Tercera parte: La Misión

Partida dirigida por Van Hoffman

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Weiss
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Daeron Nénmacil

Los elfos pasaron largo rato conversando en la habitación de Daeron. Los cuatro recién llegados podían hablar libremente por primera vez desde que habían llegado a la ciudad, y se contaron unos a otros sus diferentes impresiones, qué les parecía la situación y cómo veían todo aquello. Sin embargo, al final acabaron poniéndose nostálgicos. Un elfo fuera de casa es un ser extremadamente sensible, y acabaron contándose historias y leyendas de sus respectivas tierras natales.

Daeron asistió silencioso a esta conversación. El Sombrío contó antiguas historias de su tierra, de legendarios guerreros que se hicieron al mar y no volvieron, mientras sus doncellas les esperaban todas las noches en la playa, por si su barco volvía. El domador relató cuentos sobre pájaros, sobre todas y cada una de las aves que habitaban los cielos. Yvraerl contó múltiples historias, de diversos reinos de Ulthuan, como si conociese algo de todas aquellas tierras.

Entonces llegó el turno de Tyrion Audec...

-... Y entonces, el cisne, que nunca antes había visto a uno como él, huyó asustado de otro que era como él. Y volvió con la bandada de patos, escondiendo su hermoso pico, manchando sus plumas para confundirse con la otra especie y encogiéndose para parecer más pequeño. Y él, que era superior a todos los patos, se veía sometido a las burlas y humillaciones de las aves inferiores.

Después de un momento en el que pareció meditar, acabó diciendo:

-Y así pasa, así pasa. Elfos que se acostumbraron a vivir con humanos, con salvajes, degeneraron tanto en sus costumbres, por intentar parecerse a los hombres que nunca los aceptaron, que ahora ya no pueden volver a Ulthuan. Porque si lo hicieran, serían mirados como parias sin orgullo. ¿Habéis oído algún caso así, amigo Nénmacil?

Esta última reflexión cogió de improviso a Daeron. No le estaba prestando demasiada atención a la conversación, y menos a una historia que trataba de patos... Pero sin embargo, aquellas palabras encerraban el ataque más brutal que Daeron había afrontado. Ni las críticas de su hermano, que tan atrás quedaban ya, le habían hecho la mitad de daño que lo que insinuaba aquel presuntuoso.

Un maldito Príncipe de Caledor. Un parásito que había nacido para ser rico, para ser poderoso. Daeron era el hijo de un herrero, había tenido que soportar largos años al imbécil de su hermano. Y había llegado a ser alguien. Era uno de los más prometedores Aprendices que había pisado la Torre en muchos años. Experto en materias en las que hasta sus Maestros eran simples aficionados. Había llegado a lo que era por su esfuerzo, no por derecho de nacimiento, y ahora semejante cretino venía a discutirle su condisción de elfo. Le llamaba paria y renegado. A Daeron. Que había partido de su patria para volver más sabio y poderoso, para ganarse un puesto entre los elfos. Y osaba afirmar que ya no quedaba sitio para él en Ulthuan. Que había degenerado por estar en contacto con los Hombres Lagarto.

Daeron se contuvo para no carbonizar a Tyrion en aquel preciso instante, que le miraba desde el suelo, sentado y con una mirada que hería. Se había propuesto atacarle a lo más profundo. Y lo había logrado...

Daeron solo pudo responder con una mirada gélida, una mirada cargada de odio y resentimiento. A la vez, contestó:

Me temo que no, Lord Tyrion, pero estoy seguro de que una eminencia como usted podría ilustrarnos con algún caso que conozca...

Esta vez, Daeron prescindió de su habitual ironía, estaba demasiado furioso. Ese Tyrion le había sorprendido. De aquel momento en adelante, tendría el doble de cuidado. Iba a demostrar quién era inferior a quién...
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kurgan
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Tyrion Audec

Hay ocasiones en las que el espadachín sabe que va a romper las defensas del contrario antes incluso de desenfundar la espada. Sabe cuál será el primer golpe, cómo dará su adversario la respuesta. Conoce incluso el tono en el que chillarán los aceros al encontrarse, adivina por dónde entrará la punta de su arma en la carne del oponente. Prevé, en definitiva, la secuencia de acontecimientos que llevará a un inevitable final. LA conversación, a veces, es como la esgrima. O más cruel.

