Heinrich Messner II: En busca de la Verdad

Partida dirigida por Saratai.

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Saratai
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Pieter hizo caso a las indicaciones de Messner, pues por respeto no habria entrado ni aunque el letrado no hubiera dicho nada. Sin embargo, no bajó a visitar al stirlandés. Lo único que tendria que decirle a ese tipo violento y maloliente era que merecia que le atravesaran con una pica y dejaran su cuerpo tirado en cualquier barrizal. Pero no tenia ganas de armar jaleo, y menos en casa de los Messner.

La noche ya habia caido cuando Heinrich entró a ver a su padre. La cita con los mutantes era de madrugada, pero tardaria tiempo en llegar hasta ellos y en reunir a toda la gente que habia bajo su responsabilidad. Era posible que no llegara a tiempo de demorarse un poco más.

Al entrar, su padre le esperaba, como de costumbre, llevando las cuentas de las negociaciones con los administrativos del ejército. Gracias a ellos habian conseguido su posición actual, y podian mejorarla de continuar asi.

Mannfred Messner

-Pasa Heinrich. Dime, ¿que ocurre?...


Abajo, Heinz Stolzer aguardaba en la entrada. Tenia muchas cosas que hacer, pero aun asi aguardaba a que el letrado terminara de hablar con su padre. Sin duda, no esperaba acabar asi.

FDI: Continuo con la trama cuando Heinrich termine de hablar con su padre.
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Weiss
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Heinrich Messner

Había sido capaz de decirle a Anna que estaba a punto de morir. Había sido capaz de decírselo a Rudiger Bacher. Pero decírselo a su padre sería diferente. Y no había tiempo para efusivas despedidas. Messner sólo disponía de unos minutos, así que elegiría las palabras que diría.

Hola, Padre. Vengo a despedirme... No tengo tiempo para explicártelo todo, pero esta noche haré algo, algo que puede que me cueste la vida. Y tengo que decirte que pase lo que pase, sé que es lo correcto. También debo preguntarte si podrías prescindir de algunos Guardias, pues me serían de gran ayuda. Voy a plantarle cara al Asesino de Patrulleros, Padre, y a capturar a los secuestradores de niños... No tengo tiempo ara explicarte nada más... Si algo me pasase, habla con Anna, pues ella lo sabe todo... Lo siento mucho, Padre...

Messner se acercó a su padre y le abrazó, con lágrimas en los ojos.

Si no vuelvo, dile a Mamá que la quiero, y a Steffan y a Elisabeth. Tengo que afrontar mi destino, Padre. Nos volveremos a ver... En esta vida o en la siguiente...

Mannfred estaba perplejo. Pero su respuesta debía ser rápida, pues Messner no podía perder ni un instante más...
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Van Hoffman
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Heinz Stolzer / Franz Miller

Heinz empezaba a impacientarse. No había nada que odiase más que el echo de no hacer nada. Estar ahí de pie, viendo correr el tiempo, no le gustaba nada. Le ponía muy nervioso. Y no solo eso, si no que empezaba a creer que le estaban siguiendo. ¿Aquellos dos guardias no estaban en frente de la Casa de la Rosa de los Bacher? Cuando el cazador los miró, los vigilantes desviaron sus miradas hacia otro lugar, como si la cosa no fuese con ellos. Algo pasaba, algo que tenía que ver con él.

Heinz intentó hacer desaparecer esa sensación pensando en lo que iba a acontecer esa noche. No estaba seguro de porqué, pero había prometido acompañar a Heinrich Messner en su caza de los secuestradores. Y viendo el pequeño ejército que estaba reuniendo el letrado, Heinz tuvo un mal presentimiento. Sin duda, ahora que estaba metido sin posibilidad de salir de aquel pozo, el cazador se prometió que saldría con vida para completar su venganza. Debía hacerlo, no le podía fallar a Karl. Y en cuanto volviese, Heinz le exigiría a Messner una explicación...
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El señor de la casa Messner estaba sorprendido. Habria esperado cualquier cosa menos éso. Era un hombre serio, parco, de pocas palabras. Pero lo que su hijo mayor le estaba diciendo estaba fuera de toda comprensión.

Mannfred Messner

-¿Qué diablos estás diciendo? Heinrich, ¿te has vuelto loco o qué? Tu trabajo no es atrapar a criminales, eso es cosa de la guardia. Tu labor en la ciudad es juzgar los crimenes, ¿que estás diciendo? Vienes a casa, a asustarme, por Sigmar... No haces más que darme problemas, pero imagino que harás lo que creas adecuado, como siempre. Ya eres mayor para jugar a los patrulleros, y más con la situación que tenemos... No te entiendo Heinrich, no lo entiendo. Deberias hacer una familia, criar a tus hijos, continuar nuestro legado. No lo entiendo.

Padre e hijo se abrazaron, con una efusividad que hizo que ninguno de los dos pudiera evitar soltar unas lágrimas.

''Si no vuelvo, dile a Mamá que la quiero, y a Steffan y a Elisabeth. Tengo que afrontar mi destino, Padre. Nos volveremos a ver... En esta vida o en la siguiente...''

-No hijo, no. Volverás. Eso te lo ordeno. Prometeme que volverás. Tú no tienes necesidad de morir por los fracasos de los demás, no debes tomar responsabilidades que no te corresponden. Un Messner es un lider nato, porque sabe obedecer a sus superiores. Y yo te obligo a que vuelvas. No tendré que decirle yo a tu madre ni a nadie nada, lo podrás decir tu cuando regreses de lo que debas hacer.


