Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Weiss
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Contra todo pronóstico, las palabras de Messner habían surtido efecto. Mientras el fiscal hablaba, la cara de Treitt iba cambiando. Pasó de la sopresa, de la incredulidad más absoluta, a una especie de resignación, y, al final, a la determinación.

Cuando habló, el señor Hannodeck expuso las dudas que aún tenía. No estaba seguro del plan de Messner de contar con la ayuda de Reikland, ni de que los sigmaritas fueran a prestarles su apoyo. Messner, sin embargo, sabía que sus posibilidades eran mayores de lo que Treitt y Konrad pensaban; puede que no fuesen muy altas, pero sí lo bastante como para intentarlo. Si al final resultaba salir mal, no estarían peor que en un principio... Trademann, por su parte, estaba sin palabras. El cambio de parecer de Treitt había sido una grandísima sorpresa para el contable, que en aquellos momentos no acertaba a pronunciar palabra ninguna. Aún así, una chispa de esperanza volvía a brillar en sus grisáceos ojos.

Treitt Hannodeck declaró formalmente su apoyo a la causa provincial, recordando las condiciones del trato. En vista de la situación, las exigencias no habían sido para nada altas. Treitt había actuado con el corazón por una vez en su vida. Estaba cambiando la seguridad de encontrarse en al bando de un gran señor por las palabras de un letrado, letrado empeñado en salvar una provincia que todos daban por muerta. Por primera vez, Messner se sintió orgulloso de ser el discípulo de aquel hombre. Cuando había llegado la hora de verdad, Treitt Hannodeck había actuado como un verdadero patriota.

Al final, todos se levantaron de sus sillas, y se estrecharon las manos como señal del cierre del trato. Cuando le dio la mano a Treitt, Messner habló.

-Os lo agradezco, Treitt, Averland os lo agradece. Os aseguro que no defraudaré la confianza que habéis depositado en mí. Vuestro sacrificio se verá recompensado, os lo prometo. Si en cualquier momento queréis hablar conmigo, sabéis dónde encontrarme. Gracias y hasta la vista.

Konrad y Heinrich dejaron a Treitt en su sala de lectura, y fueron llevados a la salida por un sirviente. Allí, otro criado les entregó sus monturas, y los dos se dirigieron a las puertas de la finca. tras ellos, el imponente portón de cerró. En ese momento Trademann, como aliviado, suspiró. Era ya tarde, y no eran horas de andar por la calle, y cuando Messner dijo que no se quedaría a cenar, el antiguo fiscal interpretó que tampoco Konrad lo haría. A Messner no le hacía ninguna gracia que su amigo vagase por las calles en aquella situación, sabiendo que él solía ser el objetivo de la ira de los revolucionarios. Veían en Konrad al hombre que les sangraba a impuestos, no al hombre que intentaba mejorar sus vidas, que había sacado a Averland de la ruina gracias a su habilidad.

-Konrad, quédate esta noche en mi casa. No son horas para que andes por ahí solo, ya lo sabes. Descansa y ya nos veremos en el desayuno. Explícale a mi padre lo que hemos acordado con Treitt, y diles que tengo aún trabajo pendiente que hacer. Espero no tardar mucho, pero que Silvia no me espere despierta. Buenas noches, amigo.

Al llegar a la Mansión Messner, los dos hombres se separaron. El fiscal cabalgó cuesta abajo hasta abandonar el Barrio Viejo, rumbo a la Zona Comercial. Quería visitar a Migolver Bacher, para explicarle los cambios que había sufrido el plan de la desaparición. Por el camino, rebuscó en las alforjas de Erwin, buscando el sombrero y la capa que había guardado previamente, y guardando su negra toga. Andar así vestido no era precisamente adecuado...

Tras un rato, llegó a su objetivo, la Casa de la Rosa donde Migolver residía. Lo que Messner no esperaba era encontrarse con compañía...
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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20 de Destilario (Brauzeit) de 2527. Averheim.

Heinrich Messner habia conseguido finalizar con éxito la firma de un tratado entre la familia Hannodeck y el gobierno regente, un hecho digno de mención que seria bien alavado por la familia Alptraum. Con el sabor del triunfo aun presente, Konrad y Heinrich se auparon en sus monturas tras despedirse de Treitt cordialmente, y seguidos por los tres guardias, marcharon en dirección a la casa Messner, no muy lejos de alli.

Konrad Trademann

-Fiscal, lo has hecho increiblemente bien-
dijo sonriendo el ministro -pero aun nos queda mucho por hacer. Si Alexander Feuerbach ha movilizado a sus hombres, no taradaremos en ver familias que se alien con el y sirvan cobijo a sus ejercitos de pacificación. Pero hay algo bueno en todo esto, y es que hemos descubierto dos hechos importantes. El primero, que ya no es necesario calmarlos con tributos, puesto que ya se han puesto en marcha, y lo segundo, que Leopold Leitdorf no apoya la causa de su hermano. Esto es más que importante, puesto que nos sirve para negociar y achantar a Markus Leitdorf, y nos ahorra dinero para pagar hombres o calmar la situación en el populacho.

-Hemos de pensar en como utilizar estas ventajas en nuestro favor- concluyó Trademann cuando ambos consejeros llegaron a su destino.

Una vez alli, Konrad decidió pasar la noche en la mansión Messner, tanto para hablar con el padre de Heinrich de importantes asuntos como para descansar, pues el dia siguiente seria arduo y atareado. Konrad insistió en que los soldados escoltaran a Heinrich a su destino, pues las calles eran peligrosas de noche, y ya era de madrugada.

Despidiendose del ministro, Heinrich y su escolta avistaron a tres tipos sospechosos en una de las calles de la ahora despoblada Zona Comercial. Quien sabe si, de haber ido solo, Heinrich hubiera sufrido un vil ataque. Aun asi, antes de llegar a su destino, Heinrich despachó a la escolta, pues no queria que aquellos soldados supieran de su destino.

Sin embargo, una vez llegó a la Casa de la Rosa, sus esfuerzos sirvieron de poco, pues en la puerta se encontraban un par de guardias sentados en taburetes. Era de esperar, sabiendo los rumores de que Oliver Saford habia hecho de aquel hortera y anaranjado edificio sus oficinas personales. Lo que si extraño al fiscal fue que al llegar, los soldados le reconocieron con un formal ''Fiscal'', y le dejaron pasar con gesto marcial sin pregunta alguna, como si ya estuviera de sobreaviso de su posible visita. La calle estaba desierta, y la unica compañia era alguna cucaracha solitaria y el sonido de algun murcielago.

Aquello era cuanto menos sospechoso, pero Heinrich entró a la pequeña casa, cuyo interior estaba iluminado por varias velas largas que desprendian un calido y suave aroma. Alli, la sala principal, abarrotada de estanterias, contaba con un escritorio humilde, con varias sillas tanto a un lado como a otro, listo para visitas. En la silla principal, un hombre bien conocido y recién afeitado se levantó al verlo, dejando en la mesa una botella de vino, con un vaso medio vacio al lado.

