Prisión de Almas: Acto I (Desarrollo)

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valafor
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Mensaje por valafor »

Fabian Dortmund

El trabajo físico asentó la alterada mente del vigilante y le ayudó a establecer con claridad sus objetivos. Cuanto antes, debía descifrar el escrito que le había dado el cazador de brujas, así como la nota del sargento Friedgsoth. Sin esa información, no podría ponerse manos a la obra, así que era importante encontrar a alguien de confianza que le leyera aquellos dos papeles. Pero sobre todo, debía dar cuenta de todo lo ocurrido a un superior. Por el bien de la ciudad, no quería volver a cometer más errores.

Fabian esperó a concluir las tareas de limpieza antes de dar el valiente paso de conversar con el iracundo Jaran. Pese a su fuerte carácter, la intachable trayectoria profesional de aquel hombre imbuía en él la fiabilidad necesaria como para que el vigilante se viera con ánimos, pese a todo, de explicarle lo sucedido. Además, era el superior que tenía más a mano en aquellos momentos.

“Esperadme aquí. Ahora vuelvo.”

Después de dar dos pasos y siendo consciente de las consecuencias que últimamente tenía pronunciar aquellas palabras, Fabian reculó.

“Lo digo en serio. Ahora mismo vuelvo.”

De esa manera, el vigilante salió corriendo detrás de Jaran, dejando al vigilante y al patrullero con la certeza de que volvería.

“Sargento, espere. Tengo algo que decirle.”
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Weiss
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Heinrich Messner

Durante varios segundos, el mundo de Messner giró alrededor de los ojos de aquella loba. Ninguno de los dos apartaba la mirada, esperando un paso en falso del otro. Al final, fue la loba la que apartó la vista, rodeó a Messner y se unió al resto de la manada, que seguía despedazando al caballo.

Messner suspiró aliviado. No estaba mal para un jurista como él haber sobrevivido a todos los sobresaltos de aquella noche. Secuestros, mutantes, "piedra verde", y ahora lobos. No, definitivamente no lo había hecho nada mal. Messner se sentía pletórico, fuerte, casi un gran guerrero, como los de las leyendas, cuando atravesaba a toda velocidad el trecho que le separaba de los muros de Averheim. Era casi como si volase sobre la nieve. Estaba vivo, y tenía trabajo que hacer en la ciudad, donde él creía que todo estaría controlado, estaría en su terreno y podría solucionar todos sus problemas.

Nada más lejos de la realidad.

No fue la Averheim habitual la que recibió a Messner. La gente murmuraba por las calles, andaban rápido y casi ni se miraban los unos a los otros. No consiguió extraer nada en claro de los viandantes, solo palabras sueltas. "Hoguera", "Templo", "Verena", "Cazador", "Todos muertos", "Fuego". Algo estaba pasando en la ciudad. Y tenía que saber qué era. Según se fue acercando al Templo, las calles se iban llenando de humo, de ceniza, de ciudadanos con trapos en la boca para no respirar aquel tóxico aire, casi ni se veía nada por culpa de la humareda. Después de toser varias veces, Messner se tapó la boca con la bufanda, para no seguir tragando aquel condenado ambiente. Cuando finalmente llegó a la plaza del Templo, Messner no puso evitar caer de rodillas.

Donde antes se había alzado el magnífico Templo de Verena, Diosa de la Justicia, patrona de los letrados, ahora solo quedaban unas ruinas humeantes. Sin embargo, aún más horrenda era la pila de cadáveres que se alzaba justo al pie de las poco antes magníficas escalinatas. Montones y montones de cuerpos quemados. Messner no pudo resistir las lágrimas. Recordaba cómo hace años, al acabar su estudio de las Leyes, había jurado junto a sus compañeros de promoción ante el Altar de la Diosa, cómo habían sido bendecidos por el Sacerdote del Templo. Aquellos habían sido tiempos de ilusión, de entusiamo. En los que Messner había creído que él solo podría limpiar todas las calles de Averheim de escoria. Pero de esos sueños, ahora solo quedaban cenizas, al igual que le pasaba al Templo. Messner mantenía baja la mirada, fija en el suelo, sin atreverse a seguir contemplando aquella escena.

Pero entonces, se fijó en una cosa. Su espada. Después de todo, aún la llevaba en el cinto, con el emblema de la justicia refulgiendo en su empuñadura. Puede que no todo estuviese perdido. No mientras quedase alguien dipuesto a hacer justicia. Desenfundó su arma y apretó la empuñadura contra su pecho, justo encima del corazón, mientras luchaba por levantarse.

