La voz grave se detiene y, tras el chirriar de la pesada puerta, aparece una figura encapuchada. A simple vista destacan sus pies desnudos, cubiertos de llagas y fango. De su manga derecha sobresale lo que parece ser una esfera metálica que se mece al son del respirar entrecortado. En ese momento, consciente del lugar en el que está, levanta su mano izquierda y aparta la capucha mostrando un rostro joven e inexperto, destrozado por alguna terrible herida.
El hombre escudriña a los presentes con sus enormes ojos grises, como si fueran a salirse de las cuencas. Saca de su manga derecha una esfera metálica aún humeante y se dirige al dueño.
-Posadero. ¿No tendrá lumbre para ahuyentar la corrupción?
(saludos a todo el mundo
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