Migolver Rymierenhe ''Bacher''

-Heinrich, no te esperaba a estas horas...-
saludó Migolver, el cual parecia algo bebido, y con triste mirada -No te quedes ahi de pie, toma asiento- concluyó educado, mientras se dirigia a otra sala a por un vaso para el fiscal. Al volver, preguntó por como se encontraba Heinrich y si Silvia se habia enterado de algun detalle del delicado problema entre manos.

Migolver y Heinrich habian conversado durante mucho tiempo la noche anterior, pero en venticuatro horas, la provincia habia cambiado como si se hubieran sucedido meses. El fiscal lo apreciaria poco a poco durante la conversación.

-Espero que hayas meditado acerca de lo que hablamos, y de mudarte a Bieswang. La situación es seria, Heinrich. Encontre a Ficks, ahora vive en una casuja en Jorkstown, aqui cerca. Incluso he hablado con el, haciendome pasar por forastero y preguntandole unas indicaciones. Es un tipo con mal humor, no se para que le querrás. Vive en la calle de Nyora, el edificio numero 7.

El entristecido Bacher llenó la copa de Heinrich, y se terminó la suya. -Es un vino algo malo, el que hay aqui en Averland. Pero más barato no lo encuentras, y una vez te acostumbras, rebajado en agua entra bastante bien.

-También he de decirte una cosa, que seguramente no te guste mucho. Esta noche, antes de que vinieras, me di un paseo por la zona. Y lo que vi me dejó anonadado: En la casa de un galeno de la zona, habian dos carromatos parados. Y desde el carromato, un par de tipos iban metiendo heridos dentro, ¡un montón!

-Messner, no creo en las coincidencias. Estarás, seguro, al corriente de que el sargento Jaran fue de visita a ver a Markus Leitdorf, acompañado de varios hombres armados. Pues no ha vuelto, y Streissen no esta tan lejos como para tardar dos dias en volver. Si a eso le sumo a ver visto a campesinos heridos visitando al cirujano del barrio, bueno, es sumar dos mas dos para deducir que Markus se tomo la visita a muy mal. Siendo el Fiscal, esta información te vendrá mejor que saber donde vive un viejo cascarrabias.
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Weiss
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

La mansión Messner se alzaba ante ellos. Siguiendo los consejos de Heinrich, Trademann decidió pasar la noche allí. Antes de dejar partir al fiscal, le dedicó unas amables palabras. Además, hizo balance de la información obtenida de Treitt, que, bien usada, podía serles muy útil.

-Tienes razón, Konrad, como siempre. La intromisión de Feuerbach es un contratiempo enorme, pero no podemos negar que tiene alguna que otra ventaja. Tenemos que jugar bien nuestras cartas, compañero.

Tras despedirse de Konrad Trademann, los cuatro hombre galoparon en silencio. La ciudad estaba tranquila, en calma. Los únicos sonidos, además de los emitidos por los caballos, eran los que hacía algún gato despistado, un perro desvelado o los incesantes y ruidosos insectos nocturnos. Parecía mentira que aquella ciudad, tan aparentemente pacífica, estuviera al borde del abismo, a un paso de su perdición.

Poco después de entrar en la Zona Comercial, sin embargo, escucharon unos sonidos procedentes de us oscuro callejón. Los tres soldados que acompañaban a Messner rápidamente empuñaron sus sables, y se dispusieron alrededor del fiscal. Los cuatro creyeron ver tres figuras al amparo de la oscuridad, dentro de la callejuela. Figuras que, ante la visión de tres hombres dispuestos para luchar, no tuvieron arrestos de salir de su escondite. Cuando sólo faltaban unas pocas decenas de metros para llegar a la Casa de la Rosa, Messner se dirigió a los hombres.

-Aquí nos separamos, señores. A partir de este punto puedo continuar solo, la zona es lo suficientemente segura. Buen trabajo y buenas noches.

El fiscal de despidió marcialmente de los jinetes, que respondieron como era de esperar en un soldado de Averland. Cuando el ruido de los cascos de las bestias se perdió en la noche, Messner se quitó su toga y la guardó en las alforjas de Erwin. Extrajo un discreto sombrero gris con plumas azules, y una capa de los mismos colores. Se echó la capa por encima y continuó hacia su destino.

Una vez allí, Messner se encontró con algo que no esperaba. Dos soldados norteños custodiaban la entrada de la Casa. Con ellos allí, el fiscal no podía entrevistarse con Migolver. Aquellos hombres eran las tropas de Saford, las tropas de la Secta. Si ellos sabían que había estado allí, Saford lo sabría poco después. Para no parecer sospechoso, pasó por delante de ellos, con la mirada baja, trotando a lo largo de la calle. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo del fiscal cuando oyó que uno de ellos le saludaba. Lentamente, se volvió hacia ellos. Los dos guardias le miraban expectantes.

Joder, ¿cómo me han reconocido así de fácil?. Tenían que estar bajo aviso... Llegados a este punto, ya de poco sirve fingir.

Sin ganas, y apenas con voz, murmuró algo que pretendía ser un saludo. Desmontó y entregó las riendas a uno de los soldados. Arrastrando los pies, entró en la Casa. En su cabeza sólo había un pensamiento: en cuanto Saford se enterase, era hombre muerto. Tras atravesar un pasillo iluminado con largas velas, llegó a la sala principal. Allí, sentado tras un escritorio y seguramente medio borracho, estaba Migolver. El brillo de sus ojos, y su precario equilibrio delataban la condición del Bacher.

Cuando vio al fiscal, se levantó para saludarle, e indicarle que se sentase. Mientras, se fue en busca de otro vaso para ofrecerle a Messner. Tras unos segundos, éste decidió sentarse, reflexionando, intentando averiguar qué narices se proponía Migolver. Sin lugar a dudas, había sido él quien había avisado a los guardias de su llegada. Cuando el farsante se interesó por su familia, Messner decidió responder con monosílabos. Un escueto "No" fue lo único que obtuvo por respuesta. Aún así, Migolver no parecía ser consciente del humor del fiscal ni del lío en el que estaban metidos los dos. Empezó a hablar, sobre Bieswang, sobre Ficks. Messner seguía sin mediar palabra.

Después de volver a llenar su copa y la de Heinrich, siguió con su monólogo. Esta vez habló sobre cosas que interesaron más Messner, sacándole un poco de su taciturno estado. Sólo un poco. Lo de los heridos era más que interesante, pero no tanto como lo que contó sobre Tropkter. Además, Messner no sabía que Tropkter llevaba ya dos días por la zona, pues pensaba que había partido junto con...

Anna...