Así es como está la Justicia en Averheim ahora mismo. Totalmente destruida. Pero al igual que el Templo puede reconstruirse, también lo otro puede ser enmendado.

Avanzó hacia el centro de la plaza, con el arma aún en la mano, cuando se dio cuenta de quiénes se encontraban también allí.

Así que Herr Patrullero y Dortmund. Vamos a ver qué es lo que ha pasado aquí...

Sin embargo, cuando se acercaba a ellos, Dortmund marchó corriendo, detrás de otro hombre. Que resultó no ser otro que el Sargento Jaran. Por primera vez en la noche, parecía que las casualidades favorecían a Messner. Acercándose a Mannricht, dijo.

Saludos, Herr Patrullero.
Última edición por Weiss el 28 Dic 2008, 20:14, editado 1 vez en total.
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28 de Ulricario. Invierno. Madrugada nevada en Averland.

Fabian Dortmund no tenia tiempo que perder. Como un rayo corrió detrás del sargento. No perderia su oportunidad de hablar con él. Dejando a Mannricht y a su compañero hablando, interceptó a Jaran al final de la avenida.

El sargento se giró en dirección a Fabian:

-¡Dortmund!. Ese Alan no os da trabajos definidos, lástima que tenga a buenos hombres de un sitio para otro. ¿Que quieres?


Mientras tanto, en las ruinas del templo:

Vigilante Pieter

-Bien, todo empezó por un chivatazo. Err, un conocido soplón de la guardia me dijo hara tres semanas que habia visto a varios mendigos del templo intercambiandose con una extraña rapidez botellas de vino, lo que desperto mi interés, pues en aquel entonces yo estaba detrás de una red de ladrones de bodegas de vino blanco averlandés, de Streissen precisamente. Al enterarme de eso, interrogue y registre a uno de los mendigos. Cual fue mi sorpresa al encontrarme que las botellas eran de vino tinto, no blanco, y que contenian algo dentro. Al inspeccionarlas más detenidamente encontré que las botellas que los mendigos intercambiaban estaban llenas de sustancias, parecidas al de las hojas de roble sangriento molidas. Uno de los interrogados me confesó que unos tipos les daban dinero por pasar las botellas dentro de la ciudad. Esos cabrones utilizaban a mendigos para el contrabando de hojas de roble estaliano, una sustancia ilegal en nuestro país. Fui deshilando las mentiras que los mendigos me decian hasta darme cuenta del enorme narcotráfico de estupefacientes que aqui se da. Por supuesto, deje de lado el robo de botellas de vino blanco, pero en una de las botellas de vino tinto que intercepte encontre que esas botellas eran las mismas que robaban en las bodegas, solo que cambiaban su contenido. Eran contrabandistas muy listos, robaban las botellas, vaciaban su contenido en barriles de cerveza que transportaban lejos y con las botellas vacias pasaban la droga a la ciudad a través de gente pobre que no les conocia y que necesitaba dinero desesperadamente. Asi estaban seguros de que no les pillarian, y razón no les faltaba. Estaba a punto de coger a uno de los tios que les daba las botellas de hoja de roble a los mendigos, cuando el cazador acabo con todos mis confidentes. Ahora ya no puedo decirte más, esto es todo lo que se. La próxima reunion era mañana por la tarde en la puerta de la ciudad, pero con los mendigos muertos no puedo hacer nada.

-Lo peor es que si pillaramos a los contrabandistas, acabariamos con la causa de que muchos matones estén como locos, pues muchos están completamente desquiciados y descontrolados, y la hoja de roble sangriento puede ser el origen de su extremada violencia.


Justo cuando Pieter terminaba de darte sus impresiones, Heinrich Messner apareció de la nada. Cuando el vigilante vió al cansado ayudante del fiscal, se despidió amablemente de Mannrich y Messner, sin mostrar interés por seguir hablando.

-Si me disculpan, tengo trabajo que hacer. Espero que nos volvamos a ver, ya sabes donde encontrarme Mannricht.

Acto seguido, el vigilante desapareció entre la nieve de las calles, dejando al patrullero y al alguacil juntos con todo lo que tuvieran que decirse.
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Weiss
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Cuando se acercaba, Messner vio que Mannricht dialogaba con un vigilante. Mientras hablaban, se quedó en un discreto segundo plano, sin intervenir en la conversación. Aquel vigilante estaba contando cosas más que interesantes. Y que hacían que Messner se diese cuenta de que la situación de la ciudad era totalmente insostenible. No le sorprendió demasiado, ya que al lado de lo que había descubierto horas antes, aquello era un problema menor, pero sí le confirmó la necesidad de que la ciudad fuese purgada por completo. Habría que hacer un cambio total si querían acabar con esa situación. Habría que reestructurar toda la Guardia, rehacer las Patrullas de Caminos, limpiar de ineptos la Comisaría y, cómo no, la Fiscalía.