Messner salió orgulloso de la habitación, tras la triste pero orgullosa despedida, limpiandose los restos de lágrimas. En las escaleras, Pieter aguardaba, junto con un par de guardias que la familia tenia para protegerse. Solo contaban con dos en toda la casa, pero acompañarian a Messner en su trabajo. Al tiempo, Heinz se desesperaba en la puerta.

FDI: Cuando deis por concluida la visita, podeis narrar el encuentro con las tropas Alptraum, los tres veteranos.
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Weiss
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Heinrich Messner

La respuesta de su padre había sido como Messner esperaba. Nunca había sido un hombre efusivo, ni amante de las palabras que sonaban bien. En su juventud, había dirigido a una compañía de espadachines del Ejército de Averland, por lo que muchas veces sus discursos eran más propios de un Sargento que del Noble negociador que se esperaba que fuese. De hecho, Mannfred Messner debía gran parte de su éxito a aquella parte de su vida, ya que había conocido a mucha gente dentro de los mandos. Y era esa gente la que ahora le compraba caballos... Heinrich Messner estaba orgulloso cuando salió del despacho de su padre. Mannfred confiaba en él, y éso animaba a valiente letrado.

Bajó las escaleras, y vio a Pieter aguardando impaciente en el vestíbulo, dando paseos por la sala, y a dos Guardias junto a la Puerta. Messner se sintió enormemente agradecido. Sabía que esos dos hombres eran la seguridad habitual de la casa, y que si se los prestaba, no dejaría ningún hombre armado en la Mansión. Pero su padre creía en él, y por éso le ayudaba todo lo que podía.

Pieter, ya podemos partir. Nos armaremos en la casa de los Alptraum y nos reuniremos con el resto. Todo acabará pronto...

Luego, sin dejar de andar se dirigió a los Guardias.

Franz, Liszt, montad. Tenemos trabajo que hacer...

Los cuatro salieron de la Mansión, donde Adalbert ya aguardaba con los caballos. Los cuatro montaron, y se dirigieron rápidamente hacia la puerta. Al pasar junto a la entrada, Messner le hizo una seña a Miller, para que le siguiese, una vez el Cazador se puso a su altura, Messner se colocó junto a él.

Nos dirigimos a la Mansión Alptraum. Allí recogeremos a otros tres hombres, y Pieter y yo nos pondremos la armadura. Las ropas negras de Fiscal no son especialmente útiles en combate...

Todo lo rápido que podían, los cinco hombres cabalgaban por el Barrio Viejo...
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Heinz Stolzer / Franz Miller

Al ver salir a Messner, Heinz se apresuró a subir al caballo. En unos segundos, la comitiva cabalgaba junta, Sigmar sabía dónde. Ahora era el momento de preguntar.

- Messner, ¿podría decirme a qué nos enfrentamos? Dudo mucho que haya montado todo esto para arrestar a tres secuestradores de poca monta. Y si tiene que ponerse una armadura, es por que no va a ser un paseo, ¿me equivoco?
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Heinrich Messner

Ante la pregunta de Miller, Messner esbozó casi una ligera sonrisa. Ciertamente, aquelhombre no sabía en qué se había metido, pero acertaba en lo de que no se iban a enfrentar a unos simples secuestradores...

Verá, Herr Miller... Ciertamente es algo irónico, pero los secuestradores se encuentran ahora secuestrados... Dos de los Quober y una chica, que posiblemente sea la hija del veterano amigo de Friedgsoth, están siendo retenidos por unos mutantes... La idea es ir, liberarles y matar a los mutantes. Para encontrarme con ellos preparé una especie de intercambio. Me disfrazaré de Nigromante, y nos veremos en una casa cerca de Tannfeld. Allí les plantaremos cara. El líder del grupo se hace llamar "Muerte en los Caminos", y es el culpable de los asesinatos de Patrulleros, y también dijo algo sobre trampas en los caminos... Obviamente, no será un paseo, y por éso tanto Pieter como yo iremos con armadura.

Ya quedaba muy poco para llegar a la Mansión Alptraum, sólo doblar la última esquina.
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Heinz Stolzer / Franz Miller

Heinz se sobresaltó al oír lo de las trampas en los caminos. Y enseguida volvieron a su mente aquellas enormes e inhumanas huellas.

- Messner, las trampas en los caminos son una realidad. De vuelta a Averheim me topé con una buena cantidad de éstas. Perdí a mi antigua montura en los caminos, y dos mayorales a los que acompañaba perdieron una gran cantidad de caballos. Les convencí para que regresaran, pero yo conseguí llegar a la capital. Y añadiré que vi unas enormes huellas, casi imperceptibles, que no podían haber sido plasmadas por un ser humano. Sin duda, ese tal "Muerte en los Caminos" será peligroso, y si pudiera proporcionarme a mí también una armadura, le estaría muy agradecido. Estoy muy magullado, Messner; llevar una cota de mallas hará que no me preocupe tanto.
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Heinrich Messner

Como ya se había imaginado, lo de las trampas no era sólo un truco para que Messner eligiese el camino que Muerte en los Caminos quisiese. Existían de verdad y estaban funcionando. La comitiva ya cruzaba la puerta de la finca de la Mansión Alptraum, y vieron a los tres guerreros que Anna les había prometido, perfectamente armados, montados y aguardando a Messner delante de la escalinata. Anna se encontraba en la parte alta de las escaleras, analizando a la gente que Heinrich llevaba junto a él.

El Letrado desmontó, y subió las escaleras.