-Ahora que lo pienso... Sí que lo conozco. Todos en esta habitación conocemos un ejemplo que ilustra, a la perfección, lo que he dicho.

Dejó un momento flotar en el aire la ambigüedad deliberada de la frase. El doble sentido pareció calar en Daeron. "EStás jugando a un juego peligroso, Tyrion". Pero no podía dejarlo. Visualizó un universo en el que insultaba al mago en la cara, le escupía su desprecio... Pero la conversación es, en ocasiones, muy cruel.

-Me estoy refiriendo al gran azote de los elfos. El infame monstruo, MAlekith. Aborto de nuestra raza, maldición de nuestro pueblo. Pero hubo un tiempo... Hubo un tiempo en que sus logros como general no tuvieron par sino en su padre, el gran Aenarion-al que asistía el sabio Caledor. Pero he aquí que al hijo algo le faltó... ¿Quién sabe donde se tuerce el camino?

-Pero hay algo que a veces se olvida. Malekith, gran general, buen estadista, fue durante muchas décadas embajador ante los enanos. Llegó a hermanarse con el rey de los barbudos y a residir en su palacio. ¿Qué elfo ha repetido esa hazaña? No digo que allí empezara su corrupción... PEro hay amistades, mis hermanos,que no son naturales. Pues cuando el NEgro regresó a Ulthuan, guardaba en su corazón algo que antes no tenía... Y sobrevino la desgracia para nuestra raza.
Saratai
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Yvraerl Eisël

Si la lengua fuera una espada y las palabras estocadas, desde luego estos dos se estarian desangrando entre los cojines.

Pero siendo objetivo, el noble era un autentico maestro con el arte del oratoria. Cuando parecía que estaba siendo humillado, se levantó desde su aparente derrota y asestó un duro golpe a su adversario, para, sin dejarle tiempo con el que responder, terminar de derrotarlo por completo.

Si es tan bueno con las armas como con su dialéctica, Tyrion desde luego es el prototipo de Asur que quiero tener a mi lado si hay problemas.

Y tomaré nota de su comportamiento y gestos, por si alguna vez me tengo que hacer pasar por noble e interpretar sus maneras, que al menos tenga un buen modelo.

En cambio Daeron, aunque no dudo de sus cualidades, no aprecio aun en él compañerismo alguno, pues decir que ya se verá si los Asur nos ayudamos es lo mismo que relegarnos a la categoria de humanos.
Pero lo ayudare cuando lo necesite, pues unidos valemos más que separados

Yvraerl seguira atento a la conversación, aportando chistes de vez en cuando para quitar hierro a los temas sangrantes
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Uranga
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Aenor Finduvel

Aenor habia intentado estar al margen de toda esa conversacion entre el hechicero y el noble, pero ya no aguantaba mas. Como es posible que dos miembros de la raza supuestamente mas avanzada esten peleando como niños? No le importaban sus riñas, pero al fin y al cabo, su vida tambien estaba en juego en todo este misterio y no pensaba dejarla en manos de dos personas que no podian hablar como personas civilizadas.

-Miren Caballeros, no quiero interponerme entre vuestra conversacion digna de dos humanos, pero ahora que no estamos delante de todas esas bestias seguro que el señor Nenmacil tiene bastantes cosas que decirnos sobre toda esta mision a la que al parecer hemos sido asignados.- Espero impaciente la respuesta de sus compañeros.
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Weiss
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Daeron Nénmacil

Daeron no medió palabra después del hiriente discurso de Tyrion. Solo apuntó su báculo hacia él, y tras murmurar unas palabras, el condenado noble estalló en llamas. Ardía. Se quemaba. Se consumía. Ya no le miraba con esos desafiantes ojos. Ya no le comparaba con el Rey Brujo. Solo ardía. Qué gloriosa era la imagen. El Fuego.

