedaba ninguna mesa libre, y las unicas sillas vacías estaban en una mesa en la que ya estaban un enano (frunció el ceño al verlo), un noble, un "herreruelo" (como se deniminaban a si mismos), dos sacerdotes y un hombre que no dejaba de lanzar codiciosas miradas a las bolsas de los demás, y que Aurelion se aseguró que no debía perderle de vista... a él o a sus pertenencias.

Aurelion conteniendo un suspiro se dirigío hacia la silla mas lejana del enano y con total educación dijo:

¿No os importará nobles señores , sacerdotes y enano... (hizo las reverencias oportunas cada vez que decía los nombres) que comparta la mesa con vosotros en esta desagradable noche? solo será el justo tiempo para que coma y beba un poco

Cuando el tabernero le miró pidió algo de beber y comer, pero algo le decía que hiba a compartir muchas cosas a lo largo del tiempo con aquellos humanos y enano...
Última edición por portela el 05 May 2009, 20:57, editado 1 vez en total.
mejor morir en un campo de batalla empuñando una espada y junto a tus camaradas, que en la cama de viejo sin poder vivir mas que de la piedad se tus descendientes
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Drachenfels
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Mensaje por Drachenfels »

Aquí me encontraba yo, sola en medio de la nada, patéticamente temblorosa sobre mi caballo. Me ajusté más mi gruesa capa y bajé más mi capucha. Malditos inviernos, malditos todos ellos… tenía la punta de la nariz completamente congelada, ya lo único que me faltaba es que Ulric me bendijera con una manada de lobos sarnosos que quisieran devorarme. Hace ya varios días que vago sin rumbo “que asco”, pensé mientras recordaba el cálido fragor de la batalla.

Mientras voy ensimismada en mis pensamientos por debajo de mi capucha se escurren unos brillantes rayos de luz, alzo ligeramente la capucha y veo… ¡una posada! Al fin un sitio donde resguardarme. Acelero un poco el paso de Fulgor hasta llegar justo a la entrada de las caballerizas. Bajo del caballo y miro a mí alrededor, un mozo se me acerca cautelosamente, normal teniendo en cuenta que una figura completamente embozada en una capa acababa de llegar. Recojo mi bolsa y la escurro rápidamente hacia el interior de la capa, no sea que irrumpa el pérfido frio. Miro al chiquillo por debajo de mi capucha inclinando levemente mi cabeza hacia atrás, lo miro durante unos instantes, me doy la vuelta y me voy directa a la posada con pasos cortos pero veloces… ¡¡Pero qué frio que hace!!

Mi mano se posa sobre el frío pomo de la puerta y la abre. Por mi mente solo pasa una y otra vez la misma imagen seductora, la imagen de esa chimenea llena de leños crepitantes que han sucumbido al sensual movimiento de las llamas. Me embriaga el olor a comida y alcohol que me llega… ¡¡Al fin comida caliente!! …y no esas repugnantes raciones de camino, si es que a eso se le puede llamar comida, pienso. La puerta sigue abriéndose hasta quedar completamente abierta, mis ojos buscan el fuego con avidez y topan… con… una chimenea apagada. La puerta se cierra tras de mí. No podía ser… da igual, al menos intentaré disfrutar de la comida. Me acerco a la barra con unos pasos lentos y monótonos, pasando tan desapercibida como podría pasar una capa roja chillona flotante por una taberna llena de gente, cuando llego a la barra le doy indicaciones al posadero.
Me giro hacia la multitud e inclino la cabeza. La taberna estaba completamente a reventar. Intento escudriñar algún lugar vacío… ¡Eureka, allí hay uno! Me dirijo con mi paso mortecino hasta la mesa. Dejo ahí mi bolsa, me siento. Saco de ella mi enorme grimorio, le quito el correaje, lo abro y empiezo a leer, un mechón rojizo de pelo se escurre y cae en dirección al libro, lo recojo con mi mano y lo vuelvo a poner en su sitio. Pasado unos instantes me doy cuenta de que, efectivamente, la gente que hay a mí alrededor está mirándome de algún modo, pero es justo en ese instante que una sirvienta me trae la comida.
Uno, dos, tres y cuatro platos repletos de humeante comida recién hecha y para ayudar a tragar toda esta comida, una estupenda botella de buen vino. Me retiro la capucha dejando a la vista mi rostro y me quito los guantes, en el dorso de mis manos se puede ver unos extraños tatuajes. ¡Excelente! – dije en voz alta al tiempo que cogía el pincho para la carne - ¡Con su permiso caballeros!
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Thorgal
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Mensaje por Thorgal »

Friedrich von Kessel

Cuando entró en la posada pudo, en parte, sentirse aliviado. En realidad le molestó que estuviese tan llena -me va costar tomar asiento...-. Estaba empapado -pues había empezado a llover horas antes-, y muy fatigado, -pues llevaba cabalgando mucho más tiempo del que él hubiera deseado-. Su débil constitución física le hacía aparentar una edad mucho mayor de la que en realidad tenía: a sus veintiocho años, Friedrich tenía el pelo canoso y unas profundas ojeras, las cuales no tenían nada que envidiar a las de algún cadáver.

- Estoy helado, necesito atemperarme...- Su mirada se dirigió automáticamente a la chimenea, así que se acercó hasta allí. Se sentó en una mesa donde ya habian varias personas. Le pareció ver a un enano también, pero no le dió importancia a nada. Sin dirigirse a nadie, se sentó en la única silla libre que quedaba y dejando su báculo apoyado en la pared, se quitó el manto y lo estrujó, salpicando varias gotas en la madera del suelo de la posada. Se frotó las manos mientras observaba las sombras que proyectaba la luz del fuego, y vió como el posadero se acercaba a la mesa.

- Bienvenido a Primera y Última, la mejor posada de la zona. ¿Qué desea, anciano?
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