Sobre Karak Grung (Mina resistente)

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igest
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Sobre Karak Grung (Mina resistente)

Mensaje por igest »

En las montañas conocidas hoy en día como Apuccini por el año -302 había una mina enana conocida como "Karak Grung". Se trataba de una mina con grandes recursos pero que también estaba sometida a grandes peligros pues la presencia orca y skaven era mucho mayor que en otros lugares por aquel entonces. Por ello la comunidad enana se mantenía a duras penas y los combates para mantener la mina y sus riquezas se sucedían. Eran pocos los enanos que querían ser enviados a dicha mina y muchos menos los que querían ser nombrados lideres de la comunidad enana que allí había, pues la mayoría de los que allí gobernaban acababan rápidamente muertos. Con todo esto, los enanos estaban casi dispuestos a abandonar de una vez por todas la mina y dejarla a su suerte, y de esta forma dejarían de perder más vidas enanas que eran muy necesarias en el corazón del reino enano para defenderlo de los orcos y skavens que cada vez abundaban más.

Fue en el año -148 según el calendario imperial cuando sucedería algo que cambiaría el destino de Karak Grung. Grock Sturlfens(conocido por muchos como Grock Piesanchos debido al exagerado tamaño de sus pies), se ofrecería voluntario para encaminarse a la mina enana y defenderla de los enemigos a cambio de gozar del control absoluto de la misma y de disponer de todas sus riquezas. Los lideres enanos aceptaron rápidamente puesto que ya casi daban por perdida la mina y decidieron que si la empresa de Grock fracasaba nunca ningún enano más pisaría aquel lugar. Así con estas expectativas fue como Grock partió en dirección a la mina acompañado por 50 enanos más que ayudarían a reforzar las defensas.

La llegada de Grock se produjo en el invierno de ese año y en un momento de lo más crítico pues los orcos habían conseguido varias victorias sobre los enanos recientemente y estos estaban bastante debilitados. La llegada de Grock supuso un cambio en la situación completamente. Los enanos recuperaron la totalidad de las salas y galerías perdidas en el pasado a manos de orcos y skavens, e incluso lograron limpiar algunas de sus guaridas antes que acabara el quinto año después de la llegada de Grock.

La noticia fue acogida con gran júbilo en los reinos enanos y varios mensajeros fueron enviados hasta Karak Grung para conceder a Grock lo que se le había prometido. De esta forma Grock se convirtió en el líder de la comunidad enana y en el poseedor absoluto de la mina, lo cual sucedería en el año –143 según el calendario imperial. Poco a poco la mina se fue recuperando y rápidamente la producción de metales preciosos había aumentado considerablemente de forma que empezaron a enviarse caravanas a los reinos enanos en señal de la recuperación de la mina.

La mina contó con sus mejores años desde que los enanos llegaran y la prosperidad reino durante siete años. La comunidad enana acumuló grandes riquezas y se convirtieron en dueños de una de las mayores riquezas en un tiempo relativamente corto. Las galerías se excavaban cada vez más profundamente y nuevas vetas de minerales eran encontradas. La presencia de Orcos y Skavens era casi inexistente algo que al principio sorprendió a los enanos pero poco a poco dejaron de preocuparse por este detalle insignificante y empezaron a regocijarse con las riquezas que no cesaban de aumentar.

Sin embargo al séptimo año desde que Grock fuese nombrado líder de Karak Grung los vientos volverían a cambiar y de nuevo empezarían los problemas para los enanos. El primer signo de que algo iba mal, es que el propio Grock cada vez era más reacio a enviar caravanas a los reinos enanos y poco a poco se iba obsesionando con la necesidad de acumular más riquezas. La avaricia estaba apoderándose de su corazón de forma desmesurada y su carácter era cada vez más extraño. Poco a poco también dejaron de comerciar con los humanos de los alrededores. Nadie le dio demasiada importancia a esto, pues tenían algo más importante de lo que preocuparse pues las desapariciones de enanos empezaron al mismo tiempo y algunos de los mineros aseguraban haber visto extrañas criaturas deformes en las galerías más profundas arañando las paredes de las cuevas como si buscasen algo. La preocupación aumento paulatinamente entre los enanos pues su líder parecía cada vez más preocupado de las riquezas que de la seguridad de su comunidad y las desapariciones no cesaban.