Messner estaba furioso. Si algo le había pasado a Anna, aquel bastardo pagaría con su vida la ofensa. Se aseguraría de que su sangre tiñese los maderos del precioso patíbulo al que Messner enviaba a la escoria. Si algo le había pasado a Anna, aquella guerra se acababa de convertir en algo personal. Sin embargo, pensándolo bien, lo más posible era que el desafortunado fiscal no viviese para ver empezar la guerra. Intentando calmarse, habló por primera vez desde el principio de la conversación.

-Migolver, ¿seríais tan amable de explicarme el porqué de que esos guardias, extranjeros contratados por vos bajo las órdenes de la secta, guardia personal de Oliver Saford, supiesen que iba a venir?. Si ellos lo saben, Saford lo sabrá dentro de nada, tenedlo por seguro, y entonces los dos estaremos muertos. Joder, os lo dije ayer por la noche. Saford puede ser un sectario, casi seguro que lo es. Y si se entera de que hablamos, nos matará a los dos... Y a Silvia, tenedlo por seguro.

Por el bien de los dos, esperaba que Migolver tuviera una explicación decente.
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Mensaje por Saratai »

20 de Destilario (Brauzeit) de 2527. Averheim.

El sabor del vino era diferente a cualquiera que el fiscal hubiera probado antes. Al cabo de haber tomado unos tragos, Heinrich se percató de que era extrañamente dulce y suave, pero no tenia la misma consistencia que de haber sido rebajado en agua. Su olor era exactamente igual a cualquier vino de la provincia, eso si, pero la densidad, junto a la mirada melancolica y risueña de Bacher le hicieron percatarse de su fatal error. Cuando Heinrich terminó de preguntar por los guardias, un dolor atroz atacó vilmente sus entrañas, quemandolas por dentro y consumiendolas con ávida rapidez.

Migolver le habia envenenado.

El fiscal habia caido facilmente en la trampa del astuto Bacher, que se habia hecho pasar por amigo con la única intención de atraerle a su guarida, donde darle muerte de manera rápida y sencilla, sin despertar sospechas. Solo Sigmar sabia la enorme cantidad de hombres que habrian caido en tal trampa, la cantidad de duelos en los que habria vencido el traicionerio asesino mediante el engaño y la cobardia, la cantidad de muertes a sus espaldas.

Migolver Bacher


-Si, Heinrich, estás en lo cierto acerca de los soldados. Saford lo sabrá, y los dos estaremos muertos. Pero tu estarás muerto antes que yo, mucho antes. En cuanto a que Oliver ordene acabar con Silvia, eso es algo que dudo seriamente. No hay razón para que muera, puesto que todo apunta a que la dejaste de lado en tus maquinaciones. No te arrepientas de tus acciones, habia preparado tu final cuidadosamente, tus sirvientes son facilmente sobornables. Deberiais subirles el sueldo para hacerlos más leales. Lo digo como opinión personal, nada más.

El dolor atenazó a Heinrich, presa de espasmos. Apenas podia mantenerse erguido frente a su cruel asesino, quien habilmente le habia mentido en todo momento. Lo peor es que Heinrich ni siquiera habia sospechado nada, habia ido en su busqueda inocente como un niño, despreocupado por su seguridad y pretencioso en el pensamiento de que su armadura de fiscal, de heroe de Sorghof, le hacia inmune a vulgares matarifes.

-No hay ningún enmascarado, Heinrich. Por el amor de Sigmar, ¿realmente pensabas que un hombre de piel oscura, montado en un carromato, me iba dando ordenes? ¿Y que yo ni siquiera le habia oido hablar, que ni siquiera habia contemplado su rostro, despues de tantos años? Te juro que me puse nervioso anoche cuando te contaba acerca del, hasta me tuve que hechar las manos a la cara para no estallar en risa, menos mal que todo salió bien. Pero no te imaginaba tan credulo, amigo mio.

Migolver se levantó de su asiento, triunfante ante su victoria frente al fiscal de Averheim, ebrio de alcohol y de triunfo. Se acercó al emponzoñado Heinrich, y le puso la mano en el hombro, consternado por el sufrimiento que se habia visto obligado a otorgar al hombre con el que combatió mano a mano en Sorghof.

-Tampoco menti en todo, no vayas a creer. Para que una historia falsa sea creible, debe estar asentada en hechos reales. Es algo que aprendi de joven, y que me ha ayudado en más de una ocasión, amigo mio. Ains, Heinrich, si hubieras aceptado los sobornos, si hubieras hecho lo que te pedian o aceptado los cargos que te otorgaron... Nada de esto habria pasado. Pero no, tu tenias que ser el firme defensor de las buenas costumbres. El gobierno solo queria una marioneta docil, no te pidieron nada más. Eres inteligente, solo te falto humildad. Pero al gran jefe no le valen ni los inutiles dociles, ni los utiles salvajes.

Sin embargo, los dioses hubieron de darle una nueva oportunidad al fiscal. Las toxinas se encontraron con un problema grave, al encontrar las defensas del fiscal en plenas capacidades. El veneno se disolvió por el torrente sanguineo de Messner, causandole gran dolor y opresión en el corazón, pero sin llegar a provocar el paro cardiaco. Pero Migolver no se percató de ello, y creyendo que el trabajo ya estaba hecho, siguió hablando de espaldas a Heinrich.

-Encontraran tu cadaver, apuñalado salvajemente por supuesto, en el barrio de Jorkstown mañana por la mañana. Tu padre creerá que han sido los revolucionarios, pues a buen seguro que no has hablado ni una palabra de nuestra conversación de ayer con el viejo Mannfred. Sea como sea, los Messner seguirán adjuntos al gobierno, más que dispuestos por vengar a su primogenito con todo su potencial. A cambio, el gobierno buscará alguien más moldeable. Curioso, tener ideas propias te salvó de la muerte hace cinco años, y ahora te envia a la tumba. Reconoce que es irónico.


FDI: Fallas una tirada de Percepción de Muy Dificil con un 87. Después, una de Resistencia con un 56. Te hice gastar una tirada de Suerte automaticamente, pues lo contrario habria supuesto un PD para no morir por el inoloro veneno impregnado en tu vaso. En la segunda tirada sacaste un 12, y conseguiste recomponerte del letal aceite. Ahora puedes actuar libremente.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Como respuesta a sus airadas palabras, Messner obtuvo un incómodo silencio por respuesta. ¿Qué tramaba Migolver?. Entonces, súbitamente, lo entendió todo; había caído en la trampa del asesino. Bacher, o como demonios se llamase, le había engañado, le había atraído a su terreno y allí, vilmente, iba a asesinarle. El fiscal se maldijo mil veces por haber confiado en aquel farsante. Sintió miedo, mucho miedo.

