Publicado: 05 Mar 2009, 20:22
Fabian Dortmund
Maneverb cumplió con la predicción, pero lo mismo no ocurrió con Poblito. Era posible que, al ser un halfling en tierra de humanos, el cocinero estuviera acostumbrado a ser objetivo de burlas e insultos constantes, con lo cual, que hubiera sorteado con suma facilidad el ataque del cloaquero era algo de lo más normal.
“¡Gusarapo inmundo!”
Mientras Maneverb ambientaba el discurso del halfling con un surtido elenco de insultos, a cada cual más perspicaz y cáustico, Fabian atendía con sumo interés a la explicación de Poblito, registrándola punto por punto a fin de poder analizarla.
“¡Abrazafarolas!”
El mediano no tardó en concluir. Fue conciso, como la tolerancia de Maneverb hacia otras razas y la esperanza de Fabian de hallar en las palabras del halfling una prueba determinante que lo inculpara. Y es que, pese a tener la firme corazonada de que el cocinero mentía, el joven averlandés no podía demostrar su culpabilidad de ningún modo. Tal y como estaba la situación, cualquiera de los tres sospechosos podía haber ayudado a los Quober a huir de la prisión. No había testigos, no había pistas… y lo peor: no había tiempo para más preguntas. La infiltración en el quinto nivel no debía demorarse más y, por seguridad, el asunto del traidor debía ser solucionado cuanto antes.
“¡Forúnculo de perra sarnosa!”
Decepcionado al ser incapaz de demostrar la culpabilidad de Poblito, Fabian dejó perdida la mirada en el infinito. El mediano empezaba a impacientarse por la enajenación del vigilante, cuando un nuevo insulto del cloaquero, superior en grosería a los ya proferidos, le hizo salir de su trance. De repente, retomó consciencia en su sentido de la vista y vio lo que sus ojos enfocaban: el cerrojo de la puerta. Fue entonces cuando, de manera instantánea, los recuerdos empezaron a fluir rápidos en su mente, arrojando algo de luz sobre aquel intrincado rompecabezas. Por fin creía haber pillado al escurridizo halfling.
“La comida se la lanzamos por unos agujeros que conectan el cuarto y quinto nivel, pero…”
Con ánimo retomado, Fabian se aproximó a Maneverb y, asegurándose de ocultar su cara a ojos de Poblito, le reprendió con tono condescendiente pero firme.
“Por favor, señor Sufrt, creo que será mejor que abandone la sala. Es normal perder los nervios después de tantas horas de trabajo, así que caminar un poco le hará bien.”
Cuando el cloaquero se disponía, en clara postura defensiva a la reprimenda, a recriminar el repentino y totalmente inoportuno interés por la cocina mediana que su compañero había demostrado momentos antes, se topó con un rápido guiño de complicidad. Maneverb dubitativo interrumpió el gesto y, mientras lanzaba una mirada de profundo odio hacia el halfling, asintió y se dirigió hacia la puerta. Se encontraba a escasos centímetros de Fabian, cuando escuchó que este le susurraba.
“Habla con ese tal Otipp y comprueba si lo dicho por Redebeck es cierto. Después regresa a aquí con él y Navenül. Va siendo hora de poner fin a todo esto.”
Tras un portazo de ira contenida, Maneverb dejó al halfling y al humano solos, cara a cara. Empezaba el segundo round.
“En nombre de mi compañero, le pido disculpas. Todos estamos muy nerviosos con este asunto y es inevitable perder un poco los estribos.”
Fabian emitió un profundo suspiro y volvió a retomar la conversación con una gentil sonrisa en los labios.
“Recapitulemos. Usted llegó al nivel cinco de la prisión como siempre hace una vez por semana, abrió la puerta, dejó la comida y se fue. Después regresó y fue entonces cuando ya se había dado la voz de alarma. ¿Es así?”
Fabian intercambio la sonrisa gentil por una mueca de sorpresa. Estaba claro que la interpretación no era lo suyo, pero para el caso que le ocupaba aquella pantomima era más que suficiente.
“No me diga que además de hacer la comida, usted también tiene la obligación de repartirla nivel por nivel. ¡Menudo abuso! Debe ser peligroso exponerse así a los reclusos, sobre todo a los del quinto piso.”
Mientras esperaba a que Poblito contestara, mentalmente, el vigilante cruzó los dedos.
Maneverb cumplió con la predicción, pero lo mismo no ocurrió con Poblito. Era posible que, al ser un halfling en tierra de humanos, el cocinero estuviera acostumbrado a ser objetivo de burlas e insultos constantes, con lo cual, que hubiera sorteado con suma facilidad el ataque del cloaquero era algo de lo más normal.
“¡Gusarapo inmundo!”
Mientras Maneverb ambientaba el discurso del halfling con un surtido elenco de insultos, a cada cual más perspicaz y cáustico, Fabian atendía con sumo interés a la explicación de Poblito, registrándola punto por punto a fin de poder analizarla.
“¡Abrazafarolas!”
El mediano no tardó en concluir. Fue conciso, como la tolerancia de Maneverb hacia otras razas y la esperanza de Fabian de hallar en las palabras del halfling una prueba determinante que lo inculpara. Y es que, pese a tener la firme corazonada de que el cocinero mentía, el joven averlandés no podía demostrar su culpabilidad de ningún modo. Tal y como estaba la situación, cualquiera de los tres sospechosos podía haber ayudado a los Quober a huir de la prisión. No había testigos, no había pistas… y lo peor: no había tiempo para más preguntas. La infiltración en el quinto nivel no debía demorarse más y, por seguridad, el asunto del traidor debía ser solucionado cuanto antes.
“¡Forúnculo de perra sarnosa!”
Decepcionado al ser incapaz de demostrar la culpabilidad de Poblito, Fabian dejó perdida la mirada en el infinito. El mediano empezaba a impacientarse por la enajenación del vigilante, cuando un nuevo insulto del cloaquero, superior en grosería a los ya proferidos, le hizo salir de su trance. De repente, retomó consciencia en su sentido de la vista y vio lo que sus ojos enfocaban: el cerrojo de la puerta. Fue entonces cuando, de manera instantánea, los recuerdos empezaron a fluir rápidos en su mente, arrojando algo de luz sobre aquel intrincado rompecabezas. Por fin creía haber pillado al escurridizo halfling.
“La comida se la lanzamos por unos agujeros que conectan el cuarto y quinto nivel, pero…”
Con ánimo retomado, Fabian se aproximó a Maneverb y, asegurándose de ocultar su cara a ojos de Poblito, le reprendió con tono condescendiente pero firme.
“Por favor, señor Sufrt, creo que será mejor que abandone la sala. Es normal perder los nervios después de tantas horas de trabajo, así que caminar un poco le hará bien.”
Cuando el cloaquero se disponía, en clara postura defensiva a la reprimenda, a recriminar el repentino y totalmente inoportuno interés por la cocina mediana que su compañero había demostrado momentos antes, se topó con un rápido guiño de complicidad. Maneverb dubitativo interrumpió el gesto y, mientras lanzaba una mirada de profundo odio hacia el halfling, asintió y se dirigió hacia la puerta. Se encontraba a escasos centímetros de Fabian, cuando escuchó que este le susurraba.
“Habla con ese tal Otipp y comprueba si lo dicho por Redebeck es cierto. Después regresa a aquí con él y Navenül. Va siendo hora de poner fin a todo esto.”
Tras un portazo de ira contenida, Maneverb dejó al halfling y al humano solos, cara a cara. Empezaba el segundo round.
“En nombre de mi compañero, le pido disculpas. Todos estamos muy nerviosos con este asunto y es inevitable perder un poco los estribos.”
Fabian emitió un profundo suspiro y volvió a retomar la conversación con una gentil sonrisa en los labios.
“Recapitulemos. Usted llegó al nivel cinco de la prisión como siempre hace una vez por semana, abrió la puerta, dejó la comida y se fue. Después regresó y fue entonces cuando ya se había dado la voz de alarma. ¿Es así?”
Fabian intercambio la sonrisa gentil por una mueca de sorpresa. Estaba claro que la interpretación no era lo suyo, pero para el caso que le ocupaba aquella pantomima era más que suficiente.
“No me diga que además de hacer la comida, usted también tiene la obligación de repartirla nivel por nivel. ¡Menudo abuso! Debe ser peligroso exponerse así a los reclusos, sobre todo a los del quinto piso.”
Mientras esperaba a que Poblito contestara, mentalmente, el vigilante cruzó los dedos.