Cuando parecía que la conversación terminaba, Messner se acercó, saludando a "Herr Patrullero". El otro vigilante debió reconocerle, porque se alejó como alma que lleva el diablo.

Solo soy un letrado. No muerdo ni contagio la peste. Imbécil...

Ahora quedaba frente a frente con el Patrullero, ya que Fabian no había vuelto de su vertiginosa carrera. Todavía dudaba de la inteligencia de "Herr Patrullero", pero por lo menos él podría explicarle qué había pasado allí. A Heinrich no se le olvidaban las palabras que el Patrullero había dirigido a Miller, y tendría que esforzarse si quería ganarse el respeto del Ayudante del Fiscal. Si las respuestas le convencían quizás Messner también tendría algo que contarle...

Una noche, fría, eh Herr Patrullero. Pero menos mal que siempre hay alguien que piensa en el hombre de la calle. Me refiero, obviamente, a quien ha encendido esa enorme hoguera, presumiblemente con la intención de que los buenos hombres de Averheim no mueran congelados. Pero lo que me soprende un poco es el combustible. ¿No había a mano nada que no fuese piedra de Templo y cuerpos humanos?. Para un día que trabajo fuera de la ciudad y mira lo que pasa... Ahora en serio, le agradecería mucho que me ilustrase explicándome qué ha pasado aquí. Y por favor, que sea rápido porque tengo bastantes cosas que hacer y muy poco tiempo.


Messner escucharía lo que el Patrullero le fuese a contar. Puede que obtuviese algún dato útil... Pero con quien realmente tenía que hablar, era con Fabian Dortmund...
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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

Vaaaaya por Dios - piensa Mannricht mirando al recién llegado Messner, aparecido de la nada - no tiene faena que hacer, poner sellos y sacar punta a los lápices por ahí...? - sigue pensando.
Se despide de Pieter con una sonrisa forzada y una leve inclinación de cabeza y seguidamente se vuelve a escuchar a Messner.

- Si, una noche muy fría, hasta que alguien decidió encender un buen fuego para caldearla - dice señalando con la barbilla la hoguera - Vinimos hasta aquí porque mi compañero Fabian creyó que era el mejor sitio para tratar de desenmascarar al soplón que se nos ha metido en el grupo. Julios Guderbrëtz era el hombre a quien veníamos a ver. Lamentablemente, o me equivoco, o ya no podrá ayudarnos mucho... - vuelve a mirar los restos de la hoguera y se pasa distraídamente la palma de la mano por el flequillo, peinándoselo hacia adelante - Me preocupa Fabian... creo que tenían una buena relación. Seguro que lo sucedido le ha afectado.

- Ese hombre con quien estaba hablando hace un momento me dijo que llegó un cazador de brujas, se presentó y comenzó a matar a todos los del templo, acusandolos de corrupción. Nadie se salvó, culpables e inocentes, todos fueron pasto de las ascuas. Incluso al sacerdote acusó, y tuvo el mismo fin que sus fieles y los mendigos.
Fabián fue a hablar con él. No se que sacó en claro...


- Por otra parte... - Mannricht se vuelve y mira al letrado de arriba a abajo, como evaluandolo, finalmente, parece llegar a algúna conclusión y sigue - al parecer, existe una red de contrabando en la ciudad que podría desenmascararse si actuamos con iguales cantidades de Presteza y Astucia. Pero esto, no creo que le incumba, señor letrado.

- Ahora solo queda que regrese Fabian, que dijo que lo haría - se vuelva a mirar por donde desapareció su compañero y se vuelve a frotar los riñones - fué tras Jaran.

- Por cierto... averiguó algo sobre las sospechas de que alguien esté interesado en que nuestras investigaciones sobre los niños desaparecidos no sigan su curso? - el joven patrullero se vuelve hacia Messner y le mira fijamente. Como esperando de antemano que la respuesta sea "No averigüé nada".
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Heinrich Messner

Aquel Patrullero era inmune a todo. Por más que Messner le picaba y se metía con él, parecía insensible a sus palabras. No le disgustó del todo la indiferencia por sus mal intencionadas palabras, y mucho menos la información que le dio. Puede que al final fuese útil y todo...