El Fuego.


La imagen de las llamas calcinando el cuerpo de Tyrion sacó a Daeron de su ensoñación. Allí seguían. El caledoriano seguía mirándole son aires de superioridad. El Sombrío había dicho algo, pero Daeron estaba demasaido ensimismado como para escucharle. Todas y cada una de las neuronas de Daeron estaban funcionando frenéticamente. Sintió una repentina ola, una corriente de sensaciones que le recorrió el cuerpo. Aún así, la única manifestación externa de semajante caos metabólico, fue que Daeron agarró su bastón con más fuerzas.

Si no apretaba el bastón, lo que apretaría sería el cuello de Tyrion.

Lo había previsto todo. El cuento solo fue una excusa para que Daeron le plantease esa pregunta, para que pudiese asestar su estocada final. Compararle con el Gran Enemigo. Con Malekith, el Rey Brujo de los Druchii. Él sabía que lo que planteaba no era cierto. Aunque pensándolo fríamente, puede que sí. ¿Tantas diferencias había entre él y Malekith?. Dos Magos en busca de poder, de sabiduría y reconocimiento. Pero no. No podía ser por eso. Los lagartos siempre le habían tratado bien, había llegado a considerar a algunos incluso amigos, como a Tichi Hui o al Chamán. Daeron no era Malekith.

En cuanto apartó ese pensamiento de su mente, Daeron se sintió estúpido, por primera vez en mucho tiempo. Sabía que lo que decía no era verdad (o por lo menos, tenía la esperanza...). Solo intentaba confundirle, como un verdadero maestro de la dialéctica que era. Intentaba volver sus miedos y temores contra él, atacando a los puntos débiles. Pero no le sería tan fácil volver a coger desprevenido a Daeron Nénmacil. El Mago todavía guardaba muchos ases en la manga. Y era el momento de usar uno de ellos...

Muy cierto, mi Señor de Caledor. Ciertas compañías suelen desencadenar respuestas extrañas. Hablemos de más relaciones parecidas. ¿Quién fue el único miembro de nuestra raza que se atrevió a desafiar a Aenarion? ¿Quién, siendo su supuesto amigo, desobedeció sus más rotundas órdenes? Con una cabezonería y tozudez propia de ¿un enano?


Ahora era Daeron quien veía la ira en los ojos de Tyrion,como diciendo "no te atreverás a compararle con Malekith...".

El mejor amigo del Rey de los Enanos casualmente. El mago tan poderoso que se atrevió a desafiar a un Dios, a Aenarion, a Asuryan. Caledor Domadragones. Creo que podría ser otro ejemplo de cómo los enanos pueden hacer cambiar la forma de pensar de uno...

Daeron había hecho el comentario con el único fin de hacer daño. Idolatraba a Caledor Domadragones. Era un verdadero héroe de la raza élfica. Pero Tyrion no podía negar la aplastante lógica de su discurso. Eso debería bastar para encender su ira. Estaba hablando del Patriarca de la Casa Caledor...

No contento con eso, Daeron metió aún más el dedo en la llaga. Ya le daba igual que lo que estaba diciendo eran solo críticas infundadas. Solo quería hacer daño.

Aunque quizá no podamos echarle toda la culpa de las acciones de la casa Caledor a la influencia enana... Tengo entendido que cuando Caledor I saltó al mar, no había ningún enano a la vista. Aunque sí lo había cuando Caledor II murió, ahora que lo pienso... Sería un tema a estudiar la tormentosa relación de la casa Caledor con los enanos, quizá en uno de mis estudios lo aborde...

Daeron esbozó una macabra sonrisa.

A ver cómo sale de esta.