Pieter, Miller. Vosotros conmigo. Franz, Liszt, aguardad con estos tres hombres. Volveremos en cuanto nos hayamos puesto la armadura.

Saludó con la cabeza a los tres soldados Alptraum, que le devolvieron el saludo.

Anna, como dije he vuelto a por los hombres. He conseguido también la ayuda de los Bacher, puede que de los Fahen, y he traído mis propios hombres. En cuanto al asunto que me encomendó, tengo noticias, pero tendrá que esperar. Venimos a vestir las armaduras, y a mi compañero Cazador también le gustaría lucir el emblema de su casa, Señora. Si fuese tan amable de darnos una más...

Acto seguido, los tres se dirigieron al interior de la casa. Se les entregaron las armaduras, que se pusieron rápidamente con la ayuda de algunos sirvientes. Una vez estuvieron listos, salieron afuera, luciendo los colores de la casa Alptraum. Las armaduras eran magníficas, muy cómodas y de una fabricación excelente. Estaban hechas de cuero en las extremidades, pero reforzadas con placas metálicas en el tronco, confiriendo una excelente protección de los órganos internos.

Gracias, Anna. Agradezco mucho lo que ha hecho por nosotros. Rece a Sigmar para que la empresa tenga éxito...

Acto seguido, hizo que Erwin se girase, y se dirigiese hacia la salida.

Seguidme, Caballeros. Hoy tenemos que hacer Historia.

Y si su tarea salía bien, en verdad sus hazañas serían recordadas. Ahora el Letrado, el Iniciado, el Cazador y los hombres de las Casas Alptraum y Messner galopaban a toda velocidad hacia la Plaza del Templo de Verena.
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28 de Ulricario de 2521. Konistag.

El ayudante del Fiscal de Averheim habia reunido una compañia de soldados y especialistas en combate para llevar a cabo sus planes de limpieza. Acabaria con la corrupción, o la maldad acabaria con él. Nadie le habria dicho, dos dias antes, que su vida acabaria de esta manera, encauzándose en tan peligrosa cruzada. El letrado llevaba tiempo sin dormir, pues no tenia tiempo para descansar.

Aniquilar a los asesinos de patrulleros, limpiar la provincia de mutantes, terminar con la amenaza de los Quober, rescatar a parte de los secuestrados... Si, Messner estaba en lo cierto. Si el pequeño ejército conseguia sus objetivos, a bien seguro que marcarian un antes y un después en la provincia, dejando sus nombres grabados en la mente de los ciudadanos. Eso, en caso de que lo consiguieran, pues de fracasar, nadie recordaria que una vez existieron.

Pero para entender éstos acontecimientos actuales, habia que remontarse unos dias atrás. Heinrich Messner era el primer hijo de una rica familia de comerciantes de caballos, liderada por Mannfred Messner. Los Messner tenian contactos en varias esferas de la capital, y habian logrado que su hijo fuera el segundo al mando en la fiscalia provincial. Heinrich desempeñaba su aburrida tarea con motivación y seriedad, débil conocedor de los problemas que la ciudad y que los cargos públicos sufrian. Cuando, una mañana de Invierno, encontró en su despacho la notificación de que deberia servir a la guardia en un caso de investigación, sus tareas con papeles cambiaron a algo más práctico que teorico: tratar con los guardias. El sargento mayor Jaran mandó al letrado inspeccionar las misiones que el sargento Alan llevaba a cabo, para encontrar una excusa que sirviera para destituir al rubicundo sargento Friedsgoth.

Cuando Heinrich accedió, pudo conocer de primera mano los asuntos en los que los hombres al cargo de Alan estaban metidos. Asesinatos y secuestros se presentaron ante él, y su percepción del caso fue cambiando paulatinamente. Cuando, se decantó por ayudar al patrullero de caminos Dieter en sus misiones, comprendió finalmente la gravedad a la que se enfrentaba no solo Averheim, sino todo el Ducado. Los caminos eran intransitables, nadie hacia nada, y la situación tomaba un tono demasiado negro como para discernirlo. En su camino de regreso a Averheim, el letrado encontró una casa de la que llantos y gritos salian. En ella se encontraba un asqueroso criminal, uno de los infames Quober, con su próxima victima. Tras forcejeos y negociaciones, el ayudante del Fiscal consiguió detenerlo y salvar a la muchacha que él tenia como rehen.

Pero no todo acabaria ahi. A la salida, unos asquerosos malformados que deambulaban por aquel lugar, alertados por los ruidos provenientes de la casa, detuvieron al buen letrado, arrebatandole tanto a la pobre muchacha como al secuestrador Quober. Tras salvar la vida de milagro, gracias en gran parte a su palabreria adquirida en los entornos burocráticos, Messner ajustó un intercambio por ellos, un intercambio falso que le daria la oportunidad de volver con más hombres armados. Tras un regreso a Averheim donde experimentó los problemas de ir solo por los caminos, Heinrich no paró de moverse de un lugar a otro, reclutando información, hombres y personal, moviendo sus influencias y preparando su golpe final a aquellos seres, causantes directos de toda la devastación actual.