Los rumores entre los enanos sobre la locura de Grock empezaron a acrecentarse y lentamente minaron su voluntad, pues Grock se había convertido en el salvador de la mina y en el baluarte que representaba el valor y la vida de cada uno de los enanos de aquella remota comunidad. La situación se volvía cada vez más confusa pues extraños ruidos empezaban a escucharse en todas las cuevas de la mina y muchos enanos empezaban a verse presa de extraños sueños en los cuales veían como la piedra de la montaña bajo la cual se encontraba la mina se fundía con el fuego procedente del interior de la tierra y una espiral de humo ascendía hasta el cielo marcando el fin de todo.

Y en mitad de toda esa confusión fue cuando se produjo la catástrofe. La mayoría de los enanos descansaban tras la jornada de trabajo cuando las bestias atacaron por todos lugares. Los enanos caían en un baño de sangre mientras intentaban defenderse. Muchos eran incinerados por criaturas que escupían fuego mágico que los mantenía vivos mientras veían como su cuerpo se convertía en cenizas. El caos era absoluto en las galerías de la mina de Karak Grung y parecía todo perdido.

Pero en el sector oeste de la mina permanecía la guarnición dirigida por Rigmi Rigmison, un joven enano que había demostrado un increíble valor luchando al lado de Grock en la defensa de la mina, habiéndose ganado el puesto de capitán de la guarnición de Hierro. La guarnición de Hierro la formaban los mejores guerreros de la mina y contaban con las resistentes armaduras de Gromril. Estos se abrieron paso entre el fuego y permitieron que gran parte de los enanos se refugiaran cerca de los salones de piedra donde se celebraban las ceremonias más importantes. Rigmi dirigió a la guarnición de Hierro y lograron llegar a la sala donde se encontraba Grock, pues desde hacia una semana había permanecido encerrado en la sala contigua a la cueva donde se guardaban las riquezas de la mina.

Pero cuando entró en la sala para intentar ayudar a Grock a huir se encontró con algo completamente inesperado. Lo primero que pudo ver fue una gran grieta en el suelo de la cual se elevaban grandes llamas. En mitad de las llamas se alzaba una grotesca criatura con alas y con la piel descarnada que pronunciaba sonidos indescifrables, pero que dejaban clara la malignidad que en ellos había. Arrodillado enfrente de esa monstruosa criatura se encontraba Grock con sus manos alzadas hacia la criatura y su cuerpo semidesnudo cubierto de sangre. En el suelo había múltiples símbolos que Rigmi nunca antes había visto pero que no le hacían presentir nada bueno.

Aquella escena no dejaba lugar a duda de los acontecimientos que allí se habían producido. Sin embargo Rigmi se resistía a creer que Grock con el cual había luchado en primera línea de batallas hombro con hombro podía haberse rendido a las oscuras fuerzas del caos. No era posible, debía haber sufrido algún tipo de trastorno que no le permitía ver la realidad y él debía ayudar a su líder para que pudiese ver la luz en mitad de la oscuridad a la cual debía estar sometido. Con esta idea en mente se lanzo a la carga hacia donde se encontraban la criatura deforme y Grock gritando tan fuerte como se lo permitían sus pulmones. Grock no pareció escuchar el terrible grito de Rigmi, y si lo escucho no hizo gesto alguno que lo demostrase, permaneciendo completamente inmóvil mirando a la criatura que se alzaba del fuego. Esta alzo sus ojos rojos hacia el enano que se acercaba corriendo con el martillo en alto y abrió sus fauces emitiendo un ruido ensordecedor que retumbo a través de todas las galerías de Karak Grung. Rigmi no detuvo su acometida a pesar de que los oídos le sangraban y se sentía aturdido, sabía que aquella criatura se encontraba en una situación desfavorable aún y que si permitía que la ceremonia concluyese todo estaría perdido y nadie podría huir de aquella terrible monstruosidad. Así pues cuando estuvo lo suficientemente cerca junto todas las fuerzas que aún quedaban en su interior y tensando los músculos de sus brazos hizo girar el martillo que llevaba sobre su cabeza con tanta velocidad como sus cortos brazos se lo permitían.