Mientras el traidor sonreía, medio alcoholizado, las entrañas de Messner ardían. Primero, notó como si todo su cuerpo ardiese, como si sus venas y arterias estuviesen llenas de fuego, como si hubiese bebido ácido. No podía evitar que sus ojos llorasen, lágrimas que luego hacían arder la piel por la que pasaban. El dolor era insoportable, pero lo peor vino después. Su corazón empezó a ralentizarse. La visión de Messner se hizo borrosa, y apenas era capaz de sentir su pulso. El corazón se le estaba parando.

Hijo de puta...

Messner pensó en lo insensato que había sido. Se habría tragado que Migolver estaba en su bando, que estaba decidido a ayudarle asumiendo lo que podía pasarle. Ahora veía lo estúpido que había sido. ¿De verdad habría puesto en peligro Migolver su vida, se habría enfrentado a la todopoderosa secta por principios?. Había sido estúpido y estaba a punto de morir. Su asesino estaba disfrutando el momento. Siempre teatral, decidió darle conversación a su víctima.

-Si, Heinrich, estás en lo cierto acerca de los soldados. Saford lo sabrá, y los dos estaremos muertos. Pero tu estarás muerto antes que yo, mucho antes. En cuanto a que Oliver ordene acabar con Silvia, eso es algo que dudo seriamente. No hay razón para que muera, puesto que todo apunta a que la dejaste de lado en tus maquinaciones. No te arrepientas de tus acciones, habia preparado tu final cuidadosamente, tus sirvientes son facilmente sobornables. Deberiais subirles el sueldo para hacerlos más leales. Lo digo como opinión personal, nada más.

Finalmente, Messner había acertado. Saford era un sectario, el hombre que había orquestado su muerte. Era la figura detrás de las maquinaciones que habían afectado al fiscal durante años. Puede que a aquellas alturas ya no sirviese de mucho, pero saber que estaba en lo cierto era de alguna forma reconfortante. Y además, alguien de su casa le había traicionado. ¿Quién podía haber sido?. Una vez más, Messner se sintió profundamente idiota. Se esforzaba en tratar bien a sus sirvientes, era seguramente el único noble de la ciudad que lo hacía. Y aún así, alguien le había vendido. Fuese quien fuese, el fiscal moriría sin saberlo. Que los dioses maldijesen al culpable, y a toda su estirpe de traidores. Mientras Messner seguía retorciéndose de dolor, y con su corazón latiendo cada vez más despacio, Migolver volvió a hablar.

-No hay ningún enmascarado, Heinrich. Por el amor de Sigmar, ¿realmente pensabas que un hombre de piel oscura, montado en un carromato, me iba dando ordenes? ¿Y que yo ni siquiera le habia oido hablar, que ni siquiera habia contemplado su rostro, despues de tantos años? Te juro que me puse nervioso anoche cuando te contaba acerca del, hasta me tuve que hechar las manos a la cara para no estallar en risa, menos mal que todo salió bien. Pero no te imaginaba tan credulo, amigo mio.

Al terminar, el asesino se levantó. Se acercó lentamente al fiscal, que se sentía profundamente deconcertado, y le puso la mano en el hombro, en algo que pretendía ser un gesto amistoso. Ahora daba paseos por la sala, gesticulando, medio borracho. Messner bastante tenía con mantener la consciencia, cosa que cada vez le costaba más. Cada vez veía más borroso, y su cuerpo parecía no responder. A duras penas era capaz de entender lo que Migolver decía, regodeándose ante el desdichado Heinrich.

-Tampoco menti en todo, no vayas a creer. Para que una historia falsa sea creible, debe estar asentada en hechos reales. Es algo que aprendi de joven, y que me ha ayudado en más de una ocasión, amigo mio. Ains, Heinrich, si hubieras aceptado los sobornos, si hubieras hecho lo que te pedian o aceptado los cargos que te otorgaron... Nada de esto habria pasado. Pero no, tu tenias que ser el firme defensor de las buenas costumbres. El gobierno solo queria una marioneta docil, no te pidieron nada más. Eres inteligente, solo te falto humildad. Pero al gran jefe no le valen ni los inutiles dociles, ni los utiles salvajes.

Tras varios paseos, el farsante se puso de espalda, delante de la silla donde Messner agonizaba, seguro de que su trabajo había concluído. No se imaginaba que el fiscal seguía vivo. Puede que fuese porque hubiese usado mal el veneno, o porque el organismo de Messner fuera anormalmente resistente a aquella sustancia, pero lo que era seguro era que el fiscal no estaba muerto. Cuando parecía que su corazón no podía latir más lento, el pulso se estabilizó, y recuperó su cadencia poco a poco. El dolor también remitió ligeramente, lo suficiente como para que Messner pudiese valorar la situación con claridad.

-Encontrarán tu cadáver, apuñalado salvajemente por supuesto, en el barrio de Jorkstown mañana por la mañana. Tu padre creerá que han sido los revolucionarios, pues a buen seguro que no has hablado ni una palabra de nuestra conversación de ayer con el viejo Mannfred. Sea como sea, los Messner seguirán adjuntos al gobierno, más que dispuestos por vengar a su primogénito con todo su potencial. A cambio, el gobierno buscará alguien más moldeable. Curioso, tener ideas propias te salvó de la muerte hace cinco años, y ahora te envia a la tumba. Reconoce que es irónico.

La verdad era que el plan de Migolver era indudablemente bueno. Se equivocaba en lo de que Mannfred no sabía nada, pero por lo demás estaba impecablemente trazado. Aunque le pesase admitirlo, Migolver era endiabladamente inteligente. Pero había cometido un error, un único error, y ahora Messner tenía unos segundos, una oportunidad para triunfar. Había dado por segura la muerte del fiscal, que ahora estaba vivo, armado y a su espalda.

Levantándose todo lo rápido que fue capaz, Messner desenfundó su espada y golpeó. En aquel golpe, descargó toda su ira, todo el odio que sentía por aquel inmundo personaje que se había hecho pasar por su amigo, en el que había confiado. No le gustaba lo que estaba haciendo. No le gustaba matar, no le gustaba eliminar a alguien que poseía tanta información. Sin embargo, aquella era la única ocasión que tendría para derrotar a aquel traidor.


FDI: Saco la espada, creo recordar que de la mejor artesanía, y atizo a Migolver. Necesito aprovechar las circunstancias, pues son las únicas en las que tengo algún tipo de posibilidad contra él... Que Sigmar me guarde.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Saratai »

20 de Destilario (Brauzeit) de 2527. Averheim.

Los murcielagos revolotearon por el cielo nocturno de la madrugada del 20. En concreto, uno quedo planeando por la Zona Comercial, justo encima de la Casa de la Rosa. En la facha de la casa, los dos guardias charlaban para evitar el sueño, mientras se pasaban una botella de licor barato.

Soldado Carroburgués Windburter

-¿Crees que el señorito matará al fiscal? Hasta ahora nunca se habia atrevido a hacer alto asi-
preguntó uno de los guardias a su compañero.