En aquel instante, los últimos preparativos tomaban forma. Heinrich, Pieter y Heinz entraron en casa de Anna Alptraum. Aquella mujer habia apoyado la causa de Messner más que nadie, proporcionando buenos hombres y protección. Heinz Stolzer se vió extraño con una armadura tan limpia. Aunque reducia sus movimientos, era mejor que el triste cuero que vestia hasta ahora. Anna se despidió de los tres hombres con una sonrisa, rezando para que les fuera bien en su trabajo, regresando todos sanos y salvos. Pieter, Heinz y Heinrich, con el emblema Alptraum, iban los primeros de la comitiva. Justo detrás, Franz y Liszt, los únicos soldados de la casa Messner, cuidaban de que su señor no sufriera daño alguno, armados con espadas anchas y cueros. Al final, los tres especialistas de la casa Alptraum, Helnacht Zuwastein, armado con carisimas pistolas, espada ancha, grandes patillas y el escudo del emblema Alptraum, el florido yelmo granate bajo fondo gris y añil; Maximilian Kulgortz, provisto de una enorme alabarda imperial, de hoja convexa y punta de pica, con sus azules ojos clavados en el cielo, pensando Sigmar sabe que. Por último, el tuerto Jaimil, con una armadura algo más ligera, armado con un desvencijado arco. Los ocho especialistas se dirijieron a la plaza de Verena, dónde dias antes se erigia un templo a la diosa de la justicia. No les habria venido mal a los hombres que dicho templo aun estuviera en pie, para recibir las bendiciones del sacerdote. Sin tiempo para hablar, por una recóndita calle se oyeron los sonidos de un carro repiqueteando por los adoquines de la plaza. Instantes después aparecieron por dicha calle Migolver Bacher junto a su hombre de confianza, el ya entrado en años Lerton Vefdam. Detrás suya, una carreta muy familiar para Heinz Stolzer. En ella, un par de mercenarios dirigian las riendas, un hombre rubio, de pelo largo, y una mujer tan rubia como su acompañante, de sendos ojos marrones. Al llegar junto a la comitiva, Migolver no pudo contener su contingente verborrea.

Migolver Bacher

-Herr Messner, Herr Pieter, Herr Miller. Mis más sinceros saludos.
- El noble inclinó la cabeza en dirección al grupo. Veo que tienen en bastante estima a esos secuestradores, dignos de una gran armada. Sinceramente, no creo que sea necesaria tanta parafernalia para con unos criminales, yo solo podre encargarme de ellos. Pero bueno, siempre está bien tener un público numeroso. Sin más preambulos, paso a presentarles a los miembros que la casa Fahen envia, Gertrude Babenger y Valentino Fonseca, para corroborar que los asesinos de su hija acaban bien muertos. Y digo asesinos, porque estos dos mercenarios encontraron su cuerpo la madrugada pasada, en Tannfeld. Al parecer la habian forzado y matado después, más Eva guardó su honor como buena Fahen, y se defendió hasta la muerte. Asi pues, llegamos tarde para salvarla, pero a tiempo de impartir justicia. Los Fahen pagarán dinero a estos señores por la cabeza de los culpables, y yo ésto no lo hago por dinero, asi que vi bien en que nos acompañaran.

Tras las presentaciones, los miembros de la banda Arcas Rojas repararon en Heinz Stolzer. Una sonrisilla cómplice recorrió sus rostros al recordar la escena pasada.

Ahora, el número de la compañia llegaba a doce, inundando la plaza. El número estaba completo, y Heinrich comenzaba a dudar de si llegaria pronto a la cita, pues el camino era largo hasta llegar al sendero de Ruhgsdorf, donde se emplazaba aquella casa de demonio. Sin embargo, aun tenia reciente el anterior encuentro, y recordaba cual era el sendero a seguir, un camino libre de trampas que Muerte en los Caminos habia dejado listo para él. Antes de partir, Pieter Azhelhof comenzó a rezar y a bendecir a cada uno de los presentes. Migolver y su seguidor, conocedores del cargo del Reiklandés, se inclinaron ante él para recibir sus plegarias. Fiel creyente, Helnacht hizo lo propio, al igual que el guardia Franz.

El tiempo pasó, y nadie más acudia al encuentro. Ni Ficks, ni Mannricht, ni Dortmund. Nadie acudió al punto acordado, por mucho tiempo que esperaron pacientemente a que los demás acudieran a la cita. Migolver preguntó inpertinente que a quien demonios esperaban, pero solo tuvo más espera como respuesta. Tras bastantes minutos parados en la plaza, minutos que se hacian eternos y retrasaban aun más a todo el mundo, el grupo se dirigió a la puerta Este.

Todas las personas que los veian se apartaban sin pensarlo dos veces, pues diez jinetes armados hasta los dientes con una carreta de mercenarios no era un buen grupo para contrarias. Por primera vez en su vida, el stirlandés comprobo el poder de ir en grupo. Toda su vida habia sido un cazador solitario, pero notar cómo la presencia de tantos compañeros bien armados hacia que las gentes se apartaran asustadas le conferia un halo de poder nada desagradable. El sonido de los cascos de caballos retumbaba por las silenciosas calles en mitad de la noche, bajo el brillo de las dos lunas, en su máximo apogeo.
Aquella noche iba a ser inolvidable para muchas personas.

Al pasar por la puerta, uno de los soldados reconoció a Heinz Stolzer, tras examinar su cicatriz un buen rato.

Guardia de la puerta Frenchkil

-¿Es usted el señor Miller?
- Ante la expresión afirmativa del stirlandés, incapaz de mentir delante de tantisima gente, el soldado siguió hablando. El señor Alan Friedsgoth me dijo que si le veia le dijera a usted que él y dos de sus hombres se dirijen a Tannfeld, a capturar a un tal Inmaister Quober. El señor Alan me dijo que usted ya sabria de lo que hablaba. - Tras el mensaje, el soldado volvió a su posicion, permitiendo el paso.