Si aquel elfo creía estar tratando con Malekith, quizá le enseñase que no andaba tan desencaminado...
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William Tender
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Anuviel Darkmane

Para Anuviel, a quien (no tenía más remedio que reconocerlo) la majestad de la civilización de lagartos había calado tanto, la insinuación primera de Tyrion sobre que aquellos que se mezclan entre salvajes no son dignos de Ulthuan, le indignó profundamente, y aunque entendía la intención y el destinatario de la puya, aceptó el insulto como propio. El hecho de plantearlo con el viejo conocido cuento de las aves no hacía sino ponérselo fácil a él, que conocía a cada especie con detalle, y podía retorcer la historia con nuevos matices, pero antes de que pudiera terminar de idear una buena réplica, el caledoriano remató con su alusión al Rey Brujo.

La cara de Anuviel se retorció bruscamente en un rictus de asco cuando el nombre de Malekith fué pronunciado, como si repentinamente se le hubiera llenado la boca de guano. El bajísimo ataque de Tyrion ya le había resultado despreciable, por muy irritante que Daeron hubiese resultado en sus primeras impresiones, ¡Pero compararlo con Malekith!
¿Cómo se atrevía a frivolizar con ese nombre? ¿Cómo a comparar con el gran enemigo, el rey de asesinos, el oscuro, a un hermano Asur? Quizá para Tyrion aquél nombre resultaba poco más que una referencia histórica, el distante nombre del gran enemigo a derrotar. Pero para él, mencionar en alto ese nombre para frivolizar con él, o para insultar a otro asur, le parecía poco menos que una blasfemia.

Con una renovada impresión sobre el noble, y una expresión de profundo desprecio en la cara, Anuviel se levantó del suelo diciendo:
-Si me disculpáis, debo anteder los deberes con mi patrón, Kurnous es un dios exigente.-
Y se dirigió a la puerta, pero antes de salir, sin darse la vuelta, se detuvo un instante junto al portal para añadir:
-Pero enseña una gran lección, y es que a menudo, se encuentra mayor NOBLEZA -masticó y paladeó esa palabra lentamente.- viviendo entre los ANIMALES.

Y sin decir más, salió por el portal. Si esos Saurios no eran extremadamente celosos, quizá podría estudiar algunas de las aves y bestias locales, y le apetecía trepar a un árbol para buscar nidos y observar a esas extrañas aves de colores, quizás podría trabar algo de amistad con ellas.
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Tyrion Audec

A Tyrion, y no es una forma de hablar, hubo que contenerlo. No fue Anuviel, que había decidido ligar su destino a un amante de las razas inferiores-su pulla sobre la nobleza no afectó al Audec; la nobleza, él sabía, es algo con lo que se nace, y ni poco ni mucho esfuerzo lograrán cambiar ese hecho. Un plebeyo haciéndose pasar por noble era como un perro que hubiese aprendido a llevar la copa de su amo en la boca: divertido, merecedor de una palmadita en la cabeza, pero nada más. Ni tampoco Yvrael, que seguía la conversación con sardónica sonrisa. Ni Daeron, por supuesto, ahí sentado agarrando su vara de poder-Hoeth sabe que no la merecía-sino Finduviel, que al parecer rechazaba la competición. Dioses, como si la competición, la violencia sutil, la venganza y la enemistad constante no fuesen lo que hacía avanzar a la cultura élfica, lo único que podía sacarla de su mutismo. No llegar al extremo de sus primos de NAggaroth, de los que se decía que sus nobles no podían confiar en nadie, pero sí disputar entre reinos, entre facciones, entre individuos. PAra separar a los mejores de los peores. No, Finduviel no hubiera durado un día en la corte del Rey Fénix.

El noble se levantó. También lo hizo Daeron. Y, en el medio de los dos, Finuval. Hubo un intercambio de miradas entre él y el noble. Y luego, Tyrion empezó a aplaudir.