Soldado Carroburgués Zaidim

-Yo creo que si. Acuerdate en Nuln, cuando veniamos hacia aqui. Se puso perdido de vodka, y rajó a aquel mercader por un asiento en una carroza. Es cobarde, pero borracho se envalentona más que el mas temerario de los enanos-
contestó el otro.

Soldado Carroburgués Windburter

-Cabrón inútil. De entre todos los afeminados averlandeses que hay en esta ciudad, el lider tenia que habernos mandado con este. Habria preferido estar con Saford. Kuzak es un perro con suerte.


Estas eran las conversaciones fuera de la casa, mientra dentro la situación era muy distinta. Migolver, viendo a Heinrich callado, pensó que todo habia terminado, por lo que se dispuso a buscar una bolsa donde meter el cadaver. Haciendo ochos, el ebrio asesino se tambaleó hasta la mesa.

Migolver Bacher

-Espero que Silvia esté despierta. No tengo ni pizca de ganas de ir al burdel, los precios estan desorbitados-
hablo en voz alta Migolver, mientras tomaba un saco bien grande de debajo del escritorio.

Tendré que llamar a esos dos burros del norte, no pienso llevar el cadaver cargandolo hasta Jorkstown.

De pronto un golpe en la rodilla le paralizó como si una lanza le hubiera atrevesado el corazón. Enmudecido por el miedo, vió como el cadaver de Heinrich se habia levantado de la silla, y empuñaba la espada de fiscal con la diestra, mientras se palpaba el corazón con la zurda. El dolor era grande, pero Messner estaba vivo. Y aquello no entraba en los planes de Migolver.

El Bacher gritó de dolor segundos después, viendo su pierna izquierda ensangrentada, traspasada la carne por el frio acero. Los guardias de la puerta callaron, mientras Migolver retrocedió para darse la vuelta y huir de Messner. En aquellas condiciones, el asesino tendria muchas dificultades para combatir, pues apenas se tenia en pie. Al menos era consciente de su situación, por lo que se dirigió a la trastienda. Messner se percató tambien de que la puerta estaba cerrada sin el pestillo hechado, con lo que aquello suponia.

Aquel fue el momento que Heinrich habia esperado, mientras se retorcia por el veneno segundos antes. Asestó un nuevo golpe a la espalda de Migolver mientras este intentaba zafarse de su atacante, y esta vez la sangre llenó el suelo de la oficina como si fuera vino derramado de una bota. Un corte diagonal de abajo a arriba, comenzando por la cintura y acabando por el hombro derecho cortó la grasa de la espalda de Migolver, que tuvo que ir a gatas hasta la otra parte de la edificación, para abir una trampilla e intentar huir de la que habia sido su presa minutos antes.

Oh Sigmar, por qué me haces esto a mi, yo que nunca te he fallado... Dame fuerzas para salir de aqui de una pieza, te lo suplico...

Ahora el fiscal estaba en una buena encrucizada: Bien podia perseguir a Migolver y rematarle ahora que tenia la oportunidad, o podia ir a la puerta y cerrarla para evitar que los guardias entraran, pues pelear con ellos seria harina de otro costal. Tomar la decisión correcta era vital para el fiscal averlandes.

FDI: Fallas la primera tirada de ataque con un 79, pero supuse que querrias repetirla (mas te valia), asi que te gaste un punto de suerte, el ultimo que te quedaba. La segunda tirada la acertaste con un 46, y le inflingiste al cabrón borracho nueve puntos de daño. El segundo ataque fue automatico, al huir el del combate buscando una trampilla para huir. Este acertaste con un 32, y le hiciste 11 puntos de daño, con lo que Migolver, ademas de ebrio, está mas que herido.

Ahora has de decidir entre perseguirlo y apuñalarlo antes de que se meta por la trampilla o cerrar la puerta de la casa para impedir la entrada de los gorilas. Escoge con cuidado.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Lentamente, sin hacer ruido, el fiscal llevó su mano a la empuñadura de la espada. Mientras, Migolver parecía buscar algo en la habitación, pues miraba de un lado a otro, de forma un tanto errática. Estaba rematadamente borracho. Finalmente, creyendo haber encontrado lo que narices estuviese buscando, el asesino inició una tambaleante marcha hacia una mesa, bajo la cual asomaba un enorme saco. Saco en el que sin duda pretendía introducir al supuesto fiambre que era en aquellos momentos el fiscal Messner.

Por si Heinrich no tuviera ya por entonces razones suficientes para querer ensartar a aquel cretino, Migolver tuvo la amabilidad de darle una más, con un más que inapropiado comentario. Con la mano izquierda sobre el corazón y la derecha en la empuñadura del arma, que extrajo limpiamente, Messner se levantó. Tras dos rápidos pasos, aún encorvado por el dolor, el fiscal se puso detrás de Migolver. Entonces, atacó. Su espada atravesó limpiamente la pierna de Bacher, un poco por debajo de la rodilla. Messner sonrió. El grito de Migolver fue impresionante en cuanto sintió el dolor, en cuanto vio el acero que atrvaesaba su pierna. Dio un paso hacia adelante, para sacarse el arma, y se giró para mirar al tambaleante fiscal que debería haber estado muerto. Sus ojos reflejaban ira, odio e incredulidad. Pero sobre todo, aquellos ojos estaban infestados de miedo. Messner sospechó que las víctimas de Migolver no solían tener ocasión de responder, en vista de la reacción del asesino...

Infinitamente asustado, Bacher empezó a correr hacia el interior de la casa, buscando refugio. Entonces, Messner apreovechó para atacar otra vez. Mientras Migolver pasaba corriendo a su lado, el fiscal descargó un mandoble contra el cobarde. Debido a que éste se movía, el corte no fue todo lo profundo que Messner habría deseado, pero sí bastó para rajar la piel de la espalda de Migolver, así como la grasa subyacente. Una vez más, el grito fue digno de una doncella en apuros.

Cuando Messner se disponía a terminar con la vida de aquel miserable, que no era capaz de andar muy rápido debido a la herida en la pierna, alguna deidad caprichosa se cruzó en su camino. El fiscal trastabilló con la sangre que Migolver iba soltando por doquier, estando a punto de caer el suelo. El despreciable personaje que había terminado siendo ratón cuando esperaba ser el gato aprovechó esos instantes para poner tierra de por medio. Se intrudujo en una trampilla en el suelo, dispuesto a escapar de su perseguidor. El fiscal estaba a punto de perseguirle cuando vio algo que le heló la sangre una vez más. Por segunda vez en muy poco tiempo, el miedo se hizo dueño y señor de Heinrich Messner. Al otro lado del iluminado pasillo, la puerta por la que había entrado se le antojaba a Messner más temible que cualquiera de los portales del Caos de los que hablaban las leyendas. Los guardias tenían que haber oído algo por narices, y no tardarían en aparecer, sin duda.