Un pregonero que daba el mensaje que los caminos eran peligrosos desistió de dar su mensaje a la comitiva. Estaba bien claro que por muy peligrosos que fueran los caminos, un grupo asi no tendria inconveniente alguno. Mientras tanto, Migolver y Pieter, que parecian haber hecho buenas migas, conversaban animadamente. Bien cerca, Helnacht y Maximilian mordian un par de manzanas frescas, sin problemas por el traqueteo del caballo. Jaimil en cambio, daba conversación a los mercenarios. Los guardias Messner se mantenian pegados a su señor, el cual iba al principio del grupo marcando el paso a seguir. A su lado, Heinz Stolzer cabalgaba junto a él tras haber recibido el mensaje.

No tardaron en encontrar las ya conocidas bifurcaciones de caminos. Messner y los mercenarios sabia que el de la izquierda llevaba a Ruhgsdorf, dónde se encontraban los mutantes. Por otra parte, Heinz y los mercenarios también sabian que el de la derecha llevaba a Tannfeld y a donde presuntamente, Alan iba a cazar a algún Quober, pero tal camino estaba plagado de trampas y peligros. Heinrich era el guia, y él tendria que decidir el camino a seguir.

FDI: Tanto Heinz como Heinrich han oido el mensaje del guardia de la puerta, pero nadie más lo ha oido con claridad (creeis). Teneis que decidir un camino a seguir, y pronto, pues un retraso supondria perder a cualquier presa. Por Ruhgsdorf están los mutantes con los que Messner ha ''quedado'', y por Tannfeld solo hay trampas, pero es donde Alan viaja. Vosotros decidis.
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Mensaje por Van Hoffman »

Heinz Stolzer / Franz Miller

Heinz necesitó ayuda para ponerse la extraña armadura de los Alptraum. No estaba acostumbrado a llevar piezas tan pesadas, que impedían los ágiles movimientos que tanto gustaban al cazador. Y no solo eso. Estaba extraña e inusualmente limpia y pulida. Al parecer, Frau Alptraum era una mujer con mucho dinero. Y la sensación cuando la vio era la de una mujer fuerte y con carácter. Heinz también conoció a los tres hombres que le proporcionó Frau Alptraum a Messner. Tenían pinta de veteranos, y se sentía seguro sabiendo que aquellos tres hombres lucharían hasta la muerte. No le dieron la misma impresión los dos hombres Messner. No parecían peligrosos veteranos como los otros tres, y Heinz dudaba que luchasen por otra cosa que no fuera conseguir que Messner salvase el culo.

Tras ponerse la armadura y guardar su chaqueta de cuero en el caballo, el grupo partió en dirección a la plaza del Templo de Verena. Heinz se entristeció al recordar el funesto destino de la Santa Casa y todos los que allí vivían. Finalmente, llegaron a la plaza, y allí se encontraron con Miglover Bacher, su acompañante y dos mercenarios que a Heinz le resultaron familiares. Éstos le dedicaron a una sonrisa al cazador cuando lo reconocieron, y el stirlandés rebufó.

Mientras esperaban, Pieter se dedicó a bendecir a los presentes. A pesar de lo acontecido, Heinz se inclinó para recibir la plegaria del reiklandés. El cazador era un hombre creyente, y no rechazaría una bendición aunque proviniese de un hombre al que le hubieran encomendado encontrar y entregar, y esperó que Pieter sintiese lo mismo en aquel momento.

Un rato más estuvo el grupo esperando Messner sabría qué, algo que no llegó, y el letrado ordenó comenzar la marcha. Heinz observó desde delante de la comitiva como la gente se apartaba y cuchicheaba mientras los miraban. En aquel momento, el stirlandés se sintió poderoso. Siempre había preferido la discreción a la gloria, y al principio se sentía incomodo con tanta gente, pero al reflexionar, se dio cuenta de que era un método eficaz. Sin duda, los métodos de Messner diferían mucho de los de Heinz, pero también eran efectivos.

Llegaron a la puerta, y uno de los guardias reconoció al cazador.

- ¿Es usted el señor Miller?

- Si, ¿qué sucede?

- El señor Alan Friedsgoth me dijo que si le veía le dijera a usted que él y dos de sus hombres se dirigen a Tannfeld, a capturar a un tal Inmaister Quober. El señor Alan me dijo que usted ya sabría de lo que hablaba.

Heinz frunció el ceño y miró a Messner. Sus miradas se cruzaron, y el stirlandés vio en los ojos del letrado miedo. Miedo por que el cazador les abandonase, por perder a otro hombre. Tras unos largos segundos, Heinz negó con la cabeza, para alivio de Messner.

- Seguro que el sargento podrá encargarse de esto.

Tras aquella pequeña pausa, la comitiva continuó, guiada por Messner. Heinz se retrasó de la primera fila, hasta ponerse a la altura de la carreta. Los mercenarios le miraban con sonrisas maliciosas, pero Heinz no se amedrentó.

- Vaya, vaya… Nuestros caminos se cruzan por tercera vez… Os recuerdo de Monheim... y del camino de Tannfeld. ¿Qué fue de los campesinos y de los patrulleros a los que guié a las cuevas?
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Demostrando una vez más su generosidad, Anna les concedió una armadura más, que fue vestida por Miller Cazavampiros. Una vez todos estuvieron listos, partieron al galope hacia la plaza del Templo. Allí debían reunirse con Alan, con Mannricht, con Dortmund y con los hombres que hubiesen podido reunir. Sin embargo, cuando llegaron no había nadie en la plaza.

Qué raro... Ya deberían estar aquí...