--Felicidades¿se paseó por la habitación, en actitud desenfadada-TAles teorías... Bueno, confieso que no había escuchado nunca a nadie exponer los hechos de esa manera. En serio, mis hermanos, ¿No habéis descubierto algo? HAbéis sentido cómo la verdad, presa tras una red de mentiras, ha escapado y ahora se alza refulgente? ¿No? Yo tampoco. PEro eso no quiere decir que no lo sea. Nuestro anfitrión-reverencia-debería exponer sus razones ante un público más conocedor del alma humana. Decidme, ¿HAbéis oído tales opiniones entre los magos de la torre de Hoeth? ¿No? Sin duda, hay que cambiar eso. Yo me encargaré, conozco, bueno, digamos que tengo relaciones directas con dos o tres prominentes figuras de la corte. Y los historiadores... Y, cómo no, la corte del REy, los palacios de Caledor, hay tantos sitios que estarían interesados en oír lo que habéis dicho...

SE volvió hacia Daeron, con una sonrisa en la boca.

-Por supuesto, me encargaré de comentarlo por doquier. No cabe duda de que, si volvéis a Ulthuan, vuestro nombre será conocido en toda la isla.
Luego se volvió hacia la pared, y sonrió para sí. LA mejor forma de matar a alguien, se dijo, es darle un puñal.
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Daeron Nénmacil

Tyrion había estado dando paseos mientras hablaba esta vez, exactamente como hiciera Daeron la primera vez que les habló. Esta vez cambió de táctica. No atacó directamente al mago, sino que pretendía minar su estatus en Ulthuan, amenazando con contar lo que había dicho a supuestos conocidos suyos.

Que se lo cuente. No encontrarán ninguna mentira...

Y era totalmente verdad. Había dicho todo aquello sobre Caledor Domadragones y Snorri Barbablanca, sobre Caledor I y II, con el único fin de hacer daño (algo que a juzgar por la reacción, no había conseguido...), pero no por eso se podía dudar de la veracidad de los hechos. Caledor había sido amigo del Rey Barbablanca, compañero de Aenarion, y desobedeció a éste cuando creó el Vórtice. Caledor I había saltado desde el Indraugnir al mar cuando los elfos oscuros estaban a punto de capturarle y en cuanto a Caledor II... Simplemente era un caso aparte...

Daeron esperaba algo mejor por parte del noble. Este nuevo ataque ni le había dolido ni le había impresionado la mitad que el anterior. Aquel caledoriano era bueno con las palabras, muy bueno.

Pero Daeron, era mago. Y eso es algo a tener muy en cuenta.

Daeron también se levantó, y caminaba al igual que lo hacía Tyrion, como dando vueltas por la habitación y siempre uno enfrente de otro.

Por supuesto, mi Señor, estaré encantado de hablar de Historia con cualquiera que entienda -dirigiendo una mirada a Tyrion con la que le informaba de que él no era uno de esos entendidos -de hecho, la Historia es uno de mis puntos fuertes... Podría pasarme horas y horas explicándole -ahora imitaba el acento y las expresiones del noble- montones de "verdades, presas tras una red de mentiras, que han escapado y ahora se alzan refulgentes". Pero como dudo que fuese a entender la mitad de ellas, me ahorraré el esfuerzo. No sé qué Historia aprenderán en Caledor, pero me sorprende que no esté de acuerdo conmigo en mis afirmaciones. Salen en los libros y cosas así... Me imagino que allí en Caledor leeréis muchos libros, ¿no?. No se me ocurre nada mejor que hacer mientras esperáis sentados a que vuestros amados dragones despierten... Debéis de tener mucho tiempo libre, mi Señor Tyrion. Más cosas... Ah, sí, hable con sus personajes de la Corte. Me imagino que tendrán tanto cerebro ocupado con conspiraciones y conspiraciones que no sabrían encontrar Ulthuan en un mapa... Buena gente con la que discutir de Historia, por supuesto... Y en cuanto a los Magos, Señor, dudo que conozca lo que ellos opinan. No tienen por costumbre trabar conversación con gente con un intelecto similar al de un hipogrifo... A menos que hable, claro, de los magos de Caledor. Son tan sumamente buenos, que necesitan subirse en un dragón para hacer algo en combate. De hecho, creo que si nuestro Sombrío amigo intentase conjurar una bola de fuego, tendría más posibilidades de tener éxito que un Mago Dragón...

Acabado su discurso, Daeron volvió a sentarse.