De hecho, lo raro era que no hubiesen hecho ya acto de presencia.

El todavía dolorido Messner inició una carrera frenética para llegar a la puerta, y asegurarla antes de que los esbirros de Saford pudiesen entrar.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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20 de Destilario (Brauzeit) de 2527. Averheim.

El fiscal cerró la puerta a cal y canto, la cual no tardó en estallar en golpes y maldiciones por parte de los dos soldados que la habian guardado, no con mucho éxito. Messner se encontraba ya en plenas facultades, tras verse obligado a vomitar la vil ponzoña ingerida, pero el tiempo que habia tardado en cerrar la puerta lo habia ganado Migolver, que ya no se encontraba a la vista.

La Casa de la Rosa constaba de una única planta, con tres habitaciones. La primera y principal, el estudio, que constaba de una mesa, tres estanterias y tres sillas, con la puerta y dos ventanas principales que daban a la calle, todas con verjas de hierro que evitaban que nadie se colara dentro. La segunda, un trastero pequeño, por dondo Migolver se habia metido en la trampilla oculta, ahora facilmente localizable para el fiscal. La tercera era igual de grande que la primera, y tenia un par de camas y alguna caja que otra.

Ahora los guardias no paraban de golpear la puerta, y tal vez encontrarian alguna forma de entrar dentro. Messner tenia varias opciones en aquel momento, tanto fuera parapetar la puerta para que no hubiera manera de que entraran, esperar a que los guardias pudieran entrar y atacarles, esconderse o seguir a Migolver por la trampilla, entre otras muchas. No era una situación sencilla, pues a priori la casa no tenia más puertas escondidas o salidas secundarias que no fueran la trampilla por la que Migolver habia entrado.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Messner estaba plenamente convencido de que no había corrido tanto en toda su vida. La carrera hasta la puerta sólo le llevó unos pocos segundos, pero fueron unos segundos frenéticos. En cuanto la alcanzó, cerró a cal y canto la entrada. Apenas unos instantes después, los guardias intentaron entrar, sin éxito. El recital de juramentos fue memorable, digno del más gañán de los estibadores. Aunque sonase extraño, Messner suspiró aliviado cuando escuchó los insultos; su mal humor parecía indicar que aquella era la única forma de acceder a la vivienda. Más que posiblemente, el castigo de Saford serían letal por haber fallado.

-Abre, hijo de la gran puta. Cuando te coja te voy a sacar las tripas y te estrangularé con ellas. Cabrón de mierda, bastardo de los cojones.

-Te meteré la espada por el culo y te la sacaré por la boca, verás cómo te gusta, imbécil. Abre de una puta vez.

La frustración de los guardias era obvia. Sin embargo, Messner no tenía tiempo para seguir escuchando sus apasionantes declamaciones. Lo primero que tenía que hacer era asegurarse de que los lacayos de Saford no consiguiesen entrar. Era cuestión de tiempo que dejasen de blasfemar, y que reparasen en que ante ellos tenían una simple puerta, no el portón de un castillo, y que pocas puertas resistían ante una buena tanda de patadas y empujones. Rápidamente, Messner echó un vistazo a su alrededor, buscando algo con lo que atrancar la puerta.
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20 de Destilario (Brauzeit) de 2527. Averheim.

El Fiscal encontró facilmente el escritorio, por aquello de estar éste rozando su pierna. No sin esfuerzo, consiguió moverlo hasta la puerta, imposibilitando a los guardias entrar en la casa o echar la puerta abajo, de no contar con un ariete o tronco a modo de él.

Esto le daba bastante tiempo a Messner para pensar en como salir de aquella peligrosa situación, y de el gran embrollo que en ella se habia visto sometido. El escritorio estaba ahora en la puerta, y sobre el habian varios papeles, pluma y un libro. El libro se titulaba ''Memorias de Ostermark'' y a simple vista no parecia más que un simple memorandum historico de la norteña provincia. En las estanterias, numerosos libros se apretaban los unos contra los otros en un futil intento de crear una masa compacta de unos cuarenta tomos, habiendo huecos aqui y alla. Un par de libros, gordos y sin polvo, remarcaron la atención del fiscal. El primero se titulaba ''Liber Diarium II'' y bien parecia una recopilación notarial en escritura clásica, que Messner más de una vez habia estado a punto de aprender, pero que dada su inutilidad en textos prácticos y actuales nunca habia llegado a desarrollar. El otro libro era más fino, pero de tapas más gruesas y coloridas. De nombre portaba ''Anotaciones Filósoficas del Hombre Actual en Sociedad'', y daba pistas acerca de un origen metafísico acerca del mundo de la mente.

Ninguno de los libros era conocido por Heinrich, y ningunó más llamó la atención mientras gritos, insultos y pataleos se hacian eco al otro lado de la puerta. También tuvo tiempo Heinrich de percatarse de la botella de vino medio vacia y de los dos vasos que habian sido usados por Migolver, ambos de acero y de forma básica y sencilla, poco elaborada. Asi mismo, la presencia de una fina moqueta, antes desapercibida, cobró forma a la luz de unas velas que no durarian muchó mas de un par de dias. Más herramientas de ensillar y algunos cubiertos se dejaban ver en un de los cajos del armario que hacia las veces de estante en la sala principal, y poco más se podia añadir de aquel lugar, por no hablar de la trampilla por la que Migolver habia desaparecido hacia ya un buen rato.

El fiscal habia ganado tiempo colocando el escritorio en la puerta, pero si los guardias llamaban a más colaboradores, o si encontraban una manera de abrir la parte más alta de la puerta (la que no estaba colapsada por el mueble) con un hacha o utensilio semejante, Heinrich estaria en un apuro. Un apuro mayor que el del páramo de Sorghof, mayor que el de trabajar para Jaran o mayor que el de tomar las riendas en un gobierno decrépito y harto moribundo.


FDI: Tirada de Fácil de Fuerza pasada, con un 56. Una tirada de Percepción de 99 te impide percatarte de un detalle infimo, pero las cosas a la vista te son claras sin problema alguno. La cosa se va complicando, y cada vez más vas notando como la casa se ha convertido en una ratonera hecha a medida para litigantes del Estado.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

La búsqueda de algo con lo que atrancar la puerta no duró mucho, pues nada más que se dio la vuelta vio un escritorio a apenas un palmo de él. Con bastante esfuerzo, empezó a mover el pesado mueble. Al principio, no era capaz de desplazarlo más que unos pocos centímetros, pero poco a poco fue arrastrándolo, hasta colocarlo justo delante de la entrada. Ahora los lacayos de Saford lo tendrían un poco más difícil para entrar.

Secándose el sudor, echó un vistazo a la trampilla por la que Migolver había huído. Sí, era cierto que Bacher estaba herido, pero aún así ya había tenido tiempo para cogerle bastante ventaja. No sería práctico perseguirle, pues tenía pocas posibilidades de conseguirlo. Resignado, miró a su alrededor. Mientras los guardias seguían gritando, Messner intentó concentrarse en lo que veía.