Instantes después, Migolver Bacher apareció con su hombre de confianza, y con los hombres que enviaban los Fahen. El noble instó a Messner a partir, pero no podían sin los refuerzos del Sargento. Mientras tanto, Pieter comenzó a bendecir a los presentes. Elevó plegarias en nombre de Sigmar, narró proezas de antaño, profetizó la victoria sobre los horrorosos enemigos que les aguardaban. Victoria sobre la que Messner había llegado a tener ciertas esperanzas, en vista de que él solo había conseguido reunir a once hombres además de él. Pero según pasaban los minutos y el Sargento no aparecía, esas esperanzas se desvanecían...

Nos ha dejado vendidos... Pero no podemos esperar más, hay que partir...

Se dirigió a la tropa congregada, ya ansiosa por partir. Sólo Pieter conocía el motivo de la espera, pero prefirió no decir nada, dejando a Messner como líder indiscutible del grupo.

Caballeros, no podemos aguardar más. Hora de partir.

Mientras se dirigían hacia la Puerta, la gente se apartaba a su paso. No todos los días se veía a semejante cantidad de hombres armados, luciendo tal cantidad de emblemas además. Todo el mundo hablaba, se preguntaban a dónde irían el Ayudante del Fiscal y el hermano de Rudiger Bacher en compañía de semejante tropa.

Mejor que no lo sepan...

Al final, llegaron a la Puerta, que como Messner había ordenado, estaba custodiada por Guardias que avisaban del peligro y controlaban quién pasaba. Mientras esperaban para cruzar, sacó la toga de las alforjas de Erwin, y se la puso por encima de la armadura, dejándola sin abrochar. Llevar la toga ondeando y con la armadura debajo le daba un aspecto imponente... Se fijó en cómo un Guardia analizaba a Miller, prestando especial atención a la característica cicatriz del Stirlandés. Lo que el Guardia dijo a continuación despejó todas las dudas que tenía sobre dónde estaba Friedgsoth. El canalla de él había partido con otros hombres, el Patrullero y Dortmund posiblemente, a Tannfeld, dispuestos a atrapar a Inmaister Quober, a quedarse con toda la gloria gracias al trabajo de Messner. El Letrado tendría más que palabras con el Sargento si volvían a encontrarse. Si Messner tenía la oportunidad, el asunto no quedaría así... Y a todo aquello se le unía un nuevo problema: la posible pérdida de Miller. Sin embargo, y para el alivio de Messner, el Cazador fue fiel a su palabra, y decidió seguirle.

Cuando por fin cruzaron la puerta, Messner abría la marcha, flanqueado por Franz y Liszt, y con Miller cagalgando cerca. En cuanto le tuvo el lado, no pudo sino expresarle su agradecimiento.

Gracias, Miller. Alan nos ha dejado vendidos, y no podía permitirme perder más hombres... Ten por seguro que si ésto sale bien pasaremos a la Historia, la gente recordará nuestros nombres. Será algo por lo que valdrá la pena morir.

El silencioso Cazador asintió, pero se guardó su impresión. Poco después, se retrasó un poco, colocándose junto a los Mercenarios. Messner hizo señas a Franz y a Liszt para que se acercaran. Una vez estuvieron cerca, les habló.

Franz, Liszt, os agradezco mucho que hayáis venido, y por éso me siento obligado a deciros a qué nos vamos a enfrentar. Vamos a combatir a los Asesinos de Patrulleros, ésa es la causa de semejante despliegue... Será duro, por lo que debemos preparar una estrategia. Franz, dile a Helnacht que venga. Liszt, tú avisa a Pieter y a Bacher.

Una vez los dos partieron a avisar a los tres compañeros, el grupo llegó a una encrucijada. O a Rughsdorf o a Tannfeld. Por Tannfeld andaba aquel condenado Alan, pero el camino del grupo era Rughsdorf. Messner no se lo pensó.

A Rughsdorf, Caballeros.

A partir de aquel momento, Messner estaría ojo avizor. Se supone que los mutantes deberían estar confiados, esperando a un Nigromante, no a una compañía armada. Pero aún así, la precaución nunca estaba de más... Ya quedaba menos para llegar, y por éso debían preparar la estrategia inmediatamente.
Última edición por Weiss el 23 Feb 2009, 21:01, editado 1 vez en total.
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Mensaje por Saratai »

Madrugada del 29 de Ulricario.

La compañia siguió por el camino que establecia Messner, la ruta hacia Rughsdorf, durante una hora. Tras asegurar la continuidad del grupo, el letrado mandó a sus dos sirvientes que trajeran a Pieter, Bacher y Helnacht, pues queria plantear una estrategia. Mientras cabalgaban, los tres hombres se reunieron con el ayudante del fiscal, para planear el ataque.

En tanto, Gertrude y Valentino hablaban con Heinz. Una mirada de Gertrude hizó que Jaimil cambiara de posición, para hablar a solas con Heinz.

Gertrude Babenger

-Si nos preguntas a nosotros debes tener mala memoria. No sabemos nada de esos paletos, no fuimos a las cuevas. Imagino que matarian a los mutantes.


Las palabras de la ruda mercenaria no parecian extremadamente sinceras.

-Pero lo que no me esperaba era que sobrevivieras al camino ni que trabajaras para los Alptraum. Parece que tienes más recursos de lo que aparentas, viejo. Me gustaria saber lo que realmente estabas haciendo en aquel pueblo, y porque un tipo como tú sabia donde estaba escondidos unos mutantes. Sinceramente, tengo curiosidad.

La manera de expresarse que tenia aquella mujer era muy extraña. Sus manera de ser era violenta, hablando como si escupiera cada palabra. Pero los movimientos de manos que acompañaban cada palabra denotaban cierta educación escondida bajo el fondo.