Así que un cazador de brujas, eh...

Messner los odiaba. Además de su celo fanático que consideraba hereje y enemigo a todo el que no pensase como ellos, no hacían más que inmiscuirse en las jurisdicciones ajenas y aprovechar su posición de estar por encima de la Ley. Ningún Juez ni Fiscal podía rivalizar con el veredicto indiscutible de un Cazador, pero por primera vez en su vida, Messner se alegró de que hubiese uno cerca.

Puede que le pida ayuda si hace falta...

Pero sin embargo, lo que más le gustaría a Messner sería borrar aquella estúpida sonrisa de la cara del Patrullero. Una cara que expresaba "Yo he encontrado algo y tú no". Ahora se enteraría de quién era Heinrich Messner...

Bueno, digamos que no he descubierto quién nos molesta desde arriba... -hizo una pausa- pero si otras cosas aún más interesantes. Tengo a los Quober, Herr Patrullero, a los Quober y a una chica secuestrada por ellos. Además de el cadáver del niño al que creo que buscaban... ¿El problema?. Que ahora mismo todo eso se encuentra en posesión de unos mutantes... Pero tranquilo, Herr Patrullero, tengo mis métodos y he arreglado un intercambio con ellos. Los recuperaremos y acabaremos con esos condenados mutantes en el proceso. Además creo que le interesará saber que uno de ellos se hace llamar "Muerte en los Caminos", y presumo que es el causante de la muerte de muchos de sus compañeros... Si quiere ayudarme, es bienvenido...

Messner contempló la cara de perplejidad del Patrullero. No estaba seguro de si se había enterado de todo lo que había dicho, pero lo había expresado de aquella forma con ese fin. "Mira cuántas cosas he descubierto, Herr Patrullero". Nadie dudaba de la valía de Messner. Sin embargo, su ayuda podría ser útil, pues conocía los caminos y no dudaba del odio que sentiría hacia los mutantes que habían acabado con tantos compañeros. Si decidía unírsele, ya habría tiempo para explicaciones luego...

¿Y bien, Herr Patrullero?, ¿le parece lo bastante útil?

Esperaba la respuesta de Mannricht y la vuelta de Fabian, con el que tenía temas a tratar. Pero debía darse prisa. El tiempo jugaba en su contra...
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

"Muerte en los caminos" - Llamarse así es toda un provocación a la eséncia misma de Mannricht. Quizá el chupatintas resulta que es capaz de hacer la O con un canuto al fin y al cabo. Como diablos ha descubierto todo esto...? y Ha arreglado un intercambio con Mutantes? -. Mannricht expresa externamente todo esto que ha pensado en un segundo con un arqueo de la ceja derecha

- Que has arreglado un intercambio con Mutantes? Que tienen a los Quober? al completo? los tres hijos y el padre?

Mannricht mira al suelo un segundo, vuelve a mirar a Messner, parece pensar a toda velocidad.

El chupatintas tiene que estar en lo cierto. Mutantes, y uno de ellos con ese nombre tan pomposo. Tiene que ser eso! Se que mucho de mis compañeros han desaparecido, conozco personalmente a verios de ellos de los que no he vuelto a saber nada, incluso un par de buenos amigos de Streissen, que han dejado mujer e hijos detrás... quizá haya dado en el clavo y si es así...

- Bien Messner, espero que sea cierto cuanto dices. Necesito que me des más referéncias sobre la zona donde se encuentran ellos. Porque vamos a ir a hacerles una visita, que nunca olvidarán... - el semblante de Mannricht se ha ido nublando a cada palabra. Su rostro normalmente jovial y risueño, lo que le ha traído mas de un dolor de cabeza y bromas de sus compañeros y amigos, se ha endurecido por momentos hasta parecer tallado en roca.
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

El respeto de Messner por el Patrullero pasó de ser nulo, a ser considerable. Nunca habría esperado una respuesta así de decidida y profesional de un bocazas como el que creía que era Mannricht. Le contaría la historia completa más tarde, pero ahora no había tiempo. Necesitaba hablar con Fabian lo más pronto posible, ya que si también contaba con la ayuda del Vigilante, podrían repartirse las tareas que Messner tenía que hacer por la ciudad. Pero con Dortmund todavía ausente, seguiría contándole al Patrullero lo que sabía.