Por el amor de Sigmar, aquí guarda sus archivos Saford. Tiene que haber algo que valga la pena...

Lo primero que llamó su atención fue el libro abierto sobre el escritorio que había usado para atascar la puerta. Un libro de historia sobre Ostermark. Y sin embargo... Al contrario que la mayoría de tomos, aquel estaba exento de polvo. Podía no significar nada, pero aún así valía la pena probar. Messner cogió el libro, marcando la página por la que estaba abierto con una de las plumas que por ahí había diseminadas. Acto seguido, volvió a la estancia en la que Migolver había tratado de asesinarle. Sobre la mesa, aún estaban la botella y las copas. Casi en un acto reflejo, el fiscal las cogió y vertió sistemáticamente su contenido sobre la moqueta. Si Migolver quería envenenar a alguien, tendría que buscarse más veneno. Después, dirigió su atención a la estantería. Dos libros más no estaban cubiertos de polvo, uno de filosofía y otro de actas. Al igual que el de Ostermark, Messner decidió cogerlos.

Era sólo un presentimiento, pero aquellos tomos podían servir de algo. Además, guardar los documentos de la secta bajo el título "Planes para hacerse con el control de Averland" sería bastante absurdo, y si algo había demostrado poseer Saford, era inteligencia.

Nada más llamó la atención de Messner en la estancia, excepto uan moqueta que antes no había visto. Súbitamente, sintió el impulso de moverla, y comprobar si había algo debajo. En una casa en la que asesinos escapaban por trampillas secretas, no sería tan descabellado...


FDI: Mientras, intento además encontrar algo donde guardar los libros. Si no encuentro nada más apropiado, usaré el saco en el que Migolver pretendía meterme. En el caso (probable) de no encontrar nada que valga la pena debajo de la moqueta, me dirigiré a la habitación de Migolver, a ver si allí hay más suerte. Por último, Messner está atento a si la intensidad de los gritos, aumenta, desaparece... o algo.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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20 de Destilario (Brauzeit) de 2527. Averheim.

La noche transcurria rauda sobre la ciudad, mientras los dos guardias encargados de la seguridad de Migolver Bacher machacaban la puerta de la Casa de la Rosa. El Fiscal Messner, encerrado en ella, ponia patas arriba todo el lugar, buscando trampillas, objetos escondidos o cualquier cosa que pudiera servirle de ayuda. Pero el azar no quiso que encontrara nada útil en su desesperada búsqueda.

Tras varios minutos de abrir moquetas, levantar alfombras, mover muebles y vaciar vasijas, Heinrich no encontró mas que un saco, con el que Migolver buscaba transportar su cadáver. El vino que el fiscal derramó fue absorvido por la sedienta tela que cubria el entramado de madera que hacia las veces de suelo, crujiente a cada paso de Messner. Al final, tras vaciar los estantes de libros sin polvo, una colección de diez ejemplares de los treinta que habian, bastante pesados todos ellos, quedó dispuesta sobre el escritorio que parapetaba la puerta de entrada y salida. Messner no podria cargar con más de ellos, pues eran volumenes de gran valor y tamaño, y aunque el fiscal lo desconocía, su valor era incalculable.

Los titulos de los volumenes eran: ''Anotaciones Filósoficas del Hombre Actual en Sociedad''; ''Memorias de Ostermark''; ''Liber Diarium II''; ''Historia Imperial 2312-2512''; ''Resurgimiento de una Nación, por Ernesto Zanni''; ''Lengua Tileana: Escritura y Pronunciación''; ''Libro Celestial''; ''La vida de Teodoric IV''; ''Obra de Magnus Guttdwin''; y ''La Batalla de la Maisontaal''. La mayoria de los libros estaban escritos en Reikspiel, por lo que Messner no tendria ningún problema en leerlos, a excepción del Liber Diarium, escrito en lengua clásica. Ninguno de los libros parecía especialmente extrafalario, y todos presentaban tapas sobrias y oscuras.

Fue entonces cuando el fiscal dejó de oir golpes en la puerta. Tal vez los guardias se habian cansado, y habian salido a buscar ayuda. O tal vez querian que el fiscal pensara eso, para pillarlo desprevenido. Fuera como fuera, el silencio que sucedió la selección de los libros fue más aterrador que la más oscura de las amenazas.


FDI: 98 en Buscar, Messner tal vez necesite un monóculo de la joyeria Mahiven. Esos diez tomos son los más limpios, y básicamente los únicos con los que puedes cargar. El resto están en su mayoria en clásico, pero tambien los hay en Reikspiel, y dos en un idioma desconocido para el fiscal. Puedes ojearlos, pero te llevaria unos cuantos turnos adicionales, que no se si quieres perder.
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Heinrich Messner

Durante unos minutos, el fiscal Messner revolvió todo lo susceptible de ser revuelto que encontró por la casa. Abrió cajones, levantó moquetas y quitó cuadros. Miró bajo camas, y dentro de cajas que resultaron estar vacías. Lo único destacable con lo que dio fue con una serie de libros, los únicos diez que no estaban cubiertos por polvo. Fue disponiéndolos sobre el escritorio, mientras iba ojeando los títulos. Al igual que los primeros que había encontrado, ninguno parecía especialmente interesante, o fundamental. Aún así, era lo único que tenía, y pensaba aferrarse a ello.

No encontró ningún recipiente más digno para los libros que el gastado saco de Migolver, aunque admitió que finalmente le fue útil; eran muchos libros, y pesaban bastante. El fiscal estaba introduciéndolos en el saco cuando una cosa llamó la atención. Una vez más, Heinrich Messner sufrió un profundo sobresalto. El sudor frío recorrió la frente del fiscal. Los golpes en la puerta acababan de cesar. Sin saber qué podía significar aquello, Messner terminó de guardar los tomos en el saco.

Como si temiese algo, Heinrich se acercó poco a poco a la ventana, atreviéndose a mirar lo que pasaba fuera. Fuese lo que fuese, Messner no tenía intención de salir por la puerta. Cerró las cortinas, se cargó el saco al hombro y se encaminó hacia la trampilla por la que Migolver había huído. En aquellos momentos, aquella misteriosa trampilla era su único camino hacia la salvación.

"Ulric, Sigmar, Myrmidia, Verena, Morr, Taal, Shallya, Rhya, Ranald, Mannan... Tened piedad de un humilde siervo."

El fiscal albergaba la esperanza de que alguna de aquella deidades se estuviese fijando en él en ese preciso momento. Tras un suspiro, cogió una de las velas que llenaban la vivienda. Se lo jugaba todo a una carta, y aquella carta consistía en adentrarse es un pasadizo qué sólo los dioses sabrían a dónde se dirigía. La suerte estaba echada.