En ese instante, Valentino tomó la palabra. El tileano tenia buen ojo para los negocios, y aquel stirlandés estaba despertando su inerés.

Valentino Fonseca

-Mmm, no nos hemos presentado siquiera ¿cierto? Me llamo Valentino, y ésta es mi compañera Gertrude. Olvidemos las diferencias comerciales que tuvimos en el pasado ¿deacuerdo?. Mira, te hablaré de nosotros. Ella y yo pertenecemos a una asociación profesional de trabajadores de campo. Las ''Arcas Rojas'', no se si te sonará.


El mercenario buscó estrechar la mano del stirlandés, mientras Gertrude miraba con rabia a su compañero. Siempre estaba hablando más de la cuenta.

-Bueno, si no eres de aqui dudo que la conozcas. Nosotros, los Arcas Rojas, nos dedicamos a servir a quien nos da el dinero para ello, en la cantidad necesaria. Encontramos a desaparecidos, ayudamos a los negocios e impartimos justicia cuando ésta es necesaria, todo por encargos personalizdos y... privados, claro. Imagino que tú harás lo mismo, pero con un trabajo fijo bajo la protección de la casa Alptraum.

Valentino se acercó a Heinz, para evitar oidos ajenos.

-Tengo una duda en mente que quiero hacerte, si no es inconveniente ¿cuanto cobras por trabajar para Anna Alptraum?

Al tiempo que los mercenarios conversaban con Heinz, unos pocos metros más adelante Heinrich Messner hablaba con Pieter, Migolver y Helnacht. El primero en tomar la palabra fue el más veterano.

Helnacht Zuwastein

-Heinrich, ¿tienes un número concreto de enemigos? Debemos saber a cuantos hombres nos enfrentamos. Si estamos en superioridad númerica yo atacaria en dos bandos, un grupo de 8 al frente y un grupo de 3 por otro lado, taponando cualquier huida. Pero si somos menos, algo que dudo viendo todos los que estamos, tendriamos que tratar la situación de otra manera.


El joven Bacher habló en ese instante. Pese a su juventud, sabia de esas lindes, y su temeridad tampoco le hacia un perfecto idiota (a diferencia de lo que todos los presentes creian fervorosamente).

Migolver Bacher

-Cierto, no habia pensado que pudieran ser muchos... Sea como sea, yo ire a la cabeza del primer ataque. Quiero que mi espada sea la primera en cortar la cabeza de su lider. También, además de lo que este buen hombre comenta, seria oportuno saber su capacidad económica. ¿Disponen de caballos, Messner? ¿Esa gentuza tiene buenas armas, pistolas y rifles, o van provistos de garrotes y navajas? Porque es muy distinto enfrentarse a profesionales que ha escoria sin preparación.

El último en hablar fue el iniciado

Pieter Azhelhof

-Según lo que sé, nos enfrentamos a mutantes. Pero tampoco quiero hablar demasiado, el que debe tratar este tema es Herr Messner.


Las conversaciones seguian su curso. Jaimil y Maximilian cabalgaban juntos. El joven muchacho de pelo rubio se ria a carcajada limpia cuando el tuerto le hablaba. La noche no era cerrada, y a pesar de la oscuridad se podia ver claramente.

FDI: El punto de reunión está cada vez más cerca. En una ronda más de posts habreis llegado ya a la casa, asi que sed concisos o aminorad la marcha de los caballos.
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Van Hoffman
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Mensaje por Van Hoffman »

Heinz Stolzer / Franz Miller

-Si nos preguntas a nosotros debes tener mala memoria. No sabemos nada de esos paletos, no fuimos a las cuevas. Imagino que matarian a los mutantes.

Heinz frunció el ceño al oír la respuesta de la mercenaria. Que raro... Heinz los había visto en Monheim, y juraría que todos los presentes le siguieron a las cuevas. ¿Le fallaría su memoria?

-Pero lo que no me esperaba era que sobrevivieras al camino ni que trabajaras para los Alptraum. Parece que tienes más recursos de lo que aparentas, viejo. Me gustaria saber lo que realmente estabas haciendo en aquel pueblo, y porque un tipo como tú sabia donde estaba escondidos unos mutantes. Sinceramente, tengo curiosidad.

- Lo mísmo podría preguntarte yo, mujer -las palabras de Heinz salieron de su boca con clara hostilidad. Heinz odiaba a los mercenarios, a pesar de que muy a menudo, demasiado para su gusto, lo confundieran con uno de ellos- ¿Qué interés pueden tener dos mercenarios en acabar con los asesinos de los patrulleros?

Si las miradas fuesen dagas, Heinz y Gertrude se habrían matado allí mismo. Pero entonces, el grandullón habló, cortando la tensión entre el cazador y la mercenaria.

-Mmm, no nos hemos presentado siquiera ¿cierto? Me llamo Valentino, y ésta es mi compañera Gertrude. Olvidemos las diferencias comerciales que tuvimos en el pasado ¿deacuerdo?. Mira, te hablaré de nosotros. Ella y yo pertenecemos a una asociación profesional de trabajadores de campo. Las ''Arcas Rojas'', no se si te sonará.

El hombretón le ofreció la mano, y Heinz se la estrechó con desgana.

- Franz Miller, cazador de... mutantes... -dijo recordando las palabras de Jaran.

El mercenario siguió hablando.