El vuelo del martillo fue rápido y logró alcanzar su objetivo. El arma impacto, de lleno en mitad del torso de la criatura y esta cayo nuevamente al interior de la grieta de la cual había salido con un grito casi lastimero que nunca se borraría de las cabezas de los enanos que en aquel fatídico día se encontraban en la mina. Fue entonces cuando Grock reaccionó, pero no fue precisamente como Rigmi esperaba, pues confiaba en que cuando la criatura cayese Grock recobraría la consciencia y volvería a ser el mismo dejando de estar bajo el control de aquella fuerza. Grock se giro y levanto el hacha que se encontraba depositada a su lado. Su cara no parecía la misma, una mueca de dolor punzante se pudo apreciar cuando desde las llamas la criatura expiró, y entonces fue cuando cargo contra Rigmi.

Rigmi se encontraba desarmado porque no gustaba de llevar otra arma que su martillo y lo había utilizado para acabar con la criatura antes que esta pudiese acabar con toda vida bajo la mina perdiéndose con ella en el fuego. Además se encontraba exhausto por el esfuerzo que había tenido que hacer para lanzar el martillo con la fuerza suficiente. Grock llego hasta Rigmi y lanzo una estocada que estuvo a punto de matarle, si no hubiese sido por su armadura de Gromril no hubiera podido contarlo. Pero Grock estaba completamente consumido por la oscura ceremonia en la cual se había visto envuelto y no tenía los reflejos que había tenido cuando combatía contra Orcos y Goblins hace unos años. Rigmi no contaba con armas, pero era un gran combatiente y lanzando un puñetazo al costado de Grock hizo que este tirase la espada al suelo. Un nuevo puñetazo en el pecho hizo que Grock cayese al suelo sin aire en sus pulmones. Rigmi recogió el hacha que Grock había dejado caer y la empuño con su mano izquierda pues su brazo derecho había sufrido parte del impacto de la espada y apenas si la sentía. Levanto lentamente el hacha en un gesto de compasión, por si acaso Grock se recuperaba y volvía a la realidad. Muy despacio giró su muñeca de forma que el filo del hacha quedaba apuntando a la cabeza de Grock, no quería tener que derramar sangre Enana y su rostro reflejaba claramente el conflicto que en su interior se libraba.

Entonces los gritos de sus compañeros lo devolvieron a la realidad que acechaba a la mina y a todos los males que en ella había. Las criaturas habían avanzado y estaban a punto de cerrarles la única salida que les quedaba y ahora sus compañeros le requerían, como al líder que anteriormente había sido Grock; necesitaban alguien que les orientase en mitad de todo aquel caos. Entonces Rigmi dejo caer el hacha al suelo y girando sobre sus talones salió corriendo de la sala, recogiendo un martillo que yacía en el suelo cerca de la salida. No se giro para comprobar si Grock seguía vivo, pero en el mismo momento en el que cruzaba el arco de la salida creyó oír una voz que gritaba su nombre. No penso más en ese momento pues sabía que necesitaba tener la mente despejada para poder ayudar a sus compañeros a huir de aquel lugar.

El exilio

Así fue como los enanos huyeron de Karak Grung, liderados por Rigmi Rigmison y escapando a una muerte segura a manos de aquellas criaturas. La huida fue dura y muchos enanos murieron en las galerías de la mina. Metro a metro ganaron el paso hacia la salida oeste, donde las defensas preparadas por Rigmi en los momentos de los combates contra Orcos y Skavens pudieron ser utilizadas para facilitar la huida.