Messner bajó por la trampilla.


FDI: Obviamente, todo esto lo hago en caso de que al mirar por la ventana no vea algo extremadamente significativo. Significativo del calibre de que el Emperador haya acudido en mi ayuda, que los guardias hayan muerto de un infarto colectivo, o que hayan decidido ponerse a bailar... En el caso de que no estén, o que estén parados, me arriesgaré por la trampilla igualmente.

FDI 2: Ya me haréis un resumen de la conversación mañana, que por mi parte me piro de una vez a sobar.
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Nadie podria haber adivinado horas atrás que el fiscal de Averheim estaria revolcandose en barro y alcantarillado aquella madrugada, pero esa era la situación en la que Heinrich Messnerse halló tras acceder al pasadizo que la trampilla por la que Migolver huyó daba entrada. Al levantar la madera del pasadizo, Heinrich se percató que la profunidad y luminidad eran bien escasas. La vela que habia tomado era una ayuda, pero solo los dioses sabian si seria suficiente para salir de aquel lugar.

Poco a poco, con pasos firmes y decididos, el fiscal bajó por unas escaleras extremadamente sucias y mugrientas hasta llegar a un estrecho alcantarillado, por donde discurrian las inmundicias de la ciudad. De vez en cuando, el camino encontraba alguna rendija por donde se colaba el agua, pero al estar estas rendijas cerradas a cal y canto era imposible abrirlas desde dentro. Tras aguantar las arcadas y acostumbrarse al fétido olor, Messner avanzó por un largo camino de deshechos en el que, para su sorpresa, no hayó ni una sola rata o alimaña. De hecho, el fiscal se habia percatado de la ausencia de animales de alcantarilla por toda la ciudad desde hacia unos dias. Y una superpoblacion de gatos que hubieran eliminado a las ratas no era algo muy factible, más con la cantidad de tabernas en la ciudad que los usaban como estofado.

Tardó Messner un buen trecho en llegar a un cruce de cinco caminos, donde las aguas negras se cruzaba desde varias areas de la ciudad. Alli, un grupo de antorchas iluminaban el lugar, cuidadosamente colocadas por los que debians er los guardias de cloacas, valientes hombres que cada noche bajaban a los alcantarillados a controlar que ningún contrabandista se diera un lucrativo chapuzón por sus fetidos pasillos. Pero de Migolver, ni rastro, lo cual podia ser tan bueno como malo.

Fue entonces cuando lo percibió. Messner habia nacido dotado de una gran habilidad para percibir cualquier sonido por lejano que fuera, y de ver en la más absoluta oscuridad. Sus sentidos estaban agudizados como los de un perro de presa, algo que la familia Messner siempre habia dicho que provenia de su incorruptible sangre brigundana. El caso era que habia parte de razón en aquella fanfarronada, dado que Heinrich escuchó por uno de los pasillos, muy a lo lejos, en eco espantoso, como el chillido de un niño, segudio de varios chapoteos. Tras escuchar atentamente, por otro de los pasillos notó tambien pasos en el agua. Aquellos dos pasillos se encontraban a la derecha desde donde Messner habia entrado al cruce de alcantarillado. Por los otros dos pasillos no se oia absolutamente nada, pero en el de más a la izquierda el olor no estaba tan viciado.


FDI: 02, 13 y 42 en varias tiradas de Percepción, que seguramente te estén salvando la vida. Ahora que estás en el cruce, tienes cinco salidas distintas: Donde se han escuchado los chillidos, donde los pasos por el agua eran más fuertes, por donde el olor no está viciado, el camino del que nada se percibe y por donde has venido (este último nada recomendable, pues no sabes si los guardias habran derribado la puerta de la casa y si habrán entrado en el alcantarillado).

¡Elige bien!
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Re: Heinrich Messner IV: Burocracias Gubernamentales

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Heinrich Messner

Aquello era asqueroso. En una noche completamente surrealista, el fiscal había burlado la muerte de manos de Migolver Bacher, un asesino que había pretendido hacerse pasar por su amigo. Había retenido a los guardias de Saford, se había llevado un montón de libros de la Casa de la Rosa y, ahora, vagaba por las alcantarillas de la capital. La gente veía su puesto como un trabajo burocrático, tranquilo, de despacho. Un trabajo envidiable. El fiscal esbozó una cínica sonrisa. En realidad, todo aquello no estaba carente de cierta gracia. Vivía en una nación en la que si intentabas ser honrado, si te esforzabas por mejorar las cosas, si rechazabas sobornos y luchabas por los tuyos, lo único que obtenías por recompensa era veneno en una copa. él, podía esforzarse todo lo que pudiese, pero el agoísmo, el anisa de poder, la envidia y el odio de los mortales era algo que nunca podría cambiar. Una envidia y un odio que eran la razín de casi todos los problemas de la provincia.

El olor era insoportable, la oscuridad omnipresente, y el suelo estaba resbaladizo. Varias veces estuvo Messner a punto de caer en las aguas fecales, y lo habría hecho sin duda de no ser por su súbita idea de coger una vela en la casa. Tras un rato, el fiscal perdió la noción del tiempo, de qué hora era. Sólo le quedaba andar, andar hasta encontrar una salida. Además, el peso del saco que cargaba no era de ninguna ayuda... La marcha era penosa y pesada, parando en seco de cuando en cuando, para entornar los ojos escudeiñando la oscuridad, o para situar sonidos que muchas veces sólo estaban en su mente. Mojado, pestilente y agotado, el fiscal avanzaba.

Finalmente, Heinrich llegó a una encrucijada, en la que debía elegir uno de cuatro caminos posible para continuar. Debía elegir qué camino tomar, y debía hacerlo pronto. Se percató de que en uno, el aire parecía menos viciado, más limpió. Por sentido común, aquello debía significar que aquel pasadizo estaba más cerca de alguna salida que los demás, de los que sólo intuía sonido de agua al correr. Habiéndose decidido ya por ese camino, esuchó un sonido, como de un niño chillando. Esta vez estaba seguro, no había sido ningún tipo de ilusión, o de imaginación. Había escuchado claramente algo parecido a un grito, en uno de los pasillos que acababa de descartar. Su primer reflejo, fue dar la vuelta y correrr hacia el lugar del que el grito procedía, pero tras pensárselo, y jurarse a sí mismo que estaba haciendo lo correcto, continuó por el camino elegido. ¿Quién sabía si aquello no era una trampa de Migolver, o algún asesino?. Además, a fin de cuentas, ¿qué podía estar haciendo un niño en las alcantarillas?.

Culpándose por su debilidad, por no ser capaz de ayudar a lo que podía haber sido un niño en peligro, maldiciéndose por sentir el miedo que sentía, el fiscal continuó son su penosa caminata.

"Perdonadme, por favor, pero de mi éxito dependen las vida de muchos"
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