No a todos, pero sí a dos de los hermanos. Y tengo localizado al padre, en una casa en Tannfeld creo recordar. Pero si recuperamos a los hijos, tendremos al padre también. En cuanto al intercambio... Digamos que me he hecho pasar por una especie de Nigromante, y me han prometido devolverme a todos los rehenes a cambio de lo que llamaron "piedras verdes". Nos devolverán los rehenes, y acto seguido, acabaremos con ellos...

Cuando Mannricht volvió a preguntarle, queriendo saber dónde iba a ser el intercambio y diciendo que les harían una visita, Messner miró fijamente al Patrullero, le puso una mano en el hombro, y le dijo.

Herr Patru... Mannricht. Ir allí nosotros solos sería convertirnos en su próxima comida. Necesito hombres, Mannricht. Hombres y esas tales piedras verdes. Yo me ocupo de lo segundo, pero te agradecería cualquier ayuda que me pudieses dar en conseguir los máximos efectivos posibles. Sé que los Patrulleros estáis muy mermados, y que la Guardia no está en su mejor momento, pero sin como mínimo veinte hombres, aquello sería un suicidio. Entiendo tu odio, compañero, y las ganas que tienes de vengar a tus amigos, pero reserva esas fuerzas para el combate. Les daremos una lección. Y otra cosa. Necesito cerrar las puertas de la ciudad, o Muerte en los Caminos matará a todo viajero que encuentre. La única forma de evitar nuevas muertes es no permitir que nadie salga a los caminos.

El Patrullero había asistido con cara de decisión al discurso de Messner. Era un buen hombre al fin y al cabo. Quitándose el guante, extendió su mano hacia el Patrullero.

Gracias, Mannricht.

Era hora de hacer justicia.
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

El joven patrullero extiende la mano y aprieta la de Messner. Está de acuerdo.

- Trataré de movilizar a tanta gente como pueda. Pero seguro que esto originará un buen montón de preguntas. Con lo que necesitaré que estés cerca para contestarlas. Hablaré con Jaran y con el Mayor Alan si es necesario. En cuanto al otro asunto... creo que mas dicifil que acabar con este mal de raiz, será cerrar las puertas de la ciudad.
Sigueme Messner, puede que todavía veamos por ahí a Fabian y Jaran...
- dice señalando con su dedo índice hacia una calle perpendicular.

Así, el patrullero se encamina en la dirección que fué Fabian.
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Heinrich Messner

En medio de la plaza de lo que poco antes había sido el Templo de Verena, rodeados por la nieve y un frío indescriptible, Messner, Ayudante del Fiscal y Mannricht, Patrullero, se daban la mano. Otra vez, fue el Guardia de Caminos el que habló, diciendo que buscaría toda la ayuda posible, que movilizaría a todo el que pudiese, pero que lo de cerrar las puertas... era otro asunto. Sin embargo, Messner veía ésto como un asunto de vital importancia. Puede que el Patrullero no se diese cuenta del peligro que suponía Muerte en los Caminos, pero Messner después de haberlo visto, sabía que las palabras de aquel ser iban en serio...

Mannricht propuso ir a buscar a Fabian y a Jaran, que seguían sin aparecer por la plaza, y Messner se apresuró a seguirle. El condenado frío le estaba destrozando los dedos, aunque llevase los guantes puestos. Metió las manos en los bolsos para intentar protegerlas del frío, y entonces reparó en lo que guardaba allí...

La orden firmada por Treitt y Jaran. Puede que aquel documento fuese la clave para cerrar las puertas. La mayoría de Vigilantes no sabían leer, y ver un documento estampado con el sello de la Fiscalía y la Comisaría, debería impactarles lo suficiente. Más si era presentado por el Ayudante del Fiscal en persona...

Mientras daba vueltas a esta idea, se dio cuenta de otra cosa. No dudaba de Jaran ni de Alan. Le parecían dos buenos hombres, implicados con su trabajo y que solo buscaban el bien de la ciudad. Pero seguía planeando la amenaza de ese alguien que les estaba frenando desde los altos mandos. Puede que poner a toda la Guardia en movimiento no fuese la mejor idea del mundo, por lo menos si no estaban totalmente seguros de la lealtad y discrección de todos los hombres a movilizar.

Se colocó junto a Mannricht, que caminaba con paso decidido. Messner iba con la cara casi tapada por la bufanda y el cuello de su abrigo, resguardándose de aquel viento gélido que hasta hacía daño. Entonces, mientras estaba demasiado ocupado con no congelarse, le vino la idea. Tenía un plan.