Rigmi fue el último en salir a cielo descubierto y cuando lo hizo cayo exhausto a causa de las heridas y del agotamiento. Había luchado con gran valor defendiendo la vida de los que le acompañaban con la suya propia y siempre avanzando el último para cubrir la retaguardia. Las bestias avanzaban a mayor velocidad que los enanos, pero estos conocían mucho mejor que nadie todas y cada una de las galerías de la cueva y avanzaba despacio pero sin dar rodeos por el camino más directo hacia la salida. De vez en cuando algún grupo de bestias les daba alcance y era entonces cuando Rigmi se lanzaba sobre ellos seguido por los enanos que aún podían luchar. A pesar de no ser muchos, los enanos consiguieron defender cada acometida de manera airosa, pues la rabia que había en su interior incrementaba sus ansias de combate y mantenía sus almas con el espíritu combativo. Y así pues tras dos horas interminables de carreras lograron alcanzar la ultima puerta.

Fuera la luz del atardecer iba desapareciendo poco a poco en el horizonte y desde la galería llegaban ruidos de las bestias que aún se aproximaban. La única opción que tenían era descender de las montañas y llegar a las llanuras que se abrían hacia el oeste, pues aunque hacia mucho tiempo que no veían Orcos podían oler su presencia en el aire y llegada la noche se encontrarían en una situación bastante mala como para enfrentarse a los Orcos. Además ninguno de los enanos allí presentes tenia la más mínima gana de regresar al interior de aquella mina con aquellas bestias acechándoles en la oscuridad.

Con esto en sus mentes descendieron tan rápidamente como sus cortas y cansadas piernas se lo permitían y rezaron a Grungni para que les protegiese en estos duros momentos. Rigmi hubo de ser llevado en hombros pues respiraba fatigosamente y apenas si tenía fuerzas en las piernas, de tal manera que dos enanos lo alzaron en una camilla improvisada para llevarlo con ellos.

Los dos días siguientes los enanos no hicieron otra cosa que alejarse de aquellas montañas donde habían visto los tremendos horrores que esconde la oscuridad, nadie hablaba acerca de ello, pero sabían que no tenían elección solo podían alejarse de aquel lugar. Rigmi seguía postrado pues las heridas no le sanaban todo lo pronto que él hubiese deseado y la moral de los enanos era cada vez menor. Los enanos acudieron a una población humana con los cuales mantenían relaciones comerciales no hacía mucho, antes que Grock empezase a caer en la locura que lo había poseído y decidiese cortar sus relaciones con el exterior de la mina.

Los enanos fueron recibidos con frialdad, pues no había sentado nada bien la reacción de los enanos tiempo atrás abandonando sus acuerdos con la pequeña población. Pero una vez los líderes humanos escucharon lo sucedido ofrecieron cobijo a los enanos. Los heridos pudieron ser atendidos y la comida que los humanos les proporcionaron alivio los estómagos de los hambrientos enanos. A pesar de no ser una gran comida a muchos les pareció el mayor festín que podían haber tomado y los ánimos parecieron recuperarse.

Pero no era todo tan fácil como parecía, pues su orgullo, el de todos y cada uno de los enanos había sido mancillado, no había otra posibilidad que resarcirse de aquella vergüenza y era necesario acabar con todas las bestias que en aquella mina había. Algunos decidieron rapar sus cabezas y teñirse los pelos de color naranja como exigía la tradición enana, descubriendo su piel y empuñando armas con las cuales derrotarían a las bestias. Así fue como un pequeño grupo de enloquecidos enanos, un total de 17 enanos decidieron regresar a las minas para intentar exterminar a las bestias. Hicieron caso omiso de los consejos de los humanos e incluso desoyeron los ruegos de sus camaradas enanos para permanecer en la aldea y dejarse de locuras y al amanecer partieron a encontrar su destino.