Desde su "cama", Daeron volvió a mirar a Tyrion y le dijo.

Y, por si no se había dado cuenta, estamos a miles de kilómetros de Ulthuan, así que poco me importan los palacios de Caledor... Puede que tenga ocasión de contar todo esto como anécdota, si algún día vuelve... Buenas noches, Caballeros.

Con un gesto de su mano, el fuego que iluminaba la sala se apagó. Hasta lo sentía por sus otros tres invitados, que a pesar de no haber hablado demasiado, por lo menos parecían el triple de inteligentes que aquel payaso prepotente, pero no tenía ganas de seguir escuchando chorradas...

Daeron si divirtió pensando en si podrían conciliar el sueño en su primera noche en Lustria...
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Mensaje por kurgan »

Tyrion Audec

El fuego, el fuego lo era todo. No las palabras, no las burlas, no la poco elegante imitación de sus palabras por parte del mago. No los insultos a su pueblo y a su patria, sino el fuego. El mago había cerrado el puño, extendido los dedos, y la hoguera se había extinguido, las llamas agotado, las chispas relampagueado un momento y perdido en la noche. Daeron, su enemigo, controlaba el fuego con un gesto, y él, Tyrion... ¡Dioses!

Tyrion, tumbado en la oscuridad, pensó, y pensó, y pensó. Pensó en su padre muerto, y en los retratos de su rostro sonriente en los vacíos salones de la fortaleza, del castillo de los Audec. Y en su abuelo, recorriendo los corredores, insomne como una araña vieja y malhumorada, cada vez siendo más manipulado por Cersei, que jugaba a la gran señora, la muy zorra. Pensó también en su hermano, en sus ojos tristes en la cara que siempre sonreía, y pensó en que su hermano mayor había ido a la guerra, y Tyrion a la corte de Ulthuan, para no pemanecer en la casa Audec. El puñado de sirvientes, las armerías donde las armaduras dragón criaban polvo, las salas que una vez dieron banquetes, y... y...

Las cavernas vacías de debajo de la fortaleza.

El fuego, el fuego... Tyrion, sólo en la oscuridad, se mordió el puño para no gritar.
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William Tender
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Mensaje por William Tender »

Anuviel Darkmane

Afuera, en la oscuridad, Anuviel respiró prfundamente el aire fresco de la noche tropical. El sabor era por completo distinto al aire húmedo y salado de la mar, al aire fresco seco y cortante de las colinas de su pueblo natal, o al aire húmedo, pegajoso y rancio (en más de un aspecto) aire de la choza.
Pese a la increíble obra arquitectónica de piedra, de sillares perfectamente rectos y rectangulares, la ciudad no conseguía disimular su emplazamiento en la jungla, ya que la hiedra pasaba a formar parte del paisaje urbano, cubriendo muchos de los edificios, y las copas de los árboles próximos a la muralla se cernían sobre la ciudad, ocultando bajo la sombra de las ramas de sus copas a los barrios más exteriores, dejando a las grandes pirámides del centro el honor de contar con una visión privilegiada de los astros.

Para frustración de Anuviel, que deseaba desesperadamente alcanzar los árboles para estudiar los pájaros de aquellas ramas, se encontraba en un laberíntico barrio lejos de los muros, y cualquier intento de recorrer la ciudad sólo, le parecía impracticable. No obstante, la choza de Daenor era uno de los edificios cubiertos de hiedra, y se propuso escalarlo para estar, si acaso, un poco más cerca del dosel de árboles para contemplar a las aves.

La noche tropical era de todo menos silenciosa, y al canto de grillos e insectos se sumaba el eco distante de monos aulladores, y las voces de aves de todo tipo: papagallos, loros, tucanes, quetzales, pinzones, garcillas, aves fragatas, carpinteros, águilas nocturnas, cacatúas, zorzales, cotingas y oropéndolas, componían parte de la sinfonía nocturna.
Tratando de escuchar bien el sonido de los cantos, el joven empezó a imitar algunos de sus silbidos, con la esperanza de atraer a algún ave curiosa. Justo en ese momento, una punzada de temor atravesó el corazón de Anuviel, al recordar a sus halcones, que aún no habían regresado, y en un intento vago, pronunció el silbido de llamada varias veces.