Mannricht -esperó a tener la atención del Patrullero- se supone que el padre de Ariel, ese tal Fuchs, Ficks.. como fuese, es un viejo veterano, ¿no?. Es que seguimos con el problema del alto mando que se empeña en jodernos, así que sería mejor que buscases la ayuda como Mannricht, no como un Patrullero. Recluta amigos y conocidos, gente de total confianza, pide ayuda al veterano a ver si puede movilizar a algunos hombres. Díselo a Jaran y a Alan solo si estás totalmente seguro de su fidelidad y de que actuarán con la máxima discrección. No es que dude de Jaran, pero para una situación así, prefiero los métodos de Friedgsoth. Jaran es más agresivo, hace las cosas más a lo grande y esta vez necesitamos ser dicretos... Unas palabras en el oído equivocado, y todo se derrumbará, Mannricht, espero que lo entiendas...

Sí que se había ido lejos el condenado de Fabian. Messner estaba congelado, y de lo único que tenía ganas era de encontrar un fuego y un sillón en el que sentarse.

Probablemente lo encuentre cuando visite a los Alptraum...
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Fabian Dortmund

Una vez delante de Jaran, todo pareció congelarse. Como si el frío invernal que azotaba la ciudad afectara también a la constante universal de tiempo, el vigilante sintió como los segundos se sucedían casi imperceptiblemente, a ritmo de glaciar, ante un implacable y cada vez más impaciente sargento. Fabian se frotó las manos en busca de algo de calor que agilizara el proceso.

“Verá. Yo quería hablar con usted sobre…”

El vigilante titubeó durante unos interminables segundos más. Pese a la consumada vocación que sentía y al amor que procesaba por la verdad sin tapujos, el joven Fabian no podía ocultar cierto recelo a dirigirse al sargento Jaran con aquellas noticias. Era en aquel tipo de situaciones cuando la corta experiencia profesional del joven averlandés se ponía de manifiesto.

“¡Dortmund! ¡Habla! ¡Ya!”

Una larga exhalación antepuso el relato del vigilante.

“Como ya sabe, el sargento Friedgsoth nos encargó investigar la desaparición de unos niños en la ciudad. Después de hablar con el comisario, las pistas nos llevaron al templo de Verena, lugar frecuentado por un tal Err, un mendigo testigo de una de las desapariciones.”


El vigilante desvió la mirada en dirección a la desaparecida casa de la diosa de la justicia.

“Cuando llegamos allí, Err había muerto. Puesto que había sido asesinado recientemente en las inmediaciones del templo, el cuerpo todavía se conservaba en una de las capillas. Pese a intentar disuadirlo, el padre Guderbrëtz se negó a autorizar el traslado del mendigo, así que únicamente pudimos llevarnos a un par de indigentes testigos de lo sucedido para que prestaran declaración. Fue entonces cuando nos encontramos con usted en comisaría.”

Jaran asintió levemente, mientras Fabian, con la mirada clavada en la nieve que cubría sus botas, se preparaba para lo peor. Un leve gruñido proveniente del sargento indicó al vigilante que prosiguiera.

“La cuestión es que… no sé si por ineptitud, descuido o… falta de profesionalidad, pero… no quise darle mayor importancia al tema del mendigo asesinado y, por lo tanto, no informé sobre ello a mi superior en el caso. Encargué a un tercero ir a buscar al galeno para que examinara el cuerpo y me desentendí.”

El vigilante se cubrió el rostro con las manos y las deslizó sobre sus ásperas mejillas, como si aquel tremendo error estuviera esparcido sobre su cara e intentara deshacerse de él. Entonces, el roce de la tela santa de Verena, desde la palma de su mano derecha, le recordó que ante todo, como servidor de la ley y el orden, debía hacer honor a la verdad por muy vergonzosa que esta fuera.

“Miento sargento, sí lo sé. Si no dije nada fue por miedo.”

El vigilante fijó sus ojos en los de Jaran y, con toda la compostura que pudo recabar, prosiguió con el testimonio.

“Todavía no puedo quitarme de la cabeza la imagen de aquel hombre destrozado por aquellas horribles dentelladas. A simple vista, parecía obra de un animal, pero… créame, no existe criatura de Taal que mate a sus presas de semejante forma. Aquello no era natural, era… era… abominable.”

Fabian seguía con postura marcial, pero en el fondo de sus palabras podía leerse un profundo abatimiento.