Pasó una semana desde la partida de los matadores y no había ninguna noticia, aunque tampoco es que los enanos albergarán muchas esperanzas de recibir noticias. En ese tiempo Rigmi se había recuperado casi por completo de sus heridas y daba vueltas a la situación para intentar encontrar una solución adecuada. No quería que se derramase más sangre enana en un intento fútil de recuperar la mina y tampoco podían permanecer con aquellos humanos mucho más tiempo pues la proximidad a las montañas probablemente acabara minando las mentes de la mayoría de los suyos y una llanura al pie de las montañas no era precisamente el mejor lugar para unos enanos. Mientras meditaba acerca de que posibilidades tenían pudo ver como uno de los matadores había regresado. Era algo inesperado pero por un momento hizo que las esperanzas se albergaran de nuevo en los corazones de los enanos.

Pero cuando el enano llegó pudieron contemplar el horror al cual tuvo que enfrentarse. Su piel se había separado del cuerpo en amplias zonas del torso. Su brazo derecho colgaba completamente inerte sostenido por músculos hendidos en varios lugares. Su rostro era una simple caricatura de lo que había sido antes. Las cuencas de sus ojos estaban completamente vacías y su pelo ennegrecido de tal forma que nunca nadie podría pensar que hubiese tenido otro color que no fuera el de las cenizas. El enano se desplomo antes incluso que nadie se hubiera acercado a el y cuando cayo al suelo se incineró en una explosión de fuego intenso. Se dice que en el lugar donde aquel enano se quemo, nunca más creció nada.

Al ver esto las recuperadas energías parecieron desvanecerse entre los enanos y la pesadumbre se cernió nuevamente sobre ellos. Pero para entonces Rigmi ya sabía lo que debía hacer, debía dirigir a todos sus camaradas hacia el oeste, lejos de aquellas fatídicas montañas donde pudiesen olvidar los acontecimientos y reiniciar nuevamente sus vidas. Tres semanas después de que Rigmi saliese de la montaña, exhausto por el combate, los enanos se ponían nuevamente en camino hacia el oeste liderados por Rigmi Rigmison.

Una batalla desesperada

Así fue como comenzó el largo viaje de los enanos supervivientes de la tragedia de Karak Grung. Su camino en un principio seguía una ruta hacia el oeste, pero el conocimiento de la zona debido al comercio que mantuvieron en años precedentes con las tribus de humanos les permitía saber que por un lado el Mar estaba próximo en esa dirección y que siguiendo ese camino se aproximarían a la zona dominada por una de las tribus más belicosas de la zona. Y ni la idea de viajar por mar, ni la de un casi seguro enfrentamiento con dicha tribu era lo más apropiado en ese preciso momento. De esta forma los enanos cambiaron su ruta, encaminándose al norte, hacia la cordillera que separa en la actualidad Bretonia de Tilea. El viaje resultaba muy duro, pues apenas habían rescatado pertenencias en su repentina huida y las reservas con que contaban no eran muy grandes. Apenas si llegarían para sobrevivir hasta el final del año, y el duro invierno estaba bastante próximo, lo cual suponía un escollo más en su contra.

La situación no era nada esperanzadora para los enanos y Rigmi lo sabía, sin embargo no paraba de animar a todos sus compañeros para seguir en su viaje. Un viaje que los llevaría a un lugar mucho mejor donde podrían asentarse y comenzar nuevamente sus vidas. Sin embargo por todos es sabido que los enanos son difíciles de engañar y a pesar de los esfuerzos de Rigmi un gran pesar recaía sobre todos y cada uno de los enanos. Las montañas poco a poco se fueron acercando, y Rigmi decidió que las cruzarían para buscar su nueva vida al otro lado. Sin embargo el invierno avanzo a mucha mayor velocidad que el grupo de enanos cada vez más andrajosos, y para cuando llegaron a las laderas de las primeras montañas, las nieves ya coronaban las grandes cimas y los lobos descendían en busca de comida. La situación no era nada favorable para los enanos. Pero aún podía ser peor y así habría de suceder.