Luego, volviendo a temas presentes, Anuviel sacó a su joven gaviota, y la examinó una vez más.
El ala estaba perfecta, el animal sólo necesitaba valor, y Anuviel se concentró en animarle. Lentamente, lo fué separando de su cuerpo, sosteniéndolo en los extremos de sus brazos, forzándolo a hacer equilibrios, y a aletear para mantenerse en pie. Finalmente, agitó levemente los brazos, lanzándolo suavemente al aire. El ave, repentinamente animada por la emoción de la novedad, despegó y emprendió vuelos cortos, volviendo al domador, que le recompensó con más comida y carantoñas... Pronto debería empezar a adiestrar al ave. Mientras tanto, Anuviel se sentó en el techo, haciendo volar a su gaviota, e imitando las llamadas de las aves nocturnas.
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Mensaje por Saratai »

Yvraerl Eisël

Hay limites que es mejor no traspasar, y los dos contertulios ya se habian excedido. Insultar las casas de otros era un crimen horrible y el mago no deberia haberlo hecho. Pero tampoco deberia el noble haber continuado con su ansia de humillar a su adversario. En una pelea, mis antepasados guerreros me dijeron que si tu enemigo se rendia, debias dejarle marchar, pues solo los elfos de mal corazón matan a sus prisioneros y atacan a indefensos, generando odio por el camino. Yvraerl salió de la cabaña, esperando no volver a entrar jamás. Los largos años pasados vagando sin rumbo por los bosques de Cracia habian permitido al trotamundos sobrevivir en cualquier ambiente, sin perderse jamás.

Aunque nadie lo supiera, él era un paria sin hogar, por lo que habia aprendido a actuar como los demás para aparentar lo que no era y moverse por la sociedad. Habia aprendido a actuar como el resto, a ser un mimo de sus palabras, pero lo que el queria realmente era ver nuevos lugares y llevar a cabo el oficio de sus padres. Y en la sociedad de Ulthuan no lo conseguiria con la fama de sus antecesores, tenia que viajar al Viejo Mundo.

No lograba encontrar su lugar en el mundo, y veia como pasaban los años sin poder cumplir su sueño, el sueño de su familia. Salio a correr por las calles de la ciudad, sin miedo a perderse pues las estrellas brillaban con claridad. Vió al joven domador de aves, ocupado con su afición. Su cuidado por la naturaleza era agradable de ver, pero el Eisël no soportaria una vida tan aburrida. Vio las calles de los hombres lagarto, que hasta ahora no se habian ganado su confianza. Y vio los frondosos bosques, de una naturaleza desconocida para él. Habia tantos sitios por ver en el mundo, y él se centraba más por lo que le faltaba que por lo que tenia.

En fin, con el conformismo no voy a llegar a ninguna parte.
Se dijo para sus adentros. Achacó su impaciencia y ganas de viajar a su estirpe y siguió corriendo, hasta que una duda le asaltó ¿Que demonios habia ocurrido con los humanos? Más les vale saber hablar con las ranas, por que si no los pobres se lo van a pasar en grande Solo espero que los lagartos no se los hayan tragado...
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Uranga
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Mensaje por Uranga »

Aenor Finduvel

Aenor se sentia cada vez mas avergonzado de esos dos pobres camaradas suyos. Un conde de Ulthuan y un hechicero de Hoeth estaban discutiendo, intentando hacerse todo el daño posible. No tenia ningun sentido. Aenor habia intentado tranquilizarlos pero ninguno de ellos le hizo caso y al cabo de una breve pausa siguieron gritando e insultandose.