“Aquello me produjo miedo. Miedo a reconocer que… que existía algo capaz de producirme tantísimo horror. Por eso me callé y ahora… decenas de inocentes han muerto. Todo por mi torpeza, mi inexperiencia… y mi cobardía. Estoy seguro que de haber inspeccionado personalmente aquel cuerpo, de haber forzado su traslado, de haber sido valiente como se espera que sea, el cazador de brujas no habría tenido motivos para actuar así y nada de esto hubiera ocurrido.”

El vigilante cerró los ojos y respiró profundamente, mientras una de sus manos se colaba dentro de su capa y sacaba un papel manuscrito.

“Hablé con el inquisidor responsable de la masacre y me dio esto. Él también considera que tengo parte de responsabilidad en todo lo ocurrido y que, como pago a mi error, debo prestarle mi colaboración. Aquí están mis instrucciones.”

El vigilante acercó el papel al sargento.

“También me dijo que buscara a alguien de confianza que me las leyera.”

El sargento echó un vistazo rápido al escrito y volvió a mirar al vigilante más severo que nunca.

“Ardo en ganas de limpiar mi honor y, aunque bien sabe Verena que aborrezco tener que ayudar a ese cazador de brujas, sé que, para redimirme, es el precio que debo pagar. No obstante, no olvido quién soy y qué cargo desempeño en esta ciudad, así que, aunque me cueste el cuello, si uno de mis superiores me ordena desestimar las órdenes de ese hombre lo haré.”
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28 de Ulricario. Invierno. Madrugada de nieve y viento en Averland.

Jaran

El sargento empezó a ponerse nervioso. Mientras Fabian iba relatándole poco a poco todo lo que sabia, un ligero atisbo de miedo asomó por sus ojos, un detalle casi imperceptible.

-Er, esto, Fabian... Todos tenemos errores, no te martirices por ese detalle.
Fue la primera vez en tu vida que el vigilante veia asi al sargento. -Pero no le digas de todo esto ni media a Alan, será mejor que no lo sepan muchas personas. Ojalá te pudiera ayudar con lo de las cartas, pero no se leer.

Jaran paró un buen rato, meditando profundamente sus siguientes palabras.

-Pero si se quien sabe, alguien a quien deberias conocer que tal vez nos ayude. El comisario Augoste Getter.

Es sabido por todos que el comisario es el mandamás en la guardia. Él es la cabeza pensante, el único jefe al que los tres sargentos de vigilantes de Averheim tienen que obedecer, y por encima suya no tiene a nadie más que al conde elector, el cual no existe en la provincia actualmente. Sin embargo, ningún vigilante ha hablado con él en persona, sólo se comunica con los sargentos. La situación debe de preocupar mucho a Jaran para que diga de acudir a él.

-Es muy tarde para molestarle, pero dentro de unas horas, cuando se haga de dia, podriais visitarle. Estará en su despacho del cuartel hasta las doce. Si dices que vas de mi parte y le hablas de todo lo que me has contado a mi, seguro que le interesará mucho. Sobre todo lo de esa cosa que crees que mato al mendigo. En cuanto al cazador de brujas, el tiene mas jurisprudencia que yo en esos casos. Más vale no enfadarle, no se si me explico.

-Yo iré a interrogar a los mendigos que tenemos en las celdas. Gracias a Sigmar, el inquisidor no sabe que los tenemos, y por mi que no se entere. Más les vale decirme todo lo que saben si no quieren pasarlo mal. Mañana, si te reunes con el comandante, te comentare lo que me han dicho los mendigos y planearemos algo para acabar con esta situación de una vez por todas. Mientras tanto sique con lo que Alan te mandó, sin decirle nada de lo del templo de Verena ni del cazador de brujas. Esta situación de desorden va a acabar pronto.


Jaran se despidió de el vigilante con un gesto tosco. Parecia tener bastante prisa por salir de alli, tanta como Mannricht y Messner por encontrar a Fabian. Mientras el vigilante volvia a por el patrullero, se encontró con que éste habia entablado una conversación con el ayudante el Fiscal, el cual se habia personado de repente. A lo lejos, el miliciano seguia divagando entre los cascotes humeantes, ya casi tibios, del templo. La nieve era espesa y se hacia incómodo permanecer en la calle.
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valafor
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Mensaje por valafor »

Fabian Dortmund

En las proximidades de la iglesia quemada, Fabian encontró a sus compañeros, cada vez más impacientes por su tardanza. A ojos de estos, el vigilante parecía preocupado y algo más serio de lo normal.

“Saludos, señor Messner.”