-Bueno, si no eres de aqui dudo que la conozcas. Nosotros, los Arcas Rojas, nos dedicamos a servir a quien nos da el dinero para ello, en la cantidad necesaria. Encontramos a desaparecidos, ayudamos a los negocios e impartimos justicia cuando ésta es necesaria, todo por encargos personalizdos y... privados, claro. Imagino que tú harás lo mismo, pero con un trabajo fijo bajo la protección de la casa Alptraum. Tengo una duda en mente que quiero hacerte, si no es inconveniente ¿cuanto cobras por trabajar para Anna Alptraum?

- ¿Justicia? ¿Qué tipo de justicia puede impartir alguien cuya opinión cambia en función del oro ofrecido? -Heinz estaba enfurecido. Sus palabras estaban llenas de odio, y la expresión de su cara lo reflejaba- Yo no trabajo para los Alptraum. Que lleve sus colores se debe, única y exclusivamente, a un gesto de amabilidad de Fraulien Alptraum, y a la intervención de Herr Messner. Pero estaría encantado de llevar estos o cualquier otro color, con tal de no ser una espada de alquiler sin escrúpulos.

Dicho ésto, Heinz se alejó al trote de allí, y se acercó a Messner y al resto de contertulios. Al parecer, estaban debatiendo el plan, y eso a Heinz le interesaba.

- Herr Messner, Herr Bacher... ¿Cuál es el plan?
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Mensaje por Weiss »

Heinrich Messner

Franz y Liszt tardaron poco en dar la vuelta, acompañados de los hombres que Messner había mandado traer. Había pensado en Helnacht porque confiaba en él, y además se trataba sin duda de un aguerrido veterano, versado en el arte de la guerra. Después de todo, Anna Alptraum no contrataba a cualquiera. Migolver Bacher fue llamado por pura cortesía, pues Messner estaba seguro de que se sentiría ofendido si no era convocado para trazar el plan. Sería el momento de comprobar si era tan bueno y listo como decía ser. Por último, a Pieter simplemente le llamó porque consideraba que debía estar allí. Aunque su relación no hubiese empezado demasiado bien, Azhelhof había estado con él desde el principio de todo aquello, casi un día antes, pero que ahora parecía una eternidad. Messner confiaba en el Iniciado, y esperaba que el sentimiento fuese recíproco.

Señores, os he llamado porque tenemos trazar un plan. Debemos planear cómo enfrentarnos a la amenaza, pues cada vez está más próxima. Escucharé vuestras sugerencias antes de decidir.

El primero en hablar fue Helnacht. El viejo veterano no decepcionó a Messner y aportó un plan efectivo y realizable: Formar un frente principal y contracargar por el flanco. Messner pensó que podría funcionar. Acto seguido, fue Migolver quien habló, ofreciéndose a liderar la carga principal, y, al igual que Helnacht, preguntó si Messner conocía algún detalle más. El último en hablar fue Pieter, revelando el dato más importante, un dato que Messner dudaba que Helnacht y Migolver conociesen. Se enfrentarían a mutantes.

Pieter tiene razón. Nos enfrentaremos a mutantes, a los Asesinos de Patrulleros, liderados por Muerte en los Caminos. El plan de Helnacht me parece correcto. Los hombres de Anna podríais contracargar por el flanco, aprovechando vuestra destreza y superioridad técnica, mientras los demás formamos un frente. Debemos atacarles de uno en uno, pues son sin duda poderosos, y es mejor neutralizar las amenazas por separado...

En aquel momento, Miller apareció junto a ellos.

Herr Messner, Herr Bacher... ¿Cuál es el plan?

Messner se volvió hacia el Cazador, saludándole y abriéndole sitio, para que se uniese al grupo.

Ahora mismo estamos trazándolo, Herr Miller. Como sabe, nos enfrentaremos a mutantes, que tienen prisioneros a los Quober. Nosotros cargaremos de frente, para que ellos avancen contra nosotros. Mientras, los Alptraum cargarán por el flanco. Atacaremos a cada objetivo de uno en uno. Justo antes de chocar contra ellos, el frente se separará en dos, y aprovechando nuestra superior velocidad, nos replegaremos, así podremos volver a cargar y utilizar nuestros proyectiles. Utilizaremos esta táctica de hostigamiento todo lo que podamos, y sólo llegaremos al cuerpo a cuerpo cuando sea necesario. Migolver liderará un ala, yo la otra. Pieter, Miller y tú -dirigiéndose al Guardia Franz- cargaréis conmigo. Migolver, tú y tu compañero formaréis el otro ala, junto a Listz. Lo que no sé es dónde meter a los Mercenarios en el plan... Acepto sugerencias.

En cuanto a los medios de los que disponen, puedo asegurar que son cinco o seis como mínimo, pero podría haber más, pues al parecer se mueven rápido. Saben usar caballos, pero desconozco si poseen alguno. Situémonos en lo peor y pensemos que sí... Debemos estar preparados contra cualquier imprevisto. Y no dudo de sus capacidades para luchar, pues han asesinado a gran número de Patrulleros, por lo que es factible pensar que poseen medios adecuados. A nuestro favor, contamos con nuestro número y con el factor velocidad, pero dudo si conservaremos el sorpresa...


Miró a todos los presentes. El lugar del encuentro cada vez estaba más cerca. Quedaba ya muy poco tiempo para las palabras, quizás las últimas sólo. Pero había llegado el momento del acero.

Muerte o Gloria, Caballeros...

Y en verdad, recibirían en grandes cantidades una de las dos...
"Ninguno de vosotros lo entiende. Yo no estoy encerrado aquí­ con vosotros. Sois vosotros los que estáis encerrados aquí­ conmigo"
Cerrado

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