El sombrio se harto pronto de ellos y al ver que todos los demas dejaban la estancia, dejo sus pocas pertenencias en una esquina y se preparo para dormir. El proximo dia seria largo.
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Van Hoffman
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Mensaje por Van Hoffman »

Pasais la noche tranquilamente. Anuviel regresa poco después que Tyrion, Daeron y Aenor se hubiesen dormido. En silencio, deja sus cosas en el suelo y se tumba sobre las sabanas. Había dejado a la gaviota en un lecho en el tejado del edificio, y estaba seguro de que dormiría tranquila después de la ilusión de volver a volar. Sin embargo, Anuviel tardó en dormirse, pues no podía dejar de pensar en su pareja de halcones. Ninguno había regresado, y no quería ni imaginarse lo que les podría pasar. Sin embargo, el amigo de las aves sucumbió al cansancio y se quedó profundamente dormido.

Algo más tarde, regresó Yvraerl. Se había marchado a dar unas vueltas y despejarse. Gracias a sus años de experiencia leyendo las estrellas, el elfo supo encontrar el camino de vuelta a la estancia. Sin embargo, aceptó que aquella ciudad era un verdadero laberinto, y de no ser por su habilidad, se habría perdido para siempre. A Yvraerl le extrañó no ver ninguno de los lagartos mientras paseaba, sin embargo, no le dio mucha importancia. Se tumbó en su rincón y trató de dormir. No dejó de pensar en que les había pasado a los humanos hasta que el cansancio le derrotó.



Unos golpecitos en el costado os despiertan. El eslizón Tichi Hui os despierta a todos al amanecer. Al primero en despertar es a Daeron, el mago. Cuando todos estan en pie, el eslizón emite sus peculiares silvidos. Todavía medio adormitado, el mago os traduce sus palabras.

- Dice que tenemos una hora para prepararnos. Después, nos marcharemos.

Por fin, la misión iba a comenzar.
Van Hoffman, pastor de garrapatos por gloria y gracia de Igarol

Nuevos cometidos:
Sacar a pasear al garrapato, limpiar caca de garrapato, cepillar al garrapato, limpiarle las muelas por dentro al garrapato...
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Mensaje por kurgan »

Tyrion Audec

El noble abrió la boca, e inmediatamente empezó un coro de gemidos y miradas que decían "otra vez va a empezar". Molesto, Tyrion planteó la pregunta.

-¿Nos devolverán nuestras armas?
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Mensaje por Weiss »

Daeron Nénmacil

Daeron dormía tranquilamente cuando Tichi Hui le despertó. La somnolienta mirada de odio que el mago dirigió a este último solo provocó risas en el eslizón, que le dijo que mandase a los demás preparar sus cosas porque en una hora debían estar listos. Daeron aceptó y precedió a informar a los demás una vez que estuvieron también despiertos.

Una vez más, fue Tyrion el que abrió su inmensa bocaza de caledoriano, provocando las quejas de los demás, que pensaron que iba a ponerse a discutir otra vez. Daeron no pudo disimular una sonrisa ante esto. El noble preguntó que si sus armas les serían devueltas, a lo que Daeron contestó:

Le explico, mi Señor de Caledor... Los Hombres Lagarto han puesto esperanzas en vosotros, pero no tantas como para esperar que derrotéis a mordiscos y cabezazos a todos los peligros de la jungla. Tichi Hui os traerá vuestras cosas cuando vuelva a buscaros.

Una vez acabado de hablar, Daeron fue recogiendo sus respectivas posesiones. En una esquina, tenía su báculo apoyado, junto con su espada y su daga, que los Saurios habrían dejado allí en previsión de que las necesitaría. Se las colocó en el cinto, y su puso su mejor túnica, la roja y blanca. No pensaba afrontar su destino mal vestido...

Una vez vestido y armado, Daeron dedicó el tiempo que le quedaba a desenredarse el pelo. Llevarlo largo quedaba muy estético, pero era odioso por la mañana...

Allí sentado, Daeron observaba divertido el ajetreo de los demás elfos. Una vez que Tichi Hui llegase, solo le quedaba recoger su bolsa, que tenía tirada en el suelo, para estar listo para marchar.

Por fin sabría que destino le habían reservado las estrellas...
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
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