Sin demasiada efusividad, Fabian dedicó un leve movimiento de cabeza al ayudante del fiscal en señal de bienvenida. El vigilante buscó con la mirada a todos y cada uno de sus compañeros, incluso al huidizo Pieter, y con un gesto de su mano acolchada les indicó que se aproximaran, a fin de conseguir algo de intimidad.

“Siento no poder extenderme demasiado, pero… es obvio que todo esto se nos está yendo de las manos y que es preciso hacer algo al respecto. Esta investigación soporta demasiados secretos, intrigas y órdenes veladas, cosa que está minando la consistencia de nuestro trabajo.”

La claridad de las palabras de Fabian no podía ocultar la preocupación que sentía.

“Acabo de hablar con el sargento Jaran y, aunque este no sea el encargado de la investigación que nos ocupa, hemos puesto ideas en común. Sé que el sargento Friedgsoth nos pidió confidencialidad al respecto, pero… creo que el caso nos está sobrepasando y… ¿alguien sabe dónde está el sargento? Lamentablemente, sólo os puedo decir que la situación es, si cabe, mucho más grave de lo que por sí aparenta.”

El vigilante liberó algo de preocupación en forma de suspiro.

“Por lo tanto, para poder hablar de una vez sin tapujos, opino que deberíamos poner fin en este preciso momento al asunto del topo. Como sospechoso me pongo a disposición del señor Messner. Puesto que no somos capaces de encontrar al impostor por nosotros mismos, creo que él es la persona más indicada entre los presentes para ayudarnos.”

Fabian sacó un sobre del interior de su capa y se lo ofreció al ayudante del fiscal.

“Todos vieron como esta mañana el sargento me daba esto en la taberna. Mannricht y Gayer también recibieron uno. Quizás sirva de ayuda”
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Jacques el arcabucero
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Mensaje por Jacques el arcabucero »

Mannricht

Tras las palabras de Fabian, el joven patrullero, extrae su nota y se la entrega también a Messner, dedicando una mirada con una leve carga de reproche a su compañero.
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Weiss
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Messner había contado su plan a Mannricht. Sin embargo, éste no dio ninguna muestra de conformidad, disconformidad ni nada que se le pareciese. Simplemente calló y espero. Messner se imaginó que estaría pensando, ya que lo que le estaba proponiendo no era nada fácil. Pero sí vital. Dejó al Patrullero ensimismado con sus pensamientos, mientras él daba un paseo por los alrededores. Se acercó a las humeantes ruinas del Templo, y constató que casi todo había sido consumido por las llamas. Sólo quedaban esparcidos entre la ennegrecida roca restos de tapices, o madera de los bancos del Templo.

Si esto es justicia, yo debo ser el hombre más injusto del Viejo Mundo. No le deseo esto a nadie...

Luego se acercó a la monumental pira. Como representante del poder judicial, Messner había acudido a no pocas hogueras y ejecuciones. Pero ninguna tan macabra como esa. En aquella hoguera sólo había pobres hombres que había cometido el error de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Incluso llegó a distinguir los carbonizados restos del Sacerdote, todavía con retales chamuscados de su túnica.

Que Verena te acoja en su infinita justicia y Morr te abra las puertas de su Reino...

Dándose la vuelta, Messner regresó a donde había dejado al Patrullero. Cuando estaba a punto de preguntarle por qué pensaba de su plan, escuchó unos pasos detrás de él. Eran los pasos de Fabian Dortmund. El Vigilante le saludó, sin excesiva efusividad, y se apresuró a reunir a su alrededor a todos los demás miembros de la investigación. Una vez tuvo la atención de todos, empezó a hablar.

Lo que dijo no sorprendió a Messner para nada. También Dortmund se había dado cuenta de que aquel caso se iba de las manos, que no estaban ante nada normal. Lo que sí le sorprendió más fue cuando pidió la colaboración de Messner para resolver el asunto del topo.

Cierto, casi se me había olvidado. Me imagino que ese asunto ha quedado en un segundo plano al lado de todo lo demás...

Tomó el papel que le tendía Fabian, mientras sacaba de su bolso la funda en la que llevaba sus anteojos. Puede que Messner tuviese una visión fuera de serie de lejos, pero le costaba ver con claridad los contornos de los objetos que tenía demasiado cerca, y por eso necesitaba gafas para leer.

Veamos Herr Dortmund...

Cuando se disponía a empezar a leer, Mannricht también le dio un papel parecido. Empezaría por el de Fabian. Ojalá las palabras que esos papeles contenían arrojasen algo de luz sobre el caso...
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
Cerrado

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