Un ejercito de orcos avanzaba en su dirección y avanzaban a gran velocidad. Este nuevo factor determino claramente cual sería el siguiente paso que debían dar los enanos. Cruzarían las montañas o perecerían muertos bien por el frío o por los orcos. Muchos enanos desesperados pretendían sacrificarse en un enfrentamiento en aquel mismo lugar enfrentándose a los orcos, sin embargo el sentido común sirvió para que se pusieran en marcha inmediatamente. El clima empeoraba progresivamente y la nieve descendía cada vez más. El frío se volvía más intenso y ni siquiera las más gruesas capas servían para evitar la humedad y el frío. Los orcos mucho más descansados les ganaban terreno cada día y los enanos tenían cada vez más problemas para avanzar en mitad de la nieve.

Finalmente Rigmi viendo que no tenían posibilidades de escapar, decidió que debían presentar batalla. La disciplina enana estaba muy mermada por el desgaste del viaje, pero aún así los enanos formaron rápidamente en mitad de un valle, donde uno de los extremos ascendía casi en vertical, de forma que no tendrían que preocuparse de ese flanco. Los enanos se desplegaron lo mejor que lo permitía el terreno con Rigmi en el centro de la línea de los enanos rodeado por los restos de la Guarnición de Hierro. Las armas de fuego estaban completamente inservibles porque la pólvora escaseaba y además estaba húmeda por el clima, por tanto el combate sería cuerpo a cuerpo y se encontraban en una gran desventaja pues los superaban en número de al menos 5 a 1. Sin embargo los enanos no se dejan amedrentar rápidamente y estos estaban dispuestos a vender caras sus vidas, después de todo no tenían nada más que perder.

El primer enfrentamiento se produjo a primera hora de la tarde, se trataba de la vanguardia orca. Los orcos atacaban con fiereza y chocaron contra la barrera formada por los enanos, como lo hace el agua del mar al chocar en los acantilados. Mucha sangre orca se derramo en esa primera oleada, pero también se vertió mucha sangre enana y ahora los enanos habían tenido que replegarse contra la pared sur del valle, obligados por la fiereza de la acometida de los orcos. Al caer de la noche el primer ataque cesó y los orcos estaban todos despedazados en la nieve o huyendo. Sin embargo la batalla no había hecho más que empezar pues el grupo principal de los orcos aún no había llegado.

Pero no se hizo mucho esperar y en mitad de la noche se produjo el ataque definitivo. El asalto de los orcos fue brutal. Muchos enanos cayeron antes que pudieran organizar la resistencia, y entonces ya se habían visto completamente rodeados, de forma que a sus espaldas quedaba la fría pared, y delante los orcos, solo quedaba una salida vencer o morir. Los orcos se lanzaron sobre los últimos enanos y estos aferraron sus martillos y hachas con la única esperanza de hacer pagar sus vidas con la sangre de muchos orcos. Las hachas enanas comenzaron bien acabando con muchos orcos antes que estos pudieran asestar siquiera un golpe. Sin embargo no era suficiente y los orcos seguían llegando sin cesar, mientras que los enanos cada vez estaban más fatigados y cedían terreno. Rigmi se encontraba al frente de los enanos y él, junto con sus compañeros habían acabado con no menos de trescientos orcos en el frente del combate. Pero los flancos enanos no estaban resistiendo igual de bien y poco a poco los orcos empezaban a envolver a los enanos. Cada vez que caía un enano, morían tres orcos al menos, pero ni aún así era suficiente. La nieve se había teñido de sangre carmesí y los cuerpos de orcos y enanos cubrían el suelo, dificultando aún más cualquier movimiento.

Ya solo quedaban aproximadamente setecientos enanos, cuando algo cambio el sentido del enfrentamiento. Primero fue un gran resplandor, y luego el olor a carne quemada. De pronto los orcos huían despavoridos aún a pesar de los gritos de sus lideres que intentaban mantener un cierto orden. Los enanos aún no sabían que es lo que pasaba, pero de una cosa estaban seguros, allí había alguien más que quería acabar con los orcos y pretendía ayudarles. Así pues con renovadas fuerzas los enanos se lanzaron a la carga con Rigmi en primera línea, con sus hachas y martillos precediéndoles. Fue entonces cuando pudieron ver quienes eran sus salvadores, se trataba de enanos. El cañón volvió a descargar una lluvia de muerte sobre los orcos, cada vez más desorganizados y que poco a poco cedían terreno. Finalmente la carga conjunta de los enanos supervivientes y de los enanos que habían aparecido en el último instante logró hacer que los orcos huyesen. A pesar de sobrevivir a la batalla con los orcos, más de la mitad de los enanos procedentes de Karak Grung habían muerto y yacían sobre la nieve entre los restos de los orcos. Había sido un enfrentamiento demasiado sangriento y el futuro ahora era más incierto. Los enanos que habían acudido en ayuda del grupo de Rigmi disponían de una fortaleza en la ladera del valle y habían acudido a defender su valle sin antes haber conocido la presencia de otro grupo de enanos, de forma que los enanos se retiraron de inmediato a la seguridad de la fortaleza.
El camino continúa hasta Diamanterra

La estancia en la fortaleza enana de las montañas (desaparecida en la actualidad) no duro mucho tiempo. El motivo de la brevedad de dicha estancia había de encontrarse en los acontecimientos acaecidos en Karak Grung, que supusieron la deshonra de todos los enanos sobrevivieron huyendo de su mina. Ninguno de los enanos procedentes de Karak Grung hablo acerca de lo que allí se produjo y su estado de animo era excesivamente taciturno incluso en términos enanos. Rigmi se reunía en largas jornadas con los lideres de la comunidad enana y preparaba su marcha y la de todos los que le acompañaban desoyendo los consejos de sus camaradas de permanecer con ellos en las montañas. Rigmi tampoco explicó los motivos de su marcha y abandono de la mina, simplemente se limitaba a responder, que iban camino del Oeste en busca de un lugar donde establecerse y que cuando se estableciesen tendrían noticias suyas. Pero nunca llegarían noticias a esta fortaleza enana, pues tres años después sería invadida por los Skavens y ningún enano volvió a pisar sus galerías desde entonces.

Así fue como con la llegada de la primavera, los enanos supervivientes se pusieron nuevamente en marcha. Su ruta les llevaría al principio hacia el norte y luego se desviarían hacia el oeste en busca de nuevos territorios que explorar, pues se encontraban bastante próximos de los últimos asentamientos enanos conocidos. Los enanos habían recuperado fuerzas y los ánimos se habían recuperado, aún a pesar de la carga de sus consciencias y de las perdidas sufridas tanto bajo la montaña, como en su huida. Así pues pronto llegaron al extremo occidental de las montañas Irrana. Muchos concluyeron que debían buscar un lugar seguro en aquellos picos y establecer contactos con los humanos de la zona. Sin embargo Rigmi no estaba de acuerdo, él quería alejarse lo más lejos posible de Karak Grung, quería seguir su camino hacia el Oeste, algo le decía que tenia que ir más allá, que no podía detenerse ahora. A pesar de las reticencias por parte de algunos, el carisma que Rigmi se había ganado, prevaleció sobre los deseos de establecerse en las laderas de las montañas Irrana y finalmente siguieron su camino hacia el oeste.

Una fría mañana del año –135 según el calendario imperial, los enanos divisaron el mar en el horizonte. Un intenso sol iluminaba las aguas y proporcionaba un aspecto casi idílico, pero los enanos no se encontraban precisamente en una situación cómoda. Aún así su confianza en Rigmi les hacía mantener la moral bien alta. Y sus esperanzas se verían colmadas, cuando Rigmi decidió que se establecerían en el hoy conocido como Monte Rigmi. A la semana de haber llegado al lugar, los mineros enanos encontraron los primeros filones de diamantes y desde ese momento los enanos permanecerían en las laderas del Monte Rigmi, estableciendo allí su nuevo hogar, el cual han mantenido desde entonces hasta la actualidad.

Mis agradecimientos a Sersi por sus consejos y también a David Delgado por aportarme las ideas necesarias para poder hacer este relato.
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