Hoja de Persona de Kitty Altmann

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Uranga
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Hoja de Persona de Kitty Altmann

Mensaje por Uranga »

Neljaran, presentanos a la unica hembra del grupo:
Siente el WAAAGH dentro de ti
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Neljaran
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Mensaje por Neljaran »

Nombre: Kitty Altmann

Raza: Humano
Sexo: Mujer
Edad: 18
Lugar de nacimiento: Wolfenburgo, Ostland (El Imperio)
Signo astral: Mummit el necio.

Profesión: Iniciada (Verena)

Altura: 170 cm
Peso: 58 kg.
Cabello: Pelirrojo, recogido en dos largas trenzas
Ojos: Marrón claro
Rasgos destacados: Piel clara, con abundantes pecas en el rostro, que revelan su origen nórdico.


Características

HA: 35 +5
HP: 31 +5
F: 30
R: 32 +5
Ag: 43
I: 35 +10 -> 40
V: 34 +10
Em: 36 +10

A: 1
H: 13 +2
BF: 3
BR: 3
M: 5
Mag: 0
PL: 0
PD: 3



Habilidades

Carisma
Cotilleo
Hablar idioma (Clásico)
Hablar idioma (Reikspiel)
Leer/escribir
Percepción (+10)
Sabiduría académica (Historia)
Sabiduría académica (Teología)
Sabiduría popular (Imperio)
Sanar


Talentos

Cortés
Don de gentes
Pies ligeros
Reflejos rápidos
Sangre fría


Enseres

Daga
Espada
Manta
Medallón con forma de lechuza
Mochila
Monedero (17 co)
Pichel y cubiertos de madera
Túnica



(Para la generación del personaje he usado la tabla de Ostland del “Herederos de Sigmar”. El valor indicado de las características es el total, ya he sumado los bonificadores por los talentos)
Hablas como si fueras mi igual, chupasangres. No somos iguales. Yo soy una reina, y tú sólo eres una marioneta, la sombra de unas manos familiares contra la pared. Ven, marioneta. Muéstrame cómo bailas.

Gran Reina Khalida
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Mensaje por Neljaran »

Si no queréis leerlo todo, id a los dos últimos párrafos


TRASFONDO


Katerina Altmann, más conocida como “Kitty”, nació en Wolfenburgo, capital de Ostland.

Su madre, Helga, era una conocida boticaria de la ciudad. Helga destacaba por su gran belleza, y tenía muchos pretendientes, pero su cómoda posición económica le permitía permanecer soltera a la espera de encontrar al hombre de su vida, por lo que podía permitirse el lujo de rechazar a los muchos “moscones” que la acechaban. Entre los muchos que anhelaban desposarla se contaba el sargento de la guardia local, Berthold Wipp, un hombre feo, rudo y desagradable a más no poder...

Un día acudió a su tienda a comprar medicinas un mercenario norse, cuya compañía tileana estaba de paso por Wolfenburgo después de una dura campaña en Kislev. Era muy alto y corpulento, con una abundante melena pelirroja y ojos vivos. Su carácter era alegre y despreocupado, pero seductor al mismo tiempo. Helga se sintió fuertemente atraída por él, y aquella noche acabaron durmiendo juntos. La boticaria era un mujer muy liberada en ese sentido, cosa que siempre provocaba los murmullos de desaprovación de sus vecinos. El mercenario marchó a la mañana siguiente con el resto de su compañía. Nueve meses, más tarde, y fruto de esa unión, nacería Kitty.

Dos meses antes del parto, se extendió por la ciudad una plaga de viruela verde. Hubo muchos muertos. El sargento Wipp, que guardaba un profundo rencor a Helga por rechazarle, hizo correr el rumor de que la plaga tenía su origen en las medicinas que vendía Helga. Concedió perdones a rufianes y alborotadores a cambio de que despotricaran contra ella, levantando falsos testimonios y acusándola de brujería. Su independencia e “inmoralidad” en sus relaciones con los hombres fue también esgrimida como prueba. La gente, harta de sufrimientos y deseosa de culpables, creyó las patrañas del sargento; la noche siguiente al nacimiento de Kitty, una multitud enfervorizada se dirigió a su casa portando antorchas...

Helga fue puesta sobre aviso y escapó con el bebé en brazos, pero la turba la persiguió por las calles. Al girar una esquina pasó junto al templo de Verena y, consciente de que finalmente la alcanzarían, dejó a la niña en el suelo frente a la puerta y siguió corriendo. Fue finalmente capturada y quemada en una improvisada hoguera...

Los llantos de la niña junto a la puerta atrajeron al padre Erik Saltzenburg, que se hizo cargo de la pequeña. Es tradición en todos los cultos imperiales que cualquier bebé abandonado a las puertas de un templo al que no se le encuentre familia (y Helga no tenía parientes vivos en la ciudad), sea tomado como iniciado. Y así fue como Kitty, bajo el amparo del padre Saltzenburg pasó a ser una iniciada del culto a la diosa de la sabiduría. El sacerdote le puso de nombre Katerina por haber sido hallada el día de la santa del mismo nombre, una mártir de Verena. Tomó el apellido del fundador del templo (hace ya varios siglos): Rudolf Altmann

Kitty vivió en el templo durante los siguientes 16 años, formándose como iniciada. Enseguida salió a la luz un carácter fuerte y rebelde, lo que ocasionaba muchos roces con el severo (aunque justo) padre Saltzenburg. A pesar de ello, a Kitty no le desagradaba su vida porque tenía gran afición por la lectura, y el culto de Verena no era tan estricto como el de otras religiones. El padre observaba maravillado los rápidos progresos de la niña, que aprendía teología y lengua clásica con una pasmosa facilidad. Con el tiempo, dedujo que la niña debía ser la hija de Helga, pues la noche en la que fue ajusticiada se la vio portando a su bebé en brazos. Sin embargo, decidió posponer indefinidamente el momento de revelarle su verdadero origen: temió que decidiera abandonar el templo, y le auguraba un futuro prometedor como sacerdotisa...

Cuando tenía 13 años protagonizó un incidente en el mercado. Kitty, que había acudido a realizar unas compras para el templo, vio como un repulsivo guardia tenía firmemente sujeto contra el suelo a un asustado chiquillo, al que había descubierto intentando vaciar sus bolsillos. Estaba sentado sobre él, y se disponía a cortarle la mano con un tajo de su espada. La multitud lo miraba con expectación; algunos protestaban contra tan exagerada crueldad, pero no se atrevían a hacer nada. Siguiendo sus impulsos, Kitty salió en tromba y empujó al guardia al suelo, liberando al pilluelo de su presa, que aprovechó la ocasión para poner los pies en polvorosa. El guardia, que no era otro que el sargento Berthold Wipp, persiguió a la joven ávido de venganza, pero ella se escabulló entre la multitud que abarrotaba el mercado hasta volver a la seguridad del templo.

El padre Saltzenburg se enfadó con ella por su impetuoso ataque a un servidor de la ley, y la castigó una semana recluída en su habitación. Ella se enojó profundamente, pues lo consideraba una profunda injusticia. En realidad, el sacerdote lo hizo por su bien: detestaba tanto como ella el abuso de poder, pero así logró convencer a las autoridades (mediante sus contactos con los gobernadores locales) para que olvidaran el asunto y la dejaran en paz. Sin embargo, a Wipp se le daba bien esperar la ocasión propicia para vengarse de aquellos que le afrentaban...

Una incursión de bárbaros del Caos puso sitio a la ciudad cuando Kitty contaba con 17 años. El asedio fue cruento, y muchos soldados heridos acudían a los templos a recibir tratamiento. El templo de Verena se convirtió en una improvisada enfermería. Un día irrumpieron en él Berthold Wipp, seguido de algunos guardias y un cazador de brujas. El padre Saltzenburg protestó por semejante intrusión en un lugar sagrado, pero el despreciable sargento le ordenó que se callara y señaló a Kitty. En voz alta le dijo al cazador de brujas que aquella era la causante de los males que afligían a la ciudad; había descubierto que era la hija de Helga, y la acusó de haber sido engendrada por una bruja y un mercenario nórdico adorador del Caos, apuntando a su rojo cabello como prueba irrefrutable. El cazador de brujas levantó su ballesta y apuntó a la joven, pero el padre Saltzenburg se interpuso en su camino. Wipp le ordenó que se apartara en nombre de la ley, a lo que el sacerdote repuso que, antes que nada, era un seguidor de la diosa razón que no se amedrentaría ante un perturbado resentido. El cazador de brujas no se mostró condescendiente, y disparó. El fuerte impacto en un costado tumbó a Saltzenburg. Kitty, fuera de sí, se lanzó contra el cazador de brujas, pero fue rápidamente reducida por Wipp y sus guardias. En ese instante se oyó fuera un gran alboroto, y las puertas se abrieron de golpe, dejando paso a las hordas kurgan que habían logrado entrar en la ciudad. Kitty aprovechó el caos de la refriega para escapar.

Finalmente los invasores fueron rechazados, y Kitty volvió al cabo de unos días al templo. El padre Saltzenburg se recuperaba en cama de su fea herida. Le dijo que debía irse lo más lejos posible, pues Wipp no descansaría hasta cumplir su venganza. Le contó sus orígenes, disculpándose por no haberle dicho antes la verdad. Entre lágrimas, Kitty le dio las gracias y le prometió que algún día volvería. El padre le dio su bendición, y la joven partió.

Las palabras de Wipp acerca de sus padres habían hecho mella en el ánimo de la joven. Sintió una enorme necesidad de encontrar a su padre para comprobar por sí misma que no era un adorador del Caos. Además, era la única familia que le quedaba. Sabía que, si aún vivía, probablemente ya había dejado de servir como mercenario, pero Tilea era la “patria” de los mercenarios, así que decidió ir allí a buscarle, al ser la única pista fiable que poseía.

Kitty ya lleva un año en tierras tileanas. Al principio sirvió a mercaderes como escriba para ganarse el sustento, pero así difícilmente lograría hallar a su padre. Pensó que la mejor manera de averiguar algo sobre él sería unirse a una compañía de mercenarios, de las muchas que pululaban por el país; de ese modo entraría en contacto con mucha gente del oficio, y tal vez hallaría a alguien que supiera algo. Así fue como se unió al variopinto grupo de aventureros liderado por Aigulf de la Casa Bruiel...
Hablas como si fueras mi igual, chupasangres. No somos iguales. Yo soy una reina, y tú sólo eres una marioneta, la sombra de unas manos familiares contra la pared. Ven, marioneta. Muéstrame cómo bailas.

Gran Reina